Vistas de página en total

sábado, 17 de julio de 2021

No convirtamos en campos de batalla los terrenos que entre todos tendríamos que cultivar y sepamos ofrecer siempre la mutua colaboración

 


No convirtamos en campos de batalla los terrenos que entre todos tendríamos que cultivar y sepamos ofrecer siempre la mutua colaboración

Éxodo 12, 37-42; Sal 135; Mateo 12, 14-21

Vamos a decirlo así, pero en las rutinas de la vida está el que por cualquier motivo nos hagamos la guerra los unos a los otros. Bueno, es lo que vemos con facilidad en nuestro entorno y acaso nosotros podamos caer en esas espirales de violencia que nos creamos algunas veces por verdaderas minucias.

Una palabra dicha en un mal momento es suficiente para que el otro se lo tome a mal como una gran ofensa y ya comencemos con nuestras rencillas, resentimientos que poco a poco van en crecida y de lo que hacemos luego un mundo de guerras y batallas. Cuántos vecinos andan a la greña los unos con los otros por un mal entendido en un momento determinado que no se supo perdonar, sino que eso motivó que luego el ya ahora contrincante le haga algo peor.

Cuántas veces en reuniones vecinales que tendrían que llevar a la concordia y a querer trabajar juntos en una misma dirección para resolver problemas de la comunidad, como el otro opina distinto a lo que yo opino, porque se tomó en un momento determinado una dirección que no era lo que yo desde mis ideas o mis intereses quería, terminan por hacerse la guerra los unos a los otros terminando por convertir lo que tenía que ser un intercambio de ideas en un campo de batalla.

Claro que también hay gente pacífica, que busca el entendimiento, que quiere dialogar y confrontar ideas pero con el deseo de llegar a un acuerdo, gente que sabe perder en un  momento determinado para que no se pierda la paz, gente que da un paso a un lado para dejar que las ideas de los otros caminen y son capaces de poner todos sus deseos de colaboración. Es cierto. No todo es negativo. No siempre son campos de batalla.

Es el mensaje que hoy se nos quiere transmitir en el evangelio. El anuncio del Reino de Dios por parte de Jesús había creado malestar en ciertos sectores de los judíos que estaban a la contra. Hoy vemos en el evangelio que ya hay grupos que estaban buscando la manera de quitar de en medio a Jesús. Pero Jesús en estos momentos no entra al trapo, como se suele decir. Da un paso a un lado y se va por otros lugares para seguir haciendo el anuncio del evangelio. Es cierto que aquellos que lo quieren quitar de en medio lo lograrán un día llevándole a la muerte de cruz, aunque bien sabemos, porque es parte de nuestra fe, que la victoria está de parte de Jesús a quien contemplaremos resucitado de entre los muertos.


Ahora el evangelista al hacernos el relato recuerdo textos de los profetas que hablaban del siervo de Yahvé. ‘Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Isaías: Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, en quien me complazco. Sobre él pondré mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, nadie escuchará su voz por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no lo apagará, hasta llevar el derecho a la victoria; en su nombre esperarán las naciones’.

Es Jesús, es cierto, el elegido de Dios, el amado en quien el Padre se complace, como escucharemos en el relato de la transfiguración. Como el mismo Jesús había recordado en la sinagoga de Nazaret es aquel sobre quien está el Espíritu del Señor que le ha consagrado y enviado para anunciar la liberación y el año de gracia del Señor. Pero será el que fue anunciado en su nacimiento como el Príncipe de la paz; su misión no es gritar desde la violencia, su camino es el del servicio siendo capaz de hacerse el último y el servidor de todos. Será el que viene a avivar los rescoldos de esperanza y buena voluntad que quedan en los corazones y el que sabe contar con todos aún con aquellos que son los más despreciados de los hombres.

