VIGILIA PASCUAL DE LA RESURRECIÓN
Rom. 6, 3-11; Mc. 16, 1-7
Con la esperanza por los suelos muy preocupadas iban las mujeres al sepulcro en aquel amanecer del primer día de la semana que tan importante y trascendental iba a ser. Su primera preocupación era ‘¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?’ Pero ‘la piedra estaba corrida , y eso que era muy grande’.
‘¿A quién buscáis?’ les pregunta el joven que ven ‘sentado a la derecha vestido de blanco’, como Jesús había preguntado a los que venían a prenderle en la noche del jueves. ‘No os asustéis. - ¡Cómo no iban a asustarse por la sorpresa de lo que encontraban! - ¿Buscáis a Jesús, el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron’.
Se preocupaban de un cuerpo muerto que había que embalsamar debidamente porque en la tarde del viernes con las prisas de la pascua que comenzaba no lo hicieron como correspondía. Pero no estaba allí. Quienes iban sin esperanza ven renacer una luz en su corazón y su vida. ‘Ha resucitado’. Han de anunciarlo y ellas y los discípulos han de ponerse en camino. ‘Id a decir a sus discípulos y a Pedro: El va delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo’, es el anuncio y encargo que les hace el ángel.
¿A quién buscamos? ¿A quién hemos esperando en esta noche, en esta vigilia orante? ¿A un crucificado? A un crucificado que ahora vive. Ha resucitado y es el Señor. Ya de ahora en adelante no será simplemente el Maestro sino que ya para siempre lo proclamaremos el Señor. ‘Dios lo constituyó Señor y Mesías resucitándolo de entre los muerto por la gloria del Padre’, dirá Pedro en su primer discurso después de Pentecostés. Es el Señor queremos proclamar esta noche y para siempre con toda nuestra vida muy alto dando testimonio delante de los hombres. Es el Señor. Ha resucitado el Señor.
También nos ponemos en camino, porque queremos seguirle. Somos los discípulos que queremos correr a su encuentro. Tantas veces nos hemos llenado de dudas y nuestra esperanza también ha estado por los suelos. Pero queremos gritar bien fuerte esta noche. Que todo el mundo se entera de esta verdad para nosotros incuestionable. Ha resucitado el Señor y queremos resucitar con El.
Nos lo ha repetido san Pablo. Cristo ha resucitado y nosotros hemos de resucitar con El. Nuestra fe vuelve a llenarnos de vida, a hacerse viva, en la contemplación de Cristo resucitado. Nuestra esperanza renace de nuevo y pareciera que nuestra vida reverdece y se llena de flores en una nueva primavera. Que hermosos son los campos en la primavera cuando todo se llena de flores y de color. Ya no tiene que haber muerte en nosotros. Tenemos que llenarnos de vida y de vida para siempre con Cristo resucitado.
San Pablo nos ha hablado de que ‘si con Cristo hemos sido sepultados en su muerte, como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria de Dios Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva’. Si en la tarde del viernes al contemplar a Cristo crucificado allí estábamos nosotros con nuestra muerte, con nuestra vida llena de muerte en nuestros sufrimientos, en nuestras angustias, en nuestro pecado, todo eso ‘ha quedado sepultado con Cristo para con Cristo renacer a una vida nueva.’
‘Nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores… libres de la esclavitud del pecado… absueltos del pecado’. Somos el hombre nuevo de la gracia. Somos los resucitados con Cristo. Lejos de nosotros ya para siempre el pecado. Todo tiene que ser vida.
Por eso nuestra alegría esta noche. Todo tiene que ser fiesta. ¿No estará lleno de alegría y hará fiesta el esclavo que ve caer las cadenas de su esclavitud para ser libre para siempre? Así nosotros. Así tenemos que cantar nuestra alegría – y no me canso de repetirlo – porque Cristo ha resucitado y nos lleva con El también a la resurrección.
Nos ponemos nuevamente en camino – ese camino que habíamos dejado a causa de nuestro pecado – porque queremos seguirle y vivirle pero también queremos anunciarle a los hermanos. El ángel les encomienda a las mujeres que vayan a llevarle la noticia al grupo de los discípulos que aún se sienten en las tinieblas de la muerte porque no saben que Cristo ha resucitado.’Id y decir a Pedro y los discípulos…’ Han de ir a Galilea, aquella Galilea donde habían hecho la vida hasta entonces, y Jesús irá delante de ellos y allí se les dejará ver.
También nosotros tenemos que hacer el camino, ir a la Galilea donde hacemos nuestra vida y a la Galilea de nuestro mundo, para que todos los vean, lo reconozcan y crean en El. Esa humanidad que contemplábamos junto a la cruz de Jesús tan llena de muerte ha de conocer a Cristo resucitado. Hay esperanza para todos.
Nuestro mundo necesita esperanza y necesita vida. Muchos signos de muerte vemos a nuestro alrededor en una humanidad desorientada, llena de dolor y sufrimiento, agobiada por las angustias de cada día en las crisis y los problemas que padecemos, llena de muerte porque ha perdido la fe y en consecuencia la esperanza.
Y tenemos que decirle que sí, que hay esperanza, que es posible un mundo nuevo y distinto. Que Cristo está con nosotros vivo y quiere llenarnos de vida. Que le contemplábamos en la cruz solidario con nuestros sufrimientos y nuestros males y El quiere levantarnos de ese sepulcro de muerte en el que hemos metido nuestra vida. Que está señalándonos el camino. Un camino que no puede ser otro que el de el amor y la solidaridad. El amor nos redimió y el amor nos hace vencer toda esa muerte que amenaza a nuestro mundo.
Pero tenemos que ser nosotros, los que creemos en Cristo, los que esta noche cantamos a Cristo resucitado los primeros que vayamos dando ejemplo de amor y solidaridad. Si nos amamos es que resucitó, como decimos en un canto pascual. Es nuestro compromiso en esta fiesta grande de Cristo resucitado que estamos celebrando. Porque queremos que todos participen de esta fiesta y de esta alegría, nuestro anuncio tiene que ir desde el amor y con amor.
‘¿Buscáis a Jesús el crucificado?’ No está aquí en el sepulcro. Ha resucitado. Allí donde hay amor de verdad lo vamos a encontrar. Resucitemos con El. Hagamos resucitar a nuestro mundo. Aleluya.