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sábado, 21 de enero de 2017

Hay cosas que nos interpelan y producen inquietud dentro de nosotros, abramos nuestro corazón al Evangelio

Hay cosas que nos interpelan y producen inquietud dentro de nosotros, abramos nuestro corazón al Evangelio

Hebreos 9,2-3.11-14; Sal 46; Marcos 3,20-21
‘¡Tú estás loco!’, le decimos a alguien cuando hace o dice algo que nos parece fuera de lo normal, que llama la atención o que de alguna manera rompe nuestros esquemas mentales. Claro que normalmente lo expresamos desde la confianza que nos pueda merecer esa persona, aunque también a veces viendo uno las cosas que se hacen o se dicen en medio de nuestra sociedad nos quedamos desconcertados porque no sabemos, como se suele decir, a donde vamos a parar.
También tenemos una reacción así cuando lo que oímos o lo que vemos nos interpela, porque nos hace hacernos preguntas allá en lo hondo de nosotros mismos, nos hace buscar nuevos planteamientos, nos descubre quizá mundos nuevos. Algunas veces quizá lo necesitamos para salir de nuestras rutinas, para ver la posibilidad de un mundo nuevo, para descubrir cómo tendríamos que implicarnos en cambiar muchas cosas en nosotros mismos que no nos satisfacen o cambiar en consecuencia también muchas cosas de nuestro mundo que no nos gustan. Esas interpelaciones pueden ser un buen revulsivo para nuestras vidas y para nuestra sociedad.
Si hacemos una lectura atenta del evangelio esa interpelación tendría que hacer también en nosotros. Muchas veces hacemos una lectura muy fría, demasiado quedándonos en palabras pero no captando el verdadero espíritu que está en el fondo que no es otro que el espíritu divino que quiere también interpelarnos y transformarnos.
La gente que se iba encontrando con Jesús tenia unas reacciones muchas veces así. No podía ser quedarse en un entusiasmo momentáneo porque impresionaran sus milagros, o con una mirada crítica como hacían otros buscando donde encontrar algo para acusarlo porque realmente en el fondo ellos se sentían también interpelados aunque no lo quisieran reconocer; una reacción fácil era decir que estaba loco, que eran cosas del maligno encubiertas en apariencias de bondad y a la larga buscar la forma de quitarlo de en medio porque quizá podían estar en peligro sus prebendas y su estilo de vida muy cómoda también en lo religioso y de alguna manera rutinaria. La presencia de Jesús, sus obras y sus palabras no podían dejarlos tranquilos.
Hoy nos dice el evangelio que los familiares de Jesús querían llevárselo porque pensaban que no estaba en sus cabales. Pero quizá no era solo su familia sino a tantos que les molestaba ese sentido nuevo que Jesús estaba mostrándonos. Hoy nos sucede también en muchas situaciones de la vida, de la sociedad y hasta en la misma Iglesia. Hay gente que se siente desconcertada y en lugar de plantearse hondamente qué es lo que nos pasa por dentro que quizá no está en buena consonancia con el evangelio, lo que hacemos es ponernos en contra, tratar quizá de desprestigiar, pensar que eso son como modas momentáneas que pronto pasarán y ya vendrá otro que ponga las cosas en su orden, diciendo que habría que volver a la rutina de siempre.
Pensemos que el Espíritu del Señor Jesús que recibimos no es para dejarnos en nuestras rutinas y es un tremendo revulsivo para nuestras vidas, para transformarnos hondamente. Abramos nuestro corazón al Espíritu de Dios que quiere llenarnos de vida nueva. No temamos al Evangelio de Jesús, a escuchar allá en lo más hondo del corazón su mensaje de vida y salvación.

viernes, 20 de enero de 2017

Somos también los enviados del Señor a hacer el anuncio del evangelio y a liberar a nuestro mundo de todo mal transformándolo desde el amor

Somos también los enviados del Señor a hacer el anuncio del evangelio y a liberar a nuestro mundo de todo mal transformándolo desde el amor

