Un corazón limpio y veraz es lo que agrada al Señor
2Cor. 5, 14-21; Sal. 102; Mt. 5, 33-37
‘A vosotros os basta
decir sí o no’. Así
nos dice Jesús. ¡Qué hermoso cuando una persona es creíble! No necesita nada
más; sabemos que su palabra es siempre sincera, veraz; no necesitamos más
argumentos ni pruebas. Es la persona que se muestra siempre y en todo con
sinceridad, con sinceridad total. Se le puede creer. Se puede uno fiar.
Jesús nos dice que no nos es necesario nada más. De El
también dijeron, llegaron a reconocer aunque les costaba hacerlo, que era
veraz, porque en El no había engaño. Y es lo que nos pide Jesús para nuestra
vida. Esas actitudes interiores sinceras sin doblez ni engaño, sin apariencias
que traten de deslumbrar, mostrándonos siempre con autenticidad, es lo que el
Señor quiere que tengamos en nuestro corazón.
Nos hemos comenzado a hacer esta reflexión que creo que
nos viene bien a partir de esas palabras de Jesús pronunciadas con la ocasión
del comentario que hace sobre el tema de los juramentos. ‘Yo os digo que no juréis en absoluto’, les dice. Era algo muy
habitual entre los judíos pero Jesús quiere purificar muchas cosas y muchas
costumbres, como nos sucede a nosotros también.
En el mandamiento del Señor está el no tomar el nombre
de Dios en vano, y es ahí donde entra el tema de los juramentos. Cuando estamos
jurando por cualquier cosa o ante cualquier afirmación que hacemos porque
queremos que sea creíble, fácilmente estamos tomando el nombre de Dios en vano
en un juramento que realmente es innecesario. Jurar es poner a Dios por testigo
de la veracidad de aquello que decimos o de la promesa que hacemos como que la
vamos a cumplir.
Claro que jurar con mentira, poniendo a Dios por
testigo de una falsedad nuestra es grave pecado, el perjurio y eso tiene que
estar siempre lejos de nosotros porque es una ofensa grave al santo nombre de
Dios. Pero por otra parte creo que hemos de tener claro que el juramento habría
que dejarlo para cosas o momentos que sean realmente importantes. Son las condiciones
que siempre se nos ha enseñado en el catecismo que se han de tener para que con
el juramento no ofendamos el nombre santo de Dios: Que sea verdadero, que sea
justo y que sea necesario por la importancia del momento.
Hay personas que parece que no saben decir dos palabras
seguidas sin que por medio haya un juramento para reafirmar la verdad de lo que
están diciendo. ¿Será quizá porque son tan poco creíbles por la poca autenticidad
y sinceridad que hay habitualmente en sus vidas por lo que creen necesario
están haciendo juramento de cualquier cosa que afirmen para que se les pueda
creer? A uno le entran algunas veces esas sospechas. Es por lo que Jesús ha
terminado diciéndonos hoy que nosotros nos baste decir sí o no, y con la
veracidad que hay en nuestra vida será suficiente para que se nos crea.
Como decíamos al principio qué hermoso cuando una
persona es creíble, cuando nos hacemos creíbles ante los demás por la
sinceridad con que vivimos nuestra vida, por la rectitud de nuestro obrar, por
la autenticidad con que nos mostramos en todo momento. Es una persona
trasparente, decimos, porque siempre estaremos apreciando la bondad de su
corazón, la justicia de su obrar. Qué desagradable se nos hace una persona
mentirosa, en la que notamos esa falsedad, esa poca sinceridad; y ya no son las
palabras o afirmaciones que puedan hacer en un momento determinado, sino la
actitud permanente que pueda haber en sus vidas.
En el evangelio vemos a Jesús condenar con palabras
fuertes a esas personas que viven en esa doblez de su vida, en esa hipocresía
de querer aparentar una cosa que realmente no están viviendo por dentro. Como
le dirá a los fariseos, como tantas veces hemos escuchado, son como sepulcros
blanqueados, por fuera muy limpios y muy relucientes de blancura, pero dentro
lo que sabemos es que hay podredumbre.
Por eso lo mejor es un corazón limpio y sin maldad, un
corazón sincero y sin doblez, una vida auténtica que busca siempre lo bueno y
lo justo para todos. Que haya sinceridad en nuestra vida. El Espíritu del Señor
nos llene de fortaleza para esa veracidad de nuestra vida.