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sábado, 9 de octubre de 2021

Que lleguemos a sentir dentro de nosotros el orgullo y la alegría de que nos digan que nos parecemos a la Madre porque escuchamos la Palabra y la plantamos en el corazón

 


Que lleguemos a sentir dentro de nosotros el orgullo y la alegría de que nos digan que nos parecemos a la Madre porque escuchamos la Palabra y la plantamos en el corazón

Joel 4,12-21; Sal 96; Lucas 11,27-28

Cómo se siente de regocijada una madre cuando escucha buenos rumores del hijo de sus entrañas, porque no hay orgullo más grande para una madre que ver el crecimiento y la maduración de los hijos, ver cómo se hacen hombres de provecho – en frase muy popular que antes escuchábamos en los consejos de una madre, pero también escuchar quizá cómo aquel hijo se parece con su madre.

Por eso cuando una madre ve también el crecimiento de alguien, las buenas sensaciones que da su vida, aunque no sea un hijo propio, esa manera de actuar madura y sabia que le hace ser quizá un buen modelo para los demás por su integridad, por sus sabias palabras, por su buen corazón, ella se siente regocijada también y piensa en tal madre que parió a tal hijo. Eso era lo que sentía en su corazón aquella mujer anónima en medio de la multitud que escuchaba a Jesús y que contemplaba los signos que realizaba para gritar en medio de todos esa alabanza para la madre que crió tal  hijo. ‘Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron’, no pudo menos que exclamar porque de alguna manera se sentía enamorada, cautivada por las palabras y las obras de Jesús. Qué menos podía hacer que alabar y ensalzar a la madre que dio tal hijo.

Aunque Jesús, como veremos, le dará una vuelta a las palabras de aquella mujer, esa espontaneidad y ese entusiasmo que mostró aquella mujer, aquel asombro que sentía en su corazón escuchando a Jesús también tendría que hacernos pensar. Era, sí, una palabra oportuna de alabanza; era un abrir su corazón para expresar el asombro y la alegría que sentía cuando escuchaba a Jesús, era un reconocer esa cadena de cosas buenas que ahora desembocaban en Jesús como tienen que desembocar en nosotros. Algunas veces sentimos cosas buenas en nuestro corazón y nos las guardamos para nosotros mismos; algunas veces podemos sentir el deseo de alabar a alguien por algo bueno que está haciendo o se está manifestando en su vida y con nuestros respetos humanos que nos llenan de cobardías nos lo guardamos para nosotros.

Sepamos, sí, sintonizar con lo bueno, sepamos dejar que salga espontánea de nuestro corazón esa palabra de alabanza y de felicitación, sepamos también descubrir el fondo que aprendido de la familia pueden tener muchas manifestaciones de cosas buenas, sepamos reconocer lo que de herencia de los recibido de nuestros mayores ahora reflejamos en esas actitudes buenas que haya en nuestra vida. Creo que son importantes también estos aspectos.

Ya decíamos que Jesús le da la vuelta a estas palabras de alabanza de esta anónima mujer, pero no porque no sepa o quiera reconocer lo que de su madre ha recibido y la alabanza que se merece su madre, sino porque quiere ahondar en algo que tiene que ser verdaderamente importante para nosotros y de lo que María también es ejemplo y modelo para nosotros. ‘Mejor, dirá Jesús, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen’.

Es dichosa, sí, María por ser la madre del Señor. Proféticamente en el cántico del Magnificat ella había proclamado que la llamarían dichosas todas las generaciones. Nos gozamos nosotros en que es la Madre Dios que es también nuestra madre, pero contemplamos en María la mujer que supo plantar en su corazón, como tierra buena y preparada, la Palabra de Dios, porque ella así se sentía la esclava del Señor y todo lo más que quería es escuchar la Palabra y que la Palabra tuviera cumplimiento en ella.

La alabanza de Jesús para todos aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen es también alabanza para María, es alabanza para su madre. ¿Mereceremos nosotros esa alabanza? ¿Podremos sentir dentro de nosotros el orgullo y el gozo de que nos digan que nos parecemos a la madre, de que nos parecemos a María?

viernes, 8 de octubre de 2021

Jesús invita a que se mantengan firmes en su fe los que se van viendo liberados de las viejas ataduras porque puede aparecer la nueva cizaña de la confusión y el desaliento

 


Jesús invita a que se mantengan firmes en su fe los que se van viendo liberados de las viejas ataduras porque puede aparecer la nueva cizaña de la confusión y el desaliento

