Como creyentes ponemos toda nuestra confianza en Dios que se nos manifiesta en la rectitud de tantos que hacen el bien y que le dan sentido de humanidad a nuestro mundo
Sabiduría 18,14-16; 19,6-9; Sal 104;
Lucas 18,1-8
La parábola que nos propone Jesús, como nos dice el evangelista, tenía
una intención muy clara; quería enseñar a sus discípulos a tener esperanza y
confianza en la oración, porque a quien oramos es a un Dios que es nuestro
Padre. Pero en las palabras de Jesús podemos encontrar mucho más. Como se suele decir en expresión muy del
pueblo llano no da puntada sin hilo.
Pero tal como sucede en las parábolas Jesús parte de situaciones
humanas que Vivian los hombres de su tiempo, muy semejantes en muchas ocasiones
a las que nosotros seguimos viviendo hoy. Se trata de una mujer que pide
justicia para la situación en la que vive; pero a quien acude es a un juez, que
precisamente no parece que brille por la justicia y la imparcialidad. Se
trataba de un juez que ni temía a Dios ni sentía ningún respeto por los
hombres, por las personas. La imagen es muy dura.
No es solo ya que no temiera a Dios, lo que era inconcebible en un
pueblo creyente como era el pueblo judío que centraba toda la historia de su
vida y de su existencia en Dios, sino que además no sentía ningún respeto por
las personas. ¿Cuál era su justicia?, nos podríamos preguntar. No es que toda
la humanidad sea así pero está haciéndonos un retrato de situaciones en las que
nos podemos encontrar. No todo el mundo es malo, tampoco podemos decir que los
que no sean creyentes no vivan una honradez y una rectitud en su vida con unos
principios y también con unos valores.
El respeto por la persona, por toda persona sería algo que, digámoslo así,
esta como inscrito o grabado en lo más hondo de todo ser humano. La humanidad
en la que creemos todos los hombres, aunque luego tengamos diversos y dispares
planteamientos, se basa en ese respeto del
hombre, en ese respeto de toda persona.
Aunque luego podamos encontrarnos quien se haya dejado meter en su
corazón tal maldad desde sus orgullos o sus ambiciones que no solo no respete a
toda persona, sino que en su injusticia y maldad le hace daño, pretende
destruir a quien pueda estar en posiciones enfrentadas a él, y prevalezca su
egoísmo y la insolidaridad.
Pero como ya hemos reflexionado más de una vez no nos tenemos que
sentir aturdidos por el mal que contemplemos en el mundo que nos rodea. Aunque
es una realidad no significa que todo el mundo sea así; algunas veces nos
ponemos pesimistas y nos parece verlo todo negro.
Pero hemos de saber descubrir las buenas luces que también brillan;
donde menos lo pensamos hay una persona de bien, que busca lo bueno, que quiere
ser honrada, que evita hacer daño a los demás, que busca también la justicia,
aunque quizá en todas las cosas no piense como nosotros. Pero esas luces
pequeñas o grandes que podamos descubrir con buenos ojos nos llenan de
esperanza.
Como creyentes que ponemos nuestra esperanza en Dios, sabemos que Dios
actúa también en esas personas, a través de esas cosas buenas que en la
rectitud de sus vidas quieren también hacer. Como creyentes vemos en ellas también
la acción de Dios. Por eso, como nos invita la parábola que hoy nos propone Jesús,
hemos de tener esperanza, poner toda nuestra confianza en Dios que el Señor se
manifestará a nuestro lado a través también de esas circunstancias de la vida.
Hemos de tener esperanza y por eso también oramos a Dios de que el
bien prevalezca y brille, que los corazones de los hombres se pueden ablandar,
que la buena semilla un día producirá sus frutos, que la bondad de tantos
corazones buenos puede contagiar también a los demás, que entre todos podemos
hacer que haya verdadera humanidad y nuestro mundo sea cada vez mejor.
Oramos y oramos con confianza; oramos perseverantes en nuestra oración;
oramos a Dios que es nuestro Padre y siempre nos atenderá y nos mostrará su
gracia.