Nos impregnamos del evangelio de Jesús para llevar esa buena noticia como testigos ante todos los hombres
1Pedro
5,5b-14; Sal
88; Marcos
16,15-20
‘Comienzo de la Buena
Noticia - Evangelio - de Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios’, así comienza Marcos su escrito del
Evangelio. Y hoy hemos escuchado su final: ‘ld
al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se
bautice se salvará…’
Estamos celebrando en este día a san Marcos, el
evangelista, autor del segundo evangelio según el canon de la Iglesia, pero
probablemente el primero de los evangelios escritos sobre Jesús. Cuando hoy
celebramos su fiesta creo que por ahí ha de ir el mensaje para nuestra vida.
Creer en el Evangelio de Jesús porque el que crea y se bautice se salvará, pero
al mismo tiempo tomar el testigo de manos de san Marcos para nosotros hacer lo
mismo, hacer el anuncio del Evangelio de Jesús, de su Buena Nueva de salvación.
Es el mandato que recibimos de Jesús; lo que hemos oído y recibido no nos lo
podemos quedar para nosotros sino que al mismo tiempo nosotros tenemos que
convertirnos en testigos, en misioneros de ese evangelio. El anuncio de la
salvación ha de llegar a todos los hombres,
‘id al mundo entero…’ que nos dice Jesús.
¿Sería Marcos, aquel joven del que nos habla el
evangelio, que quizá despertado por el alboroto del huerto de los olivos, salió
medio desnudo envuelto en una sábana a ver qué pasaba, pues aquel huerto sería
de su familia y allí junto a los molinos del aceite - eso significa Getsemaní -
tendría su lugar de descanso? ¿Una curiosidad ante lo que pasaba o quizá en el
fondo un deseo de conocer más a Jesús? Podemos pensar en una cosa y en otra
pero eso podría darnos pie a una reflexión para nuestra vida.
Deseos de conocer más a Jesús. Es la inquietud que
hemos de tener continuamente en nuestro corazón. Hambre de Dios que nos hace
buscar, querer saber, conocer, querer vivir cada día más la vida de Jesús.
Cuando amamos de verdad a alguien no nos cansamos de querer conocerle cada día
más y con mayor profundidad; se despierta una curiosidad en el alma con el
deseo de conocerlo todo, de saberlo todo, de empaparnos totalmente de la vida
de aquel a quien amamos. Así tendría que ser ese deseo nuestro de conocer cada
vez más a Jesús para impregnarnos totalmente de su vida, de su Espíritu.
Cuando nos llenemos así de Jesús surgirá el ser
testigos, el cumplir con esa misión que Jesús nos confía. Tenemos que llevar el
evangelio de Jesús al mundo que nos rodea, pero mal lo podremos llevar si
nosotros no estamos bien empapados de Jesús. El mundo necesita ese anuncio del
evangelio, aunque nos pueda parecer que viva de espaldas a él. Ahí está nuestra
tarea. Es nuestra misión. Es la llamada que en este día recibimos del Señor.
Así podremos cantar eternamente las misericordias del Señor.