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sábado, 17 de junio de 2023

Desde que nos la diera por madre en lo alto de la cruz para siempre estaremos dentro del corazón de María, sentiremos los latidos de Dios porque sentimos los latidos del amor

 


Desde que nos la diera por madre en lo alto de la cruz para siempre estaremos dentro del corazón de María, sentiremos los latidos de Dios porque sentimos los latidos del amor

Corintios 5, 14-21; Sal 102; Lucas 2, 41-51

¡Qué archivo más grande tienen las madres guardado en su corazón! Toda una biblioteca. Y casi tenemos que decir que se las saben todas. En silencio escuchan y contemplan. Es lo que nosotros les contamos, es lo que ellas intuyen con ese corazón de madre. Esperamos muchas veces una palabra de la madre, aunque no nos guste lo que nos dicen en muchas ocasiones – ahí están nuestros orgullos y nuestras rabietas de niño que nos molesta la verdad -, se lo agradecemos.

Pero muchas veces callan, sufren en silencio, nos acompañan de lejos o de cerca, pero sabemos que siempre nos tienen en el corazón, miran, no dicen nada, pero sabemos que están ahí y comprenden hasta la incomprensible, conocen hasta lo que nosotros guardamos más secreto, es la madre que nos ama, que está a nuestro lado, no solo nos dio la vida un día cuando nos trajo a este mundo, sino que está dispuesta a darla cuantas veces haga falta.

Hoy la liturgia nos invita a contemplar el Corazón de María, y he querido comenzar con esta pequeña reflexión que quiere ser como un homenaje a la madre que no terminamos de agradecer cuanto hace por nosotros. He querido comenzar con un recuerdo de nuestra madre de la tierra pero es que hoy quiero contemplarla al lado de María, nuestra madre del cielo. Porque estamos queriendo contemplar también su corazón de madre.

Ese corazón de María, igual que hacen todas las madres, en el que iba guardando todo cuanto iba sucediendo en torno a Jesús. Así nos lo dice el evangelio hoy, pero en algún otro momento se nos dice, pero muchas veces se intuye.

Hemos escuchado el relato del evangelio; Jesús que se ha quedado en el templo cuando sus padres se disponían en caravana regresar a su pueblo tras la fiesta de la pascua. Una caravana no solo de la gente de Nazaret, familiares y convecinos todos, pero que probablemente se uniría a las de otros pueblos cercanos de Galilea para hacer el camino juntos evitando también peligros. Jesús podría estar entre tantos que hacían el camino, como suele suceder en los muchachos sobre todo cuando van entrando en la adolescencia. Concluida la primera jornada de camino al reunirse en el atardecer por familia, allí no aparece Jesús. Comprendemos los momentos de dolor de unos padres, comprendemos la espada de dolor que comenzaba a taladrar su corazón de madre. Se van cumpliendo los anuncios proféticos del anciano Simeón.

De vuelta a Jerusalén en nueva jornada de camino al tercer día lo encuentran entre los doctores y maestros de la ley en los soportales del templo donde se reunían para enseñar a la gente; y allí está Jesús en diálogo con los doctores, de manera que incluso el evangelista nos resaltará que la gente estaba admirada de la sabiduría de Jesús, un adolescente aún de doce años.

‘Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados’. Es la queja, la reprimenda normal de la madre. Pero aquí está Jesús que está manifestando su madurez humana con su respuesta. ‘¿Por qué me buscábais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?’. No hay más palabras. El silencio es lo que queda. El silencio de una madre que va rumiando en su corazón las palabras de su hijo. Es algo que María sabe hacer.

Cuando el ángel llega hasta ella con el anuncio del gran misterio, María también se quedó en silencio rumiando en su interior el significado de aquellas palabras. Ahora nos dice el evangelista que María guardaba todo esto en su corazón. Los archivos de María donde va sumando lo que son las maravillas del Señor. ‘El Todopoderoso ha hecho en mi cosas grandes’, había dicho un día en un cántico de alabanza.