¿Qué es lo que le vemos realizar en el evangelio? Comerá incluso con los publicanos y los pecadores, porque por encima de su posible pecado El será capaz de apreciar el más mínimo rescoldo de amor. Se le perdonan sus muchos pecados porque amó mucho, dirá cuando la mujer pecadora llore a sus pies y derrame perfumes que llenen con su fragancia toda la casa. Cuenta con todos porque aquellas mujeres pecadoras serán las que lo acompañen incluso hasta el pie de la cruz – allí estaba Magdalena – y un publicano o alguno procedente del grupo de los zelotes formarán parte del grupo de los apóstoles por El especialmente llamados.

¿Aprenderemos nosotros a no convertir en campo de batalla el campo que entre todos hemos de saber cultivar? Creo que el mensaje de Jesús está claro. Si nos dejáramos empapar por este espíritu del evangelio qué distintas serían nuestras relaciones, cuánta colaboración seríamos capaces de poner entre todos.

viernes, 16 de julio de 2021

Revestidos de María con su escapulario y dejándonos sumergir en el molde de María plasmemos en nosotros todas sus virtudes para vivir su camino de fidelidad y santidad

 


Revestidos de María con su escapulario y dejándonos sumergir en el molde de María plasmemos en nosotros todas sus virtudes para vivir su camino de fidelidad y  santidad

 

‘Flor del Carmelo, viña florida, esplendor del cielo, Virgen fecunda y singular. ¡Oh madre tierna! Estrella del mar’. Así invocamos en bella referencia también al Monte Carmelo de donde se toma el título de esta advocación mariana en esta festividad a María, la madre del Señor y nuestra madre, en la festividad del Carmen que hoy celebramos. Famosas y conocidas de todos son también las expresiones de San Bernardo: ‘En los peligros, en las angustias..., llama a María, invoca a María. María es la Estrella del mar’.

Sobreponiéndose a las extensas llanuras y valles de Galilea la cadena montañosa del Carmelo la atraviesa para asomarse al mar Mediterráneo en Haifa. Unas montañas que tuvieron un intenso significado en la historia del pueblo de Israel porque se convirtieron en refugio del profeta Elías en medio del ardor de su celo por defender el nombre santo de Dios, frente a los baales o falsos dioses que los poderosos querían imponer al pueblo de Dios. Un lugar propicio para la contemplación y para la admiración de las obras de Dios porque como viña y jardín florido (significado del nombre del Carmelo) ayudaba a la interiorización y a sentir de manera especial la presencia de Dios.

Fue allí cuando en tiempos de las cruzadas por liberar la tierra santa de las manos de los otomanos y musulmanes, donde terminaron refugiándose aquellos cruzados que no se querían arrancar de la tierra de Jesús. En aquellos eremitas desperdigados por aquellas montañas tuvo su origen la Orden del Carmelo que en medio de aquel monte entronizaron una imagen de María para que fuese su luz y su estrella en su camino por la vida cual una procerosa navegación por el mar. Flor del Carmelo y Estrella del Mar aquella bendita imagen de María en el monte Carmelo.

Como una señal aquellos monjes constituidos ya en orden religiosa la tradición habla de cómo María les entregó su vestido para que de ella se vistieran significado en aquel escapulario. En su origen el escapulario es como un vestido que se sobrepone sobre las vestiduras ordinarias sobre todo cuando hay que realizar los duros trabajos del campo. Pero ese escapulario se vino a convertir en el vestido de María que aquellos que querían mantenerse en fidelidad querían apoyarse en María para hacer la travesía de su vida.

¿De quien mejor podemos vestirnos cuando queremos seguir los caminos de Jesús y vivir los valores del Evangelio? María, dejando que Dios se encarnase en sus entrañas, en su cuerpo dio cuerpo al Hijo de Dios que se hacía hombre. Podíamos decir que el cuerpo de María, la vida de María, es como el mejor molde en el que hemos de introducirnos para configurar nuestra vida a la manera de la vida de Jesús. Llevar, pues, el escapulario de María es vestirnos de María, es reflejar en nosotros las virtudes y los valores de María, es vestirnos de su propia santidad para que así mejor nos podamos parecer a Jesús, configurar plenamente con Jesús.

