Vistas de página en total

sábado, 23 de diciembre de 2023

Agradezcamos el nacimiento de Juan que nos recuerda con su palabra y su testimonio que Dios nos es propicio y sigue hoy preparando en nosotros los caminos del Señor

 


Agradezcamos el nacimiento de Juan que nos recuerda con su palabra y su testimonio que Dios nos es propicio y  sigue hoy preparando en nosotros los caminos del Señor

Malaquías 3, 1-4. 23-24; Sal 24; Lucas 1, 57-66

Aunque por nuestro orgullo nos cuesta reconocerlo, a la larga agradecemos que haya habido alguien que nos haya dicho la verdad, que nos haya llamado la atención sobre cosas que hacíamos que no tenían mucho sentido, y a posteriori nos han hecho pensar. Nos sentimos heridos quizás en aquel momento, nos parecieron fuertes las palabras que nos dijeron, nos creíamos que no merecíamos esa corrección porque nosotros con buena voluntad estábamos haciendo lo que nos corregían. Nuestro amor propio en aquellos momentos se sintió mal y quizá no reaccionamos como deberíamos hacerlo. Muchas veces solemos pensar tarde lo que tendría que ser nuestro camino.

Eso sucedió con Juan el Bautista, cuyo nacimiento nos ofrece hoy el evangelio. Su palabra y su testimonio era fuerte, pero esa era su misión. ‘Como fuego de fundidor, como lejía de lavandero…’ había anunciado el profeta que sería aquel que venía con el poder y el espíritu de Elías ‘para convertir el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, para que no tenga que venir a castigar y destruir la tierra’.

El fuego quema, la lejía abrasa, aparentemente duele y destruye, pero purifica y transforma. Era la voz fuerte que iba a sonar en el desierto para preparar los caminos del Señor, para que encontrara un pueblo bien dispuesto. ‘Para que no tenga que venir a castigar y destruir la tierra’, como nos dice hoy el profeta Malaquías.  Una corrección a tiempo nos salva de tropiezos posteriores. Es lo que hacen los padres con los hijos, aunque a los hijos no les guste que los corrijan; cómo nos rebelamos en nuestro interior, pero es necesario pasar por ese fuego, ser abrasados por esa lejía para enderezar muchas cosas que andan torcidas en la vida. Aunque hoy nos estamos haciendo una generación de enclenques y consentidos, y ya nadie nos puede decir nada. Pero ya sabemos que quien nos corrige nos ama.

Esa era la misión de Juan. Como decíamos, hoy nos ofrece el evangelio el momento de su nacimiento con la alegría que suscitó en su entorno – ‘Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella’ – y el relato del momento de la circuncisión que llevaba consigo la imposición del nombre.

Hoy los padres escogen para los hijos aquellos nombres que les gustan, que les llaman la atención, o que son de tradición familiar; en la antigüedad poner el nombre significaba algo más, era como destacar algo especial que había sucedido con su nacimiento o también venía a señalar lo que había de ser luego su vida. La gente quiere que el recién nacido se llame como Zacarías, su padre, no en vano era de raza sacerdotal y en su misión futura era como suceder a su padre en el sacerdocio del templo. Pero Isabel señala que su nombre ha de ser Juan, con la oposición de todos, hasta que preguntan por señas a Zacarías – aun estaba mudo desde la vuelta del templo y la aparición del ángel – que escribirá en una tablilla que ‘Juan es su nombre’.

¿Qué significaba el nombre de Juan? ¿Por qué era el empeño en que llevara ese nombre? Juan viene a significa ‘Dios es propicio’, ‘Dios se ha apiadado’, ‘Dios es misericordia’. ¿Qué había significado el nacimiento de Juan de aquellos padres ya mayores que tanto lo habían deseado? Ya las mismas gentes lo habían manifestado en su alegría por el nacimiento de aquel niño, cuya noticia había corrido por las montañas de Judea, ‘el Señor le había hecho una gran misericordia’.

