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sábado, 3 de octubre de 2020

Sepamos ver la mano del Señor y démosle gracias con humildad y con el corazón lleno de alegría que aunque seamos unos pobres siervos inútiles el Señor realiza maravillas

 


Sepamos ver la mano del Señor y démosle gracias con humildad y con el corazón lleno de alegría que aunque seamos unos pobres siervos inútiles el Señor realiza maravillas

Job 42,1-3.5-6.12-16; Sal 118; Lucas 10,17, 24

Fuimos capaces, nos decimos y se nos nota en el brillo de los ojos la satisfacción que llevamos por dentro; se nos había encargado algo que nos parecía quizá muy difícil, se nos había confiado una misión que conllevaba gran responsabilidad, nos vimos envueltos en unas situaciones que nos parecía que no podíamos superar pero fuimos capaces de desenredarnos y salir adelante. Y sale a flote nuestro orgullo personal por lo logrado, está aquello de la autoestima que nos habían dicho tanto para que fuéramos capaces de confiar en nosotros mismos que tenemos capacidades para salir adelante, nuestro amor propio quizás comienza a elevarnos y ya creemos poco menos que seres superiores. Pero, ¿dónde estaba la fuerza? ¿Dónde la encontramos? ¿De dónde nos vino?

¿Les estaría pasando algo así a los discípulos a la vuelta de su misión, como nos dice hoy el evangelio, y que venían contentos contándole a Jesús cuantas cosas maravillosas habían hecho? No podemos descartar esas satisfacciones y orgullos porque son muy humanos y muy humano es que nos sintamos contentos con lo que realizamos. Jesús corrobora también con sus palabras lo bien que lo habían hecho, pero al mismo tiempo Jesús quiere decirnos algo más. Es quizá responder a aquellas últimas preguntas que nos hacíamos en el párrafo anterior.

Y Jesús comienza por dar gracias al Padre, el Padre que se revela a los pequeños y a los sencillos, a los que son humildes de corazón pero que no se manifiesta a los engreídos de sí mismos y que se creen autosuficientes. Jesús quiere ayudarnos a comprender que es el Espíritu del Señor el que está actuando ahí. Y da gracias sí, porque aquellos humildes y sencillos enviados pudieron hacer muchas cosas porque se dejaron conducir por el Espíritu del Señor. El Espíritu del Señor había movido sus corazones y su vida, y era el Espíritu del Señor el que ponía palabras en sus labios para anunciar el Reino de Dios y si les acompañaban también aquellos signos que realizaban era el Espíritu del Señor quien estaba actuando en ellos.

De alguna manera Jesús les está previniendo contra los orgullos y las autocomplacencias, les está ayudando a que se bajen de aquellos pedestales a los que se sienten tentados a subir y su camino y su actuar vaya por otros caminos de humildad y de reconocimiento de la obra de Dios en ellos.

Creo que esta Palabra está abriendo ante nosotros un nuevo sentido, una nueva manera de actuar. Si cuando envió Jesús a los discípulos a anunciar el Reino dándole todos aquellos poderes para que pudieran realizar también signos, recordemos que Jesús les mandó primero que nada rezar, orar al dueño de la mies para aquella tarea que iban a comenzar a realizar. Ahora tenemos que recordarlo con humildad y cuando vemos las pequeñas semillitas que somos capaces de ir poniendo en el camino de nuestro mundo para sembrar el Reino de Dios, vayamos también con nuestra oración, una oración de acción de gracias al Señor que ha estado en nosotros, que a través de nosotros pobres siervos inútiles se ha podido realizar.

Gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque en nosotros y a través de nosotros has realizado obras grandes, has realizado maravillas. Bajémonos de los pedestales y desinflemos esas autocomplacencias con que muchas veces nos hinchamos, veamos la obra de Dios en nosotros que nos capacitó, nos dio posibilidades, nos hizo creer, sí, también en nosotros mismos despertando nuestra autoestima. Sepamos ver la mano del Señor en todo y démosle gracias con humildad y con el corazón lleno de alegría.

viernes, 2 de octubre de 2020

Sintamos la protección de nuestro santo Ángel de la Guarda y dejémonos conducir por su inspiración por los caminos del bien apartándonos de todo peligro

 


Sintamos la protección de nuestro santo Ángel de la Guarda y dejémonos conducir por su inspiración por los caminos del bien apartándonos de todo peligro

Éxodo 23, 20-23ª; Sal 90; Mateo 18, 1-5- 10

Ya hoy en nuestras casas escasean cada vez más los signos religiosos, como aquellos cuadros de la Virgen, del Señor o de los santos de nuestra devoción. Entre ellos no solía faltar el cuadro del Ángel de la Guarda. Aun mantengo en la retina de mi mente el cuadro del Ángel de la Guarda que mi madre tenia sobre la cama en su dormitorio; un ángel que extendía su mano para tomar la del niño que se encontraba en peligro de caer por lo que quería ser como el inicio de un precipicio.

Esa imagen nos acompañó en nuestra niñez junto con aquellas oraciones que aprendimos de pequeños y que hablaban de los Ángeles que nos guardaban dn cada una de las esquinas de nuestra cunita.  Quizá infantilizamos demasiado la imagen por lo que fácilmente en la medida que dejábamos atrás nuestras cosas de niño quizá se fueron cayendo también de nuestra vida esos signos religiosos.

Pero la existencia de los Ángeles que junto a nosotros están en el camino de nuestra vida y nos libran de peligros e inspiran tantas cosas buenas que tendríamos que hacer, forma parte también de nuestra fe. La Biblia repetidamente nos habla de los ángeles y no los podemos reducir a meros mitos, sino que tenemos que aprender a descubrir toda la riqueza espiritual que significa en nuestra vida esa presencia de los Ángeles que nos protegen y nos hacen sentir a Dios. Espíritus puros nos los definía el catecismo que están en la presencia de Dios para alabarle y que inspiran también la alabanza que nosotros hemos de cantar a la gloria del Señor.

No vamos a hacer ahora un repaso de esos momentos de la presencia de los Ángeles de Dios junto a su pueblo y que lo protegían frente a los peligros, pero que en momentos de más extensa reflexión bien nos vendría pensar en ello. Los Ángeles de Dios que no dejarán que nuestro pie tropiece en ninguna piedra, recogiendo incluso las palabras del tentador a Jesús pero que viene a reflejar lo que anteriormente en la Biblia ya se había dicho y repetido en los salmos, por ejemplo.

Cuando somos capaces de recuperar todo el sentido espiritual que tiene nuestra vida – algo que hoy nos cuesta tanto con el materialismo tan exacerbado en que vivimos – podremos sentir esa presencia espiritual junto a nosotros y seguramente habremos tenido la experiencia de la que quizá no nos atrevemos a hablar de esa mano llamemos invisible que nos sacó en un momento determinado de un peligro, o ese soplo divino que sentimos en nuestro interior inspirándonos algo bueno que teníamos que realizar o un pensamiento e impulso interior que nos elevaba y nos hacía sentir como en otro espacio o en otra dimensión. ¿Por qué no pensar en esa inspiración de nuestro ángel, esa protección que sobre nosotros estaba ejerciendo y nos hacía sentirnos de manera distinta?

Necesitamos de nuevo imágenes como a las que hacíamos referencia al principio, quitándole quizá toda esa expresión tan infantiloide de la que estaban demasiado recargadas, pero si ese signo religioso y espiritual que nos recuerde esa otra dimensión de nuestra vida que de verdad nos eleve y nos transporte a la presencia del Señor. Si los ángeles como decíamos están siempre en la presencia de Dios, esa presencia del Ángel de la Guarda a nuestro lado en nuestra vida nos estará recordando y haciendo sentir también esa presencia de Dios junto a nosotros. Y cuánto lo necesitamos.