Joel 1,13-15; 2,1-2; Sal 9; Lucas 11,15-26

Parece que ya casi nos hemos acostumbrado. Lo vemos en cualquier trasmisión de noticias, en las discusiones por llamarlas de alguna manera que se montan en las redes sociales, en las luchas en la vida diaria entre unos y otros, cómo en cualquier discusión o intercambio de opiniones sobre las más diversas cosas cuando no tenemos razones o argumentos lo más fácil es entrar en el campo de las descalificaciones queriendo desprestigiar al adversario echando toda clase de porquería sobre ellos; si ante los ojos de la sociedad logramos desprestigiar a alguien aunque sea con falsedades la gente dejará de creer en esa persona y anularemos cualquier tipo de influencia que pudiera tener en la sociedad.

Algunas veces, tanto nos han insensibilizado, que nos parece hasta normal que esas cosas sucedan así y perdemos nuestra capacidad de juicio personal dejándonos llevar simplemente por ‘lo que dicen’ de la otra persona sin ningún tipo de comprobación de su certeza. Echa basura que algo queda, es un dicho que se suele repetir más o menos en ese sentido. ¿Hasta dónde llega la ética de las personas? ¿Qué mundo nos estamos creando cuando vemos tan normal que sucedan cosas así?

Nunca somos capaces de aceptar lo bueno que puedan hacer los demás; todo lo que hagan aquellos que ‘no son de los nuestros’ no puede ser bueno y cuando yo llegue a tener algún tipo de poder lo destruiré aunque no sea capaz de construir algo mejor. Lo estamos viendo en la sociedad todos los días y en todos los ámbitos. Así anda nuestra vida política donde nunca somos capaces de entendernos y tratar de acercar opiniones o planteamientos para hacer algo bueno y duradero, lo vemos en otros ámbitos de la vida social, del mundo de los deportes, o hasta en nuestras asociaciones de vecinos donde pronto aparece el partidismo y más que las ganas de hacer algo positivo, están los deseos de destruir lo que otros han hecho. Algunas veces viendo todo esto se siente uno desalentado.

Me surge toda esta reflexión sobre las andaduras de nuestra vida social actual desde lo que también contemplamos en el evangelio que sucedía en tiempo de Jesús. También el desprestigio era la regla de juego. Había quienes no podían aceptar a Jesús porque la transformación que Jesús quería realizar desde lo más hondo de los corazones de los hombres, quizá pudiera poner en peligro sus posicionamientos y grados en la escala de la vida social de su época. Allá estaban en contra los fariseos y los saduceos, que eran algo así como los dos principales partidos de la sociedad judía; igualmente los sumos sacerdotes y los escribas que pertenecerían a alguno de estos u otros grupos también hacían oposición a Jesús.

Había cosas que estaban muy claras y que eran los signos, los milagros que Jesús realizaba. La gente veía renacer sus esperanzas en las palabras de Jesús pero también con los signos que realizaba que eran señales de esa vida nueva que Jesús nos venía proponiendo al hablarnos del Reino de Dios. No podían negar las evidencias, pero sí podían sembrar dudas en los corazones de la gente sencilla. Por eso, como hoy contemplamos, al final quieren atribuir el poder de Jesús al poder del príncipe de los demonios. Sembraban dudas y sembraban desprestigio para que la gente no siguiera a Jesús.

Jesús invita a los que le siguen y se van viendo liberados de muchas ataduras en la vida nueva que El les ofrecía, para que se mantengan firmes en su fe; para que no se confíen en que ya se sienten liberados y nada les puede pasar. Puede venir de nuevo el enemigo y sembrar la cizaña en medio de la buena semilla para crear confusión, como es lo que están queriendo hacer con las críticas que se hacen a Jesús. La maldad y la malicia del que busca el mal pueden hacer surgir nuevas formas que nos tienten y nos envuelvan con su mal.

Es en lo que nosotros hemos de estar prevenidos y sentirnos fuertes para no volver a caeré en la tentación del maligno que nos acecha para llevarnos por caminos de maldad y de pecado. Es también ese mundo de confusión que nos envuelve, como hemos venido reflexionando, que nos hace perder la fe y la esperanza, que nos desalienta y que nos confunde. El mal está ahí, y puede estar metido también en nuestro mundo, pero no nos podemos dejar confundir, no nos podemos dejar vencer por el desaliento, no podemos sentirnos defraudados por aquello que intencionadamente nos pueden presentar de una forma determinada para desestabilizarnos y hacernos perder la fe.

