Irá delante del Señor, con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar, para inculcar una sabiduría nueva, y para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto
Eclesiástico 48,1-4.9-11; Sal 79; Mateo 17,10-13
‘Irá delante del Señor, con el espíritu y el poder de Elías, para
reconciliar a los padres con sus hijos, para inculcar a los rebeldes la
sabiduría de los hijos, y para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto’.
Así le había anunciado el ángel a Zacarías en el templo el nacimiento de Juan y
su misión.
Ahora Jesús les dirá a los discípulos ante sus preguntas que ‘Elias
ya ha venido y no lo reconocieron sino que lo trataron a su antojo’, y los discípulos
que le habían preguntado por qué los escribas decían que primero tendría que
venir Elías comprenden que Jesús se estaba refiriendo al Bautista.
Todos habían admirado a Juan y habían acudido al desierto y a la
orilla del Jordán para escuchar su predicación. Juan les anunciaba la venida
inminente del Mesías para lo que habían de prepararse. ‘Para preparar un
pueblo bien dispuesto’, que le había dicho el ángel a Zacarías. Por eso,
como el mismo se presenta, es la voz que grita en el desierto para preparar
los caminos del Señor.
No todos le querrán escuchar, sus palabras resultarán incomodas para
algunos, como siempre sucede; de Jerusalén vendrán embajadas para preguntarle
si él es el Mesías y con que autoridad se presenta como profeta y bautiza; los
de siempre que quieren manipular, que no quieren que nada se haga sin su
consentimiento, que no permiten que surja nada nuevo que pueda perturbar su
situación, el estatus establecido y en el que se sienten tan a gusto.
Sucede siempre y seguirá sucediendo. Cuando surge alguien con
actitudes y gestos proféticos, con palabras valientes que hablan claro, que
denuncian lo que está mal y hay que corregir, aparecerán resistencias, intentos
de desprestigio, maneras de querer acallar a los que quieren un orden nuevo.
Es también la lucha interior que surge dentro de nosotros cuando se
nos ha encendido una luz que nos hace ver las cosas de forma distinta y que
radicalmente tendríamos que cambiar muchas cosas en nuestra vida; nos
resistimos, nos decimos que tenemos que pensárnoslo bien, que no es necesario
ir tan deprisa ni de forma tan radical; son las múltiples tentaciones que
sentimos en nuestro interior.
Tenemos que aprender a dejarnos conducir por el espíritu del Señor que
va suscitando tantas cosas buenas en nuestro interior. No podemos acallar esa
voz del espíritu, pero sin embargo tantas veces nos hacemos oídos sordos.
Dejémonos transformar para que haya ese camino nuevo en nosotros y llegue a nuestra
vida el Emmanuel, el Dios que quiere aposentarse en nuestro corazón. No
tengamos miedo a las cosas que tengamos que cambiar porque lo nuevo que nos
trae el espíritu del Señor superará todo lo que hayamos podido tener y nos hará
entrar en caminos de plenitud y de la más hermosa felicidad cuando nos demos
enteramente por los demás.
Es el espíritu con que hemos de ir haciendo este camino del Adviento,
ese camino que en navidad nos lleve de verdad a una vida nueva en nosotros que
haga un mundo mejor. Así será verdadera navidad porque Dios va a nacer en
nuestro corazón para hacer de nosotros un hombre nuevo. Formaremos parte así de
ese pueblo bien dispuesto.