Imagen
de nuestro tiempo en que nos vemos haciendo esta travesía en medio del mar de
nuestro mundo en que algunas veces nos parece no sentir la presencia del Señor
Hechos de los apóstoles 6, 1-7; Sal
32; Juan 6, 16-21
Hermoso texto del evangelio para este
tiempo pascual en que estamos, pero para este tiempo post-pascual, que podríamos
decir, que es el tiempo de la Iglesia. Después del episodio de la
multiplicación de los panes y de los peces allá en el descampado, cuando la
gente quiere hacer rey a Jesús – una reacción de gratitud o interesada puesto
que les había dado gratis de comer hasta saciarse – Jesús se retira solo a la
montaña y los discípulos embarcar para ir a la otra orilla del lago.
El evangelio de Juan es escueto en
detalles, solo nos dice que Jesús no iba con ellos, llevaban ya mucho tiempo en
la barca y la barca no avanzaba. Era de noche, sopla un viento fuerte y Jesús
no está allí. ¿Recordarían aquel otro momento en que medio de una tempestad
Jesús si estaba, aunque dormido a popa, pero al final lo despertaron y amainó
la tormenta? ¿Recordarían otros momentos en que Jesús estando con ellos en la
barca les invitó a echar de nuevo las redes para pescar aunque la noche
anterior no habían cogido nada pero luego se multiplicaban los peces hasta necesitar
pedir ayuda? Iban solos en la barca o eso les parecía a ellos.
Como sucedería cuando el tiempo de la
Pascua, se habían quedado solos, porque a Jesús lo habían prendido y condenado
a muerte, y aunque les decían que había resucitado no siempre lo veían con
ellos; desalentados también algunos querían marcharse a sus casas y el final se
habían venido a Galilea y se habían ido también a pescar.
Pero, ¿no será también imagen de
nuestro tiempo – que antes llamábamos post-pascual o el tiempo de la Iglesia –
en que nos vemos haciendo esta travesía por el mar de la vida, en medio del mar
de nuestro mundo pero algunas veces nos parece no sentir la presencia del
Señor?
Vientos en contra no nos faltan,
tempestades de todo tipo aparecen en cualquier momento, la tarea de hacer el
camino de la Iglesia no siempre nos es fácil, los mismos cristianos perdemos el
aliento y algunas veces parece que venimos de vuelta y ya no creemos en nada.
Es un mundo revuelto en el que vivimos,
un mundo variado, un mundo en el que encontramos resistencias, pero también
muchas veces es complicada y conflictiva la vida de la Iglesia porque no
siempre sabemos contar la presencia del Espíritu del Señor que Jesús nos
prometió y está con nosotros. Nos vemos como los discípulos en la barca, que
parece que el Señor no está con nosotros en esta travesía que estamos haciendo.
El Señor entonces estaba con ellos
aunque no lo vieran, o aunque lo confundieran con un fantasma cuando les salió
al paso en la travesía del lago. Estaban embarcados en aquella tarea y aunque
remaban y remaban y no parecía que avanzaran el Señor apareció en medio de
ellos y pudieron llegar pronto al ansiado puerto.
Tenemos que correr de delante de
nuestros ojos esos velos que nos ciegan y nos impiden ver y reconocer la presencia
del Señor. velos que nos ciegan que muchas veces parten de nuestra propia
autosuficiencia para creernos que nos lo sabemos hacer solos y no saber poner
nuestra confianza en el Señor que aunque los tiempos o los momentos nos
parezcan malos con nosotros está el Señor.
Seguro que si así ponemos toda nuestra
confianza en el Señor ante nosotros se van a abrir nuevos caminos, nuevas
posibilidades y también ¿por qué no? nuevas tareas. Hoy la primera lectura nos
ha hablado de un momento en que la primitiva iglesia se vio envuelta en un
problema donde era necesario encontrar una solución. No se estaba atendiendo debidamente a los
huérfanos y a las viudas porque los apóstoles no podían llegar a todo. Tomaron
la decisión de elegir aquellos siete diáconos para el servicio y la atención de
aquellas necesidades, mientras los apóstoles podían dedicarse con mayor
intensidad a su tarea, la oración y la predicación de la Palabra.
Una pauta para nosotros. No podemos
llegar al servicio total y pleno sobre todo a los necesitados si antes no nos
sentimos fortalecidos en la oración y la Palabra de Dios. No es el trabajo por
el trabajo, el servicio por el servicio si perdemos el contacto con el que es
la fuente de nuestra vida y de nuestra entrega.
Queremos llevar a Jesús en la barca de
nuestra travesía pero porque queremos contar con El, porque queremos vivir
unidos a El – y para eso necesitamos de la oración – y que El ilumine nuestro
corazón llenándonos de la fuerza de su Espíritu. Tenemos que cultivar más
nuestra espiritualidad, o lo que es lo mismo, nuestra unión con El llenándonos
de su Espíritu. Es el crecimiento de la vida de la gracia de Dios en nosotros.