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sábado, 19 de febrero de 2022

Dejemos que Jesús nos lleve con El a la montaña alta, a los momentos de intimidad, al silencio y a la escucha, a la oración, El se nos revelará en lo hondo del corazón

 


Dejemos que Jesús nos lleve con El a la montaña alta, a los momentos de intimidad, al silencio y a la escucha, a la oración, El se nos revelará en lo hondo del corazón

Santiago 3,1-10; Sal 11; Marcos 9,2-13

 ‘Ven conmigo que quiero contarte algo’, y el amigo nos sacó de aquella conversación en la que estábamos, o de aquel grupo de amigos con los que estábamos pasando el rato, y nos llevó en un aparte porque quería contarnos algo. Nos sentimos sorprendidos y halagados seguramente; no lo esperábamos y además estaba mostrando una confianza grande al contarme aquello tan especial. Buena consideración debía de tener de nosotros cuando así mostraba algo que no contaba a los demás.

¿Sería algo así cómo se sentirían aquellos tres discípulos cuando Jesús los llama y se los lleva con él para subir a aquella montaña alta? Ya sabían que a Jesús le gustaba retirarse a lugares apartados para orar; lo verían así en oración hasta noches enteras en distintos momentos, pero habitualmente se retiraba solo. Ahora hay que subir a aquella montaña alta en medio de las llanuras y valles de Galilea y Jesús se lleva consigo a Pedro, Santiago y Juan. Después sabremos que en algún otro momento los escoge en particular a ellos también para momentos especiales.

No esperaban lo que allí en lo alto iba a suceder. Estando Jesús en oración y seguramente ellos medio adormilados por algún sitio, cansados quizás de la subida a la montaña, Jesús se transforma. Unos resplandores lo envuelven y sus vestiduras se llenan de un brillo especial. Y Jesús no está solo, pues junto a El estarán Moisés y Elías. Despabilándose ante tanto resplandor los tres discípulos están más que asombrados. Pedro se atreve a hablar porque no quiere que aquello se acabe. Se sienten en la gloria del cielo. ‘¡Qué bien se está aquí!’ y como nos narrará otro de los evangelistas ya está pensando en levantar unas chozas para que permanezcan y aquello no se acabe.,

Pero una nube los envuelve y una voz venida del cielo suena como un trueno sobre ellos. ‘Este es mi Hijo amado, escuchadlo’. No soportan tanta emoción y les aturde la revelación que del cielo está viniendo y caen de bruces asustados. Jesús les saca de su aturdimiento y como en un despertar después de tanta emoción, allí está solo Jesús con ellos, que les recomienda mientras bajaban que aquello no lo contaran a nadie hasta después de que resucitara de entre los muertos. No terminan de entender, muchas preguntas siguen estando dentro de ellos. Aunque en los anuncios de la pasión les había hablado siempre de resurrección aun no terminan de entender.

Jesús quiere tener a sus discípulos cerca de sí. Se los llevó con ellos, nos dice en otra ocasión, igual que cuando eligió a los doce era para que estuvieran con El. Jesús nos quiere tener junto a sí. Solo estando con Jesús, solo sintiéndonos muy cerca de El es cómo comenzaremos a conocerlo de verdad. Es ahí en esa cercanía y en esa intimidad donde Jesús se nos da a conocer allá en lo más profundo de nuestro corazón. Como el amigo que nos lleva en un aparte porque quiere revelarnos unos secretos. Tenemos que dejar que Jesús nos tenga junto a sí, nos lleve con El.

Algunas veces parece que se nos complica eso de la fe y lo de ser cristiano. Son tantas las influencias que recibimos de todas partes que un poco parece que ese piso de la fe se nos tambalea debajo de nuestros pies. Hay pasos que nos cuesta dar, cosas que nos cuesta aceptar, valores que nos cuesta vivir, porque aparecen nuestros miedos, porque nos llenamos de dudas, porque las exigencias del camino de Jesús algunas veces nos parecen difíciles.