‘El escapulario del Carmen, según decía el papa Pío XII el 11 de febrero de 1950, es símbolo y signo de las virtudes de María: humildad, castidad, mortificación, oración, y, sobre todo, signo y recuerdo de nuestra consagración a Jesucristo y a ella, un signo eficaz de santidad y una prenda de eterna salvación’.

Recojamos todo el significado del monte Carmelo al que hemos venido haciendo referencia y coloquemos a María como Reina, Madre y Señora para que así se convierte verdaderamente en estrella del mar que nos haga caminar con seguridad en medio de las tormentas, peligros, angustias de la vida. Es un camino de fidelidad, un camino de fe, que al mismo tiempo se convierte para nosotros en escuela de oración y en senda que nos conduce a la santidad.

Revistámonos de verdad de María en esta fiesta de la Virgen del Monte Carmelo, no como un adorno o una prenda externa, sino porque desde lo más hondo de nosotros mismos queremos vivir su vida, plasmar en nuestra vida sus virtudes escuchando su invitación perenne para que hagamos siempre lo que El nos diga.

jueves, 15 de julio de 2021

Vayamos a estar con Jesús, para quedarnos en silencio, para gozarnos de su presencia que nos inunda con su inmensidad, para sentir de nuevo la paz

 


Vayamos a estar con Jesús, para quedarnos en silencio, para gozarnos de su presencia que nos inunda con su inmensidad, para sentir de nuevo la paz

Éxodo 3, 13- 20; Sal 104; Mateo 11,28-30

El que está cansado busca descanso; nos vemos agobiados por los muchos trabajos y responsabilidades y ya andamos buscando un tiempo para descansar; otras veces los agobios nos vienen como consecuencia de las responsabilidades que hemos tenido que asumir, por los problemas que nos presenta la vida cada día, por la tensión que se origina quizás en nuestra convivencia con los demás y nuestras mutuas relaciones y queremos tener un tiempo de serenidad y de paz, donde un poco recapitulemos y ordenemos en nuestro interior cuanto nos sucede y volvamos a tener un espíritu fresco para seguir afrontando el día a día de nuestra vida.

Todos necesitamos de ese tiempo de descanso, de relax, de volver a recuperar nuestras fuerzas físicas, pero sobre todo volver a sentirnos con verdadera paz interior. Tenemos que saber encontrar esos momentos, ese saber detenernos en esa loca carrera con que vivimos la vida y hacer que nuestro espíritu se serene. Es la fuerza interior que necesitamos, es la verdadera hondura que hemos de saber darle a la vida, es como el motor reparado que hace que todo funcione mejor en nosotros.

A eso nos está invitando hoy Jesús con sus palabras del Evangelio. ‘Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas’. Es lo que hace con sus discípulos más cercanos; en algún momento el evangelio nos dice que se los lleva a un lugar apartado para descansar, porque no tenían tiempo ni para comer. Pero en otros momentos lo veremos caminando casi por los limites de Galilea porque quiere estar a solas con los discípulos más cercanos para hablar más relajadamente de todo cuanto está sucediendo en el anuncio del Reino que están realizando.

‘Venid a mi…’ nos dice. ‘Encontraréis vuestro descanso…’ Cansados y agobiados y El será nuestro alivio. Y es que estando con Jesús aprendemos de El, estando con Jesús llenaremos nuestro espíritu de esa paz que mana de su presencia; estando a solas con Jesús le escucharemos mejor y El nos hablará al corazón; estando con Jesús nos iremos impregnando de su vida, de su mansedumbre, de su humildad y de su ternura.

