Revestidos
de María con su escapulario y dejándonos sumergir en el molde de María
plasmemos en nosotros todas sus virtudes para vivir su camino de fidelidad
y santidad
‘Flor del Carmelo, viña florida,
esplendor del cielo, Virgen fecunda y singular. ¡Oh madre tierna! Estrella del
mar’. Así invocamos en bella
referencia también al Monte Carmelo de donde se toma el título de esta
advocación mariana en esta festividad a María, la madre del Señor y nuestra
madre, en la festividad del Carmen que hoy celebramos. Famosas y conocidas de
todos son también las expresiones de San Bernardo: ‘En los peligros, en las
angustias..., llama a María, invoca a María. María es la Estrella del mar’.
Sobreponiéndose a las extensas llanuras
y valles de Galilea la cadena montañosa del Carmelo la atraviesa para asomarse
al mar Mediterráneo en Haifa. Unas montañas que tuvieron un intenso significado
en la historia del pueblo de Israel porque se convirtieron en refugio del
profeta Elías en medio del ardor de su celo por defender el nombre santo de
Dios, frente a los baales o falsos dioses que los poderosos querían imponer al
pueblo de Dios. Un lugar propicio para la contemplación y para la admiración de
las obras de Dios porque como viña y jardín florido (significado del nombre del
Carmelo) ayudaba a la interiorización y a sentir de manera especial la
presencia de Dios.
Fue allí cuando en tiempos de las
cruzadas por liberar la tierra santa de las manos de los otomanos y musulmanes,
donde terminaron refugiándose aquellos cruzados que no se querían arrancar de
la tierra de Jesús. En aquellos eremitas desperdigados por aquellas montañas
tuvo su origen la Orden del Carmelo que en medio de aquel monte entronizaron
una imagen de María para que fuese su luz y su estrella en su camino por la vida
cual una procerosa navegación por el mar. Flor del Carmelo y Estrella del Mar
aquella bendita imagen de María en el monte Carmelo.
Como una señal aquellos monjes
constituidos ya en orden religiosa la tradición habla de cómo María les entregó
su vestido para que de ella se vistieran significado en aquel escapulario. En
su origen el escapulario es como un vestido que se sobrepone sobre las
vestiduras ordinarias sobre todo cuando hay que realizar los duros trabajos del
campo. Pero ese escapulario se vino a convertir en el vestido de María que
aquellos que querían mantenerse en fidelidad querían apoyarse en María para
hacer la travesía de su vida.
¿De quien mejor podemos vestirnos
cuando queremos seguir los caminos de Jesús y vivir los valores del Evangelio? María,
dejando que Dios se encarnase en sus entrañas, en su cuerpo dio cuerpo al Hijo
de Dios que se hacía hombre. Podíamos decir que el cuerpo de María, la vida de
María, es como el mejor molde en el que hemos de introducirnos para configurar
nuestra vida a la manera de la vida de Jesús. Llevar, pues, el escapulario de
María es vestirnos de María, es reflejar en nosotros las virtudes y los valores
de María, es vestirnos de su propia santidad para que así mejor nos podamos
parecer a Jesús, configurar plenamente con Jesús.
‘El escapulario del Carmen, según
decía el papa Pío XII el 11 de febrero de 1950, es símbolo y signo de las
virtudes de María: humildad, castidad, mortificación, oración, y, sobre todo,
signo y recuerdo de nuestra consagración a Jesucristo y a ella, un signo eficaz
de santidad y una prenda de eterna salvación’.
Recojamos todo el significado del monte
Carmelo al que hemos venido haciendo referencia y coloquemos a María como
Reina, Madre y Señora para que así se convierte verdaderamente en estrella del
mar que nos haga caminar con seguridad en medio de las tormentas, peligros,
angustias de la vida. Es un camino de fidelidad, un camino de fe, que al mismo
tiempo se convierte para nosotros en escuela de oración y en senda que nos
conduce a la santidad.
Revistámonos de verdad de María en esta fiesta de la Virgen del Monte Carmelo, no como un adorno o una prenda externa, sino porque desde lo más hondo de nosotros mismos queremos vivir su vida, plasmar en nuestra vida sus virtudes escuchando su invitación perenne para que hagamos siempre lo que El nos diga.
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