Hebreos 8,6-13; Sal 84; Marcos 3,13-19
‘Jesús, mientras subía a la montaña, fue llamando a los que él quiso, y se fueron con él…’ Ayer escuchábamos que la gente se arremolinaba alrededor de Jesús y venían de todas partes a escucharle y a sentirse sanados con su salvación. Acudían a El con toda clase de males en su espíritu y enfermedades en sus cuerpos doloridos o llenos de discapacidades. Para todos Jesús tenía una palabra y un gesto de salvación.
Pero hoy escuchamos que cuando subía a la montaña llamó a los que El quiso. En el relato bíblico la subida a la montaña y lo en ella realizado tiene siempre un cierto grado de solemnidad. Era algo importante lo que Jesús estaba haciendo y así nos lo quiere significar el evangelista, como Moisés que en la montaña había recibido la misión de Dios o las tablas de la Ley. En la montaña Jesús proclamará las bienaventuranzas que es algo así como todo un programa de su evangelio. Ahora sube a la montaña y escoge entre todos los discípulos a doce. El evangelista nos dará sus nombres.
‘A doce los hizo sus compañeros, para enviarlos a predicar, con poder para expulsar demonios’. Es la misión que Jesús les quiere confiar. Los llama apóstoles, sus enviados. Los envió a predicar. Habían de realizar el mismo anuncio del Reino que Jesús estaba realizando. Y lo habían de realizar haciendo los mismos signos de Jesús. Hemos venido escuchando como Jesús sana, cura, llena de vida; cura a los enfermos, da vista a los ciegos, a los inválidos los levanta para que puedan caminar, expulsa a los demonios. Es lo que sus enviados han de realizar también. Por eso nos dice que los envió a predicar con poder para expulsar demonios.
Expulsar demonios significa arrancar el mal que domina los corazones de los hombres. A los endemoniados se les llama poseídos, poseídos por el demonio, por el mal. Anunciar el Reino significa desterrar el mal, porque en el Reino de Dios no cabe el dominio del mal; precisamente si pertenecemos al Reino de Dios es porque en la salvación de Jesús nos hemos visto liberados del mal.
Decimos el pecado, decimos todo el mal que anida tantas veces en nuestro corazón. Pero decimos todo lo que sea mal, nos impida el bien, nos domine o nos esclavice. Los milagros que Jesús realiza en los que va liberando del mal de la enfermedad, la ceguera, la inmovilidad, la sordera o la incapacidad de hablar, la lepra que destruye el cuerpo, o la muerte de la que resucita, son signos de esa liberación de Jesús.
Y eso lo hemos de vivir en nosotros, pero lo hemos de anunciar a los demás, lo hemos de ir realizando en nuestro mundo. Un mundo que estamos llamados a transformar; nunca más nos domine el odio o el desamor, nunca más nos veamos arrastrados por las violencias, nunca más la injusticia haga sufrir a los hombres, nunca más vivamos envueltos en la falsedad, la mentira y la apariencia, nunca mas nadie se vea cegado por sus pasiones.
Un mundo nuevo hemos de ir realizando. Un mundo nuevo transformado por el amor. Son las semillas del amor las que tenemos que ir sembrando haciendo siempre el bien, viviendo un nuevo sentido de solidaridad, buscando siempre la justicia para que nadie se sienta esclavizado por nada ni por nadie. Son las señales que nos hemos de dar con nuestros gestos, con nuestras actitudes, con nuestro actuar.
Es el amor que abre nuestras vidas a los demás, es el amor que nos hace construir unas nuevas relaciones de verdadera amistad, es el amor que guía nuestra convivencia para que siempre reine la armonía y la paz, es el amor que nos impulsa a colaborar en todo lo bueno, es el amor que va sembrando de alegría los corazones de todos los que nos encontramos a nuestro paso.
Somos también los enviados del Señor a hacer el anuncio del evangelio y a liberar a nuestro mundo de todo mal. ¿Hasta donde llega nuestra respuesta y nuestro compromiso?


jueves, 19 de enero de 2017

Buscaban esperanza y se encontraron con el tesoro escondido en Jesús, por eso querían estar siempre con El, ¿lo buscamos nosotros y deseamos estar con El?

Buscaban esperanza y se encontraron con el tesoro escondido en Jesús, por eso querían estar siempre con El, ¿lo buscamos nosotros y deseamos estar con El?

