Seguimos postrándonos ante el misterio de la Encarnación de Dios
‘Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado
su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de
verdad’.
Seguimos contemplando el
misterio de la Navidad; seguimos postrándonos ante el misterio de la
Encarnación de Dios. Seguimos meditándolo, rumiándolo en nuestro interior,
haciéndolo oración.
Es Dios que se hace carne,
que se hace hombre como nosotros. Es la Palabra que es Dios. Es la Palabra que
es la Luz de nuestra vida. Es la Palabra que es la única Vida a la que hemos de
aspirar. Es la Palabra que es la única Verdad en la que vamos a encontrar la
Salvación y ser verdaderamente libres.
Que las tinieblas no nos
oscurezcan la vida. Que la maldad de la mentira no nos oculte la Verdad. Que
sepamos encontrar el camino; que sepamos encontrar a Cristo. Es lo que tenemos
que seguir contemplando sin cansarnos. Es a donde tenemos que encaminar
nuestros pasos sabiendo que el camino es El. ‘Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida’,
nos dirá más tarde. Es de lo que tenemos que dejarnos inundar, porque sabemos
que teniéndole a El tenemos vida, porque tenemos gracia, porque tenemos perdón,
porque tenemos paz, porque tendremos amor, porque tenemos la Salvación.
Hoy nos dice que las
tinieblas no quisieron recibir la luz; que en el mundo estaba pero el mundo no
le recibió. ‘La luz brilla en la
tiniebla, pero la tiniebla no la recibió… vino
a los su casa y los suyos no la recibieron…’ Nosotros sí queremos
esa luz; nosotros sí queremos recibirle. ‘Pero
a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su
nombre’. Queremos recibirle, queremos vivir como hijos de Dios, queremos
sentir su paz y su vida en nuestro corazón.
Sabemos que muchas veces
hemos preferido las tinieblas a la luz, pero ahora nos damos cuenta y queremos
encender nuestra luz en su luz, y alimentarla de su gracia para que no se
apague nunca más. Que no nos falte nunca el aceite de tu gracia para mantener
encendida la lámpara de nuestra fe.
Señor, concédenos que
siempre caminemos iluminados por tu luz. Concédenos tu perdón y tu gracia para
que sintamos para siempre tu paz en nuestro corazón. Nos acogemos, Señor, a tu
misericordia que es grande. Revélanos, Señor, tu amor; revélanos a Dios porque
sabemos que solo en ti y por ti podremos conocerlo, porque ‘a Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único que está en el seno del
Padre es quien nos lo ha dado a conocer’.