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sábado, 11 de diciembre de 2021
corre corre vamos siempre deprisa por todas partes
Dejémonos
arrebatar por el fuego divino que ardía en el corazón de Elías y Juan Bautista
para encendernos con el fuego del Espíritu que transforme nuestro mundo
Eclesiástico 48, 1-4.9-11b; Sal 79; Mateo
17, 10-13
Vuelve a
aparecernos hoy la comparación entre el profeta Elías y Juan Bautista. Hay, por así decirlo, una profunda relación
entre uno y otro. Y es que sus figuras tienen un cierto paralelismo hasta en la
austeridad de sus vidas con que se presentaron.
Elías será el
gran profeta del Antiguo Testamento y que se convierte en cierto modo en
referencia en medio de todos los profetas. Podíamos decir que toda la
espiritualidad del Antiguo Testamento está fundamentada en la Ley y en los
Profetas, e imagen permanente de ellos serán Moisés y Elías. Así nos aparecerá
en el evangelio en la teofanía del Tabor que Jesús transfigurado está rodeado
de Moisés y Elías, como signo de toda la espiritualidad del Antiguo Testamento.
Elías es el
gran profeta de defensa del nombre Santo de Yahvé, y luchará contra quienes
quieren introducir en la vida del pueblo de Israel otros dioses a quien adorar
como eran los baales. Allá lo veremos recluido también en el Monte Carmelo,
cual otro desierto en que se recluyera Juan para hacer el anuncio del Mesías
que había de llegar. Es una vida también de austeridad, pide a una pobre mujer
que le haga un panecillo porque también andaba desfallecido por el camino, y
será el profeta perseguido por su fidelidad al único Dios a quien todos habían
de adorar.
Juan también
se nos presenta en una figura de austeridad, en el desierto entre penitencias,
con ayunos y alimentándose de saltamontes y miel silvestre, como dice el
evangelio, y será una voz fuerte la que grite en el desierto porque hay que
preparar los caminos del Señor. Será también una invitación a la penitencia y a
la conversión porque ya el hacha está junto a la raíz de los árboles que no dan
fruto y que habría que cortar.
Preparar el
camino del Señor significa reconocer su presencia, como dirá él, ‘con
vosotros está, en medio de vosotros está y no lo conocéis’. Pero él dará
testimonio porque el Espíritu le había dicho que aquel sobre quien viera
bajar al Espíritu en forma de paloma ese es el Mesías. Y así se lo
presentará a sus discípulos, no importándole que se vayan con El porque lo que
importa es que ‘El crezca aunque yo mengüe’. Así es la humildad del
Bautista. No querrá reconocer ni que es un profeta, aunque Jesús dirá de él que
profeta y más que profeta porque no ha nacido de mujer nadie mayor que él.
Cuando los discípulos
al bajar del monte del Tabor le preguntan a Jesús si Juan es Elías, como tantos
enseñaban, Jesús les dirá que no han querido reconocerlo, pero Elías ha
venido ya. Y dice el evangelista que se refería a Juan. Es lo que le había
anunciado el ángel al anciano Zacarías allá en el templo, que vendría con el espíritu
y el poder de Elías, y así se había presentado Juan.
Es el profeta
que continuamente vamos contemplando y escuchando mientras nosotros hacemos el
camino del Adviento. Recogemos su Palabra porque nosotros también queremos
preparar el camino al Señor y en esa tarea vamos avanzando en medio de este
camino. Mucho tenemos que escuchar y que aprender. Primero dejarnos arrebatar
por ese fuego divino que tenemos que hacer arder en nuestro corazón. Es el celo
por el Señor, es el celo por nuestra fe, es el fuego de la fidelidad a toda
costa, es el fuego con que nos dejamos transformar, es el fuego que hace nacer
ese ardor en el corazón para incendiar nuestro mundo de un nuevo amor.
Nos falta ese
celo, nos falta ese fuego, vivimos una fe demasiado amorfa y acomodaticia, vivimos
una fe muchas veces temerosa y cobarde, vivimos demasiado encerrados en
nosotros, en nuestras obras piadosas y necesitamos salir al desierto, a ese
mundo inhóspito, a ese mundo rebelde, a ese mundo que se ha llenado de tantos
dioses e ídolos que le atan y le esclavizan y que se ha olvidado del Dios
verdadero que le da la verdadera libertad. Y ahí tenemos que manifestarnos con
ese fuego, con ese ardor, con esa valentía para dar nuestro testimonio.
