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jueves, 16 de noviembre de 2017

No todo es negro en la vida de nuestro mundo sino seamos capaces de ver que hay muchos corazones buenos que van creando una nueva humanidad

No todo es negro en la vida de nuestro mundo sino seamos capaces de ver que hay muchos corazones buenos que van creando una nueva humanidad

Sabiduría 7, 22 – 8,1; Sal 118; Lucas 17, 20-25

Pero ¿es que esto no va nunca a cambiar? ¿Tenemos que seguir siempre así con la vida tan llena de sombras? Parece que nunca va a prevalecer lo bueno, que nunca vamos a lograr que nuestro mundo sea mejor. Ansiamos y deseamos desde lo más hondo de nosotros mismos que las cosas sean distintas, que las relaciones entre las personas sean más humanas, que no tengamos que estar sufriendo tantas violencias, que desaparezcan todas esas corruptelas y maldades que observamos a nuestro alrededor y que algunas veces nos manchan a nosotros también, que no sigan siendo los ambiciosos del poder los que se adueñen de todo y manipulen a su antojo los hilos y resortes de nuestra sociedad.
Hay gente inquieta tenemos que reconocer, surgen por acá y por allá grupos insatisfechos que querrían cambiar todo de un plumazo, pero se ven muchas veces impotentes y hasta tienen el peligro de verse salpicados por esa maldad que ronda a nuestro alrededor. Se quieren poner normas y leyes; se quiere cambiar el rumbo de la sociedad porque nos parece que nada de lo que teníamos nos vale, porque por sus frutos los conoceréis. Y se siente cierta frustración porque las esperanzas que tenemos puestas en querer hacer que las cosas sean mejor no se ven cumplidas.
Son los descontentos que se aprecian en la sociedad y de lo que también hemos de reconocer algunos tratan de aprovecharse. Y no es meternos en política en el sentido de partidismos sino en querer buscar el bien de la sociedad, lo mejor para nuestra sociedad. ¿Qué hacer? ¿Sucede todo esto solo en nuestro tiempo o es historia repetida a través de los tiempos?
En el momento histórico de Jesús también se vivían en la sociedad situaciones así. El pueblo judío estaba descontento porque se veían oprimidos y sin libertad bajo el dominio de los romanos y ellos siempre habían tenido la esperanza de un Mesías liberador que dada la situación que vivían lo convertían demasiado en un caudillo guerrero que hiciera una liberación en un sentido político también.
Vivían la esperanza de un Mesías anunciado por los profetas y que vislumbraban que llegaba el tiempo de su venida. Ahora se preguntan si no es Jesús ese Mesías esperado cuando El tanto les habla del Reino de Dios y de una nueva forma de vivir donde habría de prevalecer el amor y la paz. Por eso se preguntan si ya es el tiempo de ese Reino de Dios que Jesús anuncia. Son los fariseos los que vienen ahora a preguntarle cuando iba a llegar el Reino de Dios.
La respuesta de Jesús es contundente. El Reino de Dios no va a llegar de forma espectacular ni de la manera que ellos se están imaginando. ‘Mirad, el Reino de Dios está dentro de vosotros’. ¿Qué significará lo que Jesús les está diciendo? El Reino de Dios no llega desde meras imposiciones externas, porque hagamos unas guerras o impongamos unas leyes. El Reino de Dios hemos de comenzar a vivirlo dentro de nosotros. Si en nuestro corazón no aparecen esas características de las que Jesús nos ha venido hablando a lo largo de todo el evangelio, significa que el Reino de Dios no ha llegado a nuestra vida.
Hemos de comenzar por decir que son nuestros corazones los que tienen que cambiar, nuestras posturas y actitudes tienen que transformarse; hemos de comenzar a pensar y a vivir de una forma nueva; nuestra manera de relacionarnos con los demás, de tratar con todas las personas tiene que ser diferente; la paz no será algo externo e impuesto sino que hemos de sentirla dentro de nuestro corazón porque desterremos resentimientos y rencillas, porque hagamos desaparecer el odio  y la malquerencia de nuestro corazón, porque comenzamos a ser más solidarios los unos con los otros, porque nos amamos más, porque nos respetamos y valoramos mutuamente y las envidias y los celos ya no nos reconcomen por dentro.
Comenzaremos a vivir el sentido del Reino de Dios e iremos contagiando a cuantos están a nuestro lado de todos esos valores. Descubriremos las cosas buenas que hay en los demás y veremos que también hay muchos que viven con esa inquietud en el corazón; nos daremos cuenta de que hay muchas personas buenas y no es el mal el que prevalece, sino que hay muchos que van sembrando en sus familias, en sus ambientes, en su trabajo, en la sociedad en que viven buenas semillas que un día darán fruto.
A pesar de las sombras veremos también que hay mucha luz y que también van cambiando muchas cosas, aunque cueste y sea una lucha de amor continua la que tenemos que ir realizando. Tengamos esperanza, vivamos en esperanza, llenemos de la luz de la esperanza a nuestro mundo para que no caigamos en el desaliento. Seamos positivos en la vida.

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