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sábado, 10 de mayo de 2025

Encrucijadas, dudas, momentos oscuros, dificultades para entender y aceptar ¿seremos capaces de decir Tú tienes palabras de vida eterna?

 


Encrucijadas, dudas, momentos oscuros, dificultades para entender y aceptar ¿seremos capaces de decir Tú tienes palabras de vida eterna?

Hechos de los apóstoles 9, 31-42; Salmo 115; Juan 6, 60-69

En la vida andamos demasiadas veces con la mente cerrada; solo vemos lo que nos interesa, solo vemos desde nuestros particulares criterios, siempre nos creemos como en un estadio superior y no somos capaces de abrir nuestra mente para comprender lo que el otro pueda decirnos, pero lo hacemos desde nuestro complejo de superioridad; así andamos por la vida no siendo capaces de entendernos, de al menos dar la posibilidad de que el otro se manifieste y nos exprese su manera de pensar y por nuestra parte tratar de entender o comprender lo que el otro quiere decirnos; podremos estar o no de acuerdo, seremos capaces de entrar en un diálogo constructivo, no significa que siempre tengamos que creer lo que el otro nos dice, pero al menos no nos cerramos al diálogo y al entendimiento. Pero qué difícil es.

Les estaba pasando aquel día en Cafarnaún como pasaba también con tantos que no terminaban de aceptar el mensaje de Jesús. Todo ha partido en esta ocasión de aquel signo que Jesús había hecho y que no habían sabido entender. Se habían alimentado en el desierto y todo se quedaba ahí; bueno, habían querido hacerlo rey, porque con gente tan buena y generosa que así lo alimentaba era fácil entender que era el Mesías que estaban esperando para la liberación de Israel. Pero les costaba entender los signos que Jesús hacía y ellos les daban sus interpretaciones desde sus prevenciones y sus prejuicios.

Cuando ahora Jesús les ha hablado de un sentido nuevo, los odres nuevos son costosos de conseguir porque preferimos mantenernos con los odres viejos aunque se nos derrame y se nos pierda el vino; pero no entendían aquel alimento que Jesús les ofrecía, no entendían lo que Jesús les hablaba de comerle para tener vida para siempre, no entendían lo de poner toda su fe en Jesús para alcanzar la resurrección definitiva para sus vidas. Seguían pensando en el mana que comieron sus padres en el desierto, pero no entendían de ese verdadero pan bajado del cielo que les daría vida para siempre.

Más difícil se lo ponía Jesús cuando les habla que ese Pan es su Carne para dar vida al mundo, cuando les dice que hay que comer su carne y beber su sangre. Era el no va más. ‘Ese modo de hablar es duro, ¿Quién puede hacerle caso?’ Y Jesús les habla de dejarse conducir por el Espíritu de Dios porque es así como conseguimos vida, pero muchos no están dispuestos a seguir escuchando y le abandonan.

Es cuando surge la pregunta que Jesús les hace a sus discípulos más cercanos, aquellos que siempre han estado con El y hasta ahora aun con sus debilidades y ambiciones habían dado muestras de fidelidad. ‘¿También vosotros queréis marcharos?’ ¿Llegará el momento en que todo se viene abajo y Jesús se va a quedar solo? Siempre nos encontramos en la vida con momentos que son cruciales, una encrucijada en la que hay que tomar una decisión. ¿Estarían dispuestos a seguir con Jesús? ¿Estarían ellos entendiendo bien estas palabras de Jesús o habría una muestra de confianza para seguir con Jesús fuera lo que fuera que sucediera?

Allí está Pedro como siempre. ‘Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios’. Una carta en blanco para seguir a Jesús. ‘¿A quién vamos a acudir?’ En Jesús habían puesto todas sus esperanzas, aunque aún tuvieran dudas en su corazón y en algún momento volvieran los momentos de debilidad. Pero ahora estaban decididos. ‘Tú tienes palabras de vida eterna… sabemos que eres el Santo de Dios’.