Cuanto nos ayudaría para hacer más vivo nuestro encuentro con el Señor en la oración. Si en la fiesta de los arcángeles recordábamos lo que le decía el arcángel Rafael a Tobías que su oración había sido escuchada por el Señor porque eran presentadas ante el trono de Dios por manos de los ángeles, bueno es que lo recordemos al comienzo de nuestra oración y así nos sirva de inspiración. Ya en la liturgia lo repetimos en cada celebración de la Eucaristía que nos unimos a los coros de los Ángeles en nuestro cántico de alabanza a Dios.

Sintamos, pues, la protección de nuestro santo Ángel de la Guarda, como hoy estamos celebrando; dejémonos conducir por su inspiración por los caminos del bien apartándonos de todo peligro y de toda tentación, y junto con nuestro ángel que está cara a cara con Dios, como dice hoy Jesús de los Ángeles que protegen a los niños, cantemos también nuestra alabanza y nuestra acción de gracias a Dios.

jueves, 1 de octubre de 2020

En nuestra mochila para hacer el anuncio del Reino llevemos nuestras baterías recargadas de disponibilidad, generosidad y el gran signo de la austeridad de nuestra pobreza

 


En nuestra mochila para hacer el anuncio del Reino llevemos nuestras baterías recargadas de disponibilidad, generosidad y el gran signo de la austeridad de nuestra pobreza

Job 19, 21-27; Sal 26; Lucas 10, 1-12

Creo que todo el que ha tenido la experiencia de viajar, sobre todo en las primeras ocasiones pasa por la misma prueba, vamos a decirlo así. Y es que aunque sean pocos los días en que vamos a estar de viaje, comenzamos a meter cosas en la maleta o la mochila por si acaso lo podemos necesitar que al final llevamos en tremendo equipaje, que a la vuelta traeremos prácticamente sin haberlo utilizado. Porque lo podemos necesitar, porque no sabemos como va a estar el tiempo allí, porque se nos pueden presentar imprevisibles… y vamos poniendo y poniendo cosas que al final nos impedirán llevar con comodidad nuestro equipaje, por decirlo de una manera suave. Hay que ser una persona muy práctica y previsora en lo justo para no haber pasado por esa situación que luego si vamos haciendo más viajes en la vida aprenderemos a llevar lo justo y necesario.

Me acordé de mis viajes y mis maletas voluminosas cuando escuché el evangelio que hoy se nos propone. Jesús va a enviar a sus discípulos, aquel grupo que se ha ido formando en su entorno y que son más cercanos a hacer un primer anuncio del Reino de Dios por los lugares donde luego va a ir El. Y escuchamos sus recomendaciones. Hay que ir ligero de equipaje, porque el equipaje no es el anuncio y el anuncio es lo importante. Nada de alforjas repletas de cosas, simplemente lo necesario, lo puesto, que ya lo que vaya surgiendo de necesidad en el camino se irá resolviendo. Han de quedarse donde los reciban y simplemente han de ir llevando la palabra de la paz.

Grande, amplio es el campo que ante ellos se abre y pocos son los que van a trabajar en ese campo. Por eso a quien tenemos que rogarle es al dueño de la mies. Más que las que cosas que han de llevar, ha de ser la preparación espiritual que ellos han de hacer, porque lo primero que les pide Jesús al emprender la marcha es la oración al Padre.

Un anuncio de paz en la aceptación del Reino de Dios que anuncian, pero un anuncio que ha de ir expresado en la disponibilidad de sus vidas, en su generosidad para lanzarse a la tarea, pero en la austeridad de los medios, no vayamos a pensar que son los medios los que van a realizar el milagro de la conversión, de la aceptación del Reino de Dios. Y todo eso con la oración. ‘Rogad al dueño de la mies…’

Y nosotros que andamos preocupados con tantos equipajes, que nos volvemos locos con nuestras planificaciones, que nos gastamos lo que tenemos y lo que no tenemos para lograr una serie de medios que decimos que son necesarios para la evangelización, pero de repente al final nos olvidamos del anuncio del evangelio y de donde vamos a encontrar la fuerza para hacer ese anuncio.