No es solo el descanso físico que ya encontraremos formas para recuperar esas fuerzas de nuestro cuerpo; es la paz interior que necesitamos, es la serenidad de nuestro espíritu, es el irnos impregnando más y más de su amor. Tenemos que aprender a ir a Jesús para estar con El. Es cierto que queremos mantener viva nuestra fe, que hacemos nuestras oraciones de cada día, pero necesitamos algo más. Hacer nuestras oraciones algunas veces se reduce a recitar unas fórmulas de oración aprendidas o ritualmente prescritas muchas veces en la carrera de la vida y con la premura del tiempo que vivimos habitualmente. Y es otra cosa lo que necesitamos, como decíamos, estar con Jesús.

Y estar con Jesús no es medir el tiempo con los minutos de un reloj, estar con Jesús no es meramente cumplir para decir que hemos rezado, estar con Jesús no es contentarnos con hacerle una serie de peticiones con los mejores buenos deseos porque queremos pedir quizá por todos aquellos que queremos o nos han pedido una oración. Estar con Jesús, es eso, estar, quedarnos en silencio quizá, hacer silencio en nuestro interior y escuchar, gozarnos de una presencia que nos inunda con su inmensidad y que nos hará que al final podamos sentir esa nueva paz en nuestro espíritu.

miércoles, 14 de julio de 2021

No nos acostumbremos al evangelio porque perdemos la riqueza y la sabiduría de la novedad que tiene que ser siempre el mensaje de Jesús para nuestra vida

 


No nos acostumbremos al evangelio porque perdemos la riqueza y la sabiduría de la novedad que tiene que ser siempre el mensaje de Jesús para nuestra vida

Éxodo 3,1-6.9-12; Sal 102; Mateo 11,25-27

Todos nos hemos encontrado más de una vez en la vida con el ‘sabelotodo’, gente que va de sobrado en la vida, todo se lo saben, nada pueden aprender nunca de los demás y siempre se considerarán en un estadio superior. Habrán tenido ‘estudios’, como suele decirse, o quizás no, pero ellos se lo saben todo. Todo lo juzgan, todo lo critican, siempre están como en la distancia observando lo que hacen o lo que dicen los demás para poner sus ‘peros’, para sacar a relucir lo que ellos dicen sus sabiduría, su saber, nunca podrán reconocer que otro sabe más o puede hacer las cosas mejor.

Normalmente esas personas resultan incómodas, salvo que quieras entrar en su círculo de adulaciones y lisonjas y entonces sí que te aceptarán pero como el pobrecito que nada sabe y se fía totalmente de él, con lo que al final logran su manipulación que les lleva a querer subirse a pedestales. Y eso es cosa de todos los tiempos y lugares, en todos los aspectos de la vida. Siempre quieren ir de maestros.

En el evangelio nos encontramos aquellos maestros de la ley que nada perdonaban a los demás, aquellos grupos que querían ser dominantes en la sociedad de su tiempo y ya andaban a la greña entre unos y otros, pero también desde todos esos grupos siempre andaban al acecho de quien consideraran ellos que se podía desviar de la ley y los profetas, pero conforme a la interpretación que ellos se hacían.

Son los fariseos y saduceos que rodeaban a Jesús no porque quisieran recibir aquel mensaje, aquella buena nueva que Jesús anunciaba, sino para estar al acecho porque el prestigio de Jesús, sus enseñanzas y luego sus seguidores podían poner en peligro el lugar preponderante que ellos querían ocupar en la sociedad de su tiempo. Eran también los maestros de la ley que venían con preguntas interesadas a Jesús porque no aceptaban que no siendo Jesús de sus escuelas rabínicas se atreviera a enseñar al pueblo.

Unos y otros estaban poniendo una barrera en sus vidas, y por mucho que ellos fueran a escuchar a Jesús nada de aquel mensaje recibían para sus vidas. Ellos eran los sabios y Jesús era aquel pobre profeta venido de la Galilea de los gentiles que poco podría enseñarles. Su prepotencia, su autocomplacencia y autosuficiencia, su orgullo era esa barrera que no dejaba entrar la semilla de la Buena Nueva del Reino de los cielos que Jesús anunciaba.