¿Seremos capaces de una confesión de fe así? también nos encontramos muchas veces en encrucijadas y tenemos que hacer una opción, también dudamos y no siempre vemos las cosas claras, hay cosas que a veces nos pueden escandalizar, vemos errores a nuestro alrededor pero nosotros también cometemos errores. ‘Señor, tú tienes palabras de vida eterna’.


viernes, 9 de mayo de 2025

Una locura de amor, que podamos comer su carne y beber su sangre, que El habite en nosotros y nosotros habitemos en Dios, es la comunión del amor

 


Una locura de amor, que podamos comer su carne y beber su sangre, que El habite en nosotros y nosotros habitemos en Dios, es la comunión del amor

Hechos  9, 1-20; Salmo 116; Juan 6, 52-59

Te llevo en mi corazón, es una expresión que solemos utilizar para manifestar el cariño y el amor que sentimos por alguien al que no podemos olvidar, al que de alguna manera sentimos cerca de nosotros. Nos habla de cercanía y de presencia, nos habla de alguien a quien no podemos olvidar y que tenemos siempre presente en nuestra vida aunque físicamente haya otras distancias, nos habla de sintonía de sentimientos y nos habla de comunión entre personas que se aprecian y se quieren.

Jesús nos lleva en su corazón, pero aún hoy nos dice más, nos está diciendo que Él quiere habitar en nuestro corazón. Ya en otro momento del evangelio nos dirá que si escuchamos su palabra y cumplimos sus mandamientos el Padre nos amará, pero más aun El y el Padre vendrán a habitar en nosotros para que en verdad tengamos la misma vida.

Es lo que nos está diciendo hoy cuando nos habla de comer su carne y beber su sangre para poder tener vida para siempre. Los judíos en Cafarnaún no lo podían entender. ‘¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?’, se preguntaban. Pero Jesús les dice, nos dice, que si no comemos su carne y no bebemos su sangre no podremos tener vida en nosotros, porque el que come su carne y bebe su sangre tiene vida eterna y El nos resucitará en el último día.

Es entonces cuando nos dice que quien come su carne y bebe su sangre habita en Él y Él habita en nosotros. Sabemos que la sangre es la expresión de la vida. En el Antiguo Testamento se les decía que no podían comer la carne de los animales en su sangre. De ahí las interpretaciones que hoy algunos se siguen haciendo sin entender verdaderamente el sentido de lo que era aquel mandato del antiguo testamento, que tenía también su sentido sanitario e higiénico dadas las condiciones de vida de quienes habitaban como nómadas en unos desiertos, y hoy siguen con la interpretación de no querer dejarse hacer una transfusión de sangre.

Pero fijémonos en lo que nos dice Jesús, llenarnos de su vida cuando comemos su carne y bebemos su sangre es llegar a hacernos una misma vida con Él. Él habita en nosotros y nosotros en El. ¿Puede haber algo más hermoso cuando llegamos a entender todo el misterio de amor de Dios hacia nosotros y de la respuesta de amor de nuestra parte a Dios? Es algo más que llevarnos en el corazón, como decíamos al principio, porque no es como quien pone una cosa en un sitio y ahí está. No es poner una cosa, es habitar en Dios, es hacer que Dios habite en nosotros.

Claro que estas palabras de Jesús llegaremos a entenderlas plenamente cuando en la noche de la última cena nos deja el misterio de la Eucaristía. Haced esto en conmemoración mía nos dice. ¿Qué es lo que ha hecho Jesús? Amarnos hasta el extremo, hacer posible que podamos vivir su vida, más aún, vivir en El. Y tomando el pan, tomando la copa de vino nos dice ‘Esto es mi cuerpo… esta es mi sangre…’ entregado por nosotros, derramada por nosotros para el perdón, para el regalo de amor, para hacernos vivir su vida.

