Necesitamos
tener unas nuevas aptitudes que nos hagan disponibles siempre para el servicio,
pero también con las que valoremos a los demás sin descartes que anulan
Isaías 58, 9b-14; Salmo 85; Lucas 5, 27-32
Cuando queremos conseguir a alguien que
nos haga un buen trabajo trataremos de informarnos bien sobre quien queremos
contar, buscaremos a alguien que nos lo recomienden como muy capaz de
realizarlo, pero al tiempo queremos buscar una buena persona de la que tengamos
alguna certeza de su integridad y honradez para confiarle aquello en lo que
además nos vamos a gastar nuestros dineros. No buscamos a cualquiera,
escogeremos muy bien y en los lugares que consideremos más apropiados. Parece
que eso sería lo normal que tendríamos que hacer.
Pero he aquí que hoy nos encontramos
con un texto del evangelio que parece que nos viene a echar abajo todas esas
buenas predisposiciones por nuestra parte, todo ese afán de buscar lo más
integro y lo más capaz. Jesús está buscando, por decirlo de alguna manera,
seguidores, y además en estas elecciones que va haciendo Jesús está, podríamos
decir, mirando en la lejanía porque aquellos que ahora invita a seguirle, serán
los que un día nombrará apóstoles y en cuyas manos a poner toda la tarea de
anunciar y realizar el Reino de Dios.
Sin embargo, ¿a quien vemos hoy que
busca Jesús y le invita a seguirle? Un publicano, una persona que en razón de
su profesión y de la mala fama que se habían ganado eran despreciados por los judíos,
porque eran considerados como unos colaboracionistas con los que ahora les
dominaban y de manera especial por sus dirigentes. Mala fama tenían de ladrones
y de usureros, porque eran además los que se dedicaban al negocio de los
préstamos, cosa que siempre ha habido a través de todos los tiempos. Y Jesús llama
a seguirle a uno de ellos; y mira por donde encontraré en él una prontitud para
seguirle realmente admirable, porque se levantó de su garita de cobrador y se
fue con Jesús, además con alegría porque en su honor querrá celebrar un
banquete.
En medio de todo esto tendríamos que
preguntarnos que es lo que realmente mira Jesús a la hora de su llamada. No le
importa su condición de pecador, fama de publicano que se había ganado, porque
como vemos ante la reacción que pronto se producirá por parte de los escribas y
fariseos que se quejan de que Jesús se siente a la mesa con los pecadores y
como con ellos, nos dirá que El ha venido como salvación y que son los
enfermos, que son los pecadores los que necesitan del médico, los que necesitan
de la salvación y es a ellos a donde Jesús primero se dirigirá.
Aquí con sinceridad tendríamos que
comenzar por pensar en nosotros mismos. El Señor sigue contando con nosotros
que somos pecadores. Porque cuantas veces hemos sentido los regalos del amor de
Dios en nuestra vida y aunque en principio parecía que queríamos responder, sin
embargo luego la respuesta de nuestra vida se ha vuelto tantas veces negativa.
Jesús está pasando también por la garita de nuestra vida y también nos está
invitando a seguirle a pesar de lo encerrados en nosotros mismos que vivimos
tantas veces con nuestras debilidades, con nuestras infidelidades, con nuestro
pecado.
Jesús le dio una nueva oportunidad a
Leví y éste la aprovechó; dio pronta respuesta que sería en un seguimiento en
fidelidad de los caminos de Jesús, caminos que luego nos trasmitiría con el
evangelio de Jesús que nos escribió. Pero esto me lleva a pensar, aunque fuera
brevemente, en algo más. ¿No tendríamos que aprender a dar nuevas oportunidades
a los demás?
Con mucha facilidad vamos por la vida
descartando; con aquel no contamos porque es así, aquel ya en una ocasión nos
dejó plantados así que no volveré a contar con él, aquel no creo que sea capaz
de hacer nada de provecho, en otros nos fijamos en lo que nos parece la pobreza
de su vida y no somos capaces de descubrir los valores que pueden haber en su corazón…
y así vamos descantando a tantos, la lista se haría interminable.
¿Aprenderemos a tener unas actitudes
nuevas como Jesús nos está enseñando?