¿No era esa también la misión de quien iba a ser el Precursor del Mesías? Invitar a la conversión como Juan iba a hacer era invitar a reconocer la misericordia del Señor; su palabra venía a señalarnos nuestros errados caminos, pero para que purificáramos nuestra vida en el fuego de la misericordia del Señor. ¿No sería eso también lo que a continuación Zacarías iba a cantar alabando y bendiciendo al Señor por el nacimiento de Juan? ‘El Señor ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación… por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos visitará el sol que nace de lo alto… para guiar nuestros pasos por el camino de la paz’.  Y señalará la misión de Juan, ‘a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados’.

¿No es el significado del nombre de Juan, ‘Dios es propicio… y se ha apiadado con su misericordia’? Agradezcamos el nacimiento del Bautista y cómo sigue hoy preparando en nosotros los caminos del Señor.

viernes, 22 de diciembre de 2023

Recordando esa mirada de Dios, tan palpable hoy sobre María, y también sobre la historia de nuestra vida, aprendamos a tener una mirada hacia los demás


 

Recordando esa mirada de Dios, tan palpable hoy sobre María, y también sobre la historia de nuestra vida, aprendamos a tener una mirada hacia los demás

1Samuel 1,24-28; Sal.: 1S 2,1.45.6-7.8;  Lucas 1,46-56

‘¡Me está mirando!’, es la reacción de sorpresa de aquella persona humilde y sencilla que salió con sus convecinos al paso de alguien importante de paso por aquel lugar. Alegría, gozo, fiesta en aquellas gentes por el hecho de que aquel personaje pasara en medio de ellos, pero alguien le sucedió algo especial en su interior al paso de aquel personaje, se sintió mirada, no con una mirada cualquiera, una mirada que podríamos decir de corrida y de forma general como estaba mirando a todos, sino se dio cuenta que su mirada se posaba en ella. Algo sintió por dentro, ¿sorpresa? ¿Miedo quizás por lo que podría significar porque hay miradas que son aterradoras? ¿Alegría porque era como una mirada de predilección que iba a tener un significado posterior especial?

Así se sintió María. Desde que el ángel la había sorprendido en su casa de Nazaret, desde que escuchó el saludo del ángel que además la llamaba la agraciada ante de Dios – la llena de gracia, que dice el evangelio – Ella estaba sintiendo en todo momento esa mirada de Dios que se posaba en su corazón. No puede menos que desbordar de gozo su corazón y cantar los mejores cánticos de alegría y alabanza a su Creador. Como saltando por los montes, brincando entre las colinas, como decía el Cantar de los Cantares ella había hecho aquel recorrido de Nazaret a las montañas de Judea dejando oír su voz y su alegría por los caminos de Samaría y por las montañas de Judea.

Y si la música la llevaba en el corazón resonando como en un eco por la alegría que recorría aquellos caminos y solo la escuchaban los ángeles de Dios que la acompañaban, ahora en la confianza donde se siente querida y amada ese cántico salta a gritos en perfecta entonación que se convierten en la más hermosa melodía y que van a resonar fuerte entre los valles y las montañas con prolongación de los siglos hasta nuestros días para alabar y para bendecir al Señor. Es el cántico del Magnificat que hoy se nos ofrece en el evangelio y que se ha convertido también en el cántico de la Iglesia con el que cada tarde se bendice y se alaba también al Señor.

Alaba y bendice al Señor María porque ha mirado, se ha fijado en la humildad de su esclava y el poderoso ha hecho obras grandes en ella. Y recuerda María todo el camino de la misericordia del Señor que se ha ido manifestando siglo tras siglo con su pueblo cumpliéndose todas las promesas hechas por los antiguos profetas y que Dios un día hiciera a Abrahán, su siervo. Todo va a cambiar, un mundo nuevo va a resurgir, las promesas de Dios siempre se cumplen. No puede menos María que cantar al Señor. Dios había puesto sus ojos en ella adueñándose de su corazón.

¿No será eso lo que nosotros también hemos de sentir? La mirada de Dios ha estado siempre sobre nosotros, la mirada del Señor nos ha acompañado y ha sido nuestra fuerza y nuestra guía. Quizás sintiéndonos indignos quisiéramos ocultarnos de esa mirada de Dios, como le sucedió a Adán y Eva en el paraíso después de su pecado, pero Dios nos ha seguido buscando. ¿Se quería esconder Pedro cuando se sintió mirado por Jesús  en el patio del pontífice después de su triple negación? Lloraría Pedro su pecado – la tradición nos habla de los surcos que cruzaban su rostro marcado por el río de sus lágrimas -, pero tendría ánimos para porfiarle su amor y decirle que Jesús lo sabía todo y sabía que a pesar de todo él le amaba.

