Déjate
encontrar por Jesús y te verás en verdad transformado y renacerá en ti la
esperanza sintiendo que se eleva tu
espíritu con ansias de resurrección y de vida sin fin
1Macabeos 6,1-13; Sal 9; Lucas
20,27-40
Me encontré una sencilla y hermosa
oración - no sé realmente de donde procede -
que no me resisto a transcribir en el comienzo de esta reflexión, aunque
bien podría ser la oración con la que la concluyéramos. Dice así: ‘Señor,
dame la humildad de corazón para no perderme en razonamientos inútiles que me
apartan de Ti, enfrían mi alma y me alejan del servicio a los hermanos. Que la
esperanza en tu Resurrección avive en mí el deseo de encontrarme contigo para
siempre’.
Algunas veces nos hacemos reflexiones y
reflexiones en torno a la Palabra de Dios que cada día se nos propone y no sé
si siempre todas esas reflexiones que nos hacemos nos llevan a un verdadero
encuentro con el Señor. Podríamos estar quedándonos en elucubraciones y
explicaciones muy eruditas, pero no estamos llegando al meollo de la vida desde
la que tenemos que encontrarnos con el Señor. Tratamos de explicarnos los
misterios de Dios y buscamos razonamientos quizás muy humanos que nos lo
razonen todo.
Pero quizá tendríamos que preguntarnos
si Jesús estuviera ahora en medio de nosotros y tratara de anunciarnos el
evangelio en este mundo en el que nos encontramos, en estas situaciones que
vivimos y tratara de decirnos ese mismo mensaje del evangelio qué palabras
emplearía, cómo nos diría las cosas, cómo se presentaría delante de nosotros.
Es importante que cuando nos ponemos
ante el Señor, dispuestos a escuchar su Palabra, una Palabra que nos llene de
verdad de vida y de esperanza nos situemos desde nuestra pobreza, con nuestros
problemas cotidianos, con las dudas incluso que llevamos dentro de nosotros y
que incluso algunas veces tratamos de disimular o poner a un lado, con nuestras
angustias y nuestras desesperanzas, con los interrogantes que tenemos en
nuestro interior y dejemos que Jesús se ponga ahí en medio de nosotros y de
todo eso que llevamos dentro y haciendo silencio de nuestros propios
razonamientos dejemos que El vaya como tocando nuestro corazón, tocando cada
una de esas cosas que nos preocupan y comencemos a mirarlos con sus ojos.
La gente cuando se acercaba a Jesús,
según vemos en el evangelio iba con la realidad de su vida, con lo que eran sus
preocupaciones, sus necesidades o sus interrogantes. ¿Qué significa que iban
con sus enfermos y los ponían a los pies de Jesús? ¿Qué representa que, por
ejemplo, aquella mujer pecadora se atreviera a ponerse a los pies de Jesús con
sus lágrimas y con sus perfumes? Allí estaban con su vida, con su realidad, con
sus negruras y de la presencia de Jesús salían transformados.
¿No fue eso lo que hizo Zaqueo cuando
se sintió gozoso de poder recibir a Jesús en su casa y ofrecerle una comida,
sino ponerse con lo que era su vida, aquellas riquezas mal ganadas, aquella
fama que tenía en medio de la gente que lo rechazaba, pero también aquellas
inquietudes que había en su corazón con deseos de conocerle? Y en la presencia
de Jesús se sintió transformado y a partir de aquel momento nació un hombre
nuevo en él.
Nicodemo que iba con buena voluntad e
incluso reconociendo que en Jesús algo de Dios se estaba manifestando, sin
embargo estaba allí el que en cierto modo era maestro en Israel con sus dudas y
con sus ignorancias y se dejó conducir por Jesús y su Palabra y descubrió lo
que en verdad significaba el aceptar el Reino de Dios el hacerse un hombre
nuevo desde ese Reino de Dios.
Hoy escuchamos en el evangelio que van
con problemas de cierto legalismo en la interpretación de lo que decía el
levítico, pero en el fondo les faltaba visión de trascendencia, visión de lo
que en verdad era la vida del mundo futuro que Jesús anunciaba; allí estaban
con sus reticencias, con sus preguntas retorcidas, pero allí se encontraron con
una palabra de vida, con un sentido de esa vida nueva que Jesús nos ofrece, con
verdadero sentido de eternidad.
Aquí entonces nos ponemos nosotros
delante del Señor en cierto modo también retorcidos porque queremos llenarnos
de mil razonamientos para creer, pero que lo que necesitamos es en verdad
dejarnos encontrar por Jesús; sí, dejarnos encontrar, porque es Jesús el que
nos busca y algunas veces nosotros nos escondemos detrás de muchas cosas que
son secundarias.
Deja que Jesús llegue a tu vida, deja a
Jesús que se meta en tu corazón y caldee de verdad tu espíritu tan lleno de
tibiezas y frialdades; déjate encontrar por Jesús y te veras en verdad
transformado y renacerá la esperanza en tu corazón, y te sentirás con una nueva
fuerza para ir llevando al mundo ese evangelio que lo puede transformar, y
sentirás que se eleva tu espíritu también con ansias de resurrección y de vida
sin fin porque al estar con Jesús no querrás nunca separarte de El.