María
se deja hacer por Dios y el Espíritu santo la envuelve llenándola de Dios y su
vida se hace donación total porque su vida es amor
Celebramos hoy una memoria litúrgica de
la Virgen que si bien no tiene ninguna sustentación bíblica ha sido una fiesta
litúrgica con mucha importancia en la tradición de la Iglesia Oriental y en
determinado momento la liturgia romana la acogió también entre sus ritos. Se
trata de la Presentación de María en el templo, en claro paralelismo a la presentación
de Jesús en el templo que tenía su base en los ritos de la ley de Moisés por la
cual todo primogénito varón había de ser consagrado al Señor.
No hay en la ley mosaica ninguna prescripción
de este tipo en referencia a las niñas, pero ha sido una tradición que se ha
mantenido a través de los siglos queriendo dársele un hermoso significado. Por
aquello que la tradición también nos trasmite de que María niña vivió en las cercanías
del templo de Jerusalén – tenemos la basílica de santa María la Nueva muy cerca
incluso de la piscina probática o de las ovejas por donde eran introducidas en
el templo para sus sacrificios y que recuerda el lugar del nacimiento de María
-, surge el hecho de que María fue también presentada en el templo donde además
recibiría educación y formación.
Estas tradiciones que nos pueden pasar
como anécdotas sin embargo pueden tener un buen contenido espiritual. María
realmente vivía su vida de fe como una auténtica consagración al Señor, pues su
corazón estaba siempre abierto a Dios y a lo que era su voluntad. Los breves
retazos que nos recoge el evangelio en sus palabras, en su manera de vivir, en
la actitud profunda de su corazón manifiesta una espiritualidad muy profunda,
que rumiaba continuamente en su corazón lo que el Señor le manifestaba en la
Palabra que escuchaba desde lo más hondo de su corazón y en esa humildad para
tratar de descubrir en todo momento lo que era la voluntad de Dios.
Cuando recibe la visita del Ángel en
Nazaret María se queda rumiando aquellas palabras del saludo angélico. En su pequeñez
y humildad se sentía sobrecogida ante el misterio que se le manifestaba y a lo
que ella había de dar respuesta. María se turbó ante las palabras del ángel,
nos dice el evangelista, luego ella estaba comprendiendo todo el misterio de
Dios que se le revelaba pero que le estaba recordando como era una amada de
Dios y Dios llenaba e inundaba su corazón.
Un primer paso de espiritualidad,
sentir que uno es amado de Dios, experimentar en sí mismo su pequeñez y su
pobreza pero la grandiosidad del Dios que nos visita y llena nuestro corazón.
El ángel la había llamado la llena de gracia; el ángel le había dicho que Dios
estaba con ella; el ángel le estaba revelando como iba a ser, digámoslo así
pero entendámoslo bien, como poseída por Dios porque el Espíritu de Dios iba a
envolver su vida.
María en su pequeñez y en su humildad –
ella se siente pequeña porque es humilde, pero vemos que es grande porque está
llena de Dios y qué mayor grandeza – no termina de entender todo aquello que se
le viene encima, todo aquello que el ángel le está anunciando de parte de Dios.
Pero María sigue manteniendo su fe y su confianza en el Señor porque en su
humildad se dejará hacer por Dios.
¿Quién es ella para replicar a Dios o
para oponerse a lo que son los designios del Señor? Su vida se hace donación y
donación total porque su vida es amor. Su fe, que la hace sentirse pequeña y
humilde como una esclava, se transforma en amor y si es amor se olvidará de sí
misma y de sus propios planes para acoger en su vida lo que es la voluntad del
Señor. ‘Aquí está la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra’,
será la respuesta de María que es la respuesta del amor.
Esta página del evangelio pequeña por
la brevedad de sus palabras pero que es grandiosa porque nos está anunciando
todo el misterio de la Encarnación de Dios nos está reflejando la profunda
espiritualidad de María. Había cultivado su espíritu en las gradas del templo
de Jerusalén, podríamos decir haciendo referencia a la memoria litúrgica que
estamos celebrando, y allí había aprendido a rumiar el misterio de Dios
rumiando aquellos textos sagrados de los profetas y de la ley del Señor. No era
una espiritualidad cualquiera la que se reflejaba en María y en ningún mejor
sitio podía haberla adquirido sino en ese silencio del templo del Señor para
poder escuchar a Dios con toda hondura en su corazón.
Por eso decíamos que esta memoria que
hoy celebramos tiene un hondo significado que ilumina los caminos de esa
espiritualidad cristiana en la que nosotros hemos de hundir las raíces de
nuestra vida. Es una invitación que de alguna manera se nos hace para a ejemplo
de María cultivarnos nosotros también espiritualmente porque así rumiemos la
Palabra del Señor en nuestro corazón porque así también nos vayamos llenando de
Dios.