Recorramos la historia de nuestra vida que ha sido la historia de una mirada de amor de Dios sobre nosotros. Cuántas veces se manifestado una y otra vez la misericordia de Dios sobre nuestra vida en su mirada de amor. Podemos así levantarnos y dejarnos encontrar por Dios, por su gracia, sentir la ternura de su mirada, ver cómo se derrama una y otra vez la misericordia sobre nuestro corazón.

Recordando esa mirada de Dios, tan palpable hoy sobre María, pero tan palpable también sobre la historia de nuestra vida, hemos de aprender a volver nuestra mirada hacia los demás. Que a través de nuestra mirada se siga derramando esa ternura de Dios sobre el corazón de cuantos nos rodean, porque el Señor también en nosotros quiere realizar obras grandes.

jueves, 21 de diciembre de 2023

Seamos capaces como María de llevar a Dios en nuestra vida para que vibren los corazones de los que están a nuestro lado porque sientan la presencia de Dios como el niño Juan

 


Seamos capaces como María de llevar a Dios en nuestra vida para que vibren los corazones de los que están a nuestro lado porque sientan la presencia de Dios como el niño Juan

Cantar de los Cantares 2, 8-14; Sal 32; Lucas 1, 39-45

Con los medios de los que hoy disponemos es mucho más fácil y fluida la comunicación de cualquier noticia que queramos transmitir; recuerdo aquellos tiempos, en que hasta el teléfono no era fácil tenerlo en todas partes y eran además de dificultosas también muy costosas las llamadas y la comunicación habitualmente era por carta. Vivó con familiares emigrantes en América y cuando llegaba una carta era un acontecimiento y después de leerla en la casa y con la familia se llamaba o se salía a las casas de los vecinos para comunicar la alegría de haber recibido noticias de los que estaban lejos; era una alegría y un regocijo para todos.

¿No es eso lo que hoy estamos contemplando en el evangelio? María corre presurosa a las montañas de Judá porque tiene algo que compartir con Isabel. Sí, ¿por qué no verlo así? A aquel humilde hogar de Nazaret han llegado grandes noticias. María recibió la visita del ángel de Dios que le anunciaba cómo Dios quería contar con ella y en consecuencia su futura maternidad, pero en medio, podíamos decirlo así, se han colado otras noticias, su prima Isabel, allá en las montañas de Judea va a ser madre también y ya está de seis meses de embarazo. Algo que María no podrá guardarse para sí, y presurosa se pone en camino. Será la profunda comunicación entre aquellas dos futuras madres, cada una en sus circunstancias, y donde se palpaba la obra de Dios, sino que está también la disponibilidad de la joven María para servir y para ayudar a su anciana prima en aquellos momentos que se avecinan. Un episodio muy humano pero que al mismo tiempo nos manifiesta la grandeza de aquellos corazones.

Es el diálogo entusiasta y lleno de alegría que se entablará entre aquellas dos mujeres en su encuentro que podríamos decir que mutuamente se comunican sus noticias. Es el runrunear de Dios en medio de aquel episodio que hará que se desborden los cánticos de alabanzas y se derrame hasta derrocharse la gracia de Dios en aquellos lugares. El niño saltará de alegría en el seno de su madre como la misma Isabel manifiesta al escuchar las palabras de María; pero es la presencia del Hijo de Dios en el seno de María que va derramando sus gracias y en este hecho se quiere expresar la santificación de aquel niño que va a nacer y que viene como Precursor de quien está ya en el seno de María. Pero nos hablaré también de cómo el Espíritu Santo inunda el corazón de aquellas mujeres de manera que Isabel llegará a reconocer la grandeza de quien viene desde la lejana Galilea a visitarla, porque es la madre de su Señor.

‘¿Quien soy yo, reconocerá humilde, para que venga a visitarme la madre de mi Señor?’ Y todo será entonces cantar la gloria del Señor, todo serán felicitaciones para María – ¿no dirá más tarde que todas las generaciones la felicitarán? – porque ha creído y la Palabra del Señor se cumplirá. Es la antesala de la salvación, es el anuncio de la llegada del Emmanuel.

