Subamos con Jesús a celebrar la Pascua
Ezequiel
37, 21-28; Salmo
Jr. 31; Juan
11,45-57
‘¿Qué hacemos?’, es la pregunta que se hacen los
fariseos y los príncipes de los sacerdotes ante todo lo que había venido
sucediendo. Muchos habían ido a casa de Marta y María tras la resurrección de
Lázaro y creían en Jesús; otros acudieron a los fariseos y a los sumos
sacerdotes para contarles todo lo que había pasado. ‘¿Qué hacemos?’ se preguntan.
Ya escuchamos lo que proclama el sumo sacerdote, que
como nos dice el evangelista habla proféticamente. ‘Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros
no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el
pueblo, y que no perezca la nación entera. Esto no lo dijo por propio impulso,
sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando
que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para
reunir a los hijos de Dios dispersos. Y aquel día decidieron darle muerte’.
La sentencia, en cierto modo, estaba dictada.
‘¿Qué hacemos?’, nos preguntaremos nosotros
también. Estamos en las vísperas de la semana de pasión que culminará con la
celebración del Triduo Pascual. ¿Qué hacemos? ¿Qué vamos a hacer? ¿Qué es lo
que vamos a vivir? Mejor, ¿cómo lo vamos
a vivir?
Creo que este sábado es un momento muy importante para
prepararnos. No podemos entrar de cualquiera manera en esta semana. No vamos a
ser meros espectadores, sino que la pasión y la pascua tiene que ser algo que
vivamos con intensidad. No nos quedamos en el recuerdo. Nosotros decimos que
hacemos memorial, como lo expresamos en la liturgia cada vez que celebramos la Eucaristía,
porque la pascua, la pasión del Señor tiene que ser algo que esté muy presente
en nuestra vida.
Cuando ya se acercaban los días de la pascua, nos dice
el evangelista que la gente se preguntaba si Jesús iba también a subir a
Jerusalén. Ya escuchábamos en el evangelio que se había retirado más allá del Jordán
donde Juan había estado bautizando, porque aun no había llegado su hora. Por
eso somos nosotros los que nos preguntamos si vamos a subir a la Pascua, si
vamos de verdad a meternos de lleno en la celebración del misterio pascual de
Cristo. No lo miramos desde fuera.
Contemplamos y celebramos la entrega de Jesús, pero que
tiene que ser también el camino de nuestra entrega. También tenemos que hacer
nuestra ofrenda. También tenemos que sentir esa gracia de la salvación en
nuestra vida. Por eso nos abrimos a la
Palabra de Dios y seguiremos cada día impregnándonos de ella, sembrándola de
verdad en nuestro corazón. La gracia del Señor llegue a nuestra vida en la
celebración de los sacramentos.
Que el Misterio pascual de Cristo nos transforme.
Subamos con Cristo hasta la Pascua. No temamos porque caminamos hacia la vida y
aunque nos cueste vamos de la mano del Señor.