Una nueva alegría desde la fe y la nueva comunión y fraternidad llena nuestra vida
Amós, 9, 11-15; Sal. 84; Mt. 9, 14-17
‘¿Por qué nosotros y
los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?... ¿Es
que pueden guardar luto los amigos del novio, mientras el novio está con ellos?’
Así se acercaron a Jesús los discípulos de Juan, el
Bautista. Apreciaban que con Jesús las cosas eran diferentes y en la práctica
los discípulos de Jesús no hacían lo que ellos habían visto hacer al Bautista y
que seguían conservando en sus costumbres. Recordamos la figura austera del
Bautista allá en el desierto, vestido con una piel de camello y alimentándose
de saltamontes y miel silvestre, como nos han explicado los mismos
evangelistas.
El Bautista invitaba a la penitencia para la conversión
de los pecados como una forma de preparar los caminos del Señor; y aunque el
Bautista ya había sido decapitado por Herodes, sus discípulos seguían en la
misma observancia de la austeridad, la penitencia y los ayunos. Pero era algo
que también practicaban los fariseos. Y ahora ven que Jesús no va por ese
camino ni los discípulos de Jesús hacen lo mismo.
Ya hemos escuchado la respuesta que les da Jesús. Con
Jesús se está instaurando un mundo nuevo; El anuncia la llegada del Reino de
Dios y había comenzado también invitando a la conversión para creer en la Buena
Noticia del Reino de Dios que Jesús proclamaba. Era noticia de algo nuevo que
comenzaba. La fe y la relación con Dios habían de vivirse de otra manera
dándole una mayor profundidad que además debía traducirse en esa nueva forma de
relación y de comunión que había de vivirse con los demás.
La Buena Noticia que Jesús anunciaba llenaba de alegría
los corazones porque un mundo nuevo comenzaba y renacían las esperanzas. Jesús
habla de la alegría y de la fiesta de una boda, y mientras se está en la boda
no caben los duelos y las tristezas. Comparaba el Reino de Dios con una boda,
con un banquete de bodas y de ello había propuesto diversas parábolas.
Lo que era necesario para participar en esa boda era el
traje de fiesta que era mucho más que un ropaje externo que se pusiera como un
adorno, porque significaban unas actitudes nuevas que habrían de vivirse. Y se
visten ese traje de fiesta porque en sus corazones hay unas actitudes nuevas
que nos hacen sentir hondamente lo que es la hermandad y la comunión no pueden
estar con cara de luto ni de llanto. Ya recordamos que en otro momento en el
sermón del monte nos dirá que cuando ayunemos no pongamos cara de aflicción
para dar a entender a los que nos rodean lo que son nuestras penitencias y
nuestras luchas interiores sino que, como nos decía, nos lavemos la cara y nos
perfumemos.
Ahora podemos entender mejor el sentido de esta frase
con que Jesús responde a la pregunta de los discípulos de Juan. ‘¿Es que pueden guardar luto los amigos del
novio, mientras el novio está con
ellos?’ Es que necesariamente tenemos que manifestar lo que es la alegría
de nuestra fe que nos hace vivir de una manera especial la presencia del Señor
junto a nosotros, pero será también la alegría con que vivimos esa comunión y
esa fraternidad en el encuentro con los hermanos, que será también encontrarnos
con el Señor. ¿Caben duelos y tristezas cuando nos encontramos los que nos
amamos?
Es por eso que Jesús nos propone a continuación
diversas imágenes para expresar todo eso nuevo que desde su evangelio nosotros
estaremos viviendo. Nos habla de trajes nuevos hechos con paños nuevos, porque
de nada nos valen los remiendos; nos habla de odres nuevos para poner el vino
nuevo, porque ese vino nuevo del evangelio no lo podemos poner en unos odres ya
viejos y desgastados que lo que harán es reventarse para que se pierda ese vino
nuevo.
Es la transformación que hemos de realizar en nuestra
vida a partir del evangelio. Es algo nuevo lo que hemos de vivir, por eso
comenzaba haciéndonos el anuncio de que habíamos de convertirnos para aceptar
el Reino nuevo de Dios que con Jesús se constituía. No son remiendos, no son arreglitos, no son componendas para
quedarnos siempre en lo mismo, es una vida nueva la que hemos de vivir. Como
más tarde nos dirá san Pablo somos unos hombres nuevos, porque el hombre viejo
ya ha muerto.
Vivamos con alegría nuestra fe; expresemos con toda
intensidad la alegría y el gozo de sentirnos hermanos y en comunión con todos.
Eso nos pedirá una nueva forma de relacionarnos con Dios y con los demás.