Parece que nos sentimos solos, parece que no llegamos a vivir esa presencia de Dios en nuestra vida, parece que los caminos se nos hacen demasiado pendientes y nos entran los cansancios. Quizá hay algo que no tenemos muy en cuenta, no le damos tanta importancia y lo abandonamos. Jesús quiere que estemos con El y a nosotros nos cuesta estar con Jesús, porque preferimos otras carreras u otros caminos. 

Y detenernos, hacer silencio dentro de nosotros, abrir bien los oídos del alma, entrar en esa sintonía de Dios para escucharle, para sentirle, para vivirle, es algo que nos cuesta y tantas veces lo dejamos para otro momento, o lo queremos hacer a la carrera. Veamos el tiempo que le damos a nuestra oración, veamos si creamos ese silencio interior para sentir a Dios en nuestra vida; en medio de los ruidos no lo podemos escuchar.

Dejemos que Jesús nos lleve con El, a la montaña alta, a los momentos de intimidad, al silencio y a la escucha, a la oración. Aunque los ojos se nos cierren por el sueño intentemos mantener esa sintonía de Dios abierta. Y Jesús se nos revela, Jesús se nos da a conocer, Jesús nos hará vivir su presencia dentro de nosotros. Y bajaremos de la montaña también transfigurados, transformados, con nuevos bríos e impulsos, con nuevas ganas de seguir con toda intensidad el camino de Jesús.

viernes, 18 de febrero de 2022

Las palabras de Jesús impactan, interrogan por dentro, nos hacen hacer nuevos planteamientos para la vida, nos proponen exigencias de renovación y autenticidad

 


Las palabras de Jesús impactan, interrogan por dentro, nos hacen hacer nuevos planteamientos para la vida, nos proponen exigencias de renovación y autenticidad

Santiago 2, 14-24. 26; Sal 111; Marcos 8, 34 – 9, 1

Nos gusta contentarnos a nosotros mismos. ¿Quién no se permite un capricho en más de alguna ocasión? Queremos lo mejor, ambicionamos todo, cuando vemos algo que nos gusta y nos llama la atención nos sentimos atraídos y ya estamos pensando a ver cómo lo consigo. ¿Aspiraciones de felicidad? Claro que todos queremos ser felices y queremos en ocasiones llenarnos de cosas pensando que ahí está la felicidad. Pero puede llegar un momento en que nos sentimos hastiados de todo; aquellas cosas que antes anhelábamos tanto, ahora parece que no nos llaman la atención y nada nos dicen. Tenemos de todo y pudiera ser que nos sintiéramos vacíos, ¿qué nos falta?

Son preguntas que algunas veces nos hacemos, porque incluso la posesión de todas aquellas cosas que anhelamos y por las que luchamos para conseguirlas ahora nos pueden producir vacío, hastío, insatisfacción, agobios y preocupaciones. ¿Para qué? nos preguntamos. ¿Es que en verdad necesito tanto para ser feliz? Y contemplamos a nuestro lado a quienes nada tienen pero reflejan en su rostro una sonrisa que brota de la felicidad de su alma. Por eso nos preguntamos, tenemos que hacernos muchas preguntas, no hemos de tener miedo a esas preguntas que nos pueden horadar el alma, pero que nos harán mirar de una forma distinta los bolsillos.

Y algunas veces nos dan miedo esas preguntas. ¿Será que no nos gusta que nos hagan pensar? Pero lo necesitamos. Lo hace Jesús con sus discípulos. Sus palabras impactan, interrogan por dentro, nos hacen hacer nuevos planteamientos para la vida. Claro que a los que siempre quieren estar en lo mismo, no les gustan las palabras de Jesús. Ya sabemos lo que pasa con los fariseos y los maestros de la ley. Plantea exigencias de renovación, quiere autenticidad en la vida, que busquemos lo que es verdaderamente principal para que no nos quedemos en superficialidades, nos hace tomar caminos nuevos.