Dedicamos más tiempo a planificar cosas que a rezar. Necesitamos cosas prácticas y concretas, nos justificamos. No tenemos tiempo, decimos, para detenernos a rezar con tantas cosas que hay que hacer y ya nos contentamos diciendo que el trabajo es oración, pero no hemos buscado el encuentro en silencio con el Padre para sentir la fuerza de su Espíritu en nosotros. ¿No estará ahí en parte el fracaso de nuestros trabajos pastorales?

Si vamos a hacer el anuncio de la paz, como signo de la llegada del Reino de Dios, pensemos que es lo que tenemos que poner en nuestra mochila para poder mejor hacer ese anuncio empezando por la oración y recargando bien nuestras baterías de disponibilidad, generosidad y el gran signo de la austeridad de nuestra pobreza. Mucho tendríamos que revisarnos en la Iglesia muchas veces muy preocupada por las cosas y medios materiales.

miércoles, 30 de septiembre de 2020

No es hora de mirar por el retrovisor para seguir pensando en nuestros apegos sino la hora de despojarnos de hermosos ropajes y bajarnos de nuestros pedestales

 


No es hora de mirar por el retrovisor para seguir pensando en nuestros apegos sino la hora de despojarnos de hermosos ropajes y bajarnos de nuestros pedestales

Job 9,1-12.14-16; Sal 87; Lucas 9,57-62

A alguien le escuché decir que este evangelio no es para mirar por el retrovisor sino para mirar siempre hacia delante. Si el que va conduciendo un vehículo se entretiene en mirar por el retrovisor lo que va quedando atrás, no podrá observar el camino que se le presenta por delante ni apreciar todo lo bello que va apareciendo tras cada curva o a cada momento. Observamos cualquier peligro que nos pueda salir por un lado o por otro y estamos atentos, es cierto, a cualquier cosa que pudiera dañarnos o distraernos de nuestro camino, venga por donde venga.

Pero  hay que mirar hacia delante. Cosas hermosas se abren ante nosotros hacia donde nos dirigimos y de lo que tenemos que saber disfrutar, aunque también en ese camino que se nos presenta habrá muchas cosas que sortear y superar porque no siempre es fácil ni todo lo llano que nosotros quisiéramos. Pero es el camino que nos lleva a una meta.

A Jesús en este pasaje lo contemplamos también de camino y no quiere detenerse. A su paso salen algunos que se ofrecen para seguirle y otros a los que invita a ir con El. Pero no les oculta algunas condiciones necesarias e importantes. No se trata ya solo lo que hay que dejar, sino el ponernos en camino para ir hacia delante, aquello por lo que nos sentimos cautivados y entonces todo lo que estamos dispuestos a dar.

Es como el enamorado que se va tras la amada, que está dispuesto a todo por ella porque el amor ha prendido su corazón y se ha encendido una llama que ya no puede ahogar y entonces será más lo que a cada momento está dispuesto a dar por la persona que ama. No mira para atrás lo que va dejando, lo que va quedando a un lado, porque ahora la flecha de su amor corre tras la persona a la que ama, y porque ama está dispuesto a dar y entregar todo lo que sea necesario. Triste aquellos que dicen que aman pero se están haciendo reservas y comparaciones porque su amor no es estable ni será así duradero.

Seguir a Jesús es cuestión de amor. Nos sentimos cautivados por su amor y querer amar con un amor igual. Porque queremos hacer de su vida nuestra vida. Y aquel que se siente cautivado por el amor lo hace con gusto, no anda mirando intereses particulares cuando se dispone a seguirle, ni anda añorando cosas pasadas porque desapega el corazón de una manera radical de todo lo que pudiera distraerle en ese camino que ahora quiere seguir.

