Muchos
chips tendremos que cambiar en nuestro interior si en verdad queremos ser los discípulos
de Jesús
1Samuel 9, 1-4. 17-19; 10, 1ª; Sal 20;
Marcos 2, 13-17
Mira que miramos – valga la redundancia
– con quien nos juntamos, quienes consideramos del círculo de nuestros amigos.
Nos solían decir ‘mira con quien andas y te diré quien eres’, para
evitar mezclarnos con gente de mala sombra; no con cualquiera queremos
juntarnos, y como en la vida nos vamos encontrando y relacionarnos con toda
clase de personas, ya andamos con cuidado de que no nos vean con cualquiera.
Por aquello que dice el refrán de quien a buen árbol se arrima, buena sombra
le cobija. Y es lo que queremos buscar buena sombra.
Yo no sé ustedes que me están leyendo
esta reflexión, con qué tipo de personas nos juntamos, pero es cierto que es
algo que en algunos sectores se tiene muy en cuenta, y es lo que nos decían
nuestros padres que no anduviéramos con malas compañías. ¿Y qué hacemos si no
sabemos con quien juntarnos?
Pero esto no es nuevo, porque hoy en el
evangelio algunos andan criticando a Jesús porque se rodea de malas compañías.
Y comenzamos por ver a aquellos que va escogiendo y llamando para que anden con
El y sean ese primer grupo fundamente de la Iglesia que ha de fundar. No se ha
destacado Jesús por buscar lumbreras, gentes de alta inteligencia y mucha
preparación.
Hemos ido viendo que los primeros que
escoge y llama son unos rudos pescadores de aquel lago de Tiberíades o mar de
Galilea. Pedro, Andrés, Santiago y su
hermano Juan son unos sencillos pescadores, veremos luego que entre los doce
escogidos para ser los apóstoles hay algunos Celotes, que podríamos decir que
son los independistas, los que de una forma o de otra luchaban contra la dominación
romana.
Hoy va a llamar a uno versado en números
y cuentas, pero que además forma parte de aquel grupo que todos desprecian por
su oficio de recaudador de impuestos y por la fama de usureros que tenían en
sus prestamos a los que se veían necesitados de dinero, un publicano como todos
los llaman.
Es el eje del relato de hoy porque cuando Jesús pasa junto a la garita
donde está aquel publicano, Leví, Jesús lo invita a seguir y prontamente él se
va con Jesús. Celebrará luego un banquete en su casa donde están todos sus
amigos, pero al que invita también a Jesús y a los primeros discípulos que le
siguen por todas partes.
Pero ahí aparece la reacción de los ‘hombres
de bien’, los del grupo de los fariseos cumplidores en exceso y al que
solían pertenecer también los maestros de la ley. Aquellos tan puritanos que se
lavaban mil veces las manos para que ninguna impureza entrase en sus corazones,
ahora se extrañan de ver comer al Maestro de Nazaret en la misma mesa que todo
aquel variopinto grupo donde están también los publicanos y los pecadores. ‘¿Cómo
es que come con publícanos y pecadores?’ será la pregunta que se hacen,
pero que runruneando harán llegar a los discípulos que siguen a Jesús y hasta
los mismos oídos de Jesús.
‘No necesitan médico los sanos, sino
los enfermos’, será el comentario de
Jesús. Ha venido por todos porque ninguno estamos sanos, todos lo necesitamos,
incluso aquellos que por allí andan runruneando. ‘No he venido a llamar a
los justos sino a los pecadores’. Podríamos decir en buena lógica que los
justos no lo necesitarían, ¿pero quien es el justo de verdad? En otra ocasión
solamente dirá que ‘el que esté sin pecado, que tire la primera piedra’. Y
Jesús estará allí donde hay un pecador que lo necesita. ‘Misericordia quiero
y no sacrificio’, dirá en otro momento y nos invitará a que seamos
compasivos y misericordiosos como lo es nuestro Padre del cielo.
Muchos chips tendremos que cambiar en
nuestro interior si en verdad queremos ser los discípulos de Jesús. Distintos
tienen que ser los vientos que soplen en nuestra alma, porque otras tienen que
ser las direcciones que hemos de tomar. Otra tiene que ser la apertura que
tengamos en el corazón.