Vayamos
a estar con Jesús, para quedarnos en silencio, para gozarnos de su presencia
que nos inunda con su inmensidad, para sentir de nuevo la paz
Éxodo 3, 13- 20; Sal 104; Mateo 11,28-30
El que está cansado busca descanso; nos
vemos agobiados por los muchos trabajos y responsabilidades y ya andamos
buscando un tiempo para descansar; otras veces los agobios nos vienen como
consecuencia de las responsabilidades que hemos tenido que asumir, por los
problemas que nos presenta la vida cada día, por la tensión que se origina
quizás en nuestra convivencia con los demás y nuestras mutuas relaciones y
queremos tener un tiempo de serenidad y de paz, donde un poco recapitulemos y
ordenemos en nuestro interior cuanto nos sucede y volvamos a tener un espíritu
fresco para seguir afrontando el día a día de nuestra vida.
Todos necesitamos de ese tiempo de
descanso, de relax, de volver a recuperar nuestras fuerzas físicas, pero sobre
todo volver a sentirnos con verdadera paz interior. Tenemos que saber encontrar
esos momentos, ese saber detenernos en esa loca carrera con que vivimos la vida
y hacer que nuestro espíritu se serene. Es la fuerza interior que necesitamos,
es la verdadera hondura que hemos de saber darle a la vida, es como el motor
reparado que hace que todo funcione mejor en nosotros.
A eso nos está invitando hoy Jesús con
sus palabras del Evangelio. ‘Venid a mí todos los que estáis cansados y
agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que
soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas’. Es
lo que hace con sus discípulos más cercanos; en algún momento el evangelio nos
dice que se los lleva a un lugar apartado para descansar, porque no tenían
tiempo ni para comer. Pero en otros momentos lo veremos caminando casi por los
limites de Galilea porque quiere estar a solas con los discípulos más cercanos
para hablar más relajadamente de todo cuanto está sucediendo en el anuncio del
Reino que están realizando.
‘Venid a mi…’ nos dice. ‘Encontraréis vuestro descanso…’
Cansados y agobiados y El será nuestro alivio. Y es que estando con Jesús
aprendemos de El, estando con Jesús llenaremos nuestro espíritu de esa paz que
mana de su presencia; estando a solas con Jesús le escucharemos mejor y El nos
hablará al corazón; estando con Jesús nos iremos impregnando de su vida, de su
mansedumbre, de su humildad y de su ternura.
No es solo el descanso físico que ya
encontraremos formas para recuperar esas fuerzas de nuestro cuerpo; es la paz
interior que necesitamos, es la serenidad de nuestro espíritu, es el irnos
impregnando más y más de su amor. Tenemos que aprender a ir a Jesús para estar
con El. Es cierto que queremos mantener viva nuestra fe, que hacemos nuestras
oraciones de cada día, pero necesitamos algo más. Hacer nuestras oraciones
algunas veces se reduce a recitar unas fórmulas de oración aprendidas o
ritualmente prescritas muchas veces en la carrera de la vida y con la premura
del tiempo que vivimos habitualmente. Y es otra cosa lo que necesitamos, como decíamos,
estar con Jesús.
Y estar con Jesús no es medir el tiempo
con los minutos de un reloj, estar con Jesús no es meramente cumplir para decir
que hemos rezado, estar con Jesús no es contentarnos con hacerle una serie de
peticiones con los mejores buenos deseos porque queremos pedir quizá por todos
aquellos que queremos o nos han pedido una oración. Estar con Jesús, es eso,
estar, quedarnos en silencio quizá, hacer silencio en nuestro interior y
escuchar, gozarnos de una presencia que nos inunda con su inmensidad y que nos
hará que al final podamos sentir esa nueva paz en nuestro espíritu.
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