Estar siempre despiertos, mantenernos en pie en camino de fidelidad para vencer la tentación
Daniel
7, 15-27; Sal.: Dn 3, 82.83.84.85.86.87; Lucas 21, 34-36
‘Estad siempre
despiertos…’ nos
recomienda Jesús hoy en el evangelio. Despiertos, vigilantes, atentos a lo que
puede suceder, a lo que va a venir, a lo que puede haber a nuestro alrededor
que nos puede perjudicar, a lo que podamos sentir también en nuestro propio
interior. No todo nos viene de fuera; dentro de nosotros puede acecharnos
también el mal. Por eso, despiertos, vigilantes, atentos…
En este capitulo del evangelio que nos ha ofrecido la
Iglesia en esta última semana del año litúrgico - ya esta tarde con las
primeras vísperas iniciamos un nuevo ciclo - hemos ido reflexionando sobre el
momento final de nuestra vida, pero también de aquellas cosas que pueden
suceder en nuestro entorno y nos pueden hacer sufrir; se nos ha hablado de las
dificultades para mantenernos firmes en nuestra fe y de las persecuciones
incluso que podamos sufrir.
Hoy se nos previene de algo más, es la tentación que
ronronea en nuestro interior desde las pasiones que se nos descontrolan, desde
el egoísmo que se nos puede meter en el corazón, desde las rutinas y malas
costumbres que pueden ir haciendo mella en nosotros y debilitándonos, desde
esos afanes que pueden atenazar nuestro corazón con nuevas esclavitudes. Son
tan diversas las tentaciones que podemos sufrir.
Pero el Señor nos enseñó a pedir en el padrenuestro ‘no
nos dejes caer en la tentación’; y nos dice algo más, que pidamos la fuerza del
Espíritu divino para alejarnos del mal. Que nada nos perturbe, que nada nos
haga perder la paz del corazón, que nada pueda manchar esa blancura de pureza
que vistió nuestro espíritu al ser lavados en el agua del Bautismo. Pero
sabemos bien que la tentación está ahí y nos acecha y nos hace tropezar tantas
veces en la vida.
Queremos nosotros vivir el Reino de Dios, pero el
espíritu maligno no quiere que permanezcamos en ese Reino de Dios y nos ofrece
la manzana de la tentación disfrazada de tantas cosas que se nos pueden
presentar incluso como buenas, pero que tras el disfraz de la mentira sabemos
la maldad que encierran.
Por eso nos ha dicho hoy Jesús en el evangelio: ‘Tened
cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la
vida’. Tened cuidado, nos dice; que andemos vigilantes, despiertos
para mantenernos en fidelidad. ‘Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para
escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del
hombre’.
Mantenernos en pie es mantenernos
en fidelidad; mantenernos en pie es resistir la tentación; mantenernos en pie
es estar vigilantes ante el peligro para no dejarnos seducir; mantenernos en
pie nos exige examinar nuestros actos y nuestras actitudes, revisar nuestra vida;
mantenernos en pie significa querer vivir siempre nuestra unión con el Señor. Y
necesitamos orar, porque solo con
nuestras fuerzas no lo logramos; necesitamos la gracia del Señor. Mantenernos
en pie es ser constantes en nuestra oración y en la escucha de la Palabra del
Señor.