Ahora sí podemos entender las palabras de Jesús de que tenemos que comer su carne y beber su sangre. No son unas palabras locas, son una locura de amor, el amor que Dios nos tiene, es el amor que nosotros hemos de vivir, es el amor que nos lleva a vivir a Dios, es el amor con que tenemos que amar a los demás, para estar en su corazón, para tenerlos en nuestro corazón, para vivir esa comunión admirable del amor.


jueves, 8 de mayo de 2025

Pongamos toda nuestra fe en las palabras de Jesús para sentir como siendo pan de vida para nosotros cuando le comemos tendremos vida para siempre, vida eterna

 


Pongamos toda nuestra fe en las palabras de Jesús para sentir como siendo pan de vida para nosotros cuando le comemos tendremos vida para siempre, vida eterna

Hechos  8, 26-40; Salmo 65; Juan 6, 44-51

Cuando vamos haciendo camino, sobre todo si el esfuerzo que tenemos que realizar para hacerlo es grande, necesitamos un alto en el camino para recuperar fuerzas tomando algún alimento; cuanto saboreamos en ese momento un bocado de pan que nos echemos a la boca, en momentos así nos parece que tiene incluso mejor sabor y lo disfrutamos; parece que nada hay tan sabroso como un trozo de pan cuando tenemos hambre y necesitamos recuperar fuerzas, qué rico ese pan que sacamos de nuestras alforjas y con cuanto sabor lo comemos.

Hoy se nos ofrece Jesús como ese pan de vida que necesitamos para nuestro camino. El mismo se nos ofrece como alimento, como pan de vida, como verdadero pan del cielo porque así quiere ser nuestra luz y nuestra fortaleza; quiere ser esa luz que nos alumbre el sendero, pero además quiere ser viático para nosotros porque quiere caminar a nuestro lado ayudándonos a hacer ese camino, pero ofreciéndose a si mismo como ese pan que nos alimenta y fortalece. Es como esa alforja que llevamos con nosotros, colgada a nuestro hombre donde llevamos ese pan que en cada momento va restableciendo nuestras fuerzas.

El camino de la fe muchas veces se nos hace costoso y parece que nos sentimos sin fuerzas para continuar esa ascensión de la vida. Necesitamos unas alforjas de donde ir tomando esa fuerza que necesitamos. El nos ofrece su Palabra que nos ilumina, El despierta nuestra fe y nuestra esperanza para que no nos perdamos en la oscuridad, El nos alimenta con el alimento de su propia vida para que no nos sintamos sin fuerzas.

Aquel signo que había realizado en el desierto donde había alimentado a aquella multitud que quería seguirle pero que se habían quedado sin pan, es la muestra de lo que El quiere ser para nosotros. Es necesario despertar nuestra fe para poner en El toda nuestra confianza, para sentir su fortaleza, para alimentarnos de su vida, para entender cómo puede El darnos a comer su carne para hacerse vida en nosotros. ‘El que cree tiene ya la vida eterna’, nos dice hoy Jesús. Por eso, como seguirá diciéndonos ‘el que come de este pan vivirá para siempre’.

Todos tenemos ansias de vivir y nadie quiere que se acabe su vida. El pensamiento de la muerte nos agobia porque nadie quiere morir. Y Jesús nos da la posibilidad de vivir para siempre, porque si en El ponemos nuestra fe ‘El nos resucitará en el último día’, como nos ha dicho. Es lo que quiere para nosotros, nos ofrece vida eterna. Vida eterna porque es vivir en El, vivir su vida. Y Dios es eternidad, y quiere que en El vivamos así para siempre.

‘Y el pan que yo os daré es mi carne por la vida del mundo’, termina diciéndonos hoy. Palabras, sin embargo, que nos suenan a misterio, porque como luego escucharemos protestar a la gente de Cafarnaún es difícil entenderle y duro es lo que les está enseñando, porque poco menos que suena a canibalismo. Pero ahí se nos está manifestando todo el misterio de Dios al que tenemos que prestar nuestra obediencia de la fe.