Es lo que se nos plantea en el evangelio de hoy. Si decíamos al principio que nos gusta regalarnos a nosotros mismos, hoy nos dice Jesús que tenemos que negarnos a nosotros mismos. No porque de una forma masoquista tengamos que buscar el sufrimiento, sino porque tenemos que aceptar la realidad de la vida que muchas veces está llena de sufrimientos, pero sobre todo porque cuando tenemos que superarnos para buscar cosas mejores, tendremos que dejar a un lado algunos gustos o algunas apetencias aunque eso nos haga sufrir por dentro.

Jesús plantea que vivir con intensidad la vida es amar, y amar significa entregarse siendo capaz de olvidarse uno de si mismo porque busca siempre el bien del otro. Es el camino de la autentica felicidad frente a lo que muchas veces nosotros pensamos que la felicidad está en las cosas; la verdadera felicidad tenemos que buscarla dentro de nosotros mismos por nuestra capacidad de amar, por nuestra capacidad de darnos. ¿De qué nos vale tener todo,  nos viene a decir, si no alcanzamos la verdadera felicidad desde la intensidad de nuestra entrega y de nuestro amor?

‘Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero y perder su alma? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla?’, nos dice hoy Jesús. Por eso habla de ser capaces de perder la vida para ganarla. Algo muy distinto a los criterios del mundo a los que estamos tan acostumbrados. ‘Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará’

En otro momento nos dirá Jesús que tenemos que ser luz y que vean nuestras buenas obras para que todos den gloria al Padre del cielo. Hoy nos viene a decir que tenemos que ser testigos siempre, dar testimonio de lo que es nuestra fe, mostrar sin temor al mundo el camino y los valores por los que hemos optado. Es importante dar la cara, no ocultarnos. De una forma que nos pudiera parecer dura nos dice: ‘Quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre entre sus santos ángeles’. Es la valentía del testimonio ante el que nunca nos podemos acobardar.

Son cuestiones que nos hacen pensar. Son planteamientos nuevos que hemos de hacernos buscando siempre lo que es verdaderamente importante. Es un sentido de autenticidad, de verdad que hemos de darle a la vida. Es un camino que hemos de recorrer que aunque en algún momento pudiera parecer cruz, siempre tenemos los ojos puestos en la resurrección y en la vida.

jueves, 17 de febrero de 2022

Nuestra vida cristiana es hacer camino con Jesús con todas sus consecuencias confesando nuestra fe en El pero aceptando lo que ese camino tiene de Pascua

 


Nuestra vida cristiana es hacer camino con Jesús con todas sus consecuencias confesando nuestra fe en El pero aceptando lo que ese camino tiene de Pascua

Santiago 2, 1-9; Sal 33; Marcos 8, 27-33

Hacer un camino juntos es mucho más que recorrer unos kilómetros para ir de un lado a otro; el caminar juntos en un esfuerzo compartido para hacer un recorrido nos da pie a hondas conversaciones, a confidencias porque parece que se nos escapan del corazón aquellas cosas que hemos vivido y llevamos dentro; creo que todos de una forma u otra tenemos esa experiencia, cómo llegamos a hondas conversaciones, a una comunicación con aquella persona que va con nosotros que quizás en otros momentos no hubiéramos sospechado.

Afloran los recuerdos, se reviven sentimientos, compartimos ilusiones y sueños, compartimos lo que son metas o ideales, expresamos lo que son nuestros gustos o deseos igual que aquello que no nos agrada, sale lo mejor que llevamos dentro de nosotros aunque también podamos hacer confidencias de sombras que nos pueden nublar el corazón por cualquier motivo. Hacer un camino es algo más que recorrer unos pasos, porque al final es el camino de nuestra vida el que vamos compartiendo.

Hoy nos dice el evangelio que Jesús iba de camino con sus discípulos. Quiere decirnos algo más de que se estaban trasladando de un lugar ahora como solían ir de pueblo en pueblo predicando. Vemos que en ocasiones Jesús se va por lugares que no era habitual, y no se ve una razón, por así decirla apostólica, para ir a esos sitios. Ahora andan casi en las fronteras de Palestina, por la región de Cesarea de Filipo. Momentos de intimidad, momentos de preguntarse por el camino que están haciendo, momentos de preguntarse por el sentido de cuanto está sucediendo, momentos en que van a salir a flote cosas hermosas, aunque pudieran aparecer sombras y dudas.

