Vistas de página en total

sábado, 14 de marzo de 2015

Mucho nos enseña Jesús para nuestra relación con Dios y nuestra relación con los demás

Mucho nos enseña Jesús para nuestra relación con Dios y nuestra relación con los demás

Oseas 6,1-6; Sal 50; Lucas 18, 9-14
‘El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador…Os digo que éste bajó a su casa justificado’. El corazón humilde es grato al Señor.
Jesús les había propuesto esta parábola por ‘algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás’. Nos enseña muchas cosas; para nuestra relación con Dios y para nuestra relación con los demás. Nos hace descubrir las actitudes que debería haber en nuestro corazón.
La parábola se centra en la oración que aquellos dos hombres fueron a hacer a Dios en su subida al templo. Nos enseña la forma de acercarnos a Dios. ¿Quién nos justifica? ¿Las obras que nosotros podamos hacer? ¿Quién da mérito a nuestras obras? El que nos justifica es Dios; la salvación nos viene de Dios; es el amor gratuito de Dios el que nos justifica y nos salva. No podemos ir ya creyéndonos previamente justificados porque nos creemos buenos o hacemos muchas cosas buenas. Es que con nuestro orgullo estaríamos ya manchando eso bueno que podamos presentarle a Dios. Por eso nos es necesaria la humildad y el reconocimiento de lo que es la gracia y el amor del Señor.
Pero fijémonos que el evangelista nos da por otra parte el motivo de la parábola y es que ‘algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás’. Es en lo que quiere enseñarnos el Señor. ¿Cuáles son las actitudes y posturas que tengamos hacia los demás? Siempre hemos de guiarnos por el amor y la humildad; nunca cabe en el corazón de un cristiano el orgullo, la prepotencia, el menosprecio; es algo que siempre tiene que estar lejos de nuestro corazón.
‘Quiero misericordia, y no sacrificios; conocimiento de Dios, más que holocaustos’, nos decía el profeta y Jesús mismo nos lo recordará en el evangelio. Sentimos la misericordia y la ternura de Dios sobre nosotros y es esa misma misericordia y ternura de la que tiene que rebosar nuestro corazón en nuestra relación los demás.
Aunque podamos ver en los otros cosas que no nos gustan, tenemos que saber ser comprensivos y misericordiosos, porque también nosotros somos pecadores, también en nosotros habrá cosas que no gusten a los demás, pero tenemos que ser hermanos que caminemos juntos, que nos tendamos la mano los unos a los otros para ayudarnos a caminar, a superarnos, a ser mejores. ¿Quién puede tirar la primera piedra al hermano si con sinceridad se mira a si mismo y lo que se oculta en nuestro corazón?
No olvidemos la última sentencia que nos da hoy el evangelio. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido’.

viernes, 13 de marzo de 2015

Una invitación a la conversión que nos hace reconocer el amor que el Señor nos tiene para responder con nuestro amor

Una invitación a la conversión que nos hace reconocer el amor que el Señor nos tiene para responder con nuestro amor

Oseas 14,2-10; Sal 80; Marcos 12, 28b-34
Hoy escuchamos una invitación a la conversión que nos hace reconocer todo lo que es el amor que el Señor nos tiene y que nos hará responder también con nuestro amor. Así podría resumir el mensaje que nos ofrece hoy el Señor en su Palabra.
El profeta comienza invitándonos a la conversión. ‘Conviértete al Señor Dios tuyo, porque tropezaste por tu pecado. Preparad vuestro discurso, volved al Señor y decidle: Perdona del todo la iniquidad, recibe benévolo el sacrificio de nuestros labios…’ Como alguien comentaba pareciera que estamos contemplando al hijo pródigo que está allá en su interior preparando las palabras con que va a dirigirse a su padre para pedirle perdón.
Pero ¿necesitó decirle el discurso que llevaba preparado? Ya conocemos en la parábola cómo el padre no le dejaba hablar sino que lo abrazaba y se lo comía a besos en la alegría por vuelta del hijo que consideraba perdido y muerto. Es lo también en el profeta escuchamos, porque nos habla del amor que Dios siempre nos tiene. ‘Yo curaré sus extravíos, los amaré sin que lo merezcan, mi cólera se apartará de ellos. Seré para Israel como rocío, florecerá como azucena, arraigará como el Líbano. Brotarán sus vástagos, será su esplendor como un olivo, su aroma como el Líbano’. El Señor siempre dispuesto a perdonarnos, a curarnos, a ofrecernos su amor y su perdón, a llenarnos con su ternura expresada en esas imágenes del rocío, de las flores, de esplendor de los frutos. Cuánto tenemos que reconocer el amor del Señor que no merecemos por nuestro pecado.
Y nosotros, ¿qué tenemos que hacer? Reconocer ese amor del Señor y amar. Reconocer que Dios es el único Señor de nuestra vida y adorarle y amarle. Es lo que escuchamos en el evangelio en aquella pretenciosa pregunta del letrado que se acerca a Jesús preguntando por el primer mandamiento, cuando era algo que todo buen judío se sabía bien de memoria y lo repetía cada día como una profesión de fe y como una profesión de amor.
‘Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser’. Todo judío fervoroso, recitaba tres veces al día el Shemá, donde se declara pertenecer a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas.
Pero Jesús continuará diciéndonos que el segundo mandamiento es tan principal e importante como el primero de manera que no podemos cumplir uno sin el otro, porque ‘amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios’. Por eso nos dice: ‘El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que éstos’.
Es el camino de nuestra conversión; es el camino de nuestra vida; es la reflexión y la revisión que tenemos que hacernos con toda intensidad en este camino cuaresmal para ver hasta donde llega nuestro amor, nuestro amor a Dios y nuestro amor al prójimo, para ver si estamos lejos o estamos cerca del Reino de Dios.

jueves, 12 de marzo de 2015

No nos ceguemos ante las señales que Dios va poniendo a nuestro paso en las obras de amor de los demás

No nos ceguemos ante las señales que Dios va poniendo a nuestro paso en las obras de amor de los demás

Jeremías 7,23-28; Sal 94; Lucas 11,14-23
¿Por qué nos costará tanto aceptar y reconocer lo bueno que hacen los demás? Nos creemos los únicos poseedores de la verdad y del bien, entonces nosotros siempre tenemos la razón, nosotros somos los que sabemos hacer las cosas bien y hasta nos creemos que somos los únicos que hacen las cosas bien.
Pudiera parecer exagero esto que estoy diciendo para comenzar esta reflexión, pero fijémonos en los diálogos de sordos que sostenemos con los demás sobre todo cuando entramos en discusión con quienes no piensan como nosotros, tiene una concepción distinta de la vida y de la sociedad