Ese cántico se continúa cantando porque María en el silencio de su corazón sigue cantando al Señor. Es ahora, pero será el seguimiento que como Madre va haciendo de su hijo. Pasa desapercibida, como saben hacerlo las madres, pero ahí estará siempre María; la veremos aparecer en el evangelio en momentos puntuales, pero el corazón de María se iba ensanchando porque aunque grande era su fe y su amor, iba aprendiendo del amor.

Así contemplamos hoy el corazón de María, deteniéndonos en el pasado del evangelio que nos ofrece la liturgia, pero así es como contemplamos a aquella que nos metió a todos en su corazón de Madre. ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo’, le dirá en lo alto del Calvario, y ya para siempre estaremos dentro del corazón de María, sentiremos los latidos de Dios, porque sentimos los latidos del corazón y del amor de María.

 

viernes, 16 de junio de 2023

Aprendamos a amar y al estar entrando en la órbita del amor sentiremos cómo Dios que es amor se nos manifiesta y hace dueño de nuestro corazón

 


Aprendamos a amar y al estar entrando en la órbita del amor sentiremos cómo Dios que es amor se nos manifiesta y hace dueño de nuestro corazón

Deuteronomio 7, 6-11; Sal 102; 1Juan 4, 7-16; Mateo 11, 25-30

‘Lo esencial es invisible a los ojos’, es una frase que habremos escuchado muchas veces tomada del famoso libro ‘El principito’. Nos ha valido para hacernos muchas y hermosas consideraciones para que aprendamos a buscar esos valores que de verdad llenan nuestro espíritu y le dan grandeza. Nos valdría también ese camino que todos hacemos de búsqueda de Dios que muchas veces, decimos, se nos hace invisible, o al menos no terminamos de descubrirlo. Buscamos quizás a Dios desde razonamientos, porque para todo queremos tener una razón, un por qué, y el camino para encontrarnos con Dios quizás es mucho más fácil que todas esas elucubraciones que nos hacemos.

Queremos hacer nuestra propia escalada, trazarnos una tabla de razonamientos, ir esa búsqueda desde unos merecimientos que nos decimos que tenemos, pero creo que tendríamos que poner las condiciones para más bien dejarnos encontrar por Dios. Quizá muchas veces por ahí ande la cosa, porque no nos dejamos encontrar; es cuestión, creo, de dejarnos encontrar por el amor, y para eso creo que tenemos que dejar hueco en nuestra vida para el amor, para el amor verdadero, que es mucho más que una pasión que nos mueva y nos revolucione.

Ya le decía Dios a su pueblo a través de las palabras de Moisés, como hoy mismo hemos escuchado en la primera lectura de esta fiesta. Dios les dice que les ha amado y les ha escogido, no porque sean un pueblo grande y poderoso, pues, como les dice, son el pueblo más pequeño de la tierra. Pero es Dios el que les ha amado y escogido, por pura benevolencia, y esa es una de las principales características del amor. Benevolencia, querer bien, pero simplemente porque quiero amar. Y es así el amor de Dios, pura benevolencia, nos ama, no por nuestros merecimientos, sino porque El quiere amarnos y escogernos. Si fuéramos capaces de sintonizar con este pensamiento haciéndolo nuestro, comenzaremos a conocer a Dios.

Y aquí entra otro pensamiento en nuestra consideración. La carta de san Juan es una invitación a amarnos, y amarnos como el Señor nos ha amado, recordando así el mandato de Jesús en la última cena. Pero fijémonos en lo que nos dice: ‘Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor’.

¿No decíamos que tenemos que dejar un hueco en nuestra vida para el amor y el amor verdadero? Quizás en la vida hemos rellenado ese hueco con nuestros intereses egoístas en una búsqueda excesiva de nosotros mismos. Lo confundimos todo con nuestras ganancias, con el materialismo de la vida, con nuestras pasiones que se nos desbordan y nos dominan buscando felicidad y placeres que son efímeros. Algunas veces no llegamos a entender lo que es la amistad porque enseguida la confundimos con la búsqueda de cosas que nos satisfagan. Y quizás no hemos sabido amarnos ni a nosotros mismos, y si no somos capaces ni de eso ¿cómo podremos entender lo de amar a los demás? Y si no somos capaces de amar, ¿cómo podemos conocer a Dios que es Amor?

