No nos desanimen los momentos de desconcierto con que
tropecemos en la vida, sino sigamos sembrando con esperanza la buena semilla
que haga fructificar nuestro mundo
1Corintios 15, 35-37. 42-49; Sal 55; Lucas
8, 4-15
Hay momentos en que
nos sentimos desconcertados en la vida porque quizás habíamos puesto mucha ilusión
en algo que emprendíamos, una iniciativa nueva quizás trabajada con esperanza
de unos frutos con los que podríamos lograr una vida mejor, pero las cosas no
prosperaron, lo que esperábamos conseguir se vio mermado en sus frutos y algo así
sentimos como sensación de fracaso por no haberlo logrado. Pueden ser nuestros
trabajos, un negocio que emprendemos, la tarea que como padres queremos
realizar con nuestros hijos que por mucho que quisimos luego no llegamos a
palpar los frutos de nuestra tarea educadora, y así podíamos pensar en muchas
situaciones.
Quienes queremos
realizar una tarea pastoral en la Iglesia ponemos mucho empeño en la tarea que
queremos realizar asumiendo unas responsabilidades y son los catequistas que
trabajan con los niños o los jóvenes en la tarea de la educación en la fe,
serán los que quieren animar grupos de trabajo en las parroquias, los que
quieren realizar una tarea misionera en sus ambientes y forman parte de grupos
apostólicos; pero puede sucedernos como antes mencionábamos que hay momentos en
que nos sentimos desconcertados porque después de mucho esfuerzo parece que
todo se esfumó, las personas en las que teníamos esperanza de frutos de vida
cristiana de repente se vinieron abajo y abandonaron. Sentimos desencanto,
sentimos desilusión, a veces nos sentimos fracasados sin en verdad no nos hemos
fortalecido espiritualmente para esa tarea. ¿Qué ha sucedido para encontrar
estas respuestas negativas?
Quizá, los mayores al menos
eso nos parece recordar, hemos vivido en nuestra historia reciente momentos de
gran fervor, de gentes que Vivian intensamente su religiosidad, donde
contemplábamos quizá nuestros templos llenos de feligreses, pero de la noche a
la mañana, nos parece, todo eso se ha enfriado, no hay el mismo fervor en las
gentes, nuestros templos se han vaciado de feligreses. Sentimos quizá la
angustia de preguntarnos qué es lo que hicimos, qué hicimos mal para tener
estos resultados que ahora nos parecen tan negativos.
Escuchando la parábola
que nos propone hoy Jesús en el evangelio me han venido a la mente estos
pensamientos, aunque nos pudiera parecer que no tiene relación una cosa con
otra. La parábola es la del sembrador y que hoy escuchamos en el evangelio de
san Lucas, estamos más habituados quizá a escuchar la misma parábola en el
evangelio de san Mateo. El sembrador que sale a sembrar la simiente y lo va
haciendo por todos lados.
Es así como esa buena
semilla cae en tierra pero en diferentes terrenos; en todos parece que quiere
brotar, pero en muchos de ellos va a encontrar dificultad no solo para germinar
sino para luego poder crecer y llegar a dar fruto. La parábola nos habla del
terreno duro y repisado del borde del camino, como nos hablará del terreno
hecho un pedregal y sequedal, como también de los terrenos llenos de abrojos y
malas hierbas; solo la semilla caída en tierra buena y preparada será la que
dará fruto, pero también nos dice que no todo el fruto es el mismo porque
producirá en diferentes proporciones.
Es lo que con la
parábola ilumina esas situaciones de las que hemos venido hablando. Las
actitudes del corazón de las personas son muy variadas; y digo las actitudes
pero quizá tendríamos que decir mucho más, porque ahí están nuestras costumbres
enraizadas en nuestra vida, ahí están las influencias que desde distintos lados
podemos estar recibiendo, ahí están las rutinas de nuestra vida y los apegos a
las cosas en la confusión de no saber qué es lo verdaderamente principal, ahí
está esa tendencia a vivir un materialismo que nos lleva a querer disfrutar de
lo primero que aparece delante de nosotros sin saber discernir bien porque
quizás nos tomamos con mucha superficialidad la vida, ahí está ese dejarse
llevar por lo primero que salga, el que no querer detenernos a pensar y
reflexionar en algo hondo que pueda dar un sentido a la vida rehusando todo lo
que nos pueda hacer pensar y reflexionar sobre nuestra misma vida. Son esos
distintos terrenos en las que cae la semilla.
Quizá alguien podría
decirnos que el sembrador tenía que haberse preocupado antes de preparar el
terreno, como intenta hacer todo buen agricultor. Pero en el mensaje que quiere
trasmitirnos la parábola el que llegue así la semilla a bote pronto a cualquier
terreno quizás nos quiere interpelar a los que la escuchamos para que empecemos
por darle importancia a esa semilla que llega a nosotros y no simplemente por
azar sino que es algo con lo que Dios quiere interpelarnos a cada uno de
nosotros porque de cada uno de nosotros está esperando un fruto, que no tiene
que ser igual en todos, sino que cada uno responderemos desde lo que somos y
desde lo que es nuestro terreno.
Hoy esta semilla está
llegando a quienes queremos escucharla y recibirla. Respetemos que otros no
estén interesados aunque con el deseo de que un día ellos también abran su
terreno para acoger esa semilla. A ti y a mí que ahora nos está llegando esta
semilla nos llega una interpelación muy profunda para que demos fruto, pero
quizá también para que seamos sembradores de buena semilla en ese mundo que nos
rodea, aunque algunas veces lo veamos endurecido y reseco o lleno de abrojos.
No olvidemos que ahí también tenemos que sembrar la semilla, respetando la
respuesta que cada uno quiera dar, pero ayudando de nuestra parte para que alguien
pueda encontrarle su sentido.