Encrucijadas, dudas, momentos oscuros, dificultades para entender y aceptar ¿seremos capaces de decir Tú tienes palabras de vida eterna?
Hechos de los apóstoles 9, 31-42; Salmo 115; Juan 6, 60-69
En la vida andamos demasiadas veces con la mente cerrada; solo vemos lo que nos interesa, solo vemos desde nuestros particulares criterios, siempre nos creemos como en un estadio superior y no somos capaces de abrir nuestra mente para comprender lo que el otro pueda decirnos, pero lo hacemos desde nuestro complejo de superioridad; así andamos por la vida no siendo capaces de entendernos, de al menos dar la posibilidad de que el otro se manifieste y nos exprese su manera de pensar y por nuestra parte tratar de entender o comprender lo que el otro quiere decirnos; podremos estar o no de acuerdo, seremos capaces de entrar en un diálogo constructivo, no significa que siempre tengamos que creer lo que el otro nos dice, pero al menos no nos cerramos al diálogo y al entendimiento. Pero qué difícil es.
Les estaba pasando aquel día en Cafarnaún como pasaba también con tantos que no terminaban de aceptar el mensaje de Jesús. Todo ha partido en esta ocasión de aquel signo que Jesús había hecho y que no habían sabido entender. Se habían alimentado en el desierto y todo se quedaba ahí; bueno, habían querido hacerlo rey, porque con gente tan buena y generosa que así lo alimentaba era fácil entender que era el Mesías que estaban esperando para la liberación de Israel. Pero les costaba entender los signos que Jesús hacía y ellos les daban sus interpretaciones desde sus prevenciones y sus prejuicios.
Cuando ahora Jesús les ha hablado de un sentido nuevo, los odres nuevos son costosos de conseguir porque preferimos mantenernos con los odres viejos aunque se nos derrame y se nos pierda el vino; pero no entendían aquel alimento que Jesús les ofrecía, no entendían lo que Jesús les hablaba de comerle para tener vida para siempre, no entendían lo de poner toda su fe en Jesús para alcanzar la resurrección definitiva para sus vidas. Seguían pensando en el mana que comieron sus padres en el desierto, pero no entendían de ese verdadero pan bajado del cielo que les daría vida para siempre.
Más difícil se lo ponía Jesús cuando les habla que ese Pan es su Carne para dar vida al mundo, cuando les dice que hay que comer su carne y beber su sangre. Era el no va más. ‘Ese modo de hablar es duro, ¿Quién puede hacerle caso?’ Y Jesús les habla de dejarse conducir por el Espíritu de Dios porque es así como conseguimos vida, pero muchos no están dispuestos a seguir escuchando y le abandonan.
Es cuando surge la pregunta que Jesús les hace a sus discípulos más cercanos, aquellos que siempre han estado con El y hasta ahora aun con sus debilidades y ambiciones habían dado muestras de fidelidad. ‘¿También vosotros queréis marcharos?’ ¿Llegará el momento en que todo se viene abajo y Jesús se va a quedar solo? Siempre nos encontramos en la vida con momentos que son cruciales, una encrucijada en la que hay que tomar una decisión. ¿Estarían dispuestos a seguir con Jesús? ¿Estarían ellos entendiendo bien estas palabras de Jesús o habría una muestra de confianza para seguir con Jesús fuera lo que fuera que sucediera?
Allí está Pedro como siempre. ‘Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios’. Una carta en blanco para seguir a Jesús. ‘¿A quién vamos a acudir?’ En Jesús habían puesto todas sus esperanzas, aunque aún tuvieran dudas en su corazón y en algún momento volvieran los momentos de debilidad. Pero ahora estaban decididos. ‘Tú tienes palabras de vida eterna… sabemos que eres el Santo de Dios’.
¿Seremos capaces de una confesión de fe así? también nos encontramos muchas veces en encrucijadas y tenemos que hacer una opción, también dudamos y no siempre vemos las cosas claras, hay cosas que a veces nos pueden escandalizar, vemos errores a nuestro alrededor pero nosotros también cometemos errores. ‘Señor, tú tienes palabras de vida eterna’.