Una
fe que nos abre a la trascendencia del misterio de Dios que obra en nosotros
maravillas envolviéndonos en su amor
Lamentaciones 2,2.10-14.18-19; Sal. 73; Mateo 8, 5-17
‘Señor, tengo en casa un
criado que está en cama paralítico y sufre mucho’. Es la petición que le hace aquel hombre
que se presenta ante Jesús. Pero aquel hombre no es cualquiera, aquel hombre es
un centurión romano; un gentil, un pagano, jefe de aquellas tropas de ocupación
que dominaban sobre Israel.
¿Qué pide? ¿A quien acude?
¿Acude a un médico que con sus remedios podía devolverle la salud al criado
enfermo? ¿Acude a un taumaturgo porque ha oído hablar de las cosas maravillosas
que realiza Jesús que va curando enfermos y sanando endemoniados allá por donde
camina? Va con una angustia en su corazón, porque para él era muy valioso aquel
criado que ahora está gravemente enfermo, pero también va con una certeza.
El es un militar con mando
y está acostumbrado que sus órdenes se obedezcan. Es la disciplina. Y si Jesús
tiene esos poderes taumatúrgicos sus ordenes su cumplirán, su palabra se
realizará. Por eso va con esa certeza. Solo expone su necesidad. Lo demás
quedaría por cuenta de Jesús.
¿Cuál es la fe de aquel
hombre? ¿Pensará que eso de curar a su criado es como utilizar una máquina que
automáticamente realiza aquello para lo que está programado? ¿Querrá ver con
sus propios ojos cómo Jesús realiza la curación para asegurarse que su criado
es curado? ¿Necesitará contemplar cómo Jesús llega y con su mano lo levanta?
Jesús dice ‘voy yo a curarlo’. Florece entonces en el corazón de aquel
hombre la fe. Es lo que Jesús quiere siempre despertar en nosotros. No
simplemente buscar hechos portentosos, que se realicen o sucedan cosas
maravillosas, que veamos el poder de Dios solamente como algo taumatúrgico,
sino que ahondemos más en el corazón.
Algunas veces te dicen que
si crees verdaderamente que una cosa sucederá ya es suficiente porque esa cosa
se realizará. Algunos hablan del poder de la mente, de energías positivas que
hay en ti o en la naturaleza y tú las aprovechas, como si solo fuera una fuerza
que ya hay en ti; que las cosas sucederán por si mismas y que entonces no
necesitamos acudir a Dios. Vemos muchas confusiones en estas cosas, se nos
crean algunas veces verdaderos conflictos en nuestro interior; pareciera que
estamos luchando con unas fuerzas negativas que no sabemos de donde aparecen
pero que se pueden apoderar de ti. Es algo más allá de lo natural, pero no
termina de entrar en lo sobrenatural en relación con Dios.
Aquel hombre cree con toda
la fuerza de su corazón, pero no es él quien va a realizar el milagro por las
fuerzas positivas que pudiera haber en él. En el fondo de todo lo que sucede,
de lo que pide y de lo que dice hay algo trascendente que le hace ir más allá
del ahora y de lo natural; ante todo ese misterio que vislumbra él, poderoso en
la tierra, se siente pequeño e indigno. ‘No soy digno de que entres en mi
casa’. No es una indignidad que pueda sentir ante otra persona, sino ante
el misterio sobrenatural que en su fe él está vislumbrando en Jesús.
Es cierto que Jesús le dirá
que por su fe el criado se ha curado, pero en la fe que él ha puesto en el
misterio de Dios que para él se manifiesta en Jesús. Es necesario tener fe para
abrir el corazón a Dios, vislumbrar su misterio, hacer trascender su vida, y
sentirse envuelto en esa inmensidad del amor de Dios que nos transforma. No es fe para que las cosas se realicen, por así
decirlo, de una forma automática, como quien toda un botón y hace brotar el
café que está contenido en aquella máquina.
Es la fe que nos abre al
misterio de Dios; es la fe que nos hace sentirnos envueltos por su presencia;
es la fe que va transformando nuestro corazón por la fuerza de la gracia de
Dios que nos inunda con su Espíritu; es la fe que nos va a dar un sentido y un
valor nuevo a nuestra vida; es la fe que inspira confianza en Dios, pero que
nos enseña a saber tener confianza en los demás, en su amor y su bondad, y en
lo bueno que nos pueden transmitir. Muchos tenemos que reflexionar sobre este
misterio de la fe para hacer crecer esa fe en nuestra vida.