Es cierto que podemos ver también mucho mal hasta dentro de la Iglesia o cosas que no nos gusten. Pero tenemos la seguridad de quien es el que guía los caminos de la Iglesia, quien la asiste y la hace superar esas fuerzas del mal que atentan y acechan contra ella.  El Espíritu del Señor está con la Iglesia siempre, aunque nos veamos envueltos en sombras. ‘El poder del abismo no la derrotará’, le dijo Jesús a Pedro. Tengamos esa confianza en las palabras de Jesús.

jueves, 7 de octubre de 2021

Queremos ofrecer un ramillete de rosas a María del Rosario como el perfume de nuestro amor pero también en sus espinas el dolor de los que sufren los efectos del volcán

 


Queremos ofrecer un ramillete de rosas a María del Rosario como el perfume de nuestro amor pero también en sus espinas el dolor de los que sufren los efectos del volcán

Zacarías 2, 14-17; Sal.: Lc. 1, 46b-55; Lucas 1, 26-38

Qué imagen más romántica nos decimos cuando contemplamos a alguien que lleva un ramo de rosas o un ramo de flores a la persona amada. Es el gesto más sencillo y podríamos decir que más habitual con la que alguien quiere expresar el aprecio y el amor que siente por otra persona. Es el regalo de los enamorados, pero es también el regalo bonito de los hijos a sus madres. En la belleza, en el perfume, en el color y brillo de unas flores queremos expresar nuestro amor, queremos ofrecer todo el cariño por ejemplo que sentimos por nuestra madre en momentos especiales, o simplemente cuando nos lo dicta el amor que sentimos en nuestro corazón.

Hoy es el día de una fiesta de María que la celebramos tal como si se tratara de ofrecer un ramo de rosas a la Madre. Es el día de Nuestra Señora del Rosario. Una fiesta y una advocación de la Virgen que entró en el calendario litúrgico después de la famosa batalla de Lepanto con la que la cristiandad frenó el avance del Islam hacia Europa. Una batalla sostenida no solo con la fuerza de las armas en esa singular batalla de Lepanto, sino sobre todo con la oración de los cristianos a la Virgen con el rezo del santo rosario.

Siglos atrás a santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores conocidos como los dominicos, se le atribuya la difusión del rezo del rosario entre el mundo cristiano. Quizás había surgido simplemente como la reacción del pueblo cristiano, que en aquellas épocas se había alejado ya de la lengua latina, al rezo litúrgico de los salmos que sin embargo en la Iglesia seguían recitándose en latín. Una forma de mantener ese espíritu de oración fue con el rezo repetido del avemaría a la Virgen mientras poco a poco se fueron introduciendo los llamados misterios del Rosario que no son otra cosa que recordar distintos momentos del misterio cristiano.

Así la meditación de esos misterios de la vida de Cristo, sobre todo en referencia a la presencia de María en el misterio de la salvación, junto a la oración repetida del avemaría fue de alguna manera una forma de mantener vivo el evangelio en el corazón de los cristianos, una forma de evangelización. Es la razón de esta fiesta de la Virgen del Rosario que hoy celebramos. En muchos de nuestros pueblos que tienen una especial devoción a esta advocación de María se suele representar la llamada Librea, que es como un auto sacramental de esa batalla de Lepanto recordando así en las tradiciones de nuestros pueblos la historia en esa especial referencia a María y el rezo del rosario.

Brevemente quiero detenerme en el texto del evangelio que tantas veces hemos escuchado de la Anunciación del ángel a María del Misterio de la Encarnación. ‘El ángel, entrando en su presencia, dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.
Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel’
. Así sencillamente nos narra el evangelista ese primer momento del encuentro de María con el ángel que venía de parte del Señor. La sorpresa de María, podríamos decir. Sorpresa y asombro. Sorpresa, porque no esperaba la visita del ángel. ¿Quién era ella que se consideraba a sí misma como la humilde esclava del Señor para que viniera a ella un ángel de parte de Dios? Y María se deja sorprender por ese misterio de Dios que se hacia presente en ella.

Algunas veces tenemos el peligro de perder la capacidad del asombro. Quizá son tantas las cosas que suceden continuamente en la vida que ya no nos sorprendemos por nada, todo lo vemos tan natural. Pero hemos de saber descubrir las cosas maravillosas y grandes que suceden a nuestro lado. Es una forma de abrirnos al misterio y ser capaces de aceptar el misterio. Y es en el lado más humano y más ordinario de la vida donde tenemos que aprender a abrir los ojos para ver tantas cosas maravillosas que se suceden en la misma naturaleza.