La pregunta de Jesús es directa. ‘¿Quién dice la gente que soy yo?’ ¿A qué venía esa pregunta? Es Jesús que quiere saber – aunque El bien lo sabe – lo que hay en su corazón, aunque pudiera parecer una pregunta indirecta. Muchas veces el evangelista lo ha ido expresando, de la admiración que sentía la gente por Jesús. Lo miraban como un profeta, como alguien venido de Dios o que tiene a Dios consigo, como diría un día Nicodemo. Y los discípulos van soltando las opiniones de la gente. ‘Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas’.

Pero la pregunta de Jesús quiere ir más allá, más a lo hondo de ellos mismos. Están siempre con Jesús, lo ven más de cerca por decirlo de alguna manera, escuchan sus palabras y tienen momentos intensos de mayor intimidad como el que ahora están teniendo. Por eso la pregunta es directa. ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy?

Podemos imaginar el silencio que reinaría en esos momentos, como suele suceder cuando nos hacen una pregunta directa en la que tenemos que implicarnos en la respuesta. Se cruzarían las miradas. Pero allá saltará Pedro enseguida. ‘Tú eres el Mesías’.

Continúan los intercambios desde el corazón. Jesús no quiere que difundan esa respuesta. Ya sabemos, las interpretaciones que se podría hacer la gente. Pero a ellos Jesús quiere decirles algo más. Acepta la respuesta de Pedro pero viene a decir algo muy importante Jesús. ‘Y empezó a instruirlos: El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días. Se lo explicaba con toda claridad’. 

Pero esto es como un jarro de agua fría. Se habían ido entusiasmando con la conversación, se sentían satisfechos con la respuesta de Pedro. Era lo que todos intuían, porque de alguna manera el Espíritu se los iba revelando en su corazón. Pero ahora no entienden lo que Jesús quiere decirles. De alguna manera parece que eso defrauda sus esperanzas, las ilusiones de lo que ellos pensaban que sería el Mesías.

Y de nuevo será Pedro el que tome la iniciativa y se lleve a Jesús aparte para quitarle eso de la cabeza. Pero Jesús le rechaza. Es una tentación para El. Son palabras fuertes las que le dice a Pedro. Cuanto cuesta aceptar la pasión, el dolor, la muerte. Aunque Jesús les habla también de resurrección. Es el camino que tienen que seguir haciendo con Jesús, aunque les duela, aunque les cueste, pero el proceso será largo y solo verán la luz después de la resurrección y se llenen del Espíritu de Jesús.

Hagamos nosotros camino. También hay momentos de entusiasmo, como los habrá de sombras y de dudas. Tiene que haber momentos de intimidad con Jesús para impregnarnos de su presencia y de su Palabra; aflorarán nuestras dudas, nuestros interrogantes internos, nuestras oscuridades, nuestros miedos. También nos costará aceptar el camino que Jesús nos propone, pero tenemos que estar dispuestos a seguirle; tenemos que andar con cuidado para que las tentaciones que nos vienen del mundo que nos rodea no nos afecten, no nos aparten del camino, para que sepamos comprender lo que hay siempre de pascua en nuestra vida.

Nuestra vida cristiana es hacer camino con Jesús con todas sus consecuencias.

 

miércoles, 16 de febrero de 2022

Señor, danos siempre esa luz, abre nuestros ojos y nuestro corazón para finalmente conocerte y llenar el mundo de luz

 


Señor, danos siempre esa luz, abre nuestros ojos y nuestro corazón para finalmente conocerte y llenar el mundo de luz

Santiago 1, 19-27; Sal 14; Marcos 8, 22-26

¿Seremos ciegos? Desgraciadamente sabemos bien quien nace con esa discapacidad en sus ojos y la ceguera le impide ver la luz y los colores, o peor aún, no poder contemplar el  rostro de los seres amados. Muchos a lo largo de la vida vamos perdiendo por distintos motivos la capacidad total de visión y hoy podemos valernos de muchos medios para recobrar la luz de sus ojos. Qué gozo cuando tras una cirugía de cataratas puedes contemplar de nuevo los colores con toda nitidez e intensidad, por ejemplo.

