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sábado, 20 de noviembre de 2021

Déjate encontrar por Jesús y te verás en verdad transformado y renacerá en ti la esperanza sintiendo que se eleva tu espíritu con ansias de resurrección y de vida sin fin

 


Déjate encontrar por Jesús y te verás en verdad transformado y renacerá en ti la esperanza  sintiendo que se eleva tu espíritu con ansias de resurrección y de vida sin fin

1Macabeos 6,1-13; Sal 9;  Lucas 20,27-40

Me encontré una sencilla y hermosa oración - no sé realmente de donde procede -  que no me resisto a transcribir en el comienzo de esta reflexión, aunque bien podría ser la oración con la que la concluyéramos. Dice así: ‘Señor, dame la humildad de corazón para no perderme en razonamientos inútiles que me apartan de Ti, enfrían mi alma y me alejan del servicio a los hermanos. Que la esperanza en tu Resurrección avive en mí el deseo de encontrarme contigo para siempre’.

Algunas veces nos hacemos reflexiones y reflexiones en torno a la Palabra de Dios que cada día se nos propone y no sé si siempre todas esas reflexiones que nos hacemos nos llevan a un verdadero encuentro con el Señor. Podríamos estar quedándonos en elucubraciones y explicaciones muy eruditas, pero no estamos llegando al meollo de la vida desde la que tenemos que encontrarnos con el Señor. Tratamos de explicarnos los misterios de Dios y buscamos razonamientos quizás muy humanos que nos lo razonen todo.

Pero quizá tendríamos que preguntarnos si Jesús estuviera ahora en medio de nosotros y tratara de anunciarnos el evangelio en este mundo en el que nos encontramos, en estas situaciones que vivimos y tratara de decirnos ese mismo mensaje del evangelio qué palabras emplearía, cómo nos diría las cosas, cómo se presentaría delante de nosotros.

Es importante que cuando nos ponemos ante el Señor, dispuestos a escuchar su Palabra, una Palabra que nos llene de verdad de vida y de esperanza nos situemos desde nuestra pobreza, con nuestros problemas cotidianos, con las dudas incluso que llevamos dentro de nosotros y que incluso algunas veces tratamos de disimular o poner a un lado, con nuestras angustias y nuestras desesperanzas, con los interrogantes que tenemos en nuestro interior y dejemos que Jesús se ponga ahí en medio de nosotros y de todo eso que llevamos dentro y haciendo silencio de nuestros propios razonamientos dejemos que El vaya como tocando nuestro corazón, tocando cada una de esas cosas que nos preocupan y comencemos a mirarlos con sus ojos.

La gente cuando se acercaba a Jesús, según vemos en el evangelio iba con la realidad de su vida, con lo que eran sus preocupaciones, sus necesidades o sus interrogantes. ¿Qué significa que iban con sus enfermos y los ponían a los pies de Jesús? ¿Qué representa que, por ejemplo, aquella mujer pecadora se atreviera a ponerse a los pies de Jesús con sus lágrimas y con sus perfumes? Allí estaban con su vida, con su realidad, con sus negruras y de la presencia de Jesús salían transformados.

¿No fue eso lo que hizo Zaqueo cuando se sintió gozoso de poder recibir a Jesús en su casa y ofrecerle una comida, sino ponerse con lo que era su vida, aquellas riquezas mal ganadas, aquella fama que tenía en medio de la gente que lo rechazaba, pero también aquellas inquietudes que había en su corazón con deseos de conocerle? Y en la presencia de Jesús se sintió transformado y a partir de aquel momento nació un hombre nuevo en él.

Nicodemo que iba con buena voluntad e incluso reconociendo que en Jesús algo de Dios se estaba manifestando, sin embargo estaba allí el que en cierto modo era maestro en Israel con sus dudas y con sus ignorancias y se dejó conducir por Jesús y su Palabra y descubrió lo que en verdad significaba el aceptar el Reino de Dios el hacerse un hombre nuevo desde ese Reino de Dios.

Hoy escuchamos en el evangelio que van con problemas de cierto legalismo en la interpretación de lo que decía el levítico, pero en el fondo les faltaba visión de trascendencia, visión de lo que en verdad era la vida del mundo futuro que Jesús anunciaba; allí estaban con sus reticencias, con sus preguntas retorcidas, pero allí se encontraron con una palabra de vida, con un sentido de esa vida nueva que Jesús nos ofrece, con verdadero sentido de eternidad.

Aquí entonces nos ponemos nosotros delante del Señor en cierto modo también retorcidos porque queremos llenarnos de mil razonamientos para creer, pero que lo que necesitamos es en verdad dejarnos encontrar por Jesús; sí, dejarnos encontrar, porque es Jesús el que nos busca y algunas veces nosotros nos escondemos detrás de muchas cosas que son secundarias.

Deja que Jesús llegue a tu vida, deja a Jesús que se meta en tu corazón y caldee de verdad tu espíritu tan lleno de tibiezas y frialdades; déjate encontrar por Jesús y te veras en verdad transformado y renacerá la esperanza en tu corazón, y te sentirás con una nueva fuerza para ir llevando al mundo ese evangelio que lo puede transformar, y sentirás que se eleva tu espíritu también con ansias de resurrección y de vida sin fin porque al estar con Jesús no querrás nunca separarte de El.

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