¿Se
despertará ese caballo de fuego como a Elías y a Juan Bautista en nuestro
corazón? ¿Volverá a arder de verdad ese fuego del Espíritu en el seno de la
Iglesia que muchas veces parece que anda adormecida?
viernes, 10 de diciembre de 2021
Es hora de que bajemos a la arena de la vida para dar un testimonio valiente en el seno de la Iglesia de lo que es en verdad seguir a Jesús
Es
hora de que bajemos a la arena de la vida para dar un testimonio valiente en el
seno de la Iglesia de lo que es en verdad seguir a Jesús
Isaías 48, 17-19; Sal 1; Mateo 11,
16-19
Ni juegan ni
dejan jugar, actitud y postura del niño caprichoso. Ni hacemos ni dejamos
hacer, y ya no son actitudes y posturas de niños, sino que muchas veces los
mayores así andamos. Los que desconfían de todo, los que a todo le ponen pegas,
los que van siempre a contracorriente, los que no ponen un dedo positivo en
cualquier obra que se emprenda, pero siempre tendrán algo que decir, una falta
que poner, una forma distinta de hacer las cosas, los que de todo opinan pero
no tienen un criterio claro de nada. Y ya no son niños pequeños, pero si que
viven con una actitud infantil. Nos encontramos muchos en la vida con características
así, pero, cuidado, no seamos nosotros también como el perro del hortelano que
ni come él ni deja comer al amo.
¿Qué voy a
hacer con esta generación? Se pregunta Jesús y ya nos dice que son como los
chiquillos de la plaza, nunca se ponen de acuerdo para nada, la cuestión es
estar siempre en contra del otro. Ni creyeron a Juan a quien veían muy austero
y les daba miedo pero ahora critican a Jesús y poco menos que lo llaman bebedor
y borracho porque come con los publicanos y pecadores.
Todos tenían
en mente la llegada del Mesías, pues era la esperanza de Israel desde todos los
siglos, pero con los profetas se había ido incrementando esa esperanza. Se
preguntaban si Juan sería el Mesías, aunque no le terminaban de creer; solo
gente sencilla se había ido con Juan al desierto a escucharle porque sus
palabras despertaban esperanza, pero desde la Jerusalén oficial no quieren
reconocer la misión de Juan y no terminan por aceptarle.
Pero ahora
hacen lo mismo con Jesús. También serán los sencillos los que vayan a
escucharle, si acaso alguien más importante quiere escucharle irá de noche a
ver a Jesús, y los principales tratan de ganárselo invitándolo a comidas como
para contrarrestar el que Jesús comiera con publicanos y pecadores; pero se ven
sorprendidos y descubiertos por Jesús en sus intenciones y terminarán también
por poner todos en contra hasta llevarle a la muerte.
Les costaba
aceptar la simplicidad del evangelio que anunciaba Jesús porque quizás estaban
añorando un mundo de normas y de reglas donde de alguna manera vieran como
consagrados sus privilegios; por eso cuando Jesús habla de amor y de
misericordia, de una autenticidad en las vidas despojándose de tantas caretas
con que trataban de ocultar corazones llenos de vicio y de maldad, no pueden
aceptar a Jesús. No entienden un mundo de misericordia, de perdón, de armonía
entre todos para todos sentirse hermanos. También rechazarán a Jesús.
¿Nos pasará a
nosotros igual de alguna manera? seamos conscientes de las pegas que nosotros
también ponemos, de las rebajas que nos queremos hacer en tantas ocasiones, en
cómo también nos ponemos como a la distancia ante lo que se hace en la Iglesia
para opinar, para criticar, de derruir muchas veces lo que otros hacen porque
no lo hicimos nosotros o porque nos creemos que nosotros los haríamos mejor. Es
la postura del que se pone como a la distancia para juzgarlo todo, pero no es
capaz de acercarse para echar una mano. Lo hacemos en la Iglesia en tantas
ocasiones, como también se convierte en costumbre de lo que hacemos en los
caminos de nuestra sociedad; no nos comprometemos con nada, pero de todo
queremos opinar creyéndonos que tenemos la llave de la sabiduría.