Nos parecen exigentes las palabras de Jesús pero es la radicalidad del amor con el que hemos de seguirle. Por eso nos dice que nos busquemos comodidades ni privilegios, no andemos buscando la ocasión de medrar buscando el alcanzar puestos o lugares importantes. Cuánto le costaba a Jesús explicarle eso a los discípulos que siempre andaban discutiendo por primeros puestos o lugares de privilegio; quien será el primero y principal, quien estará a su derecha o a su izquierda son las cosas que van aflorando tantas veces. Por eso ahora a quien quiere seguirle le dice que el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza; mejor andan los pájaros del cielo con sus nidos, o las zorras con sus madrigueras.

A quien está mirando siempre por el retrovisor, en aquella imagen que nos poníamos al principio, porque quieren despedirse de sus familias, porque quieren enterrar a sus muertos, les dice que quien pone la mano en al arado y mira atrás no es digno de El, y que los muertos entierren a sus muertos. El camino de Jesús es un camino de vida, de resurrección, de renacer a algo nuevo, de una nueva forma de vivir, del nuevo sentido del amor.

Cuánto tendríamos que meditar en estas palabras los cristianos que nos decimos seguidores de Jesús pero que nos vamos continuamente arrastrando porque no hay toda la alegría que tendría que haber en nuestra vida cristiana; cuánto tendría que meditarse en todos los sectores de la Iglesia, donde todavía sigue habiendo pedestales en que subirnos o hermosos ropajes en los que vestirnos. Cuánto tendríamos que cambiar para ser en verdad unos seguidores de Jesús. Con la fuerza de su Espíritu lo podremos realizar. Sigamos dando pasos mirando siempre adelante, poniendo por encima de todo el amor.

 

martes, 29 de septiembre de 2020

Con los santos arcángeles y todos los coros celestiales queremos cantar la gloria de Dios sabiendo que por sus manos nuestras oraciones son presentadas ante el trono de Dios

 


Con los santos arcángeles y todos los coros celestiales queremos cantar la gloria de Dios sabiendo que por sus manos nuestras oraciones son presentadas ante el trono de Dios

 Daniel 7,9-10.13-14; Sal 137; Juan 1,47-51

Tras la reforma litúrgica del concilio Vaticano II se unificaron en una sola fiesta en un único día, el 29 de septiembre, las fiestas de los tres Arcángeles. Todavía nos queda en el recuerdo a los mayores, sobre todo a quienes teníamos algún familiar con ese nombre la festividad del Arcángel san Rafael el 24 de octubre; sin embargo la festividad del Arcángel san Gabriel estaba cercana a la fiesta de la Anunciación y se celebraba en la víspera el 24 de marzo. Ahora celebramos a los tres Arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael en este día del 29 de setiembre.

En la liturgia hacemos referencia a los Ángeles y Arcángeles y a todos los coros celestiales que cantan la gloria de Dios a cuyas voces nosotros queremos unirnos con nuestra vida toda. Es, por ejemplo, la invitación que hace el Arcángel Rafael a Tobías a cantar las alabanzas del Señor, recordándole que su oració

n fue escuchada y presentada por los santos ángeles ante el Trono de Dios; de ahí la misión que ahora realizaba como compañero de camino, pero también como medicina de Dios, que por una parte devolvería la visión al anciano Tobías, pero que también liberó de todos los espíritus malignos a la que iba a ser la esposa del joven Tobías.

Así vemos, pues, que los arcángeles a parte de estar como signos de la presencia de Dios junto a los hombres para liberarlos del mal, son también los que tienen una misión especial que realizar en el orden de la historia de la salvación. Es la misión de mensajero de Dios que tiene el Arcángel Gabriel cuando viene a anunciar a María de Nazaret lo que es la voluntad de Dios y lo que Dios espera de ella.

Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret a una joven desposada con José y cuyo nombre era María, nos dice el evangelista Lucas. Es el mensaje de Dios que se va a convertir en centro de toda la historia de la salvación porque nos anuncia que Dios va a ser ya para siempre ‘Emmanuel’, Dios con nosotros cuando de las entrañas de María por la virtud del Altísimo va a nacer el Hijo de Dios y nuestra salvación. Igualmente Gabriel viene de parte de Dios a anunciarle a Zacarías el nacimiento del Precursor del Mesías que había de preparar los caminos del Señor.

Finalmente el Arcángel San Miguel al que quizá más recordamos en este día, pues ha sido el que no ha variado la fecha de su celebración y al que proclamamos de manera especial como protector de la Iglesia desde los tiempos de la Contrarreforma. Es el Arcángel que vemos en la Biblia como el que lucha contra la rebelión de Lucifer que había sido ángel de luz pero que se convirtió en el ángel de la maldad. ‘¿Quién como Dios?’ es el grito que da nombre al arcángel Miguel y se convierte en signo de la fortaleza de Dios que nos acompaña en nuestra lucha contra el mal.

Comentar que en nuestra tierra canaria hay mucha devoción al arcángel san Miguel a quien se proclama protector y patrono de varias islas y de muchos lugares que incluso llevan su nombre; son numerosos los templos y ermitas a lo largo y ancho de nuestra geografía dedicadas a san Miguel y en la mayoría de nuestros templos parroquiales es habitual encontrarnos con el cuadro de Animas, en cuyo centro siempre aparece la figura del Arcángel.

Cuando nosotros hoy celebramos esta festividad los santos Arcángeles, Miguel, Gabriel y Rafael aprendamos a considerar su verdadero significado porque sentir su protección es sentir ese signo de la presencia de Dios que nos llena de fortaleza frente al mal, que nos hace escuchar la voz de Dios en nuestro corazón como la escuchó María con la presencia del ángel del Señor, pero nos hace sentirnos siempre acompañados por esa presencia de Dios en el camino de nuestra vida, sintiendo que es la luz que abre nuestros ojos y la medicina y gracia que sana nuestros corazones.

Que sepamos unirnos al cántico de gloria con que en el cielo alaban y bendicen a Dios para que toda nuestra vida se convierta también en ese canto a la gloria de Dios con la certeza también de que nuestras oraciones son presentadas por manos de sus Ángeles ante el trono de Dios.

 

 

lunes, 28 de septiembre de 2020

No nos valen los sueños de grandeza que todos llevamos dentro, serán otros los valores a los que tenemos que darle importancia, aprendiendo a contar con lo pequeño

 


No nos valen los sueños de grandeza que todos llevamos dentro, serán otros los valores a los que tenemos que darle importancia, aprendiendo a contar con lo pequeño

Job 1, 6-22; Sal 16;  Lucas 9, 46-50

Los sueños son gratis se suele decir. Cuánto soñamos en la vida, y no se trata de los sueños que tengamos mientras estamos durmiendo, sino bien despiertos muchas veces en que volamos con nuestra imaginación, pero con nuestros deseos de las cosas más bellas y mejores para nuestro futuro.

Los sueños pueden ser castillos en el aire, que se esfuman cuando pasa la brisa del momento, pero con los sueños también podemos labrar nuestro futuro, porque de ellos pueden salir las aspiraciones más hermosas por las que nos pondremos a luchar y que animarán y motivarán nuestros esfuerzos y nuestros sacrificios por alcanzar unas metas. Yo diría que es bueno soñar, porque de alguna manera es aspirar a algo mejor y es ahí donde tendríamos que poner metas altas.

Pero ahí en lo más hondo de nuestra humanidad los sueños nos pueden hacer aspirar a grandezas que nos eleven sobre pedestales y nos hagan perder el pie de la realidad, es el camino de labrarnos aquellos castillos en el aire que alimentan nuestro ego, que nos pueden hacer sentir orgullosos para ponernos por encima de los demás en deseos que pueden aparecer en nosotros de cotas de poder y de grandeza que nos endiosan y que a la larga nos aíslan de la verdadera humanidad.