Hebreos 7,25–8,6; Sal 39; Marcos 3,7-12
Cuando encontramos alguien con quien sentimos especial sintonía porque responde a nuestras expectativas, nos comprende en nuestros problemas o necesidades, es capaz de mostrarnos afecto aun sin manifestarlo con palabras o gestos especiales, nos sentimos con confianza como para exponerle nuestras inquietudes o esas negruras que podamos llevar dentro siendo capaces de expresarle lo más intimo de nuestro ser, no nos queremos separar de esa persona, deseamos estar siempre a su lado, nos bebemos sus palabras, casi nos aprendemos de memoria sus gestos, queremos como copiarle en nuestra vida en sus actitudes y hasta en su manera de vivir.
Son las amistades hermosas que muchas veces florecen en la vida que no nacen precisamente desde unos deseos sensuales, sino desde esa sintonía espiritual que se crea entre las dos personas. Ojalá en la vida sepamos irnos encontrando así con los que nos rodean porque no solo veríamos el mundo y la vida con unos ojos más llenos de color y de vida, sino que además de enriquecernos mutuamente en realidad estamos haciendo un mundo mejor. Por eso decimos que encontrar un verdadero amigo así es encontrar un tesoro.
Un tesoro, la perla escondida y preciosa era lo que las gentes en tiempos de Jesús habían encontrado. Por algo Jesús nos dirá más adelante que el Reino de Dios es como el tesoro escondido en el campo que un hombre encuentra y que hará todo lo posible por obtenerlo; por algo nos lo comparará también con la perla preciosa que todos querrán tener.
Ya el evangelista nos hablará de la luz que resplandeció en medio de las tinieblas y aquellos pueblos de Galilea se vieron iluminados con una nueva luz con la presencia de Jesús. El evangelista hoy nos dice que todos querían ver y estar con Jesús. Nos dirá incluso que Jesús pedirá que tengan una barca preparada porque la gente parece que lo quiere estrujar.
Habían venido de todas partes; ya el evangelista se encarga de hacernos una descripción mencionando lugares del norte y del sur de palestina, no solo será Galilea en el norte, sino que vendrán de más allá porque llegarán hasta de tierra de paganos, Tiro y Sidón ya en Fenicia; pero nos hablará de los lugares del sur porque nos menciona Judea y Jerusalén, pero también de mas allá del Jordán vendrán para escuchar a Jesús.
Y todos vienen con las inquietudes de su alma, con los problemas que tienen en la vida, con las necesidades no satisfechas, con sus sufrimientos y dolores. Parece siempre que cuando vemos a la gente venir hasta Jesús fueran solo los enfermos del cuerpo o los discapacitados físicamente los que vinieran o trajeran hasta Jesús. Pero el evangelio nos habla de toda clase de sufrimientos y dolencias, y nos habla de los atormentados en su espíritu. Cuántos dolores del alma, cuantas inquietudes no satisfechas, cuantas esperanzas rotas, cuantos deseos de más y mejor que no se quedan solo en lo material, cuantos corazones atormentados tenemos que ver en los que acuden a Jesús.
Como nosotros, como tantos a nuestro lado que también necesitamos encontrar ese tesoro, esa luz, esa vida para nuestro espíritu. Porque no son solo los achaques de nuestro cuerpo los que nos hacen sufrir; también muchas veces tenemos rotas nuestras esperanzas, nuestra vida se vuelve turbulenta y parece que le falta luz, le falta un norte por el que luchar o al que dirigir los pasos de su vida. Así tenemos que vernos ante Jesús. Así tendríamos que desear estar con El y escucharle, y empaparnos de su vida, de sus valores.
¿Será así como vamos a Jesús, como buscamos a Jesús? ¿También desearemos estar con El, no separarnos de El nunca? Que no se nos convierta en una rutina nuestra fe en Jesús.

miércoles, 18 de enero de 2017

Cuidado con las actitudes pasivas o negativas que podamos tener con las que estemos dejando morir a quienes tendríamos que dar vida con nuestro amor

Cuidado con las actitudes pasivas o negativas que podamos tener con las que estemos dejando morir a quienes tendríamos que dar vida con nuestro amor