Pero cuando estamos ahora refiriéndonos a la ceguera todos entendemos que queremos decir algo más. En la vida fácilmente nos cegamos, en la vida no siempre vemos con total claridad, en la vida damos muchas veces palos de ciego, como suele decirse, unas veces desde nuestro orgullo en que quizás queremos que todos tengan nuestra misma forma de mirar las cosas, muchas veces porque nos ofuscamos en muchas cosas y cerramos nuestra mente no queriendo ver más allá de la punta de nuestra nariz, como suele decirse.

Hay ocasiones en que recibimos tantas influencias de tantas luces fatuas de nuestro entorno que quedamos encandilados sin saber qué camino tomar, cuales son las decisiones más importantes de nuestra vida, o perdemos el sentido de nuestro caminar, el sentido de nuestra existencia. Cegueras, muchas veces que nos buscamos, muchas veces que lo que está a nuestro alrededor nos las impone, o cegueras en que algunas veces hay quien quiera que caminemos con ellas, manipulaciones en la sociedad hay demasiadas.

¿Dónde encontrar la luz, cómo encontrar la luz? Intentamos por nosotros mismos tantas veces interiorizar en nuestra vida, haciéndonos preguntas hondas para clarificarnos, para saber qué es lo que queremos o cuál es el rumbo que hemos de tomar. Es una búsqueda de la luz. Necesitamos hacerlo, no hemos de tener miedo a arriesgarnos a hacernos esas preguntas y planteamientos o ponernos en ese camino de búsqueda. Mejor es andar buscando aunque tanteemos y nos podamos equivocar que quedarnos en nuestra ceguera para siempre.

Quienes seguimos a Jesús sabemos donde podemos encontrar la luz. Precisamente le seguimos porque tenemos la experiencia de que en El hemos encontrado esa luz. Así se nos presenta El en el Evangelio y nos invita a seguirle, y si no le seguimos ya nos dice que andaremos en tinieblas. Son muchos los textos que en los evangelios y en los distintos evangelistas de una forma o de otra nos hablan de la luz, de esa luz que en Jesús podemos encontrar.

Hoy el evangelio nos habla de un ciego que llevaron a Jesús para que Jesús lo curara. Un detalle, hubo alguien que se preocupó de la ceguera de aquel hombre y lo llevó a Jesús; creo que nos puede estar diciendo mucho a todos los que creemos en Jesús y parece que nos guardamos la luz solo para nosotros.

Y Jesús curó a aquel hombre, devolvió la luz a sus ojos. Fue todo un proceso, porque a aquel hombre le costó recobrar totalmente la visión de sus ojos. Confundía a las personas con árboles que caminaban. Todo un signo, porque aunque la Palabra de Jesús llega a nosotros para darnos esa luz nueva, hay ocasiones en que nos cuesta interiorizar de verdad el mensaje de Jesús. Pero tenemos que seguir buscando, tenemos que seguir estando al lado de Jesús y escuchándole. Podremos encontrar ese sentido nuevo, esa visión nueva que Jesús quiere darnos.

Señor, danos siempre esa luz.

martes, 15 de febrero de 2022

Es necesario darle hondura a la vida siendo reflexivos para no andar ni adormecidos ni agobiados sino con paz en el corazón pero que nos inquieta e impulsa para mejores cosas

 


Es necesario darle hondura a la vida siendo reflexivos para no andar ni adormecidos ni agobiados sino con paz en el corazón pero que nos inquieta e impulsa para mejores cosas

Santiago 1, 12-18; Sal 93; Marcos 8, 14-21

Hay ocasiones en que vamos por la vida un tanto despistados; quizás tenemos nuestras matraquillas en la cabeza con nuestros sueños o con nuestras preocupaciones, con esas cosas que nos atan y parece que no podemos deshacernos de ellas, que nos dicen las cosas, que vemos señales delante de nosotros y no terminamos de entender.