Los discípulos de Jesús también se ponían a soñar. En las confusiones existenciales que se provocaban en ellos como en el pueblo sencillo, pensaban si acaso Jesús fuera el Mesías y de alguna manera tenían el concepto de un Mesías liberador, pero liberador del poder de potencias extranjeras para devolver a Israel los sueños de grandeza que habían tenido en otros tiempos. Por eso en torno a la figura del futuro Mesías se montaba, por así decirlo, todo un operativo donde serían importantes los que en esa organización pudieran alcanzar mejores cotas de poder.

Por eso iban discutiendo por el camino sobre quien iba a ser más importante. Sus sueños les estaban llevando a aspiraciones de grandezas humanas. Y mira que Jesús lo había explicado, que entre ellos no podía ser como entre los poderosos de este mundo. Pero no terminaban de entender las palabras, los planteamientos de Jesús, lo que en verdad tendría que significar el Reino de Dios.

Ahora Jesús coge un niño y lo pone en medio de ellos. ‘El que acoge a este niño en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado. Pues el más pequeño de vosotros es el más importante’. Un niño en aquella época era tenido en poca cosa. Mientras fuera menor de edad no tenia derecho alguno, ni se le dejaba hablar en las conversaciones de los mayores. No era tenido en cuenta. Y ahora Jesús habla de acoger a un niño, porque el que acoge a un niño le está acogiendo a El.

Hay que comenzar por valorar lo pequeño, lo que nos pueda parecer insignificante. Y el niño no será ya alguien insignificante, sino que tiene que ser acogido por los mayores que tenemos que aprender a hacernos niños y pequeños para llegar a ser importantes.

Es otro el estilo de Jesús. Aquí no nos valen esos sueños de grandeza que todos llevamos dentro, porque todo va a ser distinto. Serán otros los valores, serán otras las cosas a las que le tenemos que darle importancia, hemos de valorar lo pequeño, hemos de saber contar también con lo pequeño. Será el camino de la verdadera grandeza. Hemos de pasar por caminos de humildad que se hacen caminos de servicio.

No valen las envidias, ni el creer que somos los únicos que hacemos las cosas bien. Hemos de aprender a valorar todo lo bueno, venga de donde venga, hágalo quien lo haya hecho. Que podemos encontrar semillas del reino de Dios en los otros, también en los que nos parece que están en contra.

Nos conviene aprender a pensar en estas cosas y de esta manera en este mundo en que todos nos creemos que tenemos la exclusividad, de la verdad, del bien, de la justicia. Mira cómo nos descalificamos los unos a los otros porque no son de nuestra cuerda. Cuantas aplicaciones tiene esto en el día a día de nuestra vida, de nuestras políticas, de nuestra vida social, de todo lo bueno que hay que hacer para entre todos mejorar nuestro mundo, mejorar nuestra sociedad.

domingo, 27 de septiembre de 2020

Una invitación a esperar siempre la misericordia con nuestro arrepentimiento y a tener una mirada nueva hacia los demás que nunca será de juicio ni condena sino de misericordia

 


Una invitación a esperar siempre la misericordia con nuestro arrepentimiento y a tener una mirada nueva hacia los demás que nunca será de juicio ni condena sino de misericordia

Ezequiel 18, 25-28; Sal 24; Filipenses 2, 1-11; Mateo 21, 28-32

La parábola que nos propone Jesús hoy en el evangelio podíamos decir que es algo que sucede todos los días; esa reacción diversa que podemos tener cuando se nos recuerda lo que tenemos que hacer podíamos decir que está a la orden del día; el rebelde que siempre está diciendo que no a todo lo que se le dice, pero que luego recapacita y hace aquello que se le ha señalado, pero también el que promete y promete pero al final de todo se olvida y nada hace.