¿No será hora
de que bajemos a la arena de la vida y pongamos mano por obra para poner
nuestra parte en eso que queremos que sea mejor en nuestro mundo? ¿No será hora
de que nos pongamos a caminar con nuestra Iglesia viviendo un compromiso serio
y un testimonio valiente ante del mundo de lo que es en verdad seguir a Jesús?
¿No tendría que ir por ahí nuestro compromiso y nuestro camino de Adviento?
jueves, 9 de diciembre de 2021
Tenemos que cuidar la imagen que nosotros demos con el testimonio de nuestra vida de Jesús, de la Iglesia, de los valores del evangelio
Tenemos
que cuidar la imagen que nosotros demos con el testimonio de nuestra vida de
Jesús, de la Iglesia, de los valores del evangelio
Isaías 41, 13-20; Sal 144; Mateo 11,
11-15
Las
apariencias pueden engañarnos; y las apariencias nos las creamos nosotros en
nuestra imaginación; nos hacemos la idea de cómo tiene que ser una cosa y no
somos capaces de ver la realidad; estamos buscando algo en el revoltijo de
nuestras cosas y pasamos una y otra vez por nuestra mano lo que andamos
buscando y no somos capaces de reconocerlo.
Pero lo de
menos son las cosas, lo importante son las personas, y la imagen que nos
creamos no sabiendo captar en profundidad el valor de una persona; muchas veces
las personas buenas de verdad nos pasan desapercibidas, pero nos encandilamos
con quien habla mucho de si mismo o trata de manifestarse de una forma
atractiva para llamarnos la atención. Cuántas veces de una misma persona nos
encontramos dos opiniones enfrentadas en los que dicen que la conocen quizá por
la imagen que de ella nos hemos hecho desde nuestros prejuicios o de las
oscuridades que llevamos no solo en nuestros ojos sino en el corazón.
¿Qué idea se
tenían del Mesías que había de venir los contemporáneos tanto del Bautista como
del mismo Jesús? ¿Cuál es la idea que se formaron de Juan Bautista? Mientras
muchos acudían entusiasmados a la orilla del Jordán pensando quizá que ya había
llegado la hora del Mesías, había quienes desconfiaban de él e incluso enviaban
embajadas que de alguna manera iban a examinar con lupa lo que Juan decía y
hacía Lo mismo harían posteriormente con Jesús.
¿Es el
Mesías? ¿Es un profeta? ¿Es un antiguo profeta que ha vuelto a aparecer? ¿Será
acaso Elías el que fue arrebatado al cielo en un carro de fuego que ha vuelto
de nuevo como anunciaron algunos profetas? ¿Por qué bautiza y qué es lo que
realmente anuncia? Y la figura de Juan pasó cuando primero fue encarcelado
luego fue decapitado por Herodes a pesar de los revuelos que había levantado su
presencia en el desierto juno al Jordán. Cuando más tarde Jesús les preguntara
que sentido tenía el bautismo de Juan, si era cosa de Dios o cosa de los
hombres, incluso no querrán responder. Herodes se quedaría con sus dudas y
tormentos de conciencia cuando aparece la figura de Jesús.
Ahora será
Jesús el que hable de Juan situándolo de verdad en su misión. Un día diría que
no era una caña cascada en el desierto que el viento lleva de allá para acá,
para señalar la verdad y la fortaleza de la palabra que había anunciado el
Bautista preparando los caminos del Señor. Ahora nos recordará que ha sido el
que ha venido con el espíritu y el poder de profecía de Elías como se lo había
anunciado el ángel al Zacarías en el templo, aunque muchos no han querido
reconocerlo.
Son las
imágenes prefijadas de antemano las que nos confunden, como se confundieron con
la figura de Juan Bautista porque sus miradas eran turbias. Son las imágenes
también prefijadas de antemano que muchos pueden tener de Jesús, de la Iglesia
o de la religión quizás también porque el corazón anda turbio y cuesta entonces
ver y reconocer con claridad.
Claro que
muchas veces somos nosotros culpables de esa neblina turbia que creamos en
torno a Jesús, o en torno a la Iglesia, porque no hemos dado un testimonio
claro de nuestra fe. Los propios cristianos podemos crear esa neblina turbia
cuando nuestra vida se convierte en antitestimonio, porque no hay la rectitud
debida en nuestras vidas.