Es necesario estar atentos a las señales decimos cuando vamos por la carretera conduciendo un vehículo, pero luego no estamos tan atentos a las señales que la vida nos va ofreciendo y que tendrían que tenernos alerta para darle importancia a lo que es lo fundamental. Escuchamos una palabra que nos puede sugerir muchas cosas y no nos enteramos o le damos nuestras interpretaciones muy particulares; se nos ofrece una imagen de algo que puede ser muy sugerente y no sabemos hacer su lectura.

Confieso que en otro espacio también de las redes intento ofrecer cada día un pensamiento de reflexión y muchas veces me expreso a través de imágenes sencillas tomadas de la vida ordinaria y me sorprendo con la interpretación que dan algunos de mis palabras, quedándose en la imagen pero no sabiendo llegar al mensaje. Pero suele sucedernos mucho.

Jesús quería hacer reflexionar a los discípulos, quería abrirles los ojos para que no se dejaran confundir por otras cosas que les podrían alejar del mensaje del Reino que El trataba de anunciarles, y también se sorprende porque sus discípulos no terminan de entender lo que les quiere decir. ‘¿Y no acabáis de comprender?’, les dice Jesús.

Les habla de que tengan cuidado con la levadura de los fariseos que podría agriarles la masa de la vida que descubrían el evangelio y ellos se ponen a pensar si han llevado o no han llevado suficiente pan en la barca para la travesía que están haciendo. Quizá se recordaban que no tenían pan en el desierto cuando Jesús les pide que le den de comer a la multitud y olvidan hasta donde llegaba la misericordia y la bondad del Señor que hizo que toda aquella multitud comiera y hasta sobrara.

Con qué facilidad nos quedamos solamente en lo que tenemos delante de la nariz y no somos capaces de admirar la amplitud del paisaje que en panorámica se ofrece ante nuestros ojos. Por eso cuidado con esa levadura de los fariseos, les viene a decir Jesús; cuidado y atentos a la vida, a lo que sucede, a saber dar una buena interpretación a las cosas y también a las palabras que escuchamos, porque nuestra superficialidad nos puede jugar una mala pasada, como suele decirse.

Es necesario darle hondura a la vida, es necesario saber ser reflexivos, es necesario abrir bien el corazón, pero quitando las malas hierbas que van a impedir que la planta prospere, es necesario poner luz en el corazón para que no nos confundamos con cualquier oropel que quieran ofrecernos como piedra preciosa, es necesario que nos dejemos conducir por el Espíritu del Señor que El inspirará nuestro corazón con las mejores cosas, es necesario arrancarnos de apegos  que van a ir frenando nuestra vida, es necesario vivir esa libertad de espíritu que nos da el Señor con su fuerza.

Podremos avanzar, podremos crecer espiritualmente, podremos darle verdadera hondura a nuestra vida, podremos hacer florecer nuestra vida para poder obtener un día los mejores frutos, podremos dar ese testimonio claro de lo que significa seguir a Jesús para atraer a los demás a que sigan y vivan también los valores del Evangelio.

No andaremos despistados, podremos estar por encima de esas preocupaciones que como nubarrones tantas veces se ciernen sobre nuestra vida, podremos así mantener la paz en el corazón, pero una paz que no nos adormece sino que nos llena de inquietud por las cosas buenas.

lunes, 14 de febrero de 2022

Qué necesitará nuestro mundo, nuestra Europa llamada tantas veces cristiana, para que en verdad hoy pueda escuchar el evangelio de Jesús como buena noticia

 


Qué necesitará nuestro mundo, nuestra Europa llamada tantas veces cristiana, para que en verdad hoy pueda escuchar el evangelio de Jesús como buena noticia

Hechos de los apóstoles 13, 46-49; Sal 116; Lucas 10, 1-9

‘Poneos en camino…’ Había designado Jesús a setenta y dos de entre todos sus discípulos y los había enviado a hacer anuncio del evangelio ‘de dos en dos, a todos los pueblos y lugares dónde pensaba ir El’.