Nos estamos viendo sorprendidos en estos días por la fuerza de la naturaleza en el volcán que ha explosionado en nuestra tierra, y quizás nos abruma el dolor por tanta destrucción que lleva consigo que está haciendo sufrir a mucha gente, pero al mismo tiempo tenemos que saber abrir los ojos para contemplar tanta fuerza y tanta maravilla que se encierra en nuestra naturaleza.

Aunque estemos en un momento difícil y doloroso para muchos recordar que esa misma tierra que se vio atormentada no hace muchos años por volcanes semejantes, sin embargo supieron sacar una fuente de riqueza para la misma isla en el cultivo de esos terrenos ganados al mar. Detrás de todo esto que nos asombra e incluso nos puede llenar de miedo hay un misterio, hay un don de Dios también que hace surgir en los corazones maravillosos movimientos de solidaridad. ¿No podríamos pensar aquí también en maravillosos caminos de Dios aunque algunas veces nos cueste entender?

Ofrezcamos, si, ese hermoso ramillete de rosas a María en su fiesta con nuestra oración, aunque sabemos que el perfume y la belleza de sus pétalos de múltiples colores esconden unas espinas que vienen a representar nuestros dolores o los sufrimientos de tantos como los que ahora padecen los que sufren los efectos del volcán. Que María se haga presente en esa batalla, hoy no de Lepanto sino de la Cumbre Vieja, para que un día podamos encontrar la luz y el final de tanto sufrimiento.

 

miércoles, 6 de octubre de 2021

Ponte en la presencia de Dios, siente el calor de su amor en tu vida y deja que fluyan las palabras y los sentimientos, te sentirás en lo más profundo lleno de Dios y de su amor

 


Ponte en la presencia de Dios, siente el calor de su amor en tu vida y deja que fluyan las palabras y los sentimientos, te sentirás en lo más profundo lleno de Dios y de su amor

Jonás 4,1-11; Sal 85; Lucas 11,1-4

Lo habremos escuchado a muchos y hasta nosotros mismos lo habremos pensado. ‘No sé rezar’. Y lo piensa aquella persona que olvidó las oraciones aprendidas de niño o aquel que nunca ha tenido ninguna inquietud religiosa, no recibió quizá en su entorno ninguna educación religiosa en la que al menos aprendiera unas oraciones, o lo decimos nosotros mismos a pesar de que siempre hemos rezado, pero quizá se nos ha convertido en una rutina y hasta lo hacemos para poder dejarnos dormir.

Pero lo decimos cuando sentimos un vacío interior a pesar de nuestras oraciones; o lo decimos porque no le encontramos ninguna efectividad, porque decimos que Dios no escucha nuestras oraciones porque no sabemos rezar; o lo decimos porque no nos satisface una oración de repetición de unas fórmulas aprendidas de memoria y que muchas veces repetimos casi sin ser conscientes de lo que dicen nuestros labios. No sabemos rezar, decimos, porque no encontramos palabras con las que dirigirnos a Dios a pesar de todo lo que rebusquemos; no sabemos rezar… y tenemos quizá muchos motivos para decirlo por la frialdad con que vivimos esos momentos que llamamos de oración y que sabemos que tienen que ser algo mucho más allá de unos rezos.

Jesús les hablaba de la oración a los discípulos, pero sobre todo ellos lo veían rezar. No era solo cuando iban los sábados a la sinagoga o cuando subían al templo de Jerusalén, sino que veían como Jesús se retiraba a solas, en descampados, muchas veces en la noche o al amanecer, algunas veces los invitaba o llevaba a algunos con Él en ocasiones especiales. Surge entonces la petición: ‘Enséñanos a orar’.

San Basilio nos ofrece un consejo para hacerlo bien: ‘Siempre que ores no empieces desde luego pidiendo; porque entonces harás aparecer tu afecto como culpable, acudiendo a Dios como obligado por la necesidad. Así, cuando empieces a orar, prescinde de toda criatura visible e invisible, y empieza por alabar a Aquel que ha creado todas las cosas. Por esto añade: "Y Jesús les respondió: Cuando os pongáis a orar, habéis de decir: Padre…’

Pero no nos sucederá a nosotros de lo que nos quiere prevenir San Basilio. Empezamos pidiendo, nos ponemos a rezar porque tenemos muchas cosas que pedirle a Dios. Tan pendiente vamos de todas esas cosas que queremos pedirle a Dios que ni hacemos un acto de fe consciente de la presencia de Dios ante quien estamos. ‘Empieza por alabar a Aquel que ha creado todas las cosas…’ nos dice.