Hebreos 7,1-3.15-17; Sal 109; Marcos 3,1-6
‘¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?’ Es el planteamiento que Jesús les hace cuando aquel sábado en la sinagoga contempla que están al acecho a ver qué es lo que Jesús hacia. Por eso nos dice el evangelista que Jesús estaba dolido por la obstinación de aquellos que no sabían o no querían ver lo bueno que Jesús hacia.
Hay gente quizá que también están pendientes de lo que nosotros podamos hacer, de lo que la Iglesia pueda hacer y como sucedía entonces siempre están con torcidas interpretaciones, con prejuicios y cegueras para no ver ni para entender lo que hacemos o lo que la Iglesia hace. Ahora hasta piden fiscalizaciones sobre lo que la iglesia hace y como administra sus dineros sin querer ver las obras de la Iglesia.
¿Quién en estos momentos de crisis está respondiendo como lo está haciendo la Iglesia en Cáritas, en tantos comedores sociales, por poner alguna ejemplos, en tantos grupos de religiosos o de cristianos de a pie por llamarlos de alguna manera están intentando resolver tantos problemas de tanta gente que está pasando necesidad, o tantos problemas sociales de la más diversa índole? Siempre querrán decirnos que a este o al otro no le ayudaron, no le dieron todo lo que pedía o necesitaba pero quizá luego no contribuimos con nuestra generosidad y nuestro altruismo a que se puedan sostener todas esas obras.
No quiero con esta reflexión que me hago con el evangelio entrar a hacer fáciles apologéticas o defensas como tampoco entrar en polémicas innecesarias, sino que es como un deseo de que tengamos mejores miradas para cuanto de bueno se realiza en nuestro entorno y seamos capaces de valorar la generosidad de tantos que hacen el bien, se hacen solidarios con los demás, comparten sus cosas, su vida, su tiempo buscando hacer el bien, remediar una necesidad o llevar una sonrisa y una palabra de consuelo y de animo a tantos que sufren.
Quizá, sí, tengamos que preguntarnos qué es lo que podemos o debemos hacer.  ¿Queremos salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir? Nuestras omisiones, nuestra pasividad, la desgana que muchas veces se nos mete dentro de nosotros, la despreocupación con que vivimos en nuestra relación con los demás queriendo despreocuparnos de todo lo que afecte a los otros, el cerrar los ojos para desentendernos o el mirar para otro lado, el pensar primero en mis cosas y solo en mis cosas o necesidades… son maneras con las que estamos dejando morir a los demás.
No lo pensamos o  no queremos pensarlo y cuando las acciones de los demás o sus palabras nos interpelan tratamos de justificarnos o lo que es peor queremos minusvalorar lo que los otros hacen poniendo por ejemplo mala o doble intención donde no la hay para desprestigiar a los que hacen el bien. Lo hacemos de manera descarada o lo hacemos de formas muy sutiles pero tenemos esa tentación pendiente sobre nosotros.
Hoy es un evangelio que nos interpela, desde la forma con que miremos las cosas buenas que hacen los demás, como les pasaba a aquellos fariseos que estaban al acecho de lo que hacia Jesús, o nos interpela el actuar de Jesús para que nos preguntemos qué es lo más que aun tendríamos que seguir haciendo de bueno por los otros.

martes, 17 de enero de 2017

El día de descanso hemos de saber convertirlo en un día de encuentro intenso para la convivencia familiar y el encuentro con los demás desde el encuentro que vivimos con el Señor

El día de descanso hemos de saber convertirlo en un día de encuentro intenso para la convivencia familiar y el encuentro con los demás desde el encuentro que vivimos con el Señor