Escuchamos de nuevo este pasaje del evangelio del envío de sus discípulos cuando hoy en la liturgia de la Iglesia celebramos a san Cirilo y san Metodio, patronos de Europa y que fueron grandes evangelizadores en extensas regiones europeas. Procedían ellos de la Iglesia Oriental pues su origen estaba en Tesalónica y predicaron en extensas regiones de los Balcanes, dejando impregnada la cultura europea que se iba formando en aquellos tiempos históricos del espíritu y sentido del cristianismo.

Este envío de Jesús siempre tiene que ser algo que nos dé mucho que pensar. En este pasaje del evangelio no envía Jesús a sus discípulos, como lo hará al final, para que recorran el mundo entero; ahora los envía a aquellos lugares cercanos, donde de alguna manera va a estar ceñida la predicación de Jesús. Y es algo muy concreto que hemos de tener muy presente nosotros hoy. Porque es ahí, en ese lugar cercano nuestro, donde es necesario un nuevo anuncio del Evangelio, con claridad, con precisión, con valentía.

Y no va a ser tarea fácil, porque nos vamos a encontrar a unas personas que quizá incluso se llaman cristianas, pero que ya no están tan impregnadas del espíritu del Evangelio. Son los que vienen de vuelta, como se suele decir; un día el ser cristiano pudo haber significado algo para ellos, pero ya hoy se hacen oídos sordos a ese anuncio del evangelio; es más, creen sabérselo todo y por eso quizá han endurecido su corazón para que no traspase esa coraza que se han creado en sí mismos la semilla del evangelio. Para ellos ya no es buena noticia lo que se les anuncie.

Nos dice Jesús hoy que nos envía como corderos en medio de lobos, pero no porque sea difícil Jesús nos dispensa de nuestra tarea. ‘Poneos en camino’, nos dice. Sí, nos hace unas precisiones que creo son importantes. Hay que ponerse en camino y nos dice ‘no llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino’. No son necesarias muchas cosas para el anuncio del evangelio, no tenemos que estar entreteniéndonos en cosas innecesarias; por eso habla del saludo que hay que evitar, pues los orientales en sus saludos son muy extensos porque preguntan y repreguntan una y otra vez por la familia y todos y cada uno de sus miembros.  ¿No nos pasa a nosotros cuando nos paramos por el camino a hablar con el vecino se nos pasan las horas hablando y hablando sin llegar a nada positivo sino muchas veces a una pérdida de tiempo?

Han de llevar el mensaje de la paz expresando también en la humildad con que se presentan, la disponibilidad de sus vidas, el espíritu de servicio para liberar de todo mal a quien se encuentre atenazado por el sufrimiento. Les ha dado poder para curar de espíritus inmundos y de toda clase de enfermedad. Son las señales del amor las que se han de dar siendo verdaderos instrumentos de paz. Es el anuncio que han de hacer.

¿Cuál es nuestro anuncio hoy? Cuidado nos entretengamos en cosas que son menos importantes, pero no seamos verdaderamente esos instrumentos de paz. Cuidado nos estemos preocupando de muchas técnicas y de muchos medios y no seamos verdaderamente los signos del amor viviendo con intensidad el espíritu de servicio.

¿Qué necesitará en verdad nuestro mundo, nuestra Europa que llamamos tantas veces cristiana para que en verdad hoy se pueda escuchar el evangelio de Jesús verdaderamente como buena noticia? ¿Habría que revisar algo en nuestra manera de hacer el anuncio del evangelio? ¿Estaremos perdiendo el tiempo en cosas que no son las fundamentales? No es acomodarnos a lo que quisieran escuchar, sino que tiene que ser ese anuncio auténtico que pueda despertar la atención de nuestra Europa dormida al Evangelio.

domingo, 13 de febrero de 2022

Que florezcan en nosotros las flores de la generosidad y del amor con nuestras raíces hundidas en el Señor y por nuestra ternura estaremos haciendo un mundo más feliz para todos

 


Que florezcan en nosotros las flores de la generosidad y del amor con nuestras raíces hundidas en el Señor y por nuestra ternura estaremos haciendo un mundo más feliz para todos

Jeremías 17, 5-8; Sal 1; 1 Corintios 15, 12. 16-20; Lucas 6, 17. 20-26

Seguro que en ciertos ambientes, en ciertos sectores de la sociedad en la que vivimos estas palabras que le escuchamos hoy a Jesús en el evangelio les podrían producir risa; lo que por otra parte avalaría con mayor valor la certeza de las palabras de Jesús y su cumplimiento.