Es lo que nos ha enseñado Jesús. Cuando oréis no estéis pensando en todas las cosas que tenéis que pedir, viene a decirnos Jesús, ‘no oréis con muchas palabras que el Padre del cielo conoce bien vuestra necesidad’. Por eso Jesús nos enseña a que comencemos llamándole Padre. ¿Puede haber algo más hermoso? Papá, le dice el niño a su padre como diciéndole, mira que estoy aquí. Papá, mamá, llegamos nosotros ante la presencia de nuestros padres y es la primera palabra que también nos sale de nuestro corazón. Que esa sea también la primera palabra que surja de nuestro corazón cuando nos ponemos en la presencia del Señor. Será mucho lo que digamos, será mucho lo que reconozcamos, será mucho el amor que sintamos, será mucho también el amor que nosotros estaremos poniendo por delante.

Hoy Jesús nos dice cómo tiene que ser nuestra oración. El texto que nos ofrece san Lucas es más esquemático que el que nos ofrece san Mateo, aunque realmente vienen a enseñarnos lo mismo. Una palabra de amor y un compromiso de amor por nuestra parte. Le decimos Padre y queremos que todo sea bendición para Dios, santificado sea tu nombre; le decimos Padre y nos ponemos en el camino de hacer su voluntad; le decimos Padre y es cierto nos sentimos necesitados porque queremos que no nos falte el pan de cada día, pero es que además nos sentimos necesitamos porque estamos queriendo vivir en su misericordia y su perdón queriendo nosotros hacerlo con los demás; le decimos Padre y tenemos la confianza que con Dios a nuestro lado nos veremos siempre libres de todos los peligros.


Ponte en la presencia de Dios, siente el calor de su amor en tu vida y deja que fluyan las palabras y los sentimientos, porque te sentirás en lo más profundo de tí siempre lleno de Dios y de su amor.


martes, 5 de octubre de 2021

Cuidado no te olvides del Señor, tu Dios, sino que en toda ocasión sepamos ofrecer súplicas y acción de gracias viviendo con auténtica actitud de creyentes y cristianos

 


Cuidado no te olvides del Señor, tu Dios, sino que en toda ocasión sepamos ofrecer súplicas y acción de gracias viviendo con auténtica actitud de creyentes y cristianos

Deut. 8, 7-18; Sal.: 1Crón 29, 10bc-12ª; 2 Cor. 5, 17-21; Mateo 7, 7-11

Decimos que vivimos en medio de un pueblo creyente; aunque cada día más vamos escuchando a personas que se manifiestan como que no creen en Dios ni creen en nada, sin embargo en la mayoría de los que nos rodean, o eso al menos nos creemos, se llaman cristianos y mantienen vivas algunas prácticas religiosas como el bautismo de los niños, el entierro en sagrado de sus difuntos o las misas que se hacen decir por sus muertos, por no decir una serie de fiestas religiosas muy acompañadas de actos civiles en honor de sus vírgenes, de sus Cristos o de los santos de su devoción. Por esos signos seguimos pensando que vivimos en un pueblo de creyentes o en un pueblo que se dice cristiano.

Pero creo que tenemos que ser conscientes de que incluso aquellos que nos llamamos cristianos o nos decimos más religiosos en el conjunto de la vida vivimos como paganos, como si no hubiera un Dios en quien creer. Nos reducimos a una serie de prácticas religiosas o de algunas fiestas, quizás a hacer algunas oraciones sobre todo cuando nos vemos la vida más complicada o nos aparecen problemas que no sabemos cómo resolver, pero en el conjunto de nuestra vida tendríamos que preguntarnos qué lugar ocupa Dios.

Tenemos el peligro de ir viviendo la vida en el día a día con sus luchas y con sus problemas, con momentos de alegría y de felicidad, con contratiempos que vamos sorteando como podemos y como nos sentimos como muy autosuficientes no creemos necesitar de Dios ni de mantener una relacion viva con Dios.

Es necesario que al menos de vez en cuando nos detengamos un poquito y nos planteemos el sentido de nuestra vida, reflexionemos hondamente sobre el rumbo que le damos a nuestra existencia y tratemos también de darla una trascendencia superior y espiritual a cuanto hacemos o  cuanto vivimos. Y no es solo el que nos detengamos porque se nos viene el volcán encima, ya sea en estas circunstancias que ahora vivimos en nuestras islas, sino que la vida se nos pueda convertir en un momento en un volcán tenebroso por sus problemas y cuando nos sabemos por donde salir como último recurso acudamos a Dios. Ser creyente es mucho más que todo eso, porque el ser creyente ha de darle una tonalidad nueva a nuestra vida.