Es lo que
tenemos que cuidar, la imagen que demos del cristianismo, de la Iglesia, de la
fe por nuestra vida; no estamos reflejando en nosotros siempre con toda
claridad los valores del evangelio, no resplandecen las virtudes cristianas, no
somos siempre auténticos ejemplos de solidaridad y de amor; nos decimos
cristianos y nuestras vidas dejan mucho que desear. La apariencia que damos no
es la de unos creyentes en Jesús totalmente convencidos y comprometidos.
Podríamos habernos convertido en una pantalla opaca que no deja traslucir la luz de Jesús y del
evangelio.
miércoles, 8 de diciembre de 2021
Como María también nosotros caemos en gracia ante Dios porque en su benevolencia nos sentimos regalados por Dios que con María nos entrega a Jesús como Salvador
Como
María también nosotros caemos en gracia ante Dios porque en su benevolencia nos
sentimos regalados por Dios que con María nos entrega a Jesús como Salvador
Génesis 3, 9-15. 20; Sal 97; Efesios 1, 3-6.
11-12; Lucas 1, 26-38
Más vale caer
en gracia… decimos más de una vez cuando hemos sido beneficiados por algo, pero
no en sentido de algo que la suerte nos haya traído, sino en el sentido de que
alguien en su benevolencia ha pensado en nosotros y ha querido regalarnos algo
que nos llena de satisfacción.
En un mundo
tan lleno de acritud, en mundo en que nos envuelven las sombras de la duda y de
la desconfianza, en un mundo que vamos haciendo violento con nuestras envidias
y rencillas, con nuestros resentimientos y orgullos mal curados, con un amor
propio que sale tan fácil a flote y que nos lleva a enfrentamientos y luchas,
el sentir que alguien gratuitamente nos regala algo, nos descoloca, parece que
no estamos acostumbrados, nos sorprende y algunas veces no sabemos ni cómo
reaccionar. Claro que a esa gratuidad de lo que tan generosamente se nos ofrece
tendría que corresponder por nuestra parte una gratitud que no se quede solo en
palabras.
‘Has
hallado gracia ante Dios’, le dice el ángel a María después de sus saludos. La llena de gracia,
la saludó el ángel, porque Dios estaba con ella. María le cayó en gracia a
Dios. Estamos viendo es cierto ese actuar de Dios con María a la que eligió por
sí mismo depositando en ella todo su amor, pero tenemos que reconocer que la
gracia que María estaba recibiendo no era solo para ella, sino que era gracia
para toda la humanidad. El regalo de la gracia de Dios para María era un regalo
para la humanidad, porque a través de María nos iba a hacer llegar a quien iba
a ser en verdad la salvación para toda la humanidad.
María es la
elegida de Dios para ser su Madre, María era la elegida de Dios para ser la
madre del salvador del mundo. Aquel Hijo que por obra del Espíritu Santo habría
de nacer de sus purísimas entrañas, el Hijo del Altísimo, será llamado Hijo de
Dios iba, sin embargo, a llevar un nombre que venía a significar ese regalo de
Dios para la humanidad. ‘Y le pondrás por nombre Jesús porque el salvará al
pueblo de sus pecados’. Ya nos dirá en otro momento el evangelio que tanto
amó Dios al mundo que no paró hasta entregarnos a su Hijo único. Es el regalo
de Dios, es la benevolencia de Dios.
El mundo se
iba a llenar de luz porque las sombras iban a desaparecer. Nos tenemos que
sentir sorprendidos por esa luz que comienza a brillar para nosotros y que de
alguna manera nos viene de mano de María, pero que es el regalo de la
benevolencia de Dios para con todos nosotros. No quiere el Señor otra cosa para
nosotros que la salvación, como nos repetirá en otras ocasiones el evangelio,
la buena nueva que nos trae Jesús. Si antes decíamos que en ese mundo tan
convulso en el que vivimos, tan lleno de egoísmos y de insolidaridades nos
descoloca cuando nos encontramos con alguien que generosamente nos regala algo,
así tenemos que sentirnos ante el misterio de Dios que hoy se nos revela en
María.
