Alegría
de la próxima navidad que nos pone en camino de fe y alabanza, de servicio como
respuesta a la acción de Dios, de realización de una misión
Cantar de los Cantares 2, 8-14; Salmo 32;
Lucas 1, 39-45
En nuestros ambientes todo suena a
fiesta y alegría en estos días. Músicas que nos encantan y quieren despertar
nuestros mejores sentimientos con recuerdos, es cierto, que en ocasiones se
llenan de melancolía, luces que parpadean invitándonos a poner color en la
vida, invitaciones que quieren significar encuentros festivos que quieren
amasar compañerismo y amistad, palabras de felicitación que nos entrecruzamos,
decimos, con los mejores deseos.
Una alegría que para muchos significa
tirar la casa por la ventana, una alegría que a veces muy envuelta de consumismo
aunque lo queremos disimular con que son regalos de amistad, una alegría que
sin embargo algunas veces quiere ocultar ciertas sombras que llevamos en los
ojos o en el corazón – los ojos son reflejo de lo que llevamos o no llevamos en
el corazón – y que nos preguntamos si es verdadera y auténtica.
Decimos, que es alegría, porque es
navidad. Pero, ¿Dónde está de verdad el sentido de esa navidad? ¿Aparecerá
detrás de esa fiesta y de toda esa alegría que queremos manifestar y expresar?
Aunque parezcan mis palabras como un jarro de agua fría, creo que tendríamos
que entrar en una honda de sinceridad y hacernos las preguntas sin miedo.
Los cristianos que queremos prepararnos
a fondo para esa celebración de la navidad hemos ido dejándonos conducir por la
Palabra de Dios que a lo largo del Adviento se nos ha venido proclamando para
encontrar ese hondo sentido de nuestra fiesta, que no se quede en recuerdos
melancólicos, como para muchos es navidad.
Ahora ya en esta semana inmediata hemos
ido siguiendo el texto del inician de los evangelios de Mateo y de Lucas. Hoy
se nos presenta el relato del camino de María desde Nazaret a la Montaña a casa
de su prima Isabel, de la que ha tenido María conocimiento a través del ángel
de su embarazo y cercano nacimiento de su hijo.
María sorprendida en la aparición del
ángel con el anuncio de que iba a ser la Madre de Dios y con conocimiento de lo
que sucedía también en las Montañas de Judea en casa de Zacarías e Isabel,
corre presurosa, como nos dice el evangelio, para estar allí al lado de su
prima. La alegría que desbordaba en María por el misterio de Dios que en ella
se estaba gestando y realizando no la encierra en si misma sino que corre
presurosa para el servicio allí donde una mujer joven podía mejor prestarlo.
Pero contemplamos también la alegría de
Isabel al recibir a María; inspirada por el Espíritu del Señor conoce Isabel la
importancia de aquella visita. Quien ante ella estaba era la madre de su Señor,
la madre de Dios. Desborda de gozo Isabel y su alegría le conduce a la mejor confesión
de fe. ‘¿De donde a mi que venga a visitarme la madre de mi Señor?’ Todo
se vuelve bendiciones y alabanzas. Ha llegado a su casa la agraciada de Dios –
recordamos lo que le había dicho el ángel a María, ‘has encontrado gracia ante Dios’
– e Isabel la bendice y la llama dichosa por su fe, porque ‘todo lo que le
ha dicho el Señor se cumplirá’.
Pero no se quedan ahí los sones de
alegría de aquellos momentos. ‘En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la
criatura saltó de alegría en mi vientre’. Es también la alegría del que iba
a ser el precursor del Mesías, del que venía ‘a preparar los caminos del
Señor preparando para Dios un pueblo bien dispuesto’. Una alegría que
recuerda lo que es la gloria del Señor pero una alegría que también pone en
camino, como lo había hecho con María, para cumplir una misión.
La presencia de María, verdadero
sagrario de Dios, en aquellos momentos estaba confirmando la misión del
Bautista. Los saltos de alegría en el vientre de su madre eran anuncio de que
se sentía en la presencia de quien venía como Salvador, pero era comienzo de
algo que se iba a extender más allá de aquellas montañas de Judea. Como luego
escucharemos la gente se preguntaría que sería de aquel niño en quienes tantas
señales de Dios se estaban manifestando, pero era como un adelanto del anuncio
que allá en el desierto junto al Jordán habría de realizar.
Alegría cuando sentimos el misterio de
Dios en nuestra vida que nos tiene que llevar necesariamente a ponernos en
camino, un camino de servicio, un camino de fe y de alabanza, un camino para
realizar una misión. ¿Será así la alegría de nuestra navidad?