En este día la Iglesia nos invita a entrar en un momento litúrgico, que llamamos las temperas, que tendría que ser algo así como ese parón que tanto necesitamos para que reencontremos ese lugar que Dios ha de tener en nuestra vida y sepamos centrar nuestra existencia en esa fe que decimos que tenemos en Dios. En su origen se tenían estos momentos en el inicio o algo así de las cuatro estaciones del año, que venía a ser algo así como poner en las manos de Dios aquellas tareas que íbamos a emprender en cada una de esas estaciones, que en un mundo más rural que se vivía en otros momentos tenía mucho que ver con las tareas que se realizaban en el campo. Ahora en nuestro hemisferio al menos se celebran una vez al año en este día como un final de las recolecciones de los trabajos realizados enmarcados en cursos y el comienzo de una nueva etapa.

Los textos de la Palabra de Dios que se nos ofrecen en la liturgia de este día cuando se celebran en un solo día o de los tres días seguidos cuando se celebra de una forma más amplia, con bien significativos. Un reconocimiento de la presencia de Dios en nuestra vida, un reencuentro con los hermanos por lo que se nos hablará de reconciliación, y una súplica al Señor porque sabemos que solo en El encontramos la fuerza para toda nuestra tarea.

El primero de los textos nos viene a recordar que no olvidemos la presencia de Dios en nuestra vida. ‘Acuérdate del Señor, tu Dios…’ nos viene a decir. Y nos ofrece un texto del Deuteronomio en el que Moisés previene al pueblo que va a entrar en la tierra prometida para que cuando posean la tierra y vengas tiempos de prosperidad no se olviden del Señor, su Dios, que los sacó de Egipto.

Y es lo que nos suele pasar, es lo que nos va pasando de tal manera que aunque nos decimos creyentes como la vida circula diríamos por sus carriles normales, aunque como todo camino tenga sus baches y sus curvas, nos acostumbramos a vivir por nosotros mismos que nos olvidamos de Dios. Aquellos diez leprosos desde la pobreza y la soledad de su enfermedad suplicaron a Jesús desde la distancia para verse libres de su enfermedad, cuando se vieron curados corrieron a cumplir con las normas prescritas para poder encontrarse con sus familias, pero solo uno volvió para dar gracias a quien les había curado. Lo que nos pasa a nosotros tantas veces, prontos para pedir pero tardos para agradecer.

Esta jornada, como ya mencionamos, tiene también ese sentido del reencuentro y de la reconciliación, con los demás y con Dios, porque es una manera de reconocer nuestra debilidad y nuestras carencias. Por eso es también momento de súplica y de oración, cuando sabemos ponernos de verdad en la manos de Dios.

Cuidado no te olvides del Señor, tu Dios, sino que en toda ocasión sepamos ofrecer súplicas y acción de gracias al Señor en quien tenemos la vida y la salvación.


lunes, 4 de octubre de 2021

Jesús es la gran pregunta que se nos hace en nuestro interior para encontrar el verdadero sentido de nuestra vida en el encuentro con el prójimo

 


Jesús es la gran pregunta que se nos hace en nuestro interior para encontrar el verdadero sentido de nuestra vida en el encuentro con el prójimo

Jonás 1,1–2,1.11; Sal.: Jon 2,3.4.5.8; Lucas 10,25-37

Hay gente a la que le gusta hacer preguntas. Y no está mal. Preguntas de curiosidad, preguntas porque queremos saber, preguntas de búsqueda porque son preguntas no ya sobre cosas que queramos conocer sino por algo más hondo del ser humano que nos hacen un planteamiento de la vida, pero también hay preguntas capciosas donde o queremos comprobar la sinceridad del que nos habla o estamos intentando ver en qué puede fallar, que nos puede decir que no sea – como se dice hoy – políticamente correcto porque se salga de lo que es habitual en nuestro entorno, o preguntas comprometidas. Es bueno preguntar. No solo hará pensar a quien va a darnos una respuesta, sino que el mismo que hace la pregunta ya ha llevado un proceso dentro de si mismo para plantear lo que va a preguntar.

En el evangelio vemos que la gente que acude a Jesús va con muchas preguntas y en todo sentido, podríamos decir. Hay quienes van buscando algo profundo – ‘Maestro, ¿Dónde vives?’ -, como quienes de una forma capciosa van a ver como pueden coger al maestro en algo; preguntas que les aclaren lo que no entienden – ‘explicanos la parábola’, le decían los propios discípulos al llegar a casa – o preguntas que en cierto modo van queriendo comprobar la sinceridad de la vida y de las propios palabras de Jesús; preguntas que les lleven a entender de verdad el reino de Dios anunciado por Jesús o preguntas que les den respuestas de caminos fáciles para encontrar la salvación.