Pero ¿humanamente no decimos cuando amamos a alguien que nos lo queremos comer? ¿No decimos cuando nos sentimos amados por alguien que en ese amor nos sentimos fortalecidos como si tuviéramos una nueva vida? ¿Por qué no decirlo entonces cuando nos sentimos amados de Dios y a El nos queremos sentir tan unidos que llegamos a decir que tenemos una misma vida con Dios? Es lo que nos ofrece Jesús; es así como es el Pan de vida para nosotros, para que le comamos a El y así podamos tener vida para siempre. Pongamos toda nuestra fe en las palabras de Jesús.

miércoles, 7 de mayo de 2025

Cuántas señales de su presencia va dejando a nuestro lado, ofrecimientos de gracia, llamadas a nuestro corazón, quiere para nosotros vida y vida en plenitud

 


Cuántas señales de su presencia va dejando a nuestro lado, ofrecimientos de gracia, llamadas a nuestro corazón, quiere para nosotros vida y vida en plenitud

Hechos 8, 1b-8; Salmo 65; Juan 6, 35-40

Tenemos la felicidad al alcance de nuestra mano y no la apreciamos, seguimos con nuestras búsquedas confusas, el café instantáneo que al final no nos sabe a café; tenemos cerca de nosotros personas que en verdad nos llevarían a las más hondas satisfacciones y no las tenemos en cuenta. Qué satisfacción más grande encontrarnos con una persona acogedora, que nos respeta y que nos valora, que siempre está con oído atento para escucharnos o con la palabra oportuna que nos aconseja y que amplía nuestros horizontes, que está atenta a nuestros deseos o necesidades y que hará todo lo posible para que nos sintamos a gusto y no busquemos otros derroteros, que eleva nuestro espíritu porque en su entrega, su generosidad y su sacrificio se convierten en un estímulo para nosotros buscar lo que en verdad nos dé una riqueza espiritual para nuestra vida.

Jesús viene a decirnos hoy en el evangelio que eso – mucho más tenemos que reconocer – quiere El para nosotros. Como nos dice quiere hacerse nuestro alimento, nuestra vida. Y nos dice que estando con El nos sentiremos bien. Como nos dice ‘el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás’. En El tenemos y encontramos todo lo que necesitemos, todo lo que nos lleve a esa plenitud de nuestra vida. Con El los horizontes de nuestra vida se amplían, con El nos sentiremos siempre estimulados a lo mejor, porque cuando vemos su generosidad y su amor, cuando vemos cómo se entrega por nosotros hasta ser capaz de sacrificarse para que tengamos vida, nos sentiremos nosotros impulsados a vivir en ese mismo amor y generosidad, a vivir esa entrega y ese sacrificio. Es toda la riqueza espiritual que podemos ansiar.

Sin embargo, la realidad de nuestra vida no siempre es así. Porque le tenemos y no siempre contamos con El; camina delante de nosotros pero nuestros pies se vuelven pesados y vamos renqueantes con nuestros apegos de los que no queremos desprendernos, con nuestros cansancios sin darnos cuenta que El verdaderamente es nuestra fuerza, con nuestras mezquindades que parece que estamos midiendo y pesando todo lo que hacemos porque siempre nos parece mucho. Como nos dice hoy ‘como os he dicho, me habéis visto y no creéis’. Qué débiles somos en nuestra fe, que inseguros nos sentimos tantas veces.

Pero El no quiere perdernos, andemos nosotros como andemos. Nos busca y nos llama, se pone a caminar a nuestro lado, y nos ofrece el calor de su espíritu. ‘Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día’. Cuántas señales de su presencia va dejando a nuestro lado, cuantos ofrecimientos de gracia hace a nuestra vida, cuantas llamadas a nuestro corazón. Quiere para nosotros la vida y la vida en plenitud.