Hebreos 6,10-20; Sal 110; Marcos 2,23-28
En la cultura que hoy vivimos, con las nuevas costumbres que se van introduciendo, teniendo en cuenta también los ritmos de trabajo que hoy se tienen, nos parece como muy fuera de lugar y nos cuesta entender los planteamientos que hoy en el evangelio vemos que le hacen a Jesús en relación al descanso sabático.
Hoy las exigencias y derechos al descanso por nuestro trabajo tienen otras regulaciones y normalmente tampoco van unidas al hecho religioso, aun cuando permanece como habitual, salvo que sean otras las exigencias del trabajo, que el descanso sea asociado al fin de semana. El ritmo de la semana desde antiguo y es herencia de la cultura antigua tiene su eje en el domingo, que si es cierto que para nosotros los cristianos tienen un hondo sentido religioso, en la cultura laica que se vive se desliga de ese sentido religioso.
Para el pueblo judío y eso en cierto modo lo heredamos los cristianos aunque lo hayamos trasladado al domingo, el descanso sabático que fue una buena norma antigua que obligaba al necesario descanso sin embargo tenia un fuerte sentido religioso. Era el día del descanso del Señor, el séptimo día como nos venia enseñado en los relatos de la creación, tenia la motivación profunda de ser el día del culto a Dios, de la alabanza y la acción de gracias por la vida recibida y por los frutos obtenidos por el trabajo del hombre.
Jesús quiere enseñarnos como hemos de vivir con autentica libertad espíritu. No nos podemos sujetar a unas normas sin mas, como si nos sintiéramos atados a ellas viviendo en una cierta como esclavitud. Es cierto que necesitamos del descanso semanal, y hemos de saberle dar su autentico sentido, nunca como una atadura. Necesita el hombre de ese descanso y podríamos decir que con esa norma heredada de la Biblia somos los creyentes como pioneros de esa defensa de esos derechos, que ahora viviremos con otros ritmos y quizás en otros tiempos.
Es algo que tenemos que saber seguir cuidando, es cierto. Aunque descanso no significa quedarnos sin hacer nada; es una buena oportunidad para el desarrollo de nuestro espíritu, la profundización en nuestra cultura, pueden ser momentos para una especial solidaridad y aprender a pensar también en los demás dedicando parte de nuestro tiempo al bien que de una forma u otra podamos hacer a los demás.
Y en nuestro sentido creyente ese día en que rompemos el ritmo de nuestras actividades es la oportunidad para ese especial culto al Señor. Es cierto que el autentico creyente cada día y en cada momento se siente en la presencia del Señor, y cada día hemos de saber dedicar parte de nuestro tiempo para ir al encuentro del Señor en la oración, la alabanza y la acción de gracias, queriendo también escuchar a Dios en nuestro corazón abriéndonos a su Palabra salvadora.
Pero en ese día del Señor nosotros los cristianos tenemos un especial recuerdo, una memoria de lo que es nuestra salvación. Por eso en ese día de manera especial hacemos y celebramos el memorial del Señor, muerto y resucitado para nuestra vida y salvación. Es el día en que participamos en la celebración de la Eucaristía, uniéndonos a la alabanza y la acción de gracias de toda la Iglesia y dejándonos iluminar por la Palabra del Señor que se nos proclama alimentamos nuestra vida en Cristo con la comunión eucarística.
No es el rito que tenemos que realizar, ni la obligación que tenemos que cumplir; es la necesidad de nuestro espíritu, es el deseo de llenarnos de Dios, es el hambre de su palabra, su presencia y su gracia para vivir de forma comprometida nuestra fe. Por eso seremos capaces de dejarlo todo para ir al encuentro con el Señor y de ese encuentro del Señor saldremos con nuestro espíritu rebosante de gracia para ir también al encuentro con los demás. Ese día de descanso se convierte así en un día de encuentro intenso en que vamos a vivir de forma muy especial en la unidad familiar, pero vamos también a aprender a convivir mejor con los amigos, con los compañeros, con los que nos rodean.
Qué hermoso sentido le daríamos a nuestro descanso; qué hermoso sentido le daríamos así al día del Señor.

lunes, 16 de enero de 2017

Necesitamos algo más que una ropa nueva que nos disfrace exteriormente de buenos si no hacemos que el corazón sea ese odre nuevo que pueda contener el vino nuevo del evangelio

Necesitamos algo más que una ropa nueva que nos disfrace exteriormente de buenos si no hacemos que el corazón sea ese odre nuevo que pueda contener el vino nuevo del evangelio