Hoy es un maestro de la ley que viene preguntando qué es lo que hay que hacer para heredar la vida eterna. Jesús con una pedagogía asombrosa le hace que sea él mismo quien de la respuesta, ya que es maestro de la ley y le pregunta entonces qué es lo que dice la ley. Se entabla un diálogo interesante porque aquel maestro tendrá más preguntas que hacer y terminará preguntando quién es realmente mi prójimo, como para salvarse del atolladero donde se ve metido. Jesús propondrá la parábola y será entonces Jesús el que pregunte quién se portó verdaderamente como prójimo de todos aquellos personajes. A la respuesta del maestro de la ley Jesús le dirá, ‘pues vete y haz tú lo mismo’.

¿Serán esas las preguntas que nosotros nos hacemos? ¿Seguirán siendo esas las preguntas que se hace el hombre y la mujer de hoy en este mundo concreto en que vivimos? Quizá también nosotros seguimos preguntándonos quién es mi prójimo porque seguimos teniendo la mirada miope; nos quedamos en aquello de que soy amigo de mis amigos, nos quedamos en aquellos que son mis seres queridos siempre y cuando no me hayan hecho un desaire, nos quedamos con aquellos que nos caen bien, nos quedamos con aquellos a los que quizá le debemos un favor aunque con el tiempo fácilmente lo olvidamos, nos quedamos… ¿con quién? ¿Cuándo?

Claro en la parábola el sacerdote y el levita pasaron de largo porque no era de los de su grupo pero además tenían prisa porque habían de llegar temprano al templo; cuántas veces decimos que no tenemos tiempo, cuántas veces decimos que tenemos cosas que hacer, cuantas veces vamos con nuestras prisas y miramos para otro lado para no tener que detenernos, cuántas veces ni miramos a la cara a aquel que nos tiende la mano. 

Hoy en un reportaje de TV escuché las lamentaciones, vamos a decirlo así, de un hombre que había vivido muchos años tirado en la calle y comentaba que más que le dieran unas monedas o un bocadillo para comer lo que ansiaba es que alguien se detuviera a su lado y mirándole a los ojos le preguntara su nombre o le preguntara cómo estaba.

¿Quién es mi prójimo? Seguimos preguntándonos. Aquel samaritano que atravesaba el camino de Jerusalén a Jericó no era de aquel lugar, no conocía entonces al que estaba caído a la vera del camino, es más era considerado como un enemigo por la diferencias que había entre judíos y samaritanos, pero se detuvo, se bajó de su cabalgadura, se entretuvo con aquel hombre malherido curando sus heridas, lo cargó sobre su cabalgadura y lo llevó a la posada más próxima para que fuera bien atendido.

¿Quién se portó como prójimo de aquel hombre? preguntaba Jesús y su recomendación fue, ‘vete y haz tú lo mismo’. ¿Escucharemos de forma concreta estas palabras de Jesús? Creo que no son necesarios más comentarios.


domingo, 3 de octubre de 2021

Un amor que nos hace crecer y encontrar la plenitud del propio ser, que nos hace entrar en comunión, que no se busca a sí mismo y se hace fidelidad

 


Un amor que nos hace crecer y encontrar la plenitud del propio ser, que nos hace entrar en comunión, que no se busca a sí mismo y se hace fidelidad

Génesis 2, 18-24; Sal. 127; Hebreos 2, 9-11; Marcos 10, 2-16

‘No es bueno que el hombre esté solo, se dice Dios a si mismo en ese texto muy alegórico del Génesis cuando nos habla de la creación, voy a hacerle a alguien como él que le ayude…’

Sí, es como una alegoría que significativamente quiere decirnos muchas cosas. Dios ha creado al hombre y allí está como el rey de la creación, con todo lo que Dios ha creado a su servicio. Pero el hombre está solo. Y cuando empleamos aquí la palabra hombre es una referencia a la persona, no vayan a salirnos los clásicos modernos de turno, para hablarnos de diferencias y desigualdades entre lo masculino y lo femenino. Está solo, nada de todo eso que tiene bajo su dominio será como él, podrá satisfacerle totalmente, le puede conducir por los verdaderos caminos de plenitud de su ser. Esa expresión de ayuda, también tenemos que entenderla en su pleno significado como aquello que le va a hacer encontrar la plenitud de su propio ser.