Claro que por allá andaban los que en verdad tenían hambre de Dios y venían de verdad a escuchar a Jesús. Eran los sencillos, eran los pobres, eran los que no tenían seguridades humanas, eran los que no estaban satisfechos de si mismos y siempre andaban en la búsqueda de algo mejor, los que eran capaces de sentir admiración por las cosas maravillosas que sucedían, eran los que mejor olfato de Dios tenían, porque eran humildes y reconocían su pequeñez y su nada, eran los que sabían discernir donde estaba la verdadera esperanza para sus vidas y entonces se dejaban conducir por el Espíritu, eran los que de verdad podían conocer a Dios.

‘Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Si, Padre, así te ha parecido bien’. Así exclama Jesús en esta oración de acción de gracias al Padre. La semilla podía encontrar tierra buena para germinar en el corazón de los pequeños y los sencillos. Allí se revelaba Dios.

La conclusión de toda esta reflexión que nos venimos haciendo es preguntar cual es la actitud con que nos ponemos ante el evangelio. No queremos decir que seamos como aquellos fariseos, saduceos o maestros de la ley del tiempo de Jesús pero acaso el hecho de que seamos ‘cristianos viejos’, nos decimos que venimos de una tradición cristiana porque cristianos han sido nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros antepasados y nosotros también cristianos de toda la vida, de alguna manera pongamos también algunas de aquellas barreras de los que ya todo se lo saben, porque qué me van a enseñar a mí ahora que yo ya no sepa.

¿Tendremos la curiosidad de los inteligentes ante el mensaje del evangelio, ante el mensaje de Jesús? El que es verdaderamente inteligente sabe que siempre puede descubrir algo nuevo, de que siempre podemos sentir admiración por lo grandioso que sucede ante nosotros porque no nos acostumbramos a ello. No nos parapetemos detrás del acostumbrarnos a las cosas porque es una forma de hacernos los engreídos y orgullosos que todo lo saben. Qué malo es acostumbrarse a las cosas, perdemos la riqueza y sabiduría de la novedad, y la vida tiene que ser siempre novedad, cuánto más el evangelio.

martes, 13 de julio de 2021

Pensemos si no tendrá el Señor que recriminarnos a nosotros también como a aquellas ciudades de Galilea por la poca respuesta que damos

 


Pensemos si no tendrá el Señor que recriminarnos a nosotros también como a aquellas ciudades de Galilea por la poca respuesta que damos

 Éxodo 2,1-15ª; Sal 68; Mateo 11,20-24

Hay quienes no se dejan ayudar. Lo vemos con frecuencia en el devenir de la vida. Estamos queriendo ayudar a alguien que sabemos que lo está pasando mal, que está en una situación desastrosa en la vida, y allí queremos estar a su lado con buenas palabras y con buenos consejos, más de una vez quizás nos hemos sacrificado en nuestras cosas por tratar de ayudar a mejorar la situación de esa persona, ponemos mucho empeño desde muchos caminos, pero no hay manera; aquella persona sigue igual, no da pasos que signifiquen que quiere salir de aquella situación, pareciera que se aferra a esos problemas y no conseguimos nada. Nos sentimos desalentados, nos dan ganas de tirar la toalla, como quien dice, y que esa persona se las arregle por sí sola ya que no quiere dejarse ayudar, pero seguimos quizás con aquella inquietud en nuestro corazón pensando qué más podríamos hacer, qué más podríamos haber hecho y no hicimos.

¿Sería algo así cómo se sentiría Jesús después de aquellas correrías que había hecho por toda Galilea y lo más que cosechaba es que algunos en unos primeros momentos se sintieran entusiasmados con sus milagros o con sus mismas palabras, pero luego pronto lo olvidaban todo?