Busquemos, si, lo que es el amor verdadero, que ama, se da y se entrega porque le sale del corazón. ¿No recordáis lo que hemos dicho de la benevolencia de Dios para amarnos por nosotros mismos? Y es que Dios se nos revela y se nos da a los que hemos sido capaces de vaciarnos de nosotros mismos, a los que somos sencillos y humildes de corazón. Así le hemos escuchado hoy a Jesús dar gracias al Padre porque se ha revelado no a los sabios y entendidos, sino a los pequeños y a los pobres. Los pobres son los que escucharán la Buena Nueva de Jesús y por eso Jesús los llama dichosos.

Hoy estamos celebrando esta fiesta del amor de Dios que nosotros simbolizamos en el corazón, en el Corazón de Jesús siempre abierto para acoger a los cansados y agobiados para ofrecernos el descanso de su amor y de su paz.

Nos sentimos a veces atormentados por las luchas de la vida, cansados y sin fuerzas porque la tarea se nos vuelve fuerte y duros son también los embates que nos da la vida, desde la multitud de problemas de todo tipo que nos envuelven – pensemos cómo anda nuestra sociedad y nuestro mundo -, desde esos problemas del día a día en el desarrollo de nuestras responsabilidades y lo que significa y nos cuesta a veces nuestra convivencia con los demás, pero Jesús nos dice que vayamos a El, que aprendamos de El a mantener la mansedumbre del corazón a pesar de las violencias que nos envuelven, que sepamos encontrar la paz porque además estamos llamados a ser instrumentos de paz.

Estaremos así entrando en la órbita del amor y estaremos entonces sintiendo cómo Dios se hace dueño de nuestro corazón. Porque aprendemos a amar, aprenderemos a conocer a Dios que es amor.

jueves, 15 de junio de 2023

Tomémonos en serio el camino de la reconciliación, camino que anudará de nuevo los lazos del amor y la amistad cuando de corazón hemos sabido perdonarnos como hermanos

 


Tomémonos en serio el camino de la reconciliación, camino que anudará de nuevo los lazos del amor y la amistad cuando de corazón hemos sabido perdonarnos como hermanos

2Corintios 3, 15-4, 1. 3-6; Sal 84; Mateo 5, 20-26

Muchas veces metemos la cabeza debajo del ala, no queriendo ver los problemas, no queriendo reconocer aquello que un momento dado hicimos mal, y como nos tapamos la cabeza como el avestruz que cuando la persiguen mete la cabeza bajo el ala, y como ella no ve a quien la persigue, ya piensa que nadie la está persiguiendo, como no queremos enterarnos, nos hacemos oídos sordos a lo que nos puedan decir, nos desentendemos del problema de los demás, no le queremos dar importancia a aquello que hicimos en un momento y que pudo herir a alguien, con no encontrarnos con aquellos que nos llevamos mal o que tienen quejas contra nosotros, ya pensamos que somos buenos con todo el mundo.

Apariencias, cerrar los ojos para no ver, hacernos los insensibles como si con nosotros no fuera la cosa, queremos mantener la facha incluso de hombres virtuosos, pero los problemas persisten y se agrandan, los que están heridos le damos más motivos para que encierren en su rencor, y a la larga nos creamos una vida de falsedad y de mentira. Hasta pretendemos vestirnos de hombres sabios y buenos quedándonos en falsas apariencias, como falsedad es siempre lo que se queda en apariencia.

Hoy nos dice Jesús en el evangelio. ‘Si nuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos’. Se presentaban comos justos y cumplidores, pero su vida estaba llena de falsedad y de engaño. A lo largo del evangelio veremos lo duro que Jesús es con ellos, por la cerrazón de su corazón, pero lleno de apariencias y falsedad. Los llamará sepulcros blanqueados, denunciará claramente la doblez de sus vidas, le dolerá a Jesús la cerrazón de su corazón  y continuamente su palabra es una llamada a la conversión. Hoy nos dice que no nos podemos quedar en esas vanidades y apariencias, no podemos estar aparentando una cosa y quizás volviéndonos exigentes con los demás, mientras no somos capaces de mover un dedo por vivir la rectitud del corazón.