Hoy es un día
cuando celebramos su Inmaculada Concepción y escuchamos este evangelio que
estamos comentando en el que no paramos de cantar alabanzas a María porque así
se dejó llenar de Dios en esa disponibilidad y en esa apertura de su corazón a
lo que era la voluntad de Dios pero tenemos que fijarnos en la generosidad de
su respuesta.
Es la
correspondencia de María a la gratuidad del don de Dios para ella y para la
humanidad. Está ella reconociendo ese don de Dios. ‘El Poderoso se fijó en
la pequeñez de su esclava’, cantaría María en la visita a su prima Isabel
en la montaña, reconociendo que el Señor había hecho obras grandes en ella y
por eso la iban a felicitar todas las generaciones. Pero ella con su respuesta
estaba manifestando como la misericordia del Señor se iba a seguir derramando
por todas las generaciones. ‘Su misericordia llega a sus fieles de generación
en generación…’
Claro que el
Señor derramó su gracia sobre ella y la hizo grande; claro que en María veremos
resplandecer todas las virtudes y toda la santidad; claro que hoy la
contemplamos Inmaculada en ese don que Dios le concedió al preservarla de todo
pecado en virtud de los méritos de su Hijo Jesús.
Nos gozamos
con ella, nos felicitamos con ella como los hijos se felicitan con la madre.
Pero nuestra fiesta de María tiene que ser ese reconocimiento de la gratuidad
de la benevolencia de Dios sobre nosotros que se tiene que convertir en la
generosa gratitud que con toda nuestra vida imitando a María nosotros tenemos
que ofrecer. María es también ese regalo de Dios para la humanidad, para todos nosotros. Cantemos agradecidos la gloria
del Señor. ‘Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha
bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos’.
Bendito sea Dios que nos ha regalado a María.
martes, 7 de diciembre de 2021
Veremos finalmente un camino de luz encontrando sentido a las palabras de consuelo del profeta porque a pesar de todo lo que pasamos podremos celebrar navidad
Veremos
finalmente un camino de luz encontrando sentido a las palabras de consuelo del
profeta porque a pesar de todo lo que pasamos podremos celebrar navidad
Isaías 40, 1-11; Sal 95; Mateo 18, 12-14
Vamos
avanzando en nuestro camino de Adviento. Un camino que vivimos entre nuestras
zozobras y nuestras preocupaciones, nuestras carreras y nuestros agobios,
nuestro suspirar por tiempos mejores pero también afrontando la realidad del
día a día que muchas veces hace aflorar la incertidumbre y el desconsuelo. Ahí
están nuestras preocupaciones de cómo llegar a final de mes o como nos vamos a
hacer frente a la ola de regalos y comidas que se nos echa encima con esto de
la navidad. Ahí están las lágrimas de los que lo han perdido todo – como ha
sucedido en nuestra tierra con el volcán de la tierra palmera – y también las
lágrimas de los seres queridos que nos han dejado y cuyo hueco sentiremos
fuerte en nuestras festivas celebraciones. Así podríamos seguir pensando en
muchas cosas, pero también en muchas personas que junto a nosotros van haciendo
su camino en la vida y que para ellos muchas veces está muy lleno de sombras.
Y ahí,
estamos haciendo nuestro camino de Adviento. ¿Qué significará para muchos?
¿Cuáles son las verdaderas esperanzas que laten en sus corazones? ¿Qué es lo
que les puede decir el Adviento? Ya sabemos que para muchos de nuestro entorno
– y cuidado nos pueda pasar a nosotros también – no les dice nada, en eso es en
lo menos que piensan, otras son sus preocupaciones. Es la realidad. Pero ahí
los que nos decimos creyentes, los que en verdad con sentido queremos hacer
este camino porque queremos celebrar una verdadera navidad sí tenemos que
sentir muy viva esa Palabra que se nos proclama y que vamos escuchando en el día
a día de nuestro camino.
Hoy el profeta
tiene una palabra de consuelo. ¿No la necesitaremos en verdad? Si algunas de
las cosas que mencionábamos antes nos afectan o nos tocan de alguna manera, esa
palabra profética puede ser, tiene que ser una hermosa palabra que hemos de escuchar. ‘Consolad, consolad a mi pueblo —dice
vuestro Dios—; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su
servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble
paga por sus pecados’. Viene el Señor con su salvación y nos habla a
nuestro corazón. ¿Por qué hemos de seguir en nuestras angustias y en nuestras
penas? ¿Por qué tenemos que seguir atormentándonos? ¿Por qué vamos a pensar que
vamos a seguir siempre en ese camino oscuro en que no encontremos una luz?