Y esto lo estamos contemplando en este marco del Adviento y en las casi vísperas del nacimiento del Señor. ¿Nos estará invitando la palabra del Señor a que también nosotros nos pongamos presurosos en camino porque hay noticias que tenemos que comunicar?  Decimos que nuestro mundo de hoy en cierto modo se ha hecho sordo para recibir la verdadera noticia de la Navidad - ¡cuántas noticias se han creado en torno a este hecho y a este misterio bien lejanas de la auténtica realidad de la navidad que nos ensordece para su verdadero sentido! – pero ¿no será que los cristianos no hemos sabido llevar la autentica noticia de la navidad al mundo que nos rodea?

He mirado con un poco de atención la televisión estos días para ver lo que nos decía de la navidad. ¿Cuál es el anuncio que nos hace? Unos regalos – cuántas cosas nos ofrece la publicidad estos días que terminan en puro consumismo -, una lotería de la suerte – que nos hace soñar en la posibilidad de ya no tener que trabajar más -, unas comidas de amigos o de familiares - hechas simplemente muchas veces desde un compromiso social porque así se impone en estos días -, unos encuentros momentáneos y fugaces - que tendrán su continuación en distanciamiento continuado a través de todo el año -, unos determinados dulces o muy sabrosas bebidas – que al final seguirán manteniendo el amargor en los corazones -… tantas cosas que nos dicen que es la navidad, pero no terminamos de ver a quien tendría que ser el centro y la motivación de la verdadera alegría de la navidad.

¿Seremos capaces, como María, de llevar a Dios en nuestros corazones y en nuestra vida para que vibren de verdad los corazones de los que están a nuestro lado porque sienten la presencia de Dios entre ellos, como sucedió aquel día en las montañas de Judo? ¿No tendremos que dejar que nos inunde el Espíritu del Señor para llevar ese servicio del anuncio del Evangelio a nuestro mundo de hoy?

 

miércoles, 20 de diciembre de 2023

Se buscan creyentes que se dejen sorprender por las maravillas de Dios hoy, ¿cuál será la recompensa?

 


Se buscan creyentes que se dejen sorprender por las maravillas de Dios hoy, ¿cuál será la recompensa?

Isaías 7, 10-14; Sal 23; Lucas 1, 26-38

¿Somos capaces de sorprendernos o ya pasamos de todo, y parece que estamos tan curados de espanto que ya nada nos sorprende? Quizás si vamos a un espectáculo, o vemos una película de cine estamos buscando esas imágenes de efectos especiales y con ellas si nos dejamos sorprender; los medios técnicos que hoy tenemos, la digitalización de todo lo que hacemos nos puede permitir esos efectos y quizás eso es lo que buscamos.

Pero hay cosas que nos pueden parecer sencillas y que son sorprendentes, pero en ellas no nos fijamos; cuando entramos en el ámbito de lo religioso ya no nos queremos tragar nada, a todo lo llamamos mitos, en todo vemos unas manipulaciones y quizás ahí es donde tendríamos que contemplar las más grandes maravillas; quizás hasta los que más nos decimos creyentes, tratamos de disimular esas cosas porque no vayan a decir en este mundo tan materializado, agnóstico e indiferente ante el hecho religioso en que vivimos. 

Así ocultamos el hecho religioso, disimulamos todo lo que suene a religiosidad y terminamos por sustituir al niño Jesús de la Navidad por un una figura gorda con un vestido rojo y un gorro en la cabeza, el papá Noel. Y esos mitos sí que no nos importa seguirlos. ¿Dónde estamos los creyentes? No sé si tendríamos que poner el cartelito de ‘se buscan’, porque andan perdidos y ofrecer alguna recompensa.

Hoy sí nos encontramos a quien se deja sorprender por Dios. María se quedó rumiando, sorprendida, en su interior aquellas palabras que le había dicho el ángel, de manera que el ángel le dirá que no tema. Y es que María había encontrado gracia ante Dios, se dejaba sorprender por Dios y Dios la envolvía con su gracia y con su amor.