Y hoy insiste Jesús en las actitudes de amor, de respeto, de valoración que hemos de tener con los demás, pero también de la actitud humilde de mutua acogida, aceptándonos y valorándonos, pero también arrancar de nuestro corazón todas esas actitudes negativas que nos llevan al desamor. Justo será entonces que llenemos de delicadeza nuestra vida, para que ningún mínimo gesto por nuestra parte, ni ninguna palabra que pronunciemos nos lleve a romper esos necesarios lazos de comunión que hemos de mantener los unos con los otros.

Así hemos de manifestar el respeto en todos los detalles que hemos de tener para con los demás. Entonces cuidemos nuestros gestos y posturas, pero cuidemos también nuestras palabras para que nunca sean ofensivas, sino siempre creadores de comunión, de cercanía, de fraternidad.

Pero eso significa también la humildad suficiente para ir siempre al encuentro con el hermano, pero sobre todo para tener la valentía de nuestros errores para reconocerlos y para pedir perdón. Nunca debemos mantener una actitud de desconfianza hacia el otro, nunca hemos de permitir que las heridas del alma se infecten y cada día sean mayores los abismos que nos separan los unos de los otros.  De tal manera que dignamente no podemos presentar nuestra ofrenda al Señor, si sabemos que hay un hermano que tiene quejas contra nosotros. Sería una ofrenda vacía, pero estaría carente de lo más importante como es el amor.

Es el camino de la reconciliación que tan en serio hemos de tomarnos. Es el camino que va de nuevo a anudar lazos de amor y de amistad, cuando de corazón hemos sabido perdonarnos como hermanos. Es el camino en que ya no caben las apariencias ni las vanidades, donde todo estará adornado siempre con los lazos del más perfecto amor.


miércoles, 14 de junio de 2023

Descubrir la novedad del evangelio, no podemos andar con remiendos ni con adornos bonitos, para darle verdadera plenitud a nuestra vida

 

Descubrir la novedad del evangelio, no podemos andar con remiendos ni con adornos bonitos, para darle verdadera plenitud a nuestra vida

2Corintios 3, 4-11; Sal 98; Mateo 5, 17-19

Somos muy dados a hacer cambien; bueno, estoy hay que matizarlo, en lo que nos conviene. Por supuesto que todos queremos mejorar y ese camino de superación nos exigirá cambios; pero esos son los que cuestan cuando son exigencias de renovación en lo más hondo de nuestra vida personal. Preferimos los cambios en el exterior, lo que se puede quedar en una fantochada y en vanidad; preferimos los cambios para los demás, pero yo tengo mis costumbres y no hay quien me las cambie; preferimos cambios en las leyes, que habría que preguntarse si en verdad objetivamente buscan siempre lo mejor para regular nuestra convivencia, o simplemente es la ideología del mandatario de turno lo que quiere imponerse.

Hay principios, hay valores que son esenciales, son fundamentales; algunas veces pueden entrar en contradicción con nuestros gustos particulares, con nuestras pasiones, con nuestros intereses, y entonces queremos cambiar aquello que es fundamental simplemente buscando mi satisfacción personal, mi gusto o mi capricho. Pero sin querer ser pesimistas, siempre ha sido así, en todos los tiempos, y vienen todo tipo de revoluciones y queremos cambiarlo todo. Nos sucede hoy, lo estamos viendo continuamente, y ha sucedido en todos los tiempos.

La predicación despertaba inquietudes en los corazones, renacían las esperanzas perdidas o ahogadas en aquel mundo de falta de libertad, de opresión, de pobreza en que vivían. Lo que iban escuchando en aquel sermón de la montaña les había estar especialmente atentos y despiertos, porque aquel sentido nuevo que Jesús presentaba era realmente algo nuevo. Boquiabiertos se habían quedado al escuchar las bienaventuranzas y como sucede siempre se despiertan ilusiones, sienten que llegaba la hora del Mesías, aunque ellos se habían creado una imagen que contrastaba con lo que Jesús les iba proponiendo.

