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miércoles, 14 de febrero de 2024

Comenzamos la Cuaresma, camino hacia la Pascua, el paso del Señor, dejándonos impregnar por el evangelio de Jesús que nos pone en camino de nueva vida

 


Comenzamos la Cuaresma, camino hacia la Pascua, el paso del Señor, dejándonos impregnar por el evangelio de Jesús que nos pone en camino de nueva vida

Joel 2, 12-18; Sal 50; 2Corintios 5, 20 – 6, 2; Mateo 6, 1-6. 16-18

Alguien me recordaba ayer que hoy comenzaba la cuaresma y entonces me decía que como comienza la cuaresma no se puede comer (carne, se sobreentendía que quería decir aunque no mencionaba la palabra); yo le respondía que sí era cierto que comenzaba la Cuaresma pero que la Cuaresma es algo más. Pienso que a su manera él quería expresarme que como era la cuaresma venían tiempos de austeridad, de penitencias y de ayunos. Pero me atrevo a decir y con todo respeto para las personas que no llegan a más allá porque eso ha sido resumen de muchas maneras de enfocar las cosas, que eso sería comenzar la casa por el tejado.

¿Qué es la cuaresma que comenzamos hoy? Yo diría que es un camino que nos lleva a la celebración de la Pascua. Hemos de tener clara la meta, por así decirlo antes de hacernos programaciones de muchas cosas a las que hay que darle un sentido. No es penitencia por penitencia, ayuno por ayuno, austeridad por austeridad.

Ya se quejaban los fariseos de que los discípulos de Jesús no ayunaban como sus discípulos o los discípulos del Bautista. Y Jesús les decía que si el ‘novio’ estaba con ellos, qué sentido tendría el que tuvieran que estar tristes, si estar con el novio venía a significar estar en la boda y en una boda hay que estar con alegría y con sentido de fiesta. Pero desgraciadamente esto es lo que muchas veces no brilla en los que nos decimos seguidores de Jesús.

Nos preparamos para la Pascua, es decir, para la fiesta. Sí, no lo podemos olvidar ni descartar. Para nosotros es una fiesta y es una fiesta grande el paso salvador de Jesús por nuestra vida. Es la Pascua del Señor, es el paso del Señor. Queremos en su Pascua sentirnos hombres nuevos, vivir la vida nueva que nos regala Jesús, sentir el gozo de que por el amor que Dios nos tiene nos quiere sus hijos. ¿Pueden andar cabizbajos y tristes los hijos cuando están gozando del amor del Padre?

Es un camino el que hacemos para llegar a vivir eso en toda su plenitud, para llegar a vivir esa fiesta de la Pascua del Señor. ¿Y cómo lo vamos a hacer? Dejándonos impregnar por la Palabra de Dios, dejándonos impregnar por el evangelio de Jesús. Y es ahí donde vamos a encontrar esos caminos de renovación, esos caminos que nos llevan a vida nueva, ese reconocimiento que los caminos que vivimos no son siempre rectos, que la vida que vivimos está llena de muchas sombras que tenemos que iluminar, que tenemos que renovar nuestra vida.

Es entonces, no cuando tenemos que cargar de expresiones tristes nuestras expresiones, sino que vamos a sentir el dolor de haber vivido en esas sombras sin haber escuchado allá en el corazón la Palabra de Dios, pero lo hacemos con esperanza. Y por eso hemos ido dando tropiezos, y nos sentimos pecadores, y queremos acercarnos a Jesús para tocar su manto y que nos cure, dejar que Jesús llegue a nuestra vida y nos tienda su mano para levantarnos, ponga su mano sobre nuestros ojos para que recobremos la luz.

Y claro porque nos sentimos pecadores y en sombras, porque sentimos que nuestra vida está muy llena de muletas de las que un día tenemos que desprendernos, le vamos a decir, ‘si quieres, puedes curarme’, porque sentimos el dolor de nuestra enfermedad, de nuestro pecado. Y claro, cuando nos sentimos así y queremos arrancarnos de esa situación nos sentimos mal, pero no tristes sino con esperanza. Y haremos todo lo posible por ir renovando nuestra vida, y tendremos que aprender a decirnos no en muchas cosas y para eso tenemos que entrenarnos, tenemos que aprender a hacerlo, aunque sea doloroso.

Si ayunamos, si renunciamos incluso a cosas buenas como pueden ser nuestros alimentos – y no tiene que ser el ayuno solo de los alimentos sino de otras muchas cosas que nos dan placer en la vida – es porque queremos aprender a decir no a esas sombras que nos envuelven, porque nos sentimos arrepentidos de nuestro pecado.  No es ayunar por ayunar, no es penitencia por penitencia, es un ejercicio de aprendizaje, de superación en pequeñas cosas para ser capaces de superarnos en lo que verdaderamente es importante. Si vamos a desprendernos de cosas es porque queremos compartir con los demás, porque nos sentimos solidarios de sus problemas o de sus necesidades, es porque queremos que brille de verdad el amor en nuestro corazón y en nuestra vida.

Por eso Jesús no nos quiere tristes y nos manda incluso que nos perfumemos cuando ayunamos para que nadie note que lo estamos haciendo, sino el Padre del cielo, pero además nos pide humildad en nuestra generosidad para evitar lo que sea vanidad u ostentación. Es lo que nos está recomendando hoy Jesús en el evangelio. Así abrimos nuestro corazón a Dios en nuestra oración.

Comenzaremos la cuaresma con ese signo de la ceniza – de ahí el nombre que le damos a este miércoles - que dejamos que se nos imponga sobre nuestras cabezas, como un signo de humildad, es cierto, reconociendo que estamos manchados pero buscando el agua que nos lave, el agua que nos dé nueva vida, ese baño de agua viva que vamos a recibir cuando celebremos la Pascua. ‘En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios’, nos decía san Pablo. Démosle hondo sentido y significado a este rito con que comenzamos la Cuaresma.

No lo olvidemos, caminamos hacia la Pascua.

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