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lunes, 10 de junio de 2013

Las bienaventuranzas un mensaje que nos anuncia el Reino y despierta nuestros corazones

2Cor. 1, 1-7; Sal. 33; Mt. 5, 1-12
El primer anuncio que va haciendo Jesús cuando comienza su predicación y su actuar en público es el Reino de Dios. Invitaba a la conversión del corazón para creer en el Reino de Dios que llegaba y por eso les invitaba al mismo tiempo a creer en El. En el corazón de la gente se despierta la esperanza que había sido alimentada durante siglos por los profetas pero había momentos que parecía que esas promesas se marchitaban porque no terminaban de cumplirse todos aquellos anuncios de los profetas.
Primero había aparecido Juan en el desierto junto al Jordán bautizando e invitando también a la conversión porque la llegada era inminente y ahora era Jesús el que recorría los caminos de toda Palestina, pero de manera especial por Galilea anunciando que el Reino de Dios ya estaba ahí. La gente le seguía, veían sus milagros, cómo curaba a los enfermos y todos acudían a El. Se despertaban de nuevo las esperanzas.
Aunque había momentos en que no terminaban de entender y seguro que se entablaría un diálogo hermoso entre Jesús y las gentes; Jesús que anunciaba la llegada del Reino y ellos que mirando su situación y su vida no entendían que el Reino pudiera llegar para ellos. Seguían sumidos en la pobreza, muchos sufrimientos atenazaban sus corazones y ponían limitación al movimiento de sus propios cuerpos; tenían deseos de justicia y de un mundo nuevo, pero campaban a su alrededor las injusticias, las discriminaciones, los odios en muchos corazones; mucho intentaban lo bueno y no eran comprendidos o incluso perseguidos, faltaba verdadera paz y muchas eran las lágrimas que seguían corriendo por sus rostros y amargando sus corazones, ¿cómo podía decir Jesús que llegaba el Reino de Dios y el Reino era para ellos? ¿cómo podía decirles Jesús que serian felices si había tantas carencias en su pobreza y tantas amarguras en sus corazones?
Pero Jesús se los dice claramente y con firmeza; los llama dichosos y les dice que serán felices de verdad porque el Reino de Dios es para los pobres; porque los que lloran serán consolados y los que buscan la paz serán llamados hijos de Dios; los que sufren por tantas cosas van a poseer lo que más desean y los que tienen verdaderas ansias de justicia, de bien y de verdad van a ver cumplidas sus aspiraciones; que los que son buenos y tienen un buen corazón para los demás se verán premiados con una misericordia infinita y los que son perseguidos tienen que estar felices porque es señal de que están haciendo presente de verdad el Reino de Dios en sus vidas y anunciándoselo a los demás aunque no lo comprendan.
Pueden parecer palabras no del todo comprensibles y hasta en cierto modo contradictorias mirándolo desde lo humano, pero cuando lo van pensando bien sus corazones se llenan de esperanza. Algo nuevo puede comenzar en sus vidas y renace la esperanza. La pobreza de bienes materiales no es obstáculo para alcanzar la verdadera felicidad pero el ser feliz y dichoso es algo mucho más hondo que la posesión de unos bienes. Y así con todas las cosas que les va diciendo Jesús. Aunque haya sufrimientos hay una paz y una alegría que se vive en el corazón que nada nos la podrá arrancar. Con Jesús aprendemos a buscar las cosas que verdaderamente merecen la pena y no las cosas efímeras que brillan un momento y pronto se acaban.
Son palabras de Jesús que tenemos que seguir escuchando hoy. Si escucháramos con corazón abierto el mensaje de las bienaventuranzas otra paz sentiríamos en el corazón y en verdad nos convenceríamos de que podemos hacer un mundo nuevo y mejor y nos pondríamos a ello inmediatamente. Si llegamos a comenzar a pensar así y a actuar en consecuencia es señal de que el Reino de Dios está llegando a nosotros. Y eso nos va a producir una inmensa paz en el corazón porque aprenderemos a darnos sin esperar recompensas humanas y sentiremos la satisfacción del bien que hemos hecho y de lo felices que podemos comenzar a ver a los que están a nuestro lado.

Escuchemos con corazón abierto su mensaje porque también necesitamos despertar la esperanza en nuestros corazones y animar a cuantos están a nuestro lado envueltos en tantos sufrimientos que les han llevado a la desesperanza para que rehagan sus vidas y sus corazones. En Jesús encontraremos esa plenitud y esa felicidad que El nos promete. Estemos ciertos de sus palabras que tendrán cumplimiento y no pasarán. 

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