Lo maravilloso es hacer extraordinariamente bien las cosas pequeñas de cada día
Eclesiástico
48,1-4.9-11; Sal 79; Mateo 17,10-13
Si surgen cosas espectaculares y grandiosas enseguida
les prestamos atención, corremos allí donde podamos contemplarlas, y pronto
corre la noticia de boca en boca de manera que en poco tiempo todos tienen
conocimiento del acontecimiento. Sin embargo hay cosas maravillosas que suceden
cada día en el silencio de lo ordinario y sin hacer ruido y a eso no le
prestamos atención y pasarán desapercibidas.
Podemos referirnos a acontecimientos o hechos que
pueden formar parte de nuestra historia, pero podemos hacer referencia también
a las personas; lo que es llamativo, escandaloso enseguida es conocido de todo
el mundo, pero esas personas que en el silencio y la humildad no se cansan de
hacer el bien, de cumplir fielmente con todas sus responsabilidades y
obligaciones en el cumplimiento de su deber o de los compromisos que haya
adquirido con la sociedad que le rodea, nadie las conoce y las valora. Cosas
para hacernos pensar, para aprender a valorar lo maravilloso de lo ordinario
realizado extraordinariamente bien.
En el evangelio escuchamos una pregunta que le hacen
los discípulos a Jesús sobre la venida de Elías, el profeta que como narraban
las Escrituras había sido arrebatado al cielo en un carro de fuego. Estaba muy
extendido en la época de Jesús desde las enseñanzas de las escuelas rabínicas
que como había anunciado el profeta Malaquías volvería Elías también de forma
espectacular. Estaban expectantes; recordemos que es la pregunta que le hacen
al Bautista desde aquella embajada venida de Jerusalén. ‘¿Eres tú Elías?’
Pero Jesús viene a responderles a los discípulos que Elías
ha venido ya si así lo quieren aceptar. El evangelista comentará que ellos
entendieron que se refería a Juan Bautista. Podríamos recordar que el ángel del
anuncio a Zacarías le dice que vendrá con el espíritu y el poder de Elías. Sin
embargo como no se había manifestado tal como ellos lo esperaban de forma
espectacular no supieron verlo ni aceptarlo. Aquel profeta surgido allá en el
desierto en la mayor pobreza y austeridad no daba la imagen para ellos de lo
espectacular que esperaban. Pero así se había manifestado Juan con el espíritu y el poder de Elías
preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto.
Así también fue la vida de Jesús. El camino que nos
enseñaba Jesús que era el mismo que El recorría no era fácil aceptarlo. Era fácil
estar con Jesús cuando realizaba signos maravillosos en los milagros ya curara
enfermos, les diera de comer en el desierto o resucitara muertos, pero el día a
día de la humildad de la sencillez, el día a día en que se acercaba a los
pobres y a los últimos, a los enfermos y a todos los que se consideraban
marginados era más difícil de seguir. Por eso incluso los discípulos discutían
entre ellos peleándose por los primeros puestos pues les costaba entender el
camino de hacerse el último, de no dejarse notar y pasar desapercibido, de
entregar la vida en el servicio y en el amor hasta llegar al extremo era más difícil
de seguir.
Aprendamos a realizarnos en lo pequeño aunque pase
desapercibido; aprendamos a poner amor en todo lo que hagamos siendo capaces de
hacernos los últimos; sepamos descubrir en esa gente sencilla que camina a
nuestro lado todo lo bueno que hacen; seamos capaces de hacer
extraordinariamente bien y con fidelidad total esas pequeñas cosas de cada día;
no busquemos la espectacularidad en lo que hagamos que ya Jesús nos enseña a
que no sepa la mano izquierda lo que hace la derecha; que nos preocupemos
simplemente de realizar esas buenas obras de cada día, que ya brillarán por si
mismas para que todos den gloria al Padre del cielo.