‘Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder y con su brazo manda. Mirad, viene con él su salario y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, reúne con su brazo los corderos y los lleva sobre el pecho; cuida él mismo a las ovejas que crían…’
Pero en medio nos ha dicho una cosa muy
importante, y es que hemos de preparar los caminos del Señor. ¿Cómo nos lo
dice? ‘En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa
una calzada para nuestro Dios…’ En el desierto. ¿Cuál es ese desierto hoy?
No tenemos que irnos a los desiertos de Judea donde predicaba el Bautista; no
tenemos que trasladarnos al inhóspito Sahara para hacer allí unos caminos o
unas calzadas.
Ese desierto está en ti, en tus
preocupaciones y agobios, en tus carreras y en tus locuras, en esas
incertidumbres que llenan tu vida ante el futuro o en esos problemas que se te
presentan cada día y que quizá en un momento determinado parece que se crecen…
es ahí donde tenemos que abrir caminos nuevos, es ahí donde tenemos que
preparar esa calzada para nuestro Dios que viene a nosotros, es ahí donde
tenemos que sentir el paso del Señor con su consuelo pero también con su
fortaleza para no decaer en nuestras luchas, para seguir abriéndonos paso por
la vida y ahí dejando nuestro testimonio, el grito de nuestra vida, como nos decía
el profeta.
Y una hermosa palabra de esperanza nos
deja el evangelio. Tras la parábola que nos propone que nos habla del pastor
que va a buscar a la oveja perdida, mientras el resto se queda en el aprisco, Jesús
nos dice ‘igualmente, no es voluntad de vuestro Padre que está en el cielo
que se pierda ni uno de estos pequeños’. Podremos sentirnos pequeños, poca
cosa, que nada valemos pero que además los problemas se acumulan sobre
nosotros, nunca podré sentirnos abandonados. Dios no quiere que se pierda ‘ni
uno de estos pequeños’.
¿Veremos finalmente un camino de luz?
¿Encontraremos sentidos a las palabras de consuelo que nos ofrece el profeta?
¿Podremos, a pesar de todo lo que pasamos, celebrar con sentido la navidad?
Para todos es una palabra de luz esta palabra del profeta.
lunes, 6 de diciembre de 2021
Caminos de Dios que nosotros también hemos de recorrer y que en nosotros han de ser signos para los demás para que todos puedan ver las maravillas de Dios
Caminos
de Dios que nosotros también hemos de recorrer y que en nosotros han de ser
signos para los demás para que todos puedan ver las maravillas de Dios
Isaías 35, 1-10; Sal 84; Lucas 5, 17-26
Dios se mete
en medio de nosotros aunque a veces no sepamos descubrir su presencia o lo que
quiere decirnos a través de lo que nos sucede. Sí, Dios está caminando en medio
de nosotros y tendríamos que tener una buena sintonía de Dios, una mirada
verdaderamente creyente para cuanto nos sucede. No para que estemos viendo
siempre castigos, porque cuando suceden desgracias tenemos esa tentación fácil.
Aquello que inocentemente decíamos de niños, ‘Dios castiga sin piedra ni
palo’, cuando nos sucedía algo que no entendíamos después de quizás haber
metido la mata en alguna cosa. Yo hoy no lo diría así, sino que el amor de Dios
se hace presente no para castigarnos, sino para llamarnos y no son piedras ni
palos sino muchos gestos bonitos que podemos ver en los demás y que son señales
de ese amor de Dios.
Hoy
contemplamos en el evangelio un pasaje que en su mismo desarrollo fue
desconcertante para algunos, sin embargo al final nos dirá el evangelista que
la gente daba gloria a Dios porque había visto maravillas. Unos hombres – bien
anónimos porque poco se dice de quienes eran pero que son muy importantes en
este relato – vienen trayendo en una camilla a un paralítico que quieren hacer
llegar hasta los pies de Jesús. Ante las dificultades por la afluencia de gente
a la entrada de la puerta se las ingenias para descubrir el tejado y por allí
bajar al hombre en su camilla hasta los pies de Jesús.
