Se
nos echa encima el día del Señor y no estamos preparados, bien porque vivimos
embotados en todo lo que nos esclaviza o no le hemos dado una profunda
espiritualidad a la vida
Apocalipsis 22,1-7; Sal 94; Lucas 21,34-36
Algunas veces pasamos noches de insomnio;
no podemos dormir, parece que el sueño se fue de paseo y nos dejó abandonados.
Pero la imaginación no nos abandona, mientras no dormimos, pensamos,
imaginamos… cuántas cosas pasan por nuestra cabeza. Nos vienen los recuerdos
pero también se reavivan parece las responsabilidades de lo que tenemos que
hacer, y parece que pasan en fila todas por delante de nosotros en nuestra
mente. Muchas pueden ser las causas del insomnio y dejo a los expertos y a los sicólogos
que nos digan que nos pasa por dentro, el por qué de esos insomnios, las causas
que pueden tener o lo que nos pueden quizás anunciar de futuro, pero todos
tenemos experiencias concretas. Cuántas cosas hemos revisado una y otra vez en
nuestras noches de insomnio, o cuántas cosas habremos programado en esos sueños
medio despiertos de nuestro duermevela.
Pero mira por donde hoy Jesús nos dice
en el evangelio que no nos durmamos, que estemos despiertos y atentos a lo que
nos puede suceder. No son esos resortes sicológicos de una noche de insomnio como
veníamos diciendo, pero si nos quiere hablar de una vigilancia que hemos de
mantener en la vida. Vigilancia porque hemos de vivirla con todo sentido y
también vivirla en la mayor plenitud que podamos. Claro que todo tenemos que
entenderlo.
Porque también hemos de disfrutar de la
vida, de sus cosas buenas, de eso bello y armonioso que nosotros hacemos, de
esos momentos placenteros y de felicidad que vamos alcanzando en el disfrute de
muchas cosas buenas. Cuando Dios fue creando las cosas nos dice la Biblia que
iba viendo que cuando creaba era bueno y Dios disfrutaba con su creación, como
disfrutó al crear al hombre como rey de toda aquella creación. No tenemos que
mirar la vida con tintes oscuros como si todo fuera malo o pecaminoso. Ni mucho
menos, Dios quiere que disfrutemos de la vida cuando vamos dándole la mayor
plenitud a todo aquello que vamos haciendo.
Y disfrutamos de aquello que sale de
nuestras manos creativas, como disfrutamos de la belleza de nuestro entorno;
disfrutamos de la amistad y del amor de la familia, como tenemos que aprender a
disfrutar del encuentro con los demás, porque la convivencia es un gozo, porque
la armonía entre todos son caminos de felicidad. Y para eso nos ha creado Dios
cuando nos ha regalado tantas docilidades.
Pero bien sabemos también que muchas
veces podemos hacernos esclavos de las cosas y que dejándonos poseer por esas
cosas – porque a la larga no somos nosotros los que las poseemos – al final
terminamos siendo esclavos y siendo infelices. Cuando nos es nuestra voluntad
la que está por encima de la posesión de esas cosas y parece que la hemos
perdido para decirnos no en un momento determinado, aunque digamos que es
entonces cuando somos felices, realmente no lo somos y quedará un pozo amargo
dentro de nosotros en esa perdida de dominio que entonces padecemos.
Hoy Jesús nos señala algunas cosas. ‘Tened
cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas,
borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel
día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra’. Tened
cuidado, nos alerta, y nos señala que ‘no se nos emboten los corazones con
juergas, borracheras y las inquietudes de la vida’. El que vive embotado
realmente no es libre ni puede ser feliz porque mucho que ría o que cante.
No es una carcajada estentórea lo que
nos hace felices, porque esa carcajada se nos queda por fuera, no es alegría
nacida del corazón; y nos habla de juergas, borracheras e inquietudes. Cuántas
veces buscamos sustitutos de la verdadera alegría y de la verdadera
responsabilidad de la vida. Bien sabemos cuanto nos esclavizan esas cosas; qué
lástima sentimos en el corazón cuando vemos ese desfile demasiado grande cada
vez más de los que van por la vida buscando esos sustitutivos, y miras sus
rostros y no ves ni alegría ni paz, aunque digan disfrutar de la vida con esas
cosas, llámense drogas o como queremos llamarlas porque sus muchas cosas las
que en ese sentido buscamos.
Se nos echa encima del día del Señor y
no estamos preparados. Y aquí tenemos que pensar en esa profundidad que tendríamos
que darle a la vida, esa espiritualidad que nos enriquezca por dentro, esos
ideales y esas metas que nos levanten la mente y el corazón, esos valores que tendrían
que resplandecer en nosotros. Mucho no daría para hablar y reflexionar.