Hebreos 5,1-10; Sal 109; Marcos 2,18-22
Aunque quizá algunas veces queramos dar la impresión de que somos un tanto anárquicos que nos molestan las normas, los reglamentos, las leyes y todo lo que nos quiera imponer una conducta determinada, sin embargo en el fondo, aunque nos cueste confesarlo, sí estamos buscando en cierto modo la regla que nos diga hasta donde podemos llegar y desde donde no debamos de pasarnos, o qué es lo mínimo con lo que podemos contentarnos para ya sentirnos satisfechos porque ya hemos cumplido.
Tenemos nuestros ritos en la vida, y no es solo en el ámbito de lo religioso que también, con los que cuando los realizamos ya decimos que hemos cumplido, que hemos hecho lo bueno que tendríamos que hacer. Claro que en el ámbito de lo religioso esto se manifiesta muchas veces de forma más acusada. Nos dicen, o queremos que nos digan, cuales son las cosas básicas que tenemos que hacer, tratamos de cumplirlas y ya nos damos por satisfechos de que somos unas personas muy religiosas y no tenemos ni queremos complicarlo la vida más.
¿No es en cierto modo lo que hacemos cuando decimos que cumplimos porque vamos a misa en algunas ocasiones por determinadas circunstancias, pero luego ya no hacemos nada más? ¿No se nos convertirá en un rito que hacemos porque sí, porque hay que cumplirlo, pero sin que eso tenga una repercusión en nuestra vida, en nuestro comportamiento o en nuestros compromisos? ¿No es en cierto modo también lo que hacemos cuando decimos que ya cumplimos porque no comemos carne los viernes, pero quizá nos regalamos otros manjares más suculentos y lujuriosos? ¿No será algo así lo de nuestros rezos repetitivos y rutinarios en los mientras nuestros labios van recitando rezos y rezos aprendidos de memoria, nuestra mente y nuestro corazón están muy lejos porque andamos en otras preocupaciones? Así podríamos fijarnos en muchas cosas en las que simplemente nos contentamos con cumplir pero nada más. Cuantos reglamentos, normas, protocolos como se les llama hoy nos encontramos en muchas instituciones, organizaciones, grupos eclesiales. Disfraces muchas veces que ponemos en la vida.
Es lo que le estaban planteando hoy a Jesús aquellos que vinieron a decirle a Jesús que por qué sus discípulos no ayunaban si ahora lo estaban haciendo los discípulos de Juan o los fariseos. Pero Jesús viene a señalarles que las cosas hay que entenderla de otra manera. El estilo del Reino de Dios, el estilo y el sentido de sus seguidores tienen que ser bien distinto. No es el cumplimiento por el cumplimiento. Algo más hondo tiene que haber en la vida cuando decimos que optamos por el Evangelio, por el Reino de Dios.
Recordamos la palabra que Jesús empleaba desde el principio de su predicación, conversión. Y conversión era una vuelta total a la vida para creer y para poder aceptar esa buena nueva del Evangelio, esa buena nueva del Reino de Dios que Jesús nos estaba proclamando. Nuestra relación con Dios debe ser de otra manera, no la podemos basar en cumplimientos rituales. Algo nuevo hemos de sentir en nuestro corazón que se manifieste en nuestras acciones, en nuestras actitudes, en una nueva relación con Dios, en una nueva y distinta relación con los demás que para siempre serán mis hermanos.
Por eso hoy nos habla de que no podemos basar la vida del discípulo en puros remiendo, sino que tiene que ser una vestidura nueva, un odre nuevo para que el vino nuevo del Evangelio no se desparrame y pierda. Una alegría nueva hemos de sentir en el corazón cuando nos sentimos llenos de Dios porque en verdad es el Señor de nuestra vida. Una nueva felicidad vamos a sentir en nuestro corazón cuando aprendamos a tener hambre de justicia, sed de amor, deseos de paz, pureza de corazón, desprendimiento generoso para no dejar que se nos apeguen las cosas en el corazón.


domingo, 15 de enero de 2017

Necesitamos llegar a la verdad plena, a ese pleno conocimiento de Jesús que solo podremos alcanzar si nos dejamos conducir por el Espíritu que nos revelará que Jesús es el Hijo de Dios

Necesitamos llegar a la verdad plena, a ese pleno conocimiento de Jesús que solo podremos alcanzar si nos dejamos conducir por el Espíritu que nos revelará que Jesús es el Hijo de Dios