Algo así estaba sucediendo. Momentos de multitudes que se arremolinaban a su puerta con sus enfermos para que los curase, o que se las encontraba incluso allá en lugares apartados donde en alguna ocasión se había querido retirar; momentos en que las gentes se multiplicaban en alabanzas y entusiasmo, pero pronto parecía que no hacía mella aquella buena noticia que El les anunciaba. Parecía, en ocasiones, que solo buscaran al taumaturgo, o en otras ocasiones sus palabras podían despertar aquel sentimiento nacionalista al que vivían tan apegados algunos con sus deseos de revolución. Pero entender lo que era el nuevo Reino de Dios que El anunciaba, eso de ninguna manera.

Hoy le escuchamos recriminar a Corozaín y a Betsaida, pero también a la misma Cafarnaún donde tanto se había prodigado. Y compara cuál hubiera sido la respuesta en ciudades paganas como las cercanas Tiro y Sidón, o lo que le hubiera sucedido a Sodoma que no hubiera sido destruida. Pero en esos sitios no se había anunciado la Buena Noticia del Reino como se había hecho a lo largo y ancho de Galilea. ¿Merecerían el castigo divino? Bien nos ha dicho que El es como el Buen Pastor que va a buscar la oveja perdida, por barrancos o despeñaderos, donde pueda encontrarla. Por eso la Palabra de Jesús se sigue pronunciando esperando que la semilla abundantemente esparcida por todos los terrenos un día pueda dar fruto.

Pero bien sabemos que cuando a nosotros hoy se nos anuncia también esa Buena Noticia del Evangelio no es para que entremos en juicios y condenaciones de hechos o de gentes de otro momento. Esos hechos que nos narra el evangelio vienen a ser signos para nosotros que tratan de despertarnos de la modorra espiritual que también vivimos y no terminamos dar el fruto que el Señor nos pide. No maldice Jesús la higuera improductiva de nuestra vida, sino que como buen labrador seguirá abonando nuestra tierra y regándola con la gracia para que un día también dé fruto.

¿No tendrá el Señor que recriminarnos a nosotros también por la poca respuesta que damos? Pensemos a lo largo de nuestra vida cuántas veces hemos escuchado la Palabra de Dios; pensemos todo ese caudal de ese río de gracia que hemos recibido a lo largo de la vida en cuantas Eucaristías hemos participado, en cuantos sacramentos hemos recibido, en cuantos momentos de intensidad espiritual se nos han ofrecido. ¿Hemos dado respuesta en consonancia con todo eso que hemos recibido? Pero el Señor sigue esperando.

 

lunes, 12 de julio de 2021

Seguir a Jesús aunque nos haga entrar en caminos que parecen de contradicción no es una carga pesada sino el mayor gozo que podamos sentir en nuestra vida

 


Seguir a Jesús aunque nos haga entrar en caminos que parecen de contradicción no es una carga pesada sino el mayor gozo que podamos sentir en nuestra vida

Éxodo 1,8-14.22; Sal 123; Mateo 10, 34-11,1

Seguir a Jesús significa en muchos casos entrar en un camino de contradicción frente al mundo que nos rodea. Me gusta recordar muchas veces, sobre todo cuando nos encontramos con pasajes como éste de hoy en el evangelio, la profecía del anciano Simeón cuando fue presentado Jesús en el templo. Se alegraba el anciano porque sus ojos habían podido ver finalmente al que era la luz y la gloria de su pueblo, pero recordamos también las palabras que le dirigiría a María, la madre, hablándole de una espada que le atravesaría el alma y de que Jesús estaba puesto como signo de contradicción y frente a Jesús muchos caerán y otros se levantarán.