¿Nos decidiremos de una vez por todas a ser constantes en nuestro seguimiento de Jesús? Tenemos que reavivar nuestra fe, descubrir su presencia que de tantas maneras llega a nosotros. Sepamos leer con ojos de fe cuanto sucede a nuestro alrededor y veremos esa llamada de Dios a nuestra vida. Son dones de su amor. Aunque muchas veces los tiempos nos parezcan oscuros, siempre hay una luz, siempre se manifiesta la luz de Dios en nuestro camino. Es la presencia de la Iglesia y cuanto en ella acontece; son las personas que caminan a nuestro lado que en sus obras se hacen llamadas a nuestro corazón; es lo bueno que podemos descubrir en tantas personas anónimas que viven con generosidad su vida; pero pueden ser también esos momentos en que podamos encontrar oposición o persecución, en que nos pueden estar echando en cara lo que somos o los errores que hemos cometido, en esa indiferencia que podemos contemplar a nuestro alrededor, todo eso lo podemos ver como una llamada de Dios, un momento de gracia para nuestra vida, algo que nos haga despertar y nos lleve a ese testimonio valiente de nuestra fe. Abramos los oídos de nuestro corazón a esa voz de Dios que lleva a nosotros de formas tan diversas.

Como termina diciéndonos hoy Jesús ‘esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día’.  Por eso nos ha dicho que es el Pan de vida y que quien le coma vivirá para siempre.

martes, 6 de mayo de 2025

Con Jesús encontramos la verdadera vida, la luz que da sentido a nuestro camino, el verdadero sentido de nuestra vida, la sabiduría que nos hará vivir en plenitud, el pan de vida

 


Con Jesús encontramos la verdadera vida, la luz que da sentido a nuestro camino, el verdadero sentido de nuestra vida, la sabiduría que nos hará vivir en plenitud, el pan de vida

Hechos 7, 51 — 8, 1ª; Salmo 30; Juan 6, 30-35

Aun empleando las mismas palabras muchas veces no nos entendemos; pareciera que hablamos lenguajes distintos y de alguna manera así es, porque le damos distinto significado a las palabras, hay quien se queda con la literalidad material de lo que es la palabra pero no nos damos cuenta que en ellas estamos expresando una imagen que nos lleva más allá; según nuestros propios sentimientos o nuestros estados de ánimo, según lo que estemos viviendo en el momento podemos hacernos distintas interpretaciones y eso hará que no nos entendamos. El lenguaje, por otra parte, puede estar muy lleno de imágenes en las que tenemos que saber leer el mensaje que realmente se nos quiere dar.

Jesús empleaba un lenguaje muy lleno de imágenes,  muy propio de aquella cultura oriental, pero empleaba también un lenguaje directo y claro, pero sin embargo no siempre lo entendían quienes hacían una tergiversación de sus palabras. Aquello que solemos decir que no hay peor sordo que el que no quiere oír le sucedía a quienes escuchaban a Jesús. Y Jesús lo indicaba con aquello del que tenga oídos que oiga lo que voy a decir.

Nos encontramos en estos días con unos textos del evangelio de san Juan que están muy llenos de imágenes pero que quieren expresarnos cosas muy importantes. Partimos de aquel pan que Jesús les había dado allá en el descampado y Jesús les viene a decir que busquen el pan venido del cielo que el Padre les dará. Aquella imagen les recuerda aquel maná que comieron sus padres en el desierto, y decían que Moisés les había dado un pan venido del cielo, pero Jesús les irá aclarando que es otro el Pan que han de comer que les dará vida para siempre. Los que comieron el pan en el desierto murieron, pero el Pan que ahora Jesús nos ofrece nos dará vida para siempre.

Aquí es cuando viene el juego de palabras y las interpretaciones por una parte excesivamente literales que se hacen de las palabras de Jesús y sus propias interpretaciones. Es aquí donde tenemos que comenzar a comprender el mensaje que quiere Jesús trasmitirnos. Es la escucha que hemos de hacer de sus palabras pero con esa apertura no solo de la mente sino del corazón para comprender ese pan del cielo que Jesús nos ofrece.

El pan es un alimento y si no nos alimentamos morimos por inanición. Es lo que viene a significar Jesús para nosotros, ese pan, ese alimento de vida que nos dará vida y vida para siempre. ¿Qué significa esa vida que nos da Jesús y que es para siempre? Con Jesús encontramos la verdadera vida, con Jesús encontramos la luz que da sentido a nuestro camino, con Jesús encontramos el verdadero sentido de nuestra vida, en Jesús tenemos esa sabiduría que nos hará vivir en plenitud.