Era como una revolución, todo había que cambiar, como siempre pensamos en la hora de las revoluciones, aunque no sepamos bien que es lo que buscamos, o qué es lo que realmente habría que cambiar. Con Jesús sentían sin embargo que iba a ser distinto, porque El estaba mirando los corazones y estaba pidiendo que para poder entrar en la orbita del Reino de que anunciaba el cambio había de ser desde dentro, aunque no terminaran de entenderlo.

Pero Jesús advierte, no viene El a cambiar la ley y los profetas. Ahí estaba contenido lo fundamental, porque era la revelación de Dios desde todos los siglos. Lo que tenemos que saber buscar qué es realmente la voluntad de Dios. Y en eso dentro tenemos que poner más empeño. Porque eso que nos está pidiendo Dios como algo verdaderamente fundamental de la vida no se puede cambiar. Jesús nos dice que viene a dar plenitud.

Ahí está entonces nuestra tarea, porque tiene que ser algo que se produzca en lo más profundo de nosotros mismos; su primer anuncio invitaba precisamente a la conversión, para poder creer en lo nuevo que Jesús venía a ofrecernos. Es lo que nos cuesta. Preferimos los cambios externos que pongan las cosas muy bonitas, muy adornadas, con bellas apariencias, que al final que se quedan en vanidades.

Es el camino que hemos de aprender a tomar, y dejarnos de chiquilladas de cambios de normas y de leyes. Es descubrir lo nuevo que en verdad nos ofrece el evangelio, porque tampoco podemos andar con remiendos ni con adornos bonitos, dejando las cosas como han estado siempre. Y cuidado andemos de nuevo buscando adornos bonitos; cuidado que estemos olvidando toda la renovación que nos pedía el concilio Vaticano II  para encontrar esa renovación profunda de la Iglesia, pero en especial de cada uno de nosotros.

Tendencias tenemos a buscar de nuevo esas florituras y nos olvidemos de coger con valentía el evangelio en nuestras manos para plantarlo de verdad en el corazón. Nos falta evangelio y nos sobran devociones y florituras. Nos sobran tradiciones y nos falta valentía y energía para lanzarnos por el mundo a hacer un anuncio de Jesús y del Reino de Dios. Nos sobran orgullos de una fe que decimos heredada desde siempre y nos falta arriesgarnos para ir con el evangelio en la mano y en el corazón a esas periferias de pobreza, de increencia, de indiferencia y de materialismo que nos están rodeando y que nos pueden comer si no fortalecemos en verdad nuestra fe y nuestro ser cristiano.

Esa sería la verdadera revolución que el evangelio de Jesús produciría primero que nada en nosotros, en nuestro corazón para transformar nuestro mundo.

martes, 13 de junio de 2023

Nuestra tarea y compromiso convertirnos en testigos de luz para ayudar a que no nos confundamos con esas luces parpadeantes que como señuelos nos quieren atrapar


Nuestra tarea y compromiso convertirnos en testigos de luz para ayudar a que no nos confundamos con esas luces parpadeantes que como señuelos nos quieren atrapar

 2Corintios 1, 18-22: Salmo 118; Mateo 5, 13-16

Queremos llegar a un determinado lugar y en medio de la noche tenemos que atravesar carreteras, calles y avenidas que están parpadeando de luces todas partes que nos hacen guiños como para atraer nuestra atención; las publicidades comerciales que nos anuncian lugares, productos, cosas que intentan que nos interesemos por ellas y en ellas nos quedemos; pero no es esa luz como meta de nuestra vida la que vamos buscando y tenemos que no dejarnos cautivar por sus ilusorias llamadas para que al final podamos alcanzar nuestro objetivo, nuestra meta.