Cuidado. Cuidado que nos acostumbremos. Hemos escuchado ya tantas veces este relato del Evangelio que parece que ya no tiene nada nuevo que decirnos. Pero no puede ser así. Tenemos que escucharlo como su fuera la primera vez. Tenemos que  vaciarnos de nosotros mismos y de nuestras particulares interpretaciones, porque tantas veces lo hemos oído y lo hemos meditado, que si no nos dejamos sorprender no va a ser evangelio para nosotros. Y tiene que ser evangelio, buena noticia, y las noticias siempre son nuevas, porque de lo contrario no serían noticias. Recuerdo una vez a un profesor que nos hablaba de periodismo y nos decía que no hay noticia más vieja que la de ayer, ya dejó de ser noticia. Noticia es lo nuevo que ahora escuchamos.

Así tenemos que escuchar el evangelio. Y será entonces cuando nos dejemos sorprender, porque siempre algo nuevo tiene que decirnos de Dios. La Palabra de Dios nunca es una noticia vieja, siempre es buena y nueva noticia. Así nos tenemos que poner ante este evangelio y dejarnos sorprender. No hacen falta efectos especiales. La noticia que no terminamos de creer es que Dios viene a estar con nosotros. Y será algo nuevo para nuestra vida. Por eso tenemos que ponernos como María, a rumiar las palabras del ángel, a rumiar las palabras que nos llegan desde el cielo, a rumiar las palabras que sentimos ahí en lo más hondo del corazón. Y para cada uno de nosotros Dios tiene una Palabra especial, porque El quiere plantarse en nuestra vida concreta, en la situación concreta, en el momento concreto que vivimos.

Una buena noticia traía el ángel para María que sería también buena noticia para toda la humanidad. Dios quería contar con María y María estaba dispuesta a poner en camino por los caminos de Dios aunque pareciera que se trastocaran sus planes. Iba a ser la Madre del Altísimo y María estaba dispuesta a decir Sí, era la humilde esclava del Señor y lo que quería era que se realizara en ella, se cumpliera su Palabra. ¿No habrá también en ese mensaje una buena noticia de que Dios quiere contar con nosotros en sus planes de salvación para el mundo de hoy?  ¿Seremos capaces de dar una respuesta como María?

Quizás la buena noticia nos viene hoy por ese dejarse sorprender. Hagamos silencio en el corazón, pongámonos con nuestra vida delante de Dios, con el momento concreto que vivimos, de manera personal, pero también como comunidad, como sociedad, como miembros de este mundo que todos compartimos en su dura realidad. Sentiremos, si lo hacemos con fe, de qué manera concreta vamos a sentir el Emmanuel, vamos a sentir a Dios hoy entre nosotros. Dejémonos sorprender por ese encuentro con Dios en su Palabra.

martes, 19 de diciembre de 2023

Dios se sirvió de quienes parecían débiles e incapaces para contar con ellos y realizar maravillas, sepamos tener una mirada nueva para no descartar ni discriminar

 


Dios se sirvió de quienes parecían débiles e incapaces para contar con ellos y realizar maravillas, sepamos tener una mirada nueva para no descartar ni discriminar

Jueces 13, 2-7. 24-25ª; Sal 70; Lucas 1, 5-25

Alguna vez quizás nos sentimos incapaces de realizar algo, bien porque reconocíamos nuestra ineptitud, ya fuera porque no nos considerábamos preparados para ella, ya sea porque reconocemos nuestras limitaciones o incapacidades – no todos valemos para todo, solemos decir – ya fuera porque nos consideráramos mayores, fuera de época para los tiempos en que vivimos, o con la debilidad de los años y más carencias que nos pueden ir apareciendo. Es quizás un reconocimiento humilde, porque es una realidad de nuestra vida; pudiera ser una minusvaloración que hacemos de nosotros mismos porque no terminamos de creer en nosotros y en nuestras capacidades, y parece que todo tiene que seguir con normalidad dejando que sean otros los que lo realicen.

Sin embargo, cuando tras una situación así, viene alguien y nos dice que a pesar todo quiere seguir confiando en nosotros, y que nosotros estamos llamados a realizar esa función, pudieran ser varias las reacciones que tomemos, desde negarnos radicalmente a  hacerlo, o por el contrario, aceptar esa misión o labor que se nos confía, elevando nuestra autoestima, y prometiendo poner todo de nuestra parte para desarrollar tal misión. En el fondo, somos humanos, nos sentimos halagados con tal confianza.