Isaías 49, 3. 5-6; Sal 39; 1Corintios 1, 1-3; Juan 1, 29-34
Nos creemos que conocemos y sabemos y luego nos damos cuenta que no es así; teníamos nuestras apreciaciones, sospechábamos (y lo digo con el mejor sentido) que era de una determinada manera, nos hacemos nuestros juicios de valor, porque siempre queremos tener razón y no reconocer que nos podemos equivocar o que no hemos llegado a tener suficiente conocimiento, pero necesitamos que alguien nos descubra lo más profundo, lo que nosotros quizá ni podíamos intuir, el misterio hondo que hay por ejemplo en la persona que se nos puede hacer impenetrable si la persona no nos habla de si misma o nos descubre sus secretos, sus razones, el por qué de su actuar o de su manera de vivir.
Es peligroso creernos que lo sabemos todo y que el conocimiento que yo tengo por mi mismo me basta; es necesario tener humildad para buscar, para contrastar con quien nos pueda dar una opinión distinta, estar abierta a ese misterio que se esconde detrás de lo que aparentemente vemos. Digo que es peligroso porque nos llenamos de prejuicios y en nuestra cerrazón no llegamos a conocer la verdad.
Esto en muchos aspectos de la vida, en nuestra relación con los demás o en los problemas con los que nos vamos enfrentando en la vida, en el misterio y en el sentido de la vida, en lo que queremos hacer de nuestro mundo y el compromiso que con él tenemos, en el descubrimiento del misterio de Dios. Es necesario con humildad dejarnos conducir haciéndonos también por supuesto el razonamiento más justo y también personal.
Es bueno, es necesario que siempre estemos en una actitud humilde de búsqueda; las autosuficiencias y los orgullos no nos ayudan mucho aunque nos sintamos tentados a pensar lo contrario. Ha de haber una apertura en nosotros en ese deseo de conocer, de descubrir quizá cosas nuevas, distintas, para no quedarnos en lo mismo de siempre. Es el anhelo de toda la humanidad que ha sido ha progresado en su pensamiento, en su cultura, en el desarrollo de grandes cosas que nos van mejorando la vida.
Es el anhelo también que hemos de sentir de Dios. Algunas veces pensamos que nada nuevo nos pueden enseñar de Dios y en nuestra autosuficiencia pensamos que nos lo sabemos todo. Porque quizá conozcamos los hechos del evangelio, quizá luego no llegamos a profundizar de verdad en lo que Jesús quiere decirnos, en toda esa novedad que continuamente se nos está ofreciendo. Evangelio es buena nueva, es buena noticia y lo que es nuevo y es noticia no es simplemente quedarnos anclados en lo que nos parece que simplemente es de siempre.
Juan el Bautista, el que había venido como Precursor del Mesías a preparar los caminos del Señor nos hace hoy una hermosa confesión. ‘Yo no lo conocía…’ nos dice. ¿No lo conocía porque nunca lo había visto a pesar de ser parientes? ¿No lo conocía porque ahora era la primera vez que Jesús llegaba hasta el Jordán donde Juan estaba bautizando? El era el profeta y en él se escuchaba la voz de Dios para señalarnos los caminos que habíamos de preparar para su venida. Pero ahora nos dice ‘Yo no lo conocía…’
‘Y Juan dio testimonio diciendo: He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo’.
Juan Bautista se dejó conducir por el Espíritu. ‘El que me envió a bautizar con agua me dijo…’ Es el Espíritu del Señor que le está hablando en su corazón, dándole a conocer quien es Jesús. El que contemplamos el domingo pasado en el episodio del bautismo del Señor en el Jordán es el que nos ha de bautizar con Espíritu Santo. Aquel Jesús que se había puesto en la cola de los pecadores que iban a hacer penitencia sumergiéndose en las aguas del Jordán es el que no necesita penitencia porque está lleno del Espíritu de Dios y hará para nosotros un nuevo Bautismo en el Espíritu para el perdón de los pecados. Será el que nos dará su Espíritu como regalo de pascua para el perdón de los pecados.
Con razón ahora Juan lo va a señalar a sus discípulos cuando Jesús viene de nuevo a su encuentro tras los cuarenta días de ayuno en el desierto: ‘Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo’. Este es por aquel que yo he salido a bautizar con agua para preparar los caminos pero comienza ahora un tiempo nuevo porque es el que tiene el Espíritu, el que bautiza en el Espíritu para el perdón de los pecados.
Porque Juan se dejó conducir por el Espíritu es por lo que ahora puede dar testimonio. ‘He dado testimonio de que es el Hijo de Dios’. Es lo que nosotros tenemos que aprender. Dejarnos conducir por el Espíritu que es el que nos conducirá a la verdad plena como más tarde nos dirá Jesús, es el que nos lo revelará todo, es el que en verdad nos hará que podamos conocer a Jesús en toda su plenitud.
Lo decíamos antes, nos hacemos nuestras ideas, nuestras consideraciones y nuestros pensamientos, pero necesitamos llegar a la verdad plena, a ese pleno conocimiento de Jesús que solo podremos alcanzar si nos dejamos conducir por el Espíritu. Tenemos que desmontar de nuestras cabezas eso que tantas veces decimos que ya nosotros tenemos nuestra fe y no hay nadie que nos la cambie.
Necesitamos profundizar en el misterio de Jesús, en el misterio de Dios; tenemos que estar en esa actitud humilde de búsqueda, como antes decíamos. Queremos conocer a Jesús para poder vivirle, y conocer a Jesús es dejar que con su Espíritu nos inunde por dentro, para que nos configuremos con Cristo, para que nuestra vida transparente a Cristo porque vivimos su misma vida, por hacemos sus mismas obras, porque amamos con su mismo amor.