Es imagen de la vida, con sus cosas atractivas, con sus guiños y sus llamadas, con tantas cosas que nos tientan y nos quieren embaucar; tantas cosas que nos dicen que son las que nos dan la felicidad al instante; tantas llamadas que nos prometen riquezas y abundancias, prestigios o influencias, grandezas y vanidades como si en ellas estuviera el verdadero sentido de la vida. Tenemos que buscar la luz que da verdadero sentido a nuestra vida, que nos puede conducir por camino cierto, que puede poner esperanza en la vida que a veces nos vuelve tan tormentosa, aquello que dé verdadero sabor a nuestra existencia, aquello que nos conduzca a la verdadera plenitud.

Sabemos donde está esa luz, sabemos quien es esa luz para nosotros. Por eso buscamos a Cristo y queremos dejarnos iluminar por su luz. Es la luz que nos da vida y que llena de la verdadera vida a nuestro mundo, es la luz que es nuestra salvación, es la luz que nos llena de verdadera esperanza y con quien nos sentimos seguros de que hay algo mejor, que podemos hacer las cosas de manera distinta, que podremos encontrar esa felicidad que llene hondamente nuestro corazón.

Pero encontrarnos con esa luz, llenarnos de esa luz nos compromete. Nos compromete a que tenemos que ser testigos con nuestra vida de esa luz; nos compromete porque nos convierte en portadores de luz y tenemos que llevar esa luz a los demás, esa luz a nuestro mundo para que en verdad encuentre el verdadero rumbo que lleva a la plenitud.

No podemos ocultar esa luz, no podemos disimularla, no podemos dejar que se mezcle y se confunda con esas otras luces que parpadean como si fuera una luz más. Para nosotros es la autentica, estamos convencidos porque lo palpamos en nuestra propia vida cuando nos dejamos iluminar, y por eso tenemos que llevarla con entusiasmo a los demás.

¿Qué estaremos haciendo de esa luz? ¿La estaremos ocultando debajo del celemín en lugar de poner en el alto candelero para que alumbre a todos los de la casa? ¿Qué sincretismos estaremos haciendo en la vida en donde todo lo mezclamos y todo nos parece igualmente bueno? ¿Será que hemos perdido el combustible que alimenta esa lámpara y ya todo nos da igual y se nos ha debilitado nuestra luz?

Recordemos que las doncellas que tenían que salir a iluminar el camino para el esposo que llegaba tenían que llevar suficiente aceite en sus alcuzas para que las lámparas no se apagaran. Hemos dejado debilitar nuestra ve, hemos bajado el listón de nuestras exigencias a nivel personal, de nuestro crecimiento y superación personal, de las metas que nos habíamos de haber puesto en el camino de nuestra vida cristiana, se nos ha enfriado nuestra espiritualidad y nos hemos contagiado del materialismo de la vida.

Termina hoy diciéndonos Jesús: Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos’. Es nuestra tarea y nuestro compromiso. Muchos a nuestro alrededor se pueden dejar engañar por esas luces parpadeantes que apartan del verdadero camino, pero ahí tenemos que estar nosotros para señalar desde el testimonio de nuestra vida que se convierte en luz para enseñar el camino que nos lleva a la verdadera luz, que nos lleva a Jesús.


lunes, 12 de junio de 2023

Cada una de las bienaventuranzas que nos propone nos va recordando los pasos de Jesús, los gestos de Jesús, el actuar de Jesús

 


Cada una de las bienaventuranzas que nos propone nos va recordando los pasos de Jesús, los gestos de Jesús, el actuar de Jesús

2Corintios 1, 1-7; Sal 33; Mateo 5,1-12

Por la boca rebosa lo que llevamos en el corazón, se suele decir. Aquello que vivimos y experimentamos dentro de nosotros mismos lo reflejamos en nuestras palabras, pero sobre todo lo reflejamos en nuestra forma de vivir. Es cierto que hablamos desde conceptos aprendidos, desde cosas que escuchamos, pero sobre todo lo intentamos hacer desde dentro, desde lo más hondo de nosotros mismos. También es cierto que aquello que expresamos son nuestros deseos, algo a lo que aspiramos o con lo que soñamos aunque aun no lo hayamos alcanzado; expresa ese deseo interior, ese crecimiento que buscamos, esas cosas que quizás queremos transformar en nosotros mismos.