 Cuando nos sentimos cogidos desde nuestro corazón por la persona de Jesús todo en nuestra vida cambia, será otra la mirada con que miremos las cosas, la vida, el mundo así como la relacion con los demás y unos nuevos valores tendrán que comenzar a brillar en nuestra vida. Ya nuestra vida no es igual, nos sentimos cogidos de su amor y en ese amor lo vamos a dar todo. Por eso el seguimiento de Jesús, vivir su vida lo será todo para nosotros.

Cuando hacemos esa opción nos vamos a encontrar que hay quien no nos entienda. ¿Por qué tenemos que cambiar? Nos sentimos tan bien con lo que tenemos a pesar de que quizá haya cosas que no nos gusten, pero, como solemos decir, qué vamos a hacer, es la vida y hay que seguir la corriente. Pues bien, quien opta por Jesús no se deja arrastrar por la corriente, será fiel a un nuevo vivir aunque no nos entiendan; y ese no entendernos puede venirnos desde los más cercanos a nosotros como puede ser la misma familia.

Por eso nos dirá Jesús que su presencia puede convertirse en división, que su presencia es como un fuego renovador, pero no todos querrán dejarse quemar por ese fuego que les purifica, y entonces nos vamos a encontrar enfrente incluso a aquellos que más queremos. Y nuestra opción es por Jesús.  Y quien no está dispuesto a poner de verdad a Jesús en el centro de su corazón, como nos dice El mismo hoy, no es digno de El. Es que quien no es capaz de esa opción es que no ha terminado de descubrir la alegría y plenitud que encuentra para su vida en el seguimiento de Jesús.

Jesús está dando instrucciones a sus discípulos cuando los ha enviado a anunciar el Reino de Dios, como hemos venido escuchando estos días, y nos habla entonces de esa radicalidad con que hemos de seguirle. Pero no es una carga pesada, es un gozo, porque en todo aquello que vamos realizando estaremos encontrándonos con El; en aquellas personas con que nos encontremos que nos acojan o a los que nosotros por nuestra parte también acojamos, se está haciendo presente El. Y si así es de grande nuestro amor por El, grande tiene que ser la alegría que vivamos toda esa experiencia de encuentro con El.

Eso significará también que hasta el mínimo detalle que nosotros podamos tener con los demás o los demás tengan con nosotros tiene un valor de gracia, como nos dice hoy Jesús no quedará sin recompensa. ‘El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, sólo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa’.

domingo, 11 de julio de 2021

Un bastón y unas sandalias para salir al camino y hacer camino, para ir al encuentro y para dejar unas huellas señalando que con el camino de Jesús es posible ese mundo mejor

 


Un bastón y unas sandalias para salir al camino y hacer camino, para ir al encuentro y para dejar unas huellas señalando que con el camino de Jesús es posible ese mundo mejor

Amós 7, 12-15; Sal. 84; Efesios 1, 3-14; Marcos 6, 7-13

Un bastón y unas sandalias, signos del caminante, del que sale a los caminos, del que se pone en camino, del que va a la aventura porque una aventura es ir a lo desconocido, una aventura es llevar la alforja vacía confiando solo en lo que va a encontrar, en lo que le van a ofrecer en la acogida, si la hay. Un camino hecho desde la confianza en nosotros mismos que vamos haciendo el camino, o en aquellos con los que nos encontramos que nos van a recibir y a los que le vamos a ofrecer no cosas, porque nada llevamos en la alforja, sino lo que nosotros mismos somos.

Un bastón y unas sandalias, signo de la vida misma que es camino, camino nuevo que no hemos recorrido, camino nuevo que hemos de hacer, de trazar incluso con nuestros pasos. Así es la vida, no la habíamos vivido sino que cada día nos iremos encontrando algo nuevo que es la vida misma que vivimos. Un camino del que al irlo recorriendo iremos recogiendo cosas, iremos aprendiendo a vivir, iremos dándole un sentido y un destino, pero un camino donde vamos dejando unas huellas, las huellas de nuestros pasos, las huellas de lo que hemos hecho, las huellas de nuestra vida misma.

