La valentía y la fidelidad de los profetas como Jeremías o el Bautista un estímulo y ejemplo para la misión profética bautismal
Jer. 26, 11-16.24; Sal. 68; Mt. 14, 1-12
‘El Señor me envió a profetizar… las palabras
que habéis oído… yo por mi parte estoy en vuestras manos: haced de mí lo que
mejor os parezca’.
Así con valentía responde el profeta Jeremías a las acusaciones que le hacían
en Jerusalén.
¿No es la misma la actitud de Juan Bautista, aunque no
escuchemos sus palabras, al estar en manos de Herodes, que lo había mandado
prender y meter en la cárcel y que terminaría decapitándolo desde las
instigaciones de Herodías? Es la postura y la actitud de quien se sabe en las
manos de Dios y quiere ser fiel hasta el final en la misión que se le ha
encomendado; es la postura valiente de los profetas que han de anunciar con
toda fidelidad la palabra de Dios.
Hemos venido escuchando estos días en la primera
lectura al profeta Jeremías. Se siente seguro en su misión aunque sabe que sus
palabras no gustan al pueblo ni a las autoridades, que quieren hacerlo callar.
Pero es fiel a su misión y a través de toda su profecía vemos cuantas persecuciones
tuvo que sufrir en las que atentaban contra su vida.
Hoy de manera especial en el evangelio hemos escuchado
el relato del martirio del Bautista. Con un hermoso recurso nos introduce el
evangelista el episodio, donde aparece reflejado cómo la conciencia de Herodes,
a pesar de lo sanguinario que es, no está tranquila. Ha oído hablar de Jesús y
piensa que si es Juan que ha vuelto a la vida, porque él lo había mandado
matar. Ya sabemos por otros lugares del evangelio el interés que Herodes tenía
por conocer a Jesús que finalmente seria llevado a su presencia en la pasión
enviado por Pilatos, pero donde Jesús no quiso responder a nada de lo que le
decía o pedía Herodes que pretendía tomarlo casi como un juguete para diversión
de su corto. Pero Jesús no le respondió nada.
Hoy en el evangelio se nos reflejan las pasiones
descontroladas de los hombres, pero que ante la denuncia profética, en este
caso del Bautista, reaccionan tratando de acallar a quienes denuncian el pecado
y la injusticia. El Bautista denunciaba que la vida que estaba llevando Herodes
con la mujer de su hermano era inmoral y terminará en la cárcel; ante la
sucesión de una serie de hechos que se desencadenan como en espiral, en medio
de aquellos banquetes y orgías surge la petición por parte de la hija de
Herodías de la cabeza de Juan. Herodes le había prometido que le daría cuanto
le pidiese aunque fuera la mitad de su reino.
Surgen las cobardías y los temores humanos y se desencadena la
injusticia de la muerte de un inocente, siendo Juan decapitado. La voz del profeta pretendía ser acallada
para siempre, pero vemos que la conciencia de Herodes no quedará por eso tranquila.
Muchas cosas nos pueden enseñar estos textos que hoy se
nos han proclamado, tanto del profeta Jeremías, como el evangelio con el martirio
del Bautista. Ahí está por una parte el testimonio valiente de los profetas en
su fidelidad a su misión hasta el final, sea cual sea. Fieles en su misión de
anunciar el bien y denunciar lo malo y lo injusto, no pueden callar ni nada los
hará callar. Un estímulo para esa fidelidad que hemos de vivir nosotros como
cristianos que también con Cristo hemos de ser profetas, pues para eso hemos
sido ungidos, marcados por Cristo con el signo del crisma en nuestro Bautismo y
en nuestra confirmación. Y nunca podemos conchabarnos con el mal y la
injusticia, sino que con el testimonio de nuestra vida recta y también con
nuestra palabra denunciar allí donde está ese mal.
Por otra parte nos puede ser una llamada de atención
esa espiral del mal en que se ve envuelto Herodes para que estemos atentos en
nuestra vida y no nos dejemos confundir ni arrastrar por las pasiones. Qué fácil
es caer en las redes del mal y dejarnos arrastrar por la tentación. Y hemos de
reconocer también que muchas veces cuando nos señalan esas cosas en las que
podemos fallar, esos errores que podemos cometer, esas posturas y actitudes que
pueden no ser buenas, no nos gusta, no nos agrada la corrección y, o nos
hacemos oídos sordos a esa llamada de atención, o pretendemos de alguna manera
acallar a quien trata de ayudarnos a corregir nuestras posturas o nuestros
errores.
Cuánto nos cuesta aceptar la corrección fraterna. Qué
espíritu de humildad necesitamos tener en nuestro corazón para aceptar lo que
se nos señala o también para nosotros señalar lo que es malo para ayudar a los
demás.