No podemos juzgar con ligereza lo que dicen los demás y tacharlos quizás de incongruentes, porque no sabemos bien los deseos que hay en su corazón, las luchas interiores que puedan estar realizando, el ansia de superación que hay en su vida y que quizás le cuesta mucho dar esos pasos que necesitan. Porque nos pasa a nosotros mismos, porque son nuestras luchas que los demás no conocen y no entienden. Algunas veces son sueños que tenemos en nuestra vida, pero al menos comenzamos por soñar algo distinto, algo nuevo. De ahí arrancarán nuevas metas, desde ahí aparecen los ideales que nos levantan y nos impulsan a caminar aunque el camino algunas veces nos cueste.

Hoy nos encontramos en el evangelio una de sus páginas más hermosas, Jesús nos propone las bienaventuranzas, nos dice cómo lograremos en verdad ser dichosos, ser felices con la felicidad más honda, son todo un resumen del evangelio. Podíamos decir que cuando Jesús nos está desgranando las bienaventuranzas nos está dando los trazos de su rostro, del rostro de Dios, de su corazón lleno de vida y de misericordia. Si antes decíamos que hablamos de lo que llevamos en el corazón, de lo que es nuestra vida, esto tenemos que decir ahora de Jesús.

Hagamos una relectura del texto sagrado y vayamos poniendo al lado el rostro de Jesús. Cada una de las bienaventuranzas que nos propone nos va recordando los pasos de Jesús, los gestos de Jesús, el actuar de Jesús. Aquello que diría más tarde san Pedro, ‘pasó haciendo el bien’. Ahí contemplamos el corazón de Cristo, ahí contemplamos la buena nueva que nos quiere anunciar, ahí contemplamos como en visión adelantado lo que tendría que ser nuestra vida cuando de verdad optamos por el Reino de Dios.

No voy a entrar en este momento en detalle en cada una de las bienaventuranzas sino, como decía, os invito a hacer una relectura, pero pausada, deteniéndonos para ver las distintas páginas del evangelio, deteniéndonos para ver cómo hacemos realidad eso en nuestra propia vida, como vamos copiando el corazón de Cristo en nosotros.

Veremos como van naciendo nuevas actitudes en nosotros, cómo aprenderemos a tener nuevos gestos de humanidad y de amor con los que están a nuestro lado, cómo iremos purificando el corazón, como nos sentiremos impulsados a algo nuevo que nos lleve al encuentro, al amor, a la autenticidad de nuestra vida, a un camino de búsqueda del bien, de lo bueno, de lo justo, como irá apareciendo una nueva ternura en nuestro corazón, como nos sentiremos fuertes frente a las adversidad y contratiempos que nos encontremos en la vida.

domingo, 11 de junio de 2023

Hoy tendemos alfombras de flores al paso de Cristo Eucaristía pero es un compromiso para que también sigamos tendiendo alfombras de amor al paso de nuestros hermanos

 


Hoy tendemos alfombras de flores al paso de Cristo Eucaristía pero es un compromiso para que también sigamos tendiendo alfombras de amor al paso de nuestros hermanos

Deuteronomio 8, 2-3. 14b-16ª; Sal 147; 1Corintios 10, 16-17; Juan 6, 51-58

Hay quienes no quieren tener memoria, o hacen una memoria selectiva, pero la memoria es historia y la historia es vida, forma parte de nuestra vida, solemos decir, pero nos recuerda lo que nos ha traído hasta aquí. Y es importante, es en cierto modo nuestra sabiduría, es lo que hemos acumulado o lo que nos ha traído hasta aquí. Es necesario hacer memoria, es la vida que hoy somos, aunque muchas veces queramos arrancar páginas de esa historia, renegar de esa historia, pero son también los pilares sobre los que está construido nuestro hoy.