Escuchar que son dichosos y felices los pobres, los que nada tienen o tienen hambre, los que lloran en la vida a causa de sus sufrimientos o de los problemas que los envuelven produce, es cierto, una paradoja. Nos pueden resultar incomprensibles, difíciles de entender. ¿Cómo entender estas palabras de Jesús? Entre las cosas que habitualmente valoramos está el alcanzar una vida digna, tener unos medios que no nos hagan pasar estrecheces y vivir en la pobreza, alejar todo lo que sea sufrimiento ya sea físico o moral de nuestra vida, porque nos gustaría ser valorados y tenidos en cuenta. Está bien, es justo que deseemos todo esto y entre en las preocupaciones e intereses de nuestra vida. Por eso, nos chocan estas palabras de Jesús.

¿Es una promesa que nos hace Jesús? ¿Es un anuncio de algo que podemos alcanzar? ¿Es una esperanza que se suscita en nuestro corazón? Ciertamente que allí en la llanura, donde Jesús pronunció estas palabras había gente de todo tipo y de toda condición; en un pueblo pobre como era Israel y más en la situación en la que se encontraban la mayoría de los que allí estaban eran esos pobres y esos que pasaban dificultades, esos que nada tenían y que pasarían muchos momentos de escasez y de hambre también, mucha gente que sufría porque siempre traían a Jesús a sus enfermos para que los curase pero estaban también los que tenían muchas amarguras en el alma. Y seguro que estas palabras desconcertantes de Jesús comenzaron a llenar de esperanza sus corazones.

Jesús anunciaba un reino nuevo, donde todo habría de cambiar, precisamente sus palabras como había dicho en la sinagoga de Nazaret eran evangelio, buena noticia, para los pobres; si todo había de cambiar cambiaría la situación en la que vivían, eran su esperanza, pero cuando fueran comprendiendo todo lo que significaba el reino de Dios que Jesús anunciaba descubrirán como el cambio profundo había de producirse en los corazones y en las actitudes nuevas con que habían de enfrentarse a la vida y a la realidad.

Un mundo nuevo, un reino nuevo donde imperase la justicia, donde tendrían que brillar por la autenticidad de sus vidas, donde comienzan a resplandecer unas actitudes y unos valores nuevos dándole mayor aprecio a la solidaridad, a la generosidad y al amor, donde comenzarán a ser distintas también las relaciones entre unos y otros. ¿No era ese el camino de dicha y de felicidad? ¿No tenían sentido entonces las palabras de Jesús?

‘Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo’.

La confianza que comenzaría a nacer en los corazones no era fiarse de sí mismo y de sus posibilidades y poderes que pudieran alcanzarse a nivel humano, sino que la confianza se ponía totalmente en el Señor. Ya el profeta había anunciado que ‘el que confía en el Señor y pone su confianza en el Señor será como un árbol plantado junto al agua que alarga a la corriente sus raíces’.

Entonces ¡ay! de aquellos que ponían toda su confianza en sí mismos o en las cosas que poseyeran; no eran esos los caminos que les llevaran a una verdadera felicidad. ‘Pero, ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis! ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros!’ Son las lamentaciones de Jesús por aquellos que se sienten saciados de sí mismos. Como ‘quien confía en el hombre y busca su apoyo en las criaturas será como cardo en la estepa, que nunca recibe la lluvia y habitará en un árido desierto, tierra salobre e inhóspita’.

Que nuestro corazón no sea como el áspero cardo en que lo convertimos cuando nos falta ese grado de humanidad, de solidaridad, de ternura. Que florezcan en nuestra vida las flores de la generosidad y del amor y así estaremos haciendo un mundo más feliz para todos.