Así Dios quiere contar con nosotros. No importa que seamos pequeños, no importa que nos consideremos inútiles por tantas cosas y tantas realidades que han debilitado nuestra vida, o en las que quizás incluso no hayamos obrado bien. Dios sigue contando con nosotros y tenemos que saber escucharle.

Nos lo dice claramente en los textos que hoy se nos ofrecen. ¿Dónde quiso escoger Dios, en la lectura que hemos escuchado en primer lugar, un juez para Israel en aquellos momentos difíciles que pasaba el pueblo? El ángel del Señor visita a una mujer que era estéril y le anuncia que tendrá un hijo que será consagrado para el Señor. Así surgió aquel Juez de Israel llamado Sansón.

Pero es lo que escuchamos también en el evangelio. Nos habla de una pareja de ancianos que no tienen hijos, aunque mucho lo habían pedido al Señor. Pero Isabel era estéril, Zacarías era anciano, pero el ángel del Señor viene de parte de Dios para contar con aquel matrimonio. ‘Yo soy viejo y mi mujer de edad avanzada’, replica una y otra vez el anciano sacerdote. Pero Dios quiere contar con El, su mujer quedará embarazada y le dará a luz un hijo, Juan, de quien diría Jesús que no ha nacido de mujer ningún hombre mayor que él.

Así son las maravillas que Dios realiza. Así son las maravillas que Dios quiere seguir realizando. Quiere contar con nuestra disponibilidad, no importa nuestra debilidad ni las incapacidades que nosotros podamos ver. Sepamos tener la mirada de Dios; sepamos dar respuesta a lo que Dios nos pide, cualquiera que sea nuestra condición, cualquiera que sea nuestra edad, aunque nos consideremos pequeños y pecadores, son las maravillas de Dios. Tenemos que aprender a confiar; tenemos que dejar hacer a Dios en nuestra vida.

Nos vale para mirarnos a nosotros mismos y descubrir en lo que Dios quiere contar con nosotros, para no perder el ánimo ni la esperanza, para que tengamos esa disponibilidad del corazón. Nos vale para que miremos a nuestro alrededor, y sepamos descubrir las maravillas que Dios realiza, allí donde menos lo pensamos; nos vale para que nosotros aprendamos también a confiar y a contar más con los demás, porque demasiadas veces marcamos a las personas por una razón o por otra y decimos ya de entrada que no valen, que no sirven, que no son las adecuadas, pero la visión de Dios es otra.

Tendrían que ser criterios que también tengamos en la Iglesia, porque demasiado descartamos a muchas personas, y tenemos que saber descubrir que Dios puede y quiere contar con ellas y también podrán realizar maravillas. ¿Será algo que nos está pidiendo el Señor en este camino de Adviento que estamos realizando?

lunes, 18 de diciembre de 2023

Nos ponemos en camino como Abrahán, como María, como José, nos dejamos conducir, Dios llega a nosotros y para nosotros quiere ser para siempre Emmanuel

 


Nos ponemos en camino como Abrahán, como María, como José, nos dejamos conducir, Dios llega a nosotros y para nosotros quiere ser para siempre Emmanuel

Jeremías 23, 5-8; Sal 71; Mateo 1, 18-24

Ponernos en camino es algo que hacemos todos los días. Nos levantamos y nos ponemos en camino a la vida de cada día; y no solo son los pasos de nuestros pies, no solo es la tarea diaria que emprendemos y para la que quizás necesitamos unos desplazamientos, es el camino interior que cada uno hace de búsqueda de sentido y de vida, de búsqueda de lo mejor o de búsqueda de los demás con los que convivimos o con los que queremos estar, un camino que queremos hacer para bien.

Es el camino de nuestra fe, de apertura a la trascendencia y búsqueda de lo espiritual, es el camino que nos eleva sobre lo material porque hay algo que sentimos superior, y es el camino que nos lleva al encuentro con Dios, a la escucha de Dios, a la vivencia de Dios. Es la historia del camino de nuestra fe, como lo es la historia de la salvación de toda la humanidad.