¿Sorpresa por la osadía de aquellos
hombres? El dueño de la casa ya estaría pensando quien iba a arreglar todo
aquel destrozo. Pero la sorpresa fue mayor en la reacción de Jesús. ‘Viendo
la fe que tenían le dice: Hombre, tus pecados están perdonados’. ¿No venían
para que Jesús curase a aquel hombre? pero esa quizá fue la reacción menor,
porque por allí andaban unos fariseos y maestros de la ley que comienzan a
hablar de blasfemia. Y eso era muy grave, pues aplicando al pie de la letra la
ley de Moisés al blasfema habría que apedrearle. A tanto quizá no llegan, pero
su reacción es notable de manera que encontrará respuesta en Jesús.
‘¿Qué estáis pensando en vuestros
corazones? ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir:
Levántate y echa a andar? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene
poder en la tierra para perdonar pecados —dijo al paralítico—: A ti te lo digo,
ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa’. Y aquel
hombre quedo curado, tomó su camilla y fue a su casa.
Dios estaba allí presente y lo que se
estaba manifestando era la misericordia infinita de Dios. Aquellos fariseos y
maestros de la ley no la supieron ver; la gente sencilla – es a los pequeños y
a los sencillos a los que se manifiesta mejor el rostro de Dios – supieron
reconocerlo y daban gloria a Dios. ‘Hoy hemos visto maravillas’,
exclaman todos.
Es en cada uno de los pequeños detalles
donde se está manifestando la gloria de Dios. Nos han pasado desapercibidos
aunque somos conscientes de su fe y su valentía para llegar a descolgar por el
techo al paralítico. ¿Pero no tendríamos que ver ahí también los caminos de
Dios?
Eran unos voluntarios, como ahora los
llamaríamos, pero estaban haciendo la obra de Dios. Eran unos voluntarios que
estaban caminando, quizá sin saberlo o ser conscientes del todo, los caminos de
Dios. Los caminos de Dios que también se están abriendo para nosotros. Grande
es el campo donde podemos recorrerlo, porque muchas cosas semejantes podemos ir
haciendo en la vida. Ayudaron al paralítico a llegar hasta Jesús, ayudar…
Cuántas manos podemos tender, cuántos
brazos podemos ofrecer para que sirvan de apoyo, cuantos hombros podemos poner
junto al abatido para que descanse allí su pena y su dolor, cuántos oídos
tenemos que abrir para escuchar aunque nos lo repitan cansinamente una y otra
vez las penas y las angustias de tantos que sufren, cuánto tenemos que abrir
nuestros ojos para ver, para darnos cuenta, para captar la necesidad o ver esa
mirada suplicante… cuántas camillas podemos nosotros portar de tantos a los que
les cuesta caminar por la vida.
Los caminos de Dios que nosotros
también hemos de recorrer; los caminos de Dios que en nosotros han de ser
signos para los demás. Que todos puedan ver las maravillas de Dios.
domingo, 5 de diciembre de 2021
El creyente cristiano con el testimonio de su vida y de sus obras ha de ser profecía de salvación para nuestro mundo de hoy que ha perdido la esperanza
El
creyente cristiano con el testimonio de su vida y de sus obras ha de ser
profecía de salvación para nuestro mundo de hoy que ha perdido la esperanza
Baruc 5, 1-9; Sal 125; Filipenses 1, 4-6.
8-11; Lucas 3, 1-6
Se nos da un
marco histórico muy concreto con datos además totalmente fiables. Es el momento
histórico que está viviendo el pueblo judío sometidos al imperio romano,
señalándosenos en concreto el nombre del gobernador romano, pero las
circunstancias concretas de la administración de toda la región de Palestina y
el poder religioso que aun permanecía en Jerusalén.
Tiene su
significado. No es una cosa baladí en la que se ha entretenido el evangelista
con su erudición histórica, sino que está situándonos el momento concreto en
que nos llega la salvación. Fue aquel momento, como nosotros hemos de situarnos
en nuestro momento concreto, con las circunstancias concretas, con los hechos
de nuestra historia que en el momento presente vivimos cuando nosotros hemos de
escuchar esa Palabra de Dios hoy. Si Jesús más tarde en la sinagoga de Nazaret
utiliza la Palabra ‘hoy’ para hablarnos del cumplimiento de aquella
profecía que acaba de proclamar, es en este hoy del presente donde hemos de ver
cumplida también esa Palabra de Dios en nuestra vida.