Y es que la persona está hecha para amar, para dándose a sí misma encontrar en el ser amado esa plenitud de sí mismo; pero solo lo podrá encontrar en quien es igual a él; no le valen las cosas ni todos los otros seres que Dios ha creado, porque ese darse en amor es comunicarse y es entrar en comunión, que sólo en el amor de la otra persona podrá encontrar.

Esto ya tendría que hacernos pensar en la valoración que de nosotros mismos nos hacemos, como la valoración que hacemos del encuentro con el otro; es al mismo tiempo darnos cuenta de la valoración que en su justa medida hacemos de las cosas que están a nuestro alcance, que nunca podrá ser superior a la valoración que hacemos de la persona. Y esa es una piedra de tropezar que tenemos en la vida; cuántas veces valoramos más las cosas que las personas; cuántas veces cuando nos falta ese verdadero amor más que valorar a la persona utilizamos a la persona, utilizamos al otro para unas satisfacciones que realmente no nos llenarán del verdadero sentido de nuestra vida.

Cuando en la vida vamos en ese plan del utilitarismo no pensamos en el otro sino pensamos solo en nosotros mismos; lo otro, incluso el otro me valdrá en cuanto pueda utilizarlo en mi beneficio, en cuanto me sirva para mis satisfacciones personales; cuando no me es útil, lo descarto, lo elimino, no me importa que se rompa o se destruya porque ya no me vale para mí. Y desgraciadamente eso no solo lo hacemos con las cosas sino que tenemos la tentación de hacerlo también con las personas. Y ahí no hay amor, sino interés.

Por eso tenemos que cuidar mucho nuestras relaciones humanas, en el nivel que sea con las otras personas. No podemos partir de ese utilitarismo, no las podemos utilizar como cosas, no podemos decir que buscamos un amor en que simplemente me satisfaga a mí, porque eso no es amor, eso es egoísmo, eso es convertirme yo en el centro y todo lo demás, todos los demás están para esa satisfacción mía. No estamos construyendo una relacion en la que lleguemos ese mutuo encuentro y a esa mutua comunicación profunda que es señal de ese verdadero amor. Por eso terminan destruyéndose tantas parejas que nos parecía que se amaban tanto, pero donde cayeron es esa tentación de cada uno buscarse a sí mismo en lo que llamaban amor.

Hoy en el evangelio vemos que le plantean a Jesús las mismas cosas que se siguen planteando los hombres y mujeres de todos los tiempos. En aquella sociedad judía guiada por la ley mosaica también eso que hoy decimos ‘es que se ha acabado el amor’ era algo que se planteaban también con todas las dificultades que llevaban aparejadas. Cuántas angustias en el corazón acompañan esas situaciones y no podemos entrar en juicios ni condenaciones.

Jesús les recuerda que por la cerrazón de su mente, ‘por la dureza de su corazón’, les dice, Moisés les permitió repudiar a la mujer. Jesús no quiere entrar en casuísticas sino que quiere llevarles a lo que Dios realmente ha querido para el hombre y la mujer desde la creación; y es que Dios nos ha creado para el amor, y ese amor verdadero es el que tenemos que entender. Y si nos fijamos bien y nos hacemos una buena reflexión en la respuesta de Jesús en el fondo también hay una defensa de la mujer.

Cuando Jesús nos está hablando de la fidelidad en el amor no está queriendo imponernos un yugo insoportable, porque es que el amor no puede ser yugo que nos ate y nos anule, sino siempre tiene que ser algo que nos haga crecer a cada uno en su propia persona, pero también en esa mutua comunión hay estímulo y motivo para ese mutuo crecimiento; quiere que aprendamos a liberarnos de esos egoísmos que nos encierran en nosotros mismos y que muchas veces podemos seguir encontrando en aquellos que dicen que se aman y quieren vivir el amor.

Y es cuando no pensamos en esa donación de nosotros mismos para lograr esa comunión de amor y fidelidad sino en buscar lo que en el otro podemos encontrar que me pueda satisfacer estamos haciendo utilización de la persona y manipulación, lo que no será nunca amor verdadero.

Por otra parte tenemos que pensar también que dada la debilidad de nuestra carne donde siempre pueden aparecer los peligros y tentaciones, ese amor y esa fidelidad conyugal es un don de Dios además de una tarea diaria en la que cada día tenemos que empeñarnos. Cada día vivido juntos, cada alegría y cada sufrimiento compartidos, cada problema vivido en pareja, dan consistencia real al amor. Es una gracia del Señor que también hemos de saber pedir.