Abrahán un día escucha la voz de Dios que le invita a salir de su tierra e ir a la tierra que Dios le va a dar. Y Abrahán se puso en camino. ¿Un camino a lo desconocido? Dios no le dice a donde ha de ir, sino que se ponga en camino. ¿Un camino hacia el misterio y la trascendencia? Abrahán ha de ir más allá, atravesará desiertos y valles, irá abriendo caminos por lugares desconocidos para él, es el camino de Dios, pero Abrahán se deja conducir y nacerá un pueblo nuevo. 

María de Nazaret también escuchará a Dios a través de la voz del ángel, y también se pone en camino. No es solo, como nos dice el evangelio, que se pondrá en camino a las montañas de Judea para atender a su prima Isabel, sino que María se pone en camino a algo más grande. También María se deja cautivar por la voz de Dios y se pone en camino, como ella dice, para ser la humilde esclava del Señor, pero su disponibilidad para caminar al ritmo de Dios le lleva a algo más grande, va a ser la Madre de Dios; lo que de ella ha de nacer será el Hijo del Altísimo, será el camino por el que Dios llegará a nuestra tierra encarnándose en sus entrañas para ser Dios con nosotros.

Hoy nos aparece en el evangelio la figura de José. Se encuentra ante un misterio y algo totalmente nuevo para él, que no termina de comprender. Pero el corazón de José está disponible para la bondad y para la generosidad. Quiere descifrar el misterio de Dios que se le está manifestando y se deja conducir. Cuando el ángel le aclara que son las cosas de Dios que además quiere contar con él, también se pondrá en camino. Como nos dice el evangelista haciendo lo que le había mandado el ángel acogió a María, su mujer, en su casa.

Lo que parecía un misterio indescifrable ahora se convierte en revelación del amor de Dios que se quiere hacer presente en medio de la humanidad, será para siempre Emmanuel, Dios con nosotros. Es lo que vamos a celebrar y vivir en los próximos días; emprendemos también esta ultima etapa del camino del Adviento que desemboca en la Navidad, un camino que nos lleva al encuentro con Dios, un camino donde tenemos que dejarnos conducir por su Espíritu, un camino de escucha de la Palabra y de contemplación, un camino que nos lleva a sentir a Dios en nuestro corazón, un camino que nos lleva a vivir en Dios.

Como Abrahán cerramos los ojos y nos ponemos en camino que es también hacer camino para los demás; como María humildes abrimos nuestro corazón para que Dios plante su tienda entre nosotros; como José abrimos las puertas para que Dios venga a vivir con nosotros, pero sabiendo que Dios nos llega por muchos caminos, en distintas personas, en los acontecimientos que van sucediendo a nuestro alrededor. Nos preguntamos cómo, pero sabemos que tenemos que dejarnos conducir por el Espíritu de Dios.

domingo, 17 de diciembre de 2023

El Adviento que estamos haciendo nos tiene que impulsar a ser buena noticia de esperanza por los signos de nuestra vida para ese mundo que nos rodea

 


El Adviento que estamos haciendo nos tiene que impulsar a ser buena noticia de esperanza por los signos de nuestra vida para ese mundo que nos rodea

 Isaías 61, 1-2a. 10-11; Sal: Lc 1, 46-54; 1Tesalonicenses 5, 16-24; Juan 1, 6-8. 19-28

¿Quién estando en una situación difícil, problemática, si escucha una voz que le insinúa o le anuncia que puede salir de esa situación, que se pueden resolver esos problemas no ve como una rayo de luz para su vida que le llena de esperanza y de alegría? Todos queremos salir de las malas situaciones; aunque nos sintamos culpables por lo que hayamos hecho buscamos el perdón y el rehacer de nuevo nuestras vidas; escuchar una voz que nos anuncia ese perdón es como si se le abrieran nuevos caminos en su vida, que por su situación la encuentra un verdadero desierto o destierro.

Es lo que hoy escuchamos en la palabra de Dios de este tercer domingo de Adviento. Es la buena noticia que nos trae el adviento cuando nos habla de esos nuevos caminos en el desierto, de ese perdón y de esa amnistía para nuestros errores y pecados, es lo que se nos anuncia con la venida de Jesús. Es lo que tenemos que sentir en lo más hondo de nosotros mismos.  Es la esperanza que tiene que ser en verdad la navidad para este mundo en que vivimos.