No es ya solo lo que nos puede entrar por la boca y que llevamos a nuestro estomago para sacar de ese alimento los nutrientes de nuestra vida. Es otro el nutriente, es otra la sabiduría, es otra la vida que se nos dará en plenitud; solo en Jesús podemos encontrarla, solo escuchando a Jesús, viviendo a Jesús es como podemos tener esa vida para siempre. Es de lo que nos va hablando el evangelio en estos días y nos dará para hermosas reflexiones que nos seguiremos haciendo.

Los judíos de Cafarnaún aunque aun no terminaban de entender claramente las palabras de Jesús, vislumbran que algo hay distinto en lo que Jesús les dice, en ese pan que Jesús les ofrece y le piden que les dé siempre de ese pan. Como la mujer samaritana que le pedía a Jesús el agua que calmaría para siempre su sed, aunque ella solo estaba pensando en el agua que tenia que venir todos los días a sacar del pozo de Jacob.

Pidamos esa agua viva, pidamos ese pan que nos alimenta para siempre. Aunque nos cueste entender queramos escuchar estas palabras de Jesús que son Palabras de vida eterna, como terminará confesando Pedro.

lunes, 5 de mayo de 2025

Por esa fe que tenemos en Jesús buscándole de verdad para que hagamos vida sus enseñanzas con nuestras acciones y opciones de cada día

 


Por esa fe que tenemos en Jesús buscándole de verdad para que hagamos vida sus enseñanzas con nuestras acciones y opciones de cada día

Hechos de los apóstoles 6, 8-15; Salmo 118; Juan 6, 22-29

Todos siempre buscamos algo, buscamos lo tenemos perdido, buscamos vivir mejor, buscamos ser felices, buscamos suerte en la vida y si nos sacamos la lotería mejor, buscamos la salud, buscamos lo que necesitamos para vivir, buscamos el encuentro con alguien, buscamos… y a ello dedicamos nuestro tiempo, nuestro esfuerzo, nuestros sueños, somos capaces de ir al fin del mundo si nos dicen que allá está lo que ansiamos.

Pero ¿estaremos buscando cosas que son esenciales o importantes para nuestra vida? ¿Serán en verdad cosas de las que pueda depender nuestra felicidad o el sentido que le damos a la vida? ¿Nos estaremos entreteniendo en la búsqueda de cosas superfluas? ¿Estaremos por otra parte buscando cosas extraordinarias, poco menos que milagrosas, que nos resuelvan los problemas? ¿Por qué realizamos esa búsqueda? ¿Por qué nos afanamos tanto por cosas muchas veces solamente materiales? Es bueno hacernos preguntas para clarificar bien qué es lo que buscamos de verdad o si es solo un entretenimiento, clarificar por qué buscamos y dónde.

¿Será el evangelio una luz que nos ayude en esa búsqueda fundamental de nuestra vida? El relato que hoy se nos ofrece nos habla de búsquedas. Fue al día siguiente de cuando la multitud comió en el descampado aquel pan que Jesús milagrosamente les había ofrecido. Su reacción había sido de entusiasmo y hasta habían querido hacer a Jesús rey; pero Jesús había embarcado a los discípulos para Cafarnaún mientras se había retirado solo a la montaña. Esas retiradas de Jesús solo a la montaña, o al lugar apartado que tantas veces le vemos hacer. Nos tendría que interrogar por dentro esos momentos de Jesús.

A la mañana siguiente Jesús no está con la multitud donde se había producido la multiplicación de los panes; los discípulos tampoco están porque habían embarcado rumbo a Cafarnaún; la gente quiere buscar a Jesús, con unas barcas llegadas al sitio se embarca también rumbo a Cafarnaún y al llegar se encuentran con Jesús. ¿Cómo has llegado aquí?, es la pregunta llena de sorpresa.