Momentos de incertidumbre y de interrogantes como siempre hay en nuestro corazón, momentos que nos alertan y nos despiertan ante la Palabra de Dios que llega a nuestra vida, pero siempre para el creyente momentos de esperanza y de una alegría que en cierto modo vamos pregustando en aquel anuncio que se nos hace.
Es lo que
nos anuncia el profeta en la primera
lectura: ‘Jerusalén, despójate de tu vestido de luto y aflicción que llevas,
y vístete las galas perpetuas de la gloria que Dios te concede. Envuélvete en
el manto de la justicia de Dios, y ponte en la cabeza la diadema de la gloria
del Eterno, porque Dios mostrará tu esplendor a cuantos habitan bajo el cielo…’
Son las vestiduras que solo podrá vestir el que tiene mucha esperanza en su
corazón. Es lo que tenemos que despertar en nosotros. Quiere despertar en
nosotros la Palabra que se nos anuncia, para que podamos vestir ‘las galas
perpetuas de la gloria que Dios nos concede’.
Y es que nosotros estamos viviendo este
tiempo de Adviento en este hoy concreto de nuestra vida son sus desolaciones,
con sus angustias y sufrimientos, con nuestras preocupaciones del día a día,
con las catástrofes naturales que nos asolan y llenan de angustia a tantas
personas, con unas pandemias que no terminamos de vencer, con una crisis en la
sociedad que no solo es lo económico que no sabemos cómo levantar sino también
sobre todo de valores morales, con un mundo que va cayendo en la pendiente de
la indiferencia en lo religioso, con multitud de problemas en nuestra Iglesia
que nos llenan de estupor y pueden hacer caer en un sin sentido a tantos.
Ahí se levanta delante de
nosotros la profecía que nos anuncia una palabra de esperanza, pero que nos
pide una renovación profunda en nuestra vida. Surgió allá en el desierto de
Judea junto al Jordán la voz de Juan al que pronto llamarían el Bautista.
Anunciaba un bautismo de conversión porque los caminos de Dios había que
enderezarlos. Recordaba lo que había anunciado el profeta Isaías: ‘Voz del
que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos;
los valles serán rellenados, los montes y colinas serán rebajados; lo torcido
será enderezado, lo escabroso será camino llano. Y toda carne verá la salvación
de Dios’.
¿Qué nos estará anunciando esa
voz profética? ¿Qué nos estará pidiendo? ¿Cuál será ese camino de conversión
que hemos de recorrer? No perdamos de vista las palabras finales del profeta. ‘Y
toda carne verá la salvación de Dios’.
Para aquellas angustias e
interrogantes, para esos caminos que vamos haciendo en los que hemos perdido el
sentido, para ese mundo que hemos ido destrozando en la medida en que hemos
permitido que se vaya alejando más y más de Dios, hay salvación, porque será
posible la transformación, porque será posible comenzar algo nuevo, porque
podremos liberarnos de tantas cosas que nos han ido enredando en una maraña
incomprensible de pensamientos y de cosas, porque podemos purificarnos de todo
eso que nos ha envuelto y llenado nuestra vida de maldad y de pecado, porque
podremos comenzar a ver de nuevo la luz y las tinieblas no nos vencerán, porque
podemos hacer un hombre nuevo, una iglesia nueva, un mundo nuevo y mejor.
El verdadero creyente en Jesús no
pierde nunca la esperanza; tenemos que mostrarnos maduros en nuestra fe, sintiéndonos
fortalecidos por el Espíritu del Señor que está con nosotros; no nos podemos
dejar apabullar por tantas voces de aquí y de allá que nos quieren atraer unos
con sus cantos de sirena y otros viéndolo todo tan catastrófico que solo ven la
ruina como destino final. Es también el anuncio que tenemos que hacer a nuestro
mundo. Con el testimonio de nuestras obras convirtámonos en profetas de
salvación para nuestro mundo.
‘Y esta es mi oración, nos decía san Pablo, que vuestro amor siga
creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores.
Así llegaréis al Día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de
justicia, por medio de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios’. Hagámosla
nuestra dejándonos así transformar por el amor de Dios y con nuestro testimonio
poniendo esperanza en nuestro mundo.