Necesitamos una palabra de esperanza, escuchar esa voz que nos suena lejana quizás como en un desierto, pero que es un diáfano mensaje para nuestra vida. Es la buena noticia que necesitamos. Y esto no es de una forma teórica, por así decirlo, sino que tiene que tocar la realidad de nuestra vida.

Pensamos en nuestra vida personal, con sus luces y con sus sombras, con tantas tentaciones de materialismo y de sensualidad que recibimos por todos lados, con esos momentos en que nos dejamos llevar por una vida ramplona y superficial o donde huimos del compromiso cerrando nuestros oídos y nuestros ojos a palabras y luces nuevas que nos puedan inquietar. Sí, fácilmente nos dejamos arrastrar por el ambiente, por lo que todos hacen, por lo que imponen los ritmos de la vida de hoy, pero nos cuesta detenernos a pensar, a reflexionar, a buscar algo nuevo y distinto, porque realmente no nos sentimos satisfechos con lo que hacemos o con nuestra manera de vivir. Pero cambiar nos cuesta, enderezar lo que anda torcido nos parece imposible, hacer que el camino sea de otra forma nos parece irrealizable.

Son esos pasos que personalmente vamos dando en la vida, pero es también el conjunto de la sociedad en la que vivimos, es la situación de nuestro mundo tan falto de paz, son esos problemas sociales que parece que cada vez se van agrandando más y nos resistimos a un mayor compromiso de solidaridad, de justicia, de autenticidad en la vida. Cuántos valles y barrancos vamos ahondando cada vez más en nuestra sociedad, cuántas barreras nos ponemos desde nuestros orgullos como sociedad o como pueblo y no damos el brazo a torcer.

Pero viene quien nos anuncia un mundo nuevo donde sepamos entendernos, donde encontraremos la verdadera paz, donde seamos capaces de perdonarnos y de reconciliarnos a pesar de lo que nos hayamos hecho los unos a los otros, donde comencemos a colaborar los unos con los otros poniendo cada uno su parte de bondad que nos abaje de pedestales, que olvide resentimientos, que ponga las bases de un verdadero encuentro que nos lleve a una pacífica convivencia. No siempre lo entendemos, no siempre somos capaces de dar los pasos necesarios, pero es lo que Jesús con su venida quiere realizar en nuestros corazones. ¿Tendríamos que modificar algunos criterios que nos hemos hecho de nuestra manera de ver lo que sucede hoy en nuestra sociedad?

El Adviento que vivimos tiene que ser una buena noticia para nuestro mundo porque nos dice que es posible un mundo distinto en que nos llenemos de la verdadera paz; el que viene quiere transformar nuestros corazones para llenarnos de vida y de luz. Es un camino que cada uno de nosotros tiene que ir realizando, porque es la manera de que luego vayamos contagiando a los que están a nuestro lado, a nuestros familiares y vecinos, a esa sociedad en la que vivimos, a nuestro mundo de ese nuevo sentido para que un día logremos ese mundo de paz. 

Hoy contemplamos y escuchamos esa voz que grita en el desierto en la figura de Juan Bautista para preparar los caminos del Señor. Su palabra en el desierto, su manera de vivir era un interrogante para el mundo que le rodeaba, estaba inquietando a muchos y también a los dirigentes del pueblo de Israel; por eso viene aquella embajada desde Jerusalén para preguntarle por el sentido de su vida y de su mensaje. Juan responde que él solo es un testigo de la luz, porque él no es la luz, sino aquel que ha de venir; él es la voz que anuncia al que de verdad es la Palabra de salvación, toda la referencia de su vida es Jesús.

Pero yo me pregunto si nosotros los cristianos con el testimonio que damos, con nuestras palabras o con nuestra manera de actuar seremos también un interrogante para el mundo que nos rodea que le haga preguntarse por el sentido de lo que hacemos. Mal seríamos testigos de la luz si nuestra vida no está haciendo referencia a Jesús, que es a quien realmente tenemos que anunciar.

¿Daremos alguna señal nueva en este Adviento por la manera que preparamos la navidad? Nuestra manera de celebrar la navidad ¿será un interrogante que inquiete a los que nos rodean? No olvidemos que tenemos que ser esa buena noticia de esperanza por aquellos signos que demos con nuestra vida para ese mundo que nos rodea.