¿Por qué me buscáis? Les responde Jesús a su vez interrogándolos sobre el por qué lo hacen. Habían visto cosas extraordinarias y eso siempre llama la atención; fue lo sucedido allá en el descampado, o eran aquellas curaciones cuando le traían los enfermos aquejados de todos los males. Los ponían a la orilla de la senda por donde iba a pasar Jesús para que al menos su sombra llegara a ellos; venían de todas partes y los evangelistas en diferentes momentos nos darán la lista de los lugares; venían como Jairo o como el centurión para que fuera a sus casas para curar a la hija o al criado que están enfermos en malas condiciones; los descolgaban por el techo cuando no podían llegar hasta Jesús de otra manera o por los cauces normales.

Pero ¿qué estaban viendo ellos en aquellos signos que Jesús estaba realizando? ¿Estarían en verdad descubriendo el sentido del Reino de Dios que Jesús anunciaba y que los milagros eran signos del mismo? ¿Se preocupaban sólo de la liberación de los males de sus cuerpos enfermos o llegarían a pensar en otra liberación más profunda?  En más de una ocasión les había hablado claramente y les decía a los que eran curados, ‘vete y no peques más’, no porque sus males fueran consecuencia de sus pecados, sino porque la liberación más profunda que Jesús quería realizar era el mal que se metía en los corazones.

¿No nos tendría que hacer pensar a nosotros hoy en cual es la liberación más importante que tenemos que realizar en nuestras vidas desde esa fe que decimos que tenemos en Jesús? Porque muchas veces nos mostramos muy religiosos, con muchas prácticas religiosas cuando venimos a la Iglesia o también en nuestra vida particular, pero  ¿estará afectando todo eso para que seamos mejores, para que quitemos las maldades de nuestro corazón en las que tantas veces nos vemos envueltos, para que nos superemos en esas actitudes nuevas que tendría que tendríamos que tener? ¿Estarán en verdad aflorando en nosotros esos valores nuevos que aprendemos en el evangelio, en el mensaje de Jesús? ¿Seguiremos con nuestros olvidos, con nuestra inconstancia, con nuestros apegos, con nuestras angustias que como una rémora retrasan el avance que tendría que haber en nuestras vidas?

Claro que tenemos que preguntarnos por qué buscamos a Jesús. ¿Qué es lo que tenemos que hacer para ver y realizar las obras de Dios?, se preguntaba aquella gente. ‘La obra de Dios es ésta: que creáis en el que Él ha enviado’. Qué importante que aquilatemos bien lo que significa creer en Jesús. Que Jesús sea el alimento de nuestra vida. Que tengamos hambre de lo que el soñó para la humanidad. Que hagamos vida sus enseñanzas con nuestras acciones y opciones de cada día.


domingo, 4 de mayo de 2025

Tenemos que dejarnos examinar del amor por Jesús porque solo en esa sintonía del amor seremos capaces de reconocerle y sentirle vivo y resucitado en nosotros

 


Tenemos que dejarnos examinar del amor por Jesús porque solo en esa sintonía del amor seremos capaces de reconocerle y sentirle vivo y resucitado en nosotros

Hechos 5, 27b-32. 40b-41; Salmo 29; Apocalipsis 5, 11-14; Juan 21, 1-19

Qué reconfortante cuando en el desarrollo de nuestras tareas y responsabilidades no nos sentimos solos; tendremos que realizar nuestras tareas de forma personal y en algunas ocasiones parece que nos tenemos que valer por nosotros mismos, pues en ese momento cada uno está en su tarea, pero cuando en ese camino de la vida nos sentimos queridos y valorados, podemos pensar en nuestra familia, podemos pensar en los amigos, podemos pensar en la valoración que nos hacen de nosotros mismos aquellas personas que nos han confiado esa tarea, interiormente nos sentimos reconfortados, intuimos la presencia de esas personas que nos quieren o nos valoran y sabemos que nos están dando su apoyo. Tener esa experiencia interior nos reconforta y nos da fuerza, nos impulsa y nos hace sentir un gozo interior que no tenemos palabras para expresarlo.

Es cosa de pensar en esto de manera en especial en estos días en que seguimos celebrando la pascua y en el evangelio vemos esas diversas manifestaciones de Cristo resucitado a los discípulos, como es el texto que hoy se nos ofrece. Habitualmente empleamos la palabra ‘apariciones’ como si fuera que Jesús está en otra parte y en un momento determinado viene y se nos hace presente. 