Un bastón y unas sandalias que lo único que Jesús les permite llevar a aquellos que El envía. Las alforjas irán vacías de provisiones materiales, para que puedan ir cargadas del amor que será lo que acompañará al mensaje. No eran profetas ni hijos de profetas, como humilde y sabiamente reconocía Amós en lo que hemos escuchado en la primera lectura; él solo era un cultivador de higos que el Señor había sacado de su tierra y de su trabajo para ir a anunciar lo que el Señor le pidiere. Con las alforjas vacías, solo con las sandalias y el bastón, con la pobreza en sus manos pero con la misión que el Señor les encomendaba ellos ahora tenían que salir y ponerse en camino.

Han de salir a anunciar el Reino y lo único que llevarán será la experiencia que ellos mismos han tenido, lo que han vivido en sus vidas en el encuentro con el Señor. Para estar con Jesús se han tenido que descargar de muchas cosas, los pescadores un día habían abandonado sus barcas y sus redes y todos habían dejado atrás las ataduras humanas de sus casas y sus pertenencias o de sus familias; se habían tenido que liberar de muchas ataduras para poder estar con Jesús.

Por eso ahora irán con el poder de ayudar a liberar a los demás de sus ataduras. Les dio ‘autoridad sobre los espíritus inmundos’, dice el evangelista y luego comentará que ‘salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban’.

Es la tarea ilusionante de la evangelización en la que todos también hemos de estar embarcados. Porque es lo que a nosotros Jesús también nos confía. Así, simplemente con un bastón en nuestras manos porque sabemos bien de quien nos confiamos y unas sandalias en nuestros pies porque largo es el camino que tenemos que realizar también tenemos que ir al encuentro del mundo para hacer ese anuncio del evangelio. Es un camino nuevo cada día, como cada día es nueva la vida que vivimos; es quizá con la incertidumbre de lo que nos vamos a encontrar donde no siempre puede ser que no seamos tan bien acogidos, pero con la alegría que llevamos en nuestro corazón desprendido de muchas cosas, pero apoyado totalmente en el Señor.

Y en ese camino que hacemos tenemos que ir dejando nuestras huellas, las huellas de nuestro amor y de nuestra generosidad. También nos vamos a encontrar enfermos, es más, un mundo enfermo al que tenemos que curar. Podemos hacerlo, el Señor nos ha dado autoridad para ello porque ha depositado todo su amor en nuestro corazón. No sabemos algunas veces como hacerlo pero vayamos siempre con el corazón abierto a lo que nos encontremos y el amor de nuestro corazón nos irá dictando lo que en cada momento tenemos que hacer. Son tantas las heridas que tenemos que curar, tantos los dolores que tenemos que mitigar, tantas las angustias y tristezas que tenemos que llenar de esperanza.

Sepamos hacer como Jesús estando al lado del que sufre o caminando juntos con los que van desesperanzados y desorientados por la vida, tendiendo la mano para levantar a los caídos o dejando que toquen también la orla de nuestro manto porque sientan sobre sus vidas la sonrisa de nuestro amor, dejando marcadas las huellas de nuestro amor para que haya alguien que sepa encontrarlas y llegue a entender el sentido y el valor del camino que hacemos.

Seamos todo oídos para sintonizar y escuchar las llamadas y los lamentos de muchas soledades que buscan una escucha o una compañía, y tengamos los ojos atentos para encontrarnos con aquellos en los que nadie se fija y se sienten abandonados por todos en el olvidado rincón donde parece que nadie los va a encontrar.

Un bastón y unas sandalias, para salir al camino y hacer camino, para ir al encuentro de los otros llevando un mensaje y dejando unas huellas que señalen a todos que es posible otro camino, que es posible ese mundo mejor con el que todos soñamos y a donde nos va a llevar este camino que hacemos con Jesús.