Jesús se quitó el manto y se ciñó la toalla y nos dice ‘os he
dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo
hagáis…’
Éxodo 12, 1-8. 11-14; Sal 115; 1Corintios
11, 23-26; Juan 13, 1-15
Alguien escribió en
relación a este día que estamos viviendo. ‘El
Jueves Santo sabe a testamento. Nos trae gestos y palabras de Jesús que llevan
a lo esencial, a una invitación a hacer memoria de lo vivido, pero, sobre todo,
a vivir cada día haciendo memoria, realizando cada cristiano la entrega que
Jesús hizo por nosotros’.
‘Os he
dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo
hagáis…’
les dice a los discípulos cuando termina de lavarles los pies. ‘Haced esto
en memoria mía… haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía’, les
dice cuando parte el pan y les reparte la copa. Los gestos de Jesús son su
testamento, lo que nosotros hemos de hacer. No otra cosa pueden hacer los que
reciben un testamento de su ser amado.
Es lo que
hoy contemplamos y celebramos. Es lo que hoy queremos hacer vida en nosotros. La
memoria que nosotros hemos de hacer no es simplemente el recuerdo de algo
sucedido en el pasado. Hacer memoria para nosotros es hacer presente, en el
ahora y hoy de nuestra vida, lo que realizó el Señor. No es solo recordar, sino
es hacer, es vivir lo mismo, de la misma manera, y aquí está la maravilla,
sintiendo esa presencia viva hoy y ahora del Señor en nosotros y con nosotros.
La cena
comenzó con ese gesto que los sorprendió. Es cierto que siempre se ofrecía agua
al que llegaba para hacer sus abluciones, pero lo sorprendente y significativo
son los gestos de Jesús. Es El quien se adelante quitándose el manto, pero al
mismo tiempo ciñéndose la toalla. No es ya solo ofrecer sino ponerse a hacer,
porque va poniéndose a los pies de cada uno de los discípulos para lavárselos
ante la sorpresa, la reticencia incluso de ellos que les parecía imposible que Jesús
realizara aquel gesto. Escuchamos solo a Pedro poner las pegas, por así
decirlo, pero seguro que era el pensamiento de todos.
Pero
fijémonos en el detalle que nosotros también hemos de saber copiar, saber
realizar. No solo se despoja del manto que hubiera sido una dificultad para
realizar la acción, sino que se ciñe la toalla. Se ciñe como el que va a
trabajar, a realizar algo. Es todo un signo que no nos puede pasar
desapercibido. Comenzaba en aquel momento algo nuevo en la vida de Jesús,
porque iba a comenzar su pasión, su entrega hasta el final. No era que otros
los entregaran, sino era El mismo quien se entregaba, quien se aprestaba a
comenzar a subir y culminar aquel camino que le llevaba a la cruz, que le
llevaba a la glorificación.
Aquel
momento de lavarles los pies a los discípulos era el primer paso de quien les
había enseñado que había que hacerse el último y el servidor de todos para ser
verdaderamente importante. Era el paso que se continuaba, se prolongaba en su
camino bajo el peso de la cruz y que culminaba el amor más generoso y más
grande porque era el amor de quien daba su vida por los que amaba. Era el momento
de su gloria, de su glorificación como ya había anunciado repetidamente en el
evangelio aunque a los discípulos tanto les costaba comprender.
Pero
recordemos lo que luego les diría. ‘Os he dado ejemplo para que lo que yo he
hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis…’ Es su testamento, como
antes decíamos, es lo que nos manda hacer, lo que nosotros tenemos que hacer.
Tenemos que ceñirnos también para ir a lavar los pies. Qué amplio campo se abre
ante nosotros del que no podemos desentendernos. Es de tantas maneras como
podemos y tenemos que realizarlo.
Pero no
olvidemos ceñirnos, porque tiene que ser la primera predisposición que tiene
que haber en nosotros. Ceñirnos es la disponibilidad en que hemos de estar.
Ceñirnos en la generosidad que hemos de tener en el corazón. Ceñirnos es la
humildad para sabernos agachar, sí, también a la altura de los pies de los
demás. Ceñirnos es ponernos a mirar a los ojos del que tenemos enfrente.
Ceñirnos es tender la mano mirando a los ojos porque no es simplemente dejar
caer una limosna, sino ofrecer nuestro amor. Ceñirnos es abrir los oídos del
corazón para escuchar, para sintonizar mejor con los demás y querer enterarnos
de cual es su sufrimiento como compartir también sus ilusiones y alegrías
aunque nos parezcan pobres.
Ceñirnos…
son tantas cosas, piensa en los que tienes a tu lado y que algunas veces te
cuesta soportar y amar, piensa en el desconocido que llega a tu vida y tienes
la tendencia a recibirle con desconfianza, piensa en esa persona que sabes que está
sola y a quien podrías acompañar dándole tu tiempo, piensa en esas personas que
vemos marginadas y rechazadas porque la gente pasa indiferente ante ellas o
porque quizá no nos caen bien y no nos gusta su facha y trata de detenerte en
la orilla del camino donde está, piensa en esa mirada que alguna vez has
recibido de alguien pero que has tratado de desviar tu mirada para no darte por
enterado… ceñirnos.
Cuando
aprendamos a ceñirnos y a ponernos a lavar los pies – y bien sabemos de cuantas
maneras podemos lavar los pies – entonces comprenderemos de verdad todo el
hondo significado que tiene el otro gesto de Jesús en este día. ‘Esto es mi
cuerpo’, y les reparte el pan; ‘esta es mi Sangre derramada’, y les
hace compartir la copa. Es la nueva Alianza, es el Nuevo Testamento, es la
presencia del Señor que se hace vida nuestra.
Ya
entonces vimos al Señor cuando fuimos capaz de ceñirnos, ahora sentimos la
fuerza del Señor para poder mantenernos ceñidos y dispuestos generosamente para
el amor. Y es que de su amor nos alimentados porque El se hace vida, se hace
alimento, se hace comida para estar con nosotros, para que nosotros nos hagamos
uno con El. ¿Entenderemos entonces el hondo sentido de la Eucaristía?
Es el
testamento del Señor. Es lo que El hizo y quiere que nosotros hagamos. Es la
entrega de Jesús que ha de ser también nuestra entrega. Vivámoslo en este
jueves santo especial, que si en nuestros templos hoy no se realiza el rito del
lavatorio de los pies, cada uno de nosotros tenemos la oportunidad de realizarlo
de muchas maneras, aunque por las circunstancias estemos encerrados en nuestras
casas. Alguna nueva forma tendremos de ceñirnos como lo hizo Jesús.