Pero la experiencia del resucitado es mucho más que eso, es algo mucho más hondo, porque confesar que Cristo ha resucitado es confesar que Cristo vive, pero vive no en un sitio como etéreo y apartado, sino que sentir que Cristo vive es sentir que Cristo está en nuestra vida, que Cristo está siempre presente en nosotros y con nosotros. Por eso he empleado mejor esa palabra manifestación, El está pero en momentos determinados se nos manifiesta de forma más clara.

Cristo está con nosotros en ese camino de nuestra vida, en cada momento y en cada situación, no siempre quizás sabemos descubrirlo y sentirlo, pero El nos dijo que estaría con nosotros siempre, hasta el final de los tiempos. En aquel irse de pesca el grupo de los apóstoles aquella noche en el lago de Tiberíades estaba Jesús; en la penumbra de la orilla solo parece estar alguien que está interesado por la pesca y si han cogido o no cogido pescado. 

Pero es Jesús que está allí, y cuando se dejan conducir, cuando en verdad escuchan su voz podrán tener una pesca hermosa. Es lo que comienza a reconocer aquel discípulo amado, ‘¡es el Señor!’ le dice a Pedro, y ahora será Pedro el que quiere estar con Jesús, el que va a vivir esa experiencia profunda de su encuentro con Jesús.

Será por los caminos del amor por donde podrán sentir de verdad la presencia de Jesús en sus vidas; primero el discípulo amado, luego Pedro respondiendo a aquella triple pregunta de Jesús de si lo amaba, si había amor en su vida. Y Pedro sentirá de verdad que Jesús está en su vida, a pesar de sus pasadas dudas y de sus negaciones. Jesús sigue contando con El, porque en Pedro hay amor.

¿Será la sintonía que nosotros tenemos que despertar y oír en el corazón? Cuando despertemos a esa sintonía nuestro camino será distinto porque ya nunca nos vamos a sentir solos; pueden venir las dificultades y las tentaciones, pueden aparecer dudas en nuestro corazón porque eso forma parte de nuestra vida, podremos encontrarnos un mundo en contra que no querrá que nosotros proclamemos el nombre de Jesús, podremos sentirnos débiles algunas veces porque nos parece que la tarea es inmensa y no vamos a ser capaces de realizarla, pero por encima de todo eso, más allá de todo eso tenemos la certeza de que Jesús está en nosotros. ‘Tenemos que obedecer a Dios antes que a los hombres’, diremos como los apóstoles ante el Sanedrín. Pero tenemos que dejarnos examinar de amor por Jesús y Jesús se manifestará claramente en nuestra vida.

Quiero pensar y decir también una palabra en este momento que estamos viviendo en la Iglesia con la próxima elección de un nuevo Papa. Me gustaría imaginar que los Cardenales encargados de su elección pudieran estar sintiendo también en su interior este mismo examen de amor, del que nos habla hoy el evangelio. Es inmensa la responsabilidad ante Dios y ante la Iglesia que tienen en sus manos en estos momentos.

Ellos, no queriendo dejarse influir por ningún tipo de presión que desde todas partes reciben donde cada uno da un perfil del Papa que deben elegir, tendrán que estar diciéndose en su corazón ‘tenemos que obedecer a Dios antes que a los hombres’. Escucharán, es cierto, el gemido del pueblo de Dios, pero al mismo tiempo están escuchando esa Palabra de Jesús y no solo quien en su momento sea el elegido del Señor sino todos para poder dejarse guiar por la acción del Espíritu Santo escucharán en sus corazones ‘¿me amas?... ¿me amas más que estos?’ Porque es una forma de sentir que Cristo resucitado con la fuerza de su Espíritu está en ellos.

Es la actitud de fe y de esperanza que tiene que anidar en nuestros corazones en este momento de la Iglesia y lo que ha de guiar nuestra oración. Es el amor que hemos de poner en nuestra vida para que cual discípulo amado también decir ‘es el Señor’.