No es hora de mirar por el retrovisor para seguir pensando en
nuestros apegos sino la hora de despojarnos de hermosos ropajes y bajarnos de
nuestros pedestales
Job 9,1-12.14-16; Sal 87; Lucas 9,57-62
A alguien le escuché
decir que este evangelio no es para mirar por el retrovisor sino para mirar
siempre hacia delante. Si el que va conduciendo un vehículo se entretiene en
mirar por el retrovisor lo que va quedando atrás, no podrá observar el camino
que se le presenta por delante ni apreciar todo lo bello que va apareciendo
tras cada curva o a cada momento. Observamos cualquier peligro que nos pueda
salir por un lado o por otro y estamos atentos, es cierto, a cualquier cosa que
pudiera dañarnos o distraernos de nuestro camino, venga por donde venga.
Pero hay que mirar hacia delante. Cosas hermosas
se abren ante nosotros hacia donde nos dirigimos y de lo que tenemos que saber
disfrutar, aunque también en ese camino que se nos presenta habrá muchas cosas
que sortear y superar porque no siempre es fácil ni todo lo llano que nosotros
quisiéramos. Pero es el camino que nos lleva a una meta.
A Jesús en este pasaje
lo contemplamos también de camino y no quiere detenerse. A su paso salen
algunos que se ofrecen para seguirle y otros a los que invita a ir con El. Pero
no les oculta algunas condiciones necesarias e importantes. No se trata ya solo
lo que hay que dejar, sino el ponernos en camino para ir hacia delante, aquello
por lo que nos sentimos cautivados y entonces todo lo que estamos dispuestos a
dar.
Es como el enamorado
que se va tras la amada, que está dispuesto a todo por ella porque el amor ha
prendido su corazón y se ha encendido una llama que ya no puede ahogar y
entonces será más lo que a cada momento está dispuesto a dar por la persona que
ama. No mira para atrás lo que va dejando, lo que va quedando a un lado, porque
ahora la flecha de su amor corre tras la persona a la que ama, y porque ama
está dispuesto a dar y entregar todo lo que sea necesario. Triste aquellos que
dicen que aman pero se están haciendo reservas y comparaciones porque su amor
no es estable ni será así duradero.
Seguir a Jesús es cuestión
de amor. Nos sentimos cautivados por su amor y querer amar con un amor igual.
Porque queremos hacer de su vida nuestra vida. Y aquel que se siente cautivado
por el amor lo hace con gusto, no anda mirando intereses particulares cuando se
dispone a seguirle, ni anda añorando cosas pasadas porque desapega el corazón
de una manera radical de todo lo que pudiera distraerle en ese camino que ahora
quiere seguir.
Nos parecen exigentes
las palabras de Jesús pero es la radicalidad del amor con el que hemos de
seguirle. Por eso nos dice que nos busquemos comodidades ni privilegios, no
andemos buscando la ocasión de medrar buscando el alcanzar puestos o lugares
importantes. Cuánto le costaba a Jesús explicarle eso a los discípulos que
siempre andaban discutiendo por primeros puestos o lugares de privilegio; quien
será el primero y principal, quien estará a su derecha o a su izquierda son las
cosas que van aflorando tantas veces. Por eso ahora a quien quiere seguirle le
dice que el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza; mejor andan los pájaros
del cielo con sus nidos, o las zorras con sus madrigueras.
A quien está mirando
siempre por el retrovisor, en aquella imagen que nos poníamos al principio,
porque quieren despedirse de sus familias, porque quieren enterrar a sus
muertos, les dice que quien pone la mano en al arado y mira atrás no es digno
de El, y que los muertos entierren a sus muertos. El camino de Jesús es un
camino de vida, de resurrección, de renacer a algo nuevo, de una nueva forma de
vivir, del nuevo sentido del amor.
Cuánto tendríamos que
meditar en estas palabras los cristianos que nos decimos seguidores de Jesús
pero que nos vamos continuamente arrastrando porque no hay toda la alegría que
tendría que haber en nuestra vida cristiana; cuánto tendría que meditarse en
todos los sectores de la Iglesia, donde todavía sigue habiendo pedestales en
que subirnos o hermosos ropajes en los que vestirnos. Cuánto tendríamos que
cambiar para ser en verdad unos seguidores de Jesús. Con la fuerza de su
Espíritu lo podremos realizar. Sigamos dando pasos mirando siempre adelante,
poniendo por encima de todo el amor.
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