Con esta reflexión que me estoy haciendo pienso en muchas cosas incluso que en nuestra sociedad hoy estamos viviendo, donde encontramos también esas incongruencias, esas idas y venidas, esas ignorancias que nos pueden llevar a negaciones o esas recreaciones de la historia a nuestra imagen y semejanza, a nuestra manera. Así no sabemos muchas veces ni por donde andamos ni a donde queremos ir.

Me estoy haciendo esta reflexión con la que queremos, por supuesto, ir más allá, en esta hermosa fiesta que hoy celebramos, y desde lo que hemos escuchado en la Palabra de Dios que se nos proclama en este domingo. Ya Moisés invita al pueblo que ha peregrinado por el desierto y está ya a punto de entrar en la tierra prometida a recordar su historia. Aquella historia que aun están construyendo en su camino hacia la libertad de la tierra prometida con lo que ha significado su caminar por el desierto, pero recordando los tiempos de esclavitud que vivieron en Egipto y de los que los liberó el Señor.

Pero les invita a recordar que en aquellos tiempos no menos duros del desierto pudieron comer el maná, que llamaban pan del cielo, para poder seguir haciendo su camino. No volverán a comerlo tan pronto entren en la tierra prometida, pero siempre han de recordarlo, porque es recordar la acción de Dios en sus vidas y en su historia.

Lo mismo nos dirá Jesús y más tarde nos recordará san Pablo. ‘Haced esto en memoria mía’, les dirá Jesús en la cena, nos dirá Jesús en la cena pascual, cuando nos dé aquel nuevo pan que es su carne, que es su vida. San Pablo nos dirá que cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz estaremos anunciando – recordando pero anunciando al mismo tiempo -, la muerte del Señor hasta que vuelva.

Es el Pan de vida que da la vida al mundo; es el Pan de vida que quien lo coma resucitará en el último día; es el Pan de vida que quien lo coma tendrá vida para siempre; es el Pan de vida que cuando lo comamos no vamos a vivir por nosotros mismos sino que será ya para siempre Cristo quien viva en mí; es el Pan de vida, prenda de vida futura y anuncio de resurrección; es el Pan de vida que nos hace vivir la Pascua y que nos llena de salvación.

Decíamos antes que tenemos que hacer memoria, porque en el recuerdo de esa historia está el fundamento, son los cimientos, de lo que hoy nos toca vivir. Hacemos memoria nosotros y lo hacemos tal como nos lo dijo el Señor. Nos habló del pan de vida allá en la Sinagoga de Cafarnaún y en la cena pascual cuando les reparte el pan les dice que eso es su cuerpo entregado; y nosotros repetimos los gestos y las palabras de Jesús porque cuando nos reunimos como familia y comunidad creyente en Jesús, recordamos a Jesús, hacemos presente a Jesús, sentimos de nuevo vibrar en nosotros la vida de Jesús.

No podemos dejar de hacer memoria, de celebrar el memorial del Señor, de reunirnos para celebrar la Eucaristía, porque nuestro camino no sería camino, nuestra vida no sería vida, nuestra fe se anularía y se perdería y no podríamos estar viviendo la salvación de Dios. Por eso un cristiano sin Eucaristía es un cristiano sin sentido, porque terminaríamos siendo un cristiano sin Cristo.

Qué importante es para nosotros, qué necesario para que haya una verdadera vida cristiana. Llenando la vida de Eucaristía estaremos llenando la vida de Cristo. No podemos arrancar esa página de nuestra vida, no podemos prescindir del recuerdo y de la vivencia de Cristo para que lleguemos a vivir en plenitud ese sentido de la vida que en Cristo encontramos.

Hoy es un día especial para los cristianos en esta fiesta de la Eucaristía que hoy celebramos. Queremos salir a nuestras calles con el Sacramento de la Eucaristía en medio de nosotros, porque necesitamos tener la valentía de aprender a salir a la calle al encuentro del Sacramento de Cristo que son nuestros hermanos.

Hoy tendemos alfombras de flores al paso de Cristo Eucaristía pero es un compromiso para que también sigamos tendiendo alfombras de amor al paso de nuestros hermanos.