Es algo que es demasiado frecuente porque solemos decir que estamos cansados de palabras y de promesas, porque todo el mundo nos promete poco menos que el paraíso en la tierra porque con su gestión las cosas van a marchar muy bien, se van a eliminar todas las corruptelas y las cosas funcionarán de maravilla; parece que tienen la varita mágica para resolver todos los problemas que otros no han sabido resolver. Y todos me entenderéis que podemos hablar de las famosas promesas electorales que todos nos hacen y con ellos todo seria una maravilla, pero la experiencia nos dice que se quedan en eso, en promesas electorales.

Pero no es necesario que nos metamos con el mundo de la política, que ya sabemos que es una realidad, sino que tenemos que darnos cuenta que eso nos sucede a todos, nos sucede a ti y a mi, personas sin mayor relevancia, pero que también en nuestra vida nos prometemos muchas cosas, porque vamos a cambiar, vamos a ser mejores, tras un momento en que recibimos un impacto fuerte en la vida nos prometimos y dimos la palabra de que la vida nos la íbamos a tomar de otra manera, pero bien sabemos que pronto lo olvidamos.

Porque claro aquí, cuando estamos escuchando la Palabra de Dios aunque también la Palabra nos haga un juicio sobre el estado de nuestra sociedad, pero sobre todo tiene que llegar a lo personal de cada uno y no temer verse denunciado en esas corruptelas que también tenemos en nuestra vida. Es una palabra que tendrá que interpelarnos en nuestra vida personal y hacernos ver, por ejemplo, cuan inconstantes somos en nuestros propósitos, cuantas veces nos decimos que vamos a ser mejor, pero seguimos con nuestros apegos y nuestras rutinas.

Pero esta Palabra que nos dirige el Señor hoy es también una invitación a la esperanza. Una invitación a la esperanza porque tenemos la certeza de que el Señor es paciente y siempre está a la espera de nuestra respuesta. Es una invitación a nuestro personal arrepentimiento, pero es también una invitación a tener una mirada distinta hacia los demás.

Somos fáciles al juicio y a la condena; ahora mismo cuando al escuchar la parábola veíamos por un lado al rebelde que no quería obedecer o al que prometía y no cumplía por otra parte, ya en nuestro interior estábamos haciendo nuestros juicios de condena. Vemos cualquier actitud o postura en los demás que no nos agradaba y ya estamos manifestando nuestro malestar, o lo que es peor nuestra condena, olvidándonos quizá de la viga que llevamos en nuestros ojos.

Digo que lo que hoy nos dice Jesús nos hace tener otra mirada comprensiva hacia los otros, porque empezamos por darnos cuenta de nuestra propia debilidad y entonces podemos comprender la debilidad de los demás. Porque sentimos la misericordia de Dios sobre nosotros mostremos esa misma misericordia siempre con los demás.

Pero es que Jesús les dice a aquellos sumos sacerdotes y ancianos del pueblo a los que dirige directamente la parábola, que ellos se pueden considerar justos, pero que tengan en cuenta que los publicanos, los pecadores y las prostitutas se les van a adelantar en el Reino de los cielos, porque están más prontos a reconocer su pecado y arrepentirse.

Les recuerda lo que sucedía con la gente que iba a escuchar a Juan; nunca aquellos principales del pueblo se sometieron al bautismo penitencial de Juan - iban más bien pidiéndole credenciales al Bautista de por que hacía lo que hacia allá en la orilla del Jordán -, pero los pecadores reconocían su pecado y allá se sumergían en aquellas aguas purificadores como un signo de penitencia.

¿No será también esta Palabra una interpelación a la Iglesia para que sepamos buscar siempre y por encima de todo el espíritu y el sentido del evangelio abandonando algunas actitudes que podamos tener ante lo que sucede en el mundo? Algunas veces aparecemos demasiado puritanos y no mostramos las señales de la misericordia con todos los pecadores, sea cual sea el pecado en que hayan caído. No puede ser la iglesia juzgadora sino la Iglesia misericordiosa que muestra el rostro compasivo y misericordioso de Dios.