Las bienaventuranzas un mensaje que nos anuncia el Reino y despierta nuestros corazones
2Cor. 1, 1-7; Sal. 33; Mt. 5, 1-12
El primer anuncio que
va haciendo Jesús cuando comienza su predicación y su actuar en público es el
Reino de Dios. Invitaba a la conversión del corazón para creer en el Reino de
Dios que llegaba y por eso les invitaba al mismo tiempo a creer en El. En el
corazón de la gente se despierta la esperanza que había sido alimentada durante
siglos por los profetas pero había momentos que parecía que esas promesas se
marchitaban porque no terminaban de cumplirse todos aquellos anuncios de los
profetas.
Primero había aparecido
Juan en el desierto junto al Jordán bautizando e invitando también a la
conversión porque la llegada era inminente y ahora era Jesús el que recorría
los caminos de toda Palestina, pero de manera especial por Galilea anunciando
que el Reino de Dios ya estaba ahí. La gente le seguía, veían sus milagros,
cómo curaba a los enfermos y todos acudían a El. Se despertaban de nuevo las
esperanzas.
Aunque había momentos
en que no terminaban de entender y seguro que se entablaría un diálogo hermoso
entre Jesús y las gentes; Jesús que anunciaba la llegada del Reino y ellos que
mirando su situación y su vida no entendían que el Reino pudiera llegar para
ellos. Seguían sumidos en la pobreza, muchos sufrimientos atenazaban sus
corazones y ponían limitación al movimiento de sus propios cuerpos; tenían
deseos de justicia y de un mundo nuevo, pero campaban a su alrededor las
injusticias, las discriminaciones, los odios en muchos corazones; mucho
intentaban lo bueno y no eran comprendidos o incluso perseguidos, faltaba
verdadera paz y muchas eran las lágrimas que seguían corriendo por sus rostros
y amargando sus corazones, ¿cómo podía decir Jesús que llegaba el Reino de Dios
y el Reino era para ellos? ¿cómo podía decirles Jesús que serian felices si
había tantas carencias en su pobreza y tantas amarguras en sus corazones?
Pero Jesús se los dice
claramente y con firmeza; los llama dichosos y les dice que serán felices de
verdad porque el Reino de Dios es para los pobres; porque los que lloran serán
consolados y los que buscan la paz serán llamados hijos de Dios; los que sufren
por tantas cosas van a poseer lo que más desean y los que tienen verdaderas
ansias de justicia, de bien y de verdad van a ver cumplidas sus aspiraciones;
que los que son buenos y tienen un buen corazón para los demás se verán
premiados con una misericordia infinita y los que son perseguidos tienen que
estar felices porque es señal de que están haciendo presente de verdad el Reino
de Dios en sus vidas y anunciándoselo a los demás aunque no lo comprendan.
Pueden parecer palabras
no del todo comprensibles y hasta en cierto modo contradictorias mirándolo
desde lo humano, pero cuando lo van pensando bien sus corazones se llenan de
esperanza. Algo nuevo puede comenzar en sus vidas y renace la esperanza. La
pobreza de bienes materiales no es obstáculo para alcanzar la verdadera
felicidad pero el ser feliz y dichoso es algo mucho más hondo que la posesión
de unos bienes. Y así con todas las cosas que les va diciendo Jesús. Aunque
haya sufrimientos hay una paz y una alegría que se vive en el corazón que nada
nos la podrá arrancar. Con Jesús aprendemos a buscar las cosas que
verdaderamente merecen la pena y no las cosas efímeras que brillan un momento y
pronto se acaban.
Son palabras de Jesús
que tenemos que seguir escuchando hoy. Si escucháramos con corazón abierto el
mensaje de las bienaventuranzas otra paz sentiríamos en el corazón y en verdad
nos convenceríamos de que podemos hacer un mundo nuevo y mejor y nos pondríamos
a ello inmediatamente. Si llegamos a comenzar a pensar así y a actuar en
consecuencia es señal de que el Reino de Dios está llegando a nosotros. Y eso
nos va a producir una inmensa paz en el corazón porque aprenderemos a darnos
sin esperar recompensas humanas y sentiremos la satisfacción del bien que hemos
hecho y de lo felices que podemos comenzar a ver a los que están a nuestro
lado.
Escuchemos con corazón
abierto su mensaje porque también necesitamos despertar la esperanza en
nuestros corazones y animar a cuantos están a nuestro lado envueltos en tantos
sufrimientos que les han llevado a la desesperanza para que rehagan sus vidas y
sus corazones. En Jesús encontraremos esa plenitud y esa felicidad que El nos
promete. Estemos ciertos de sus palabras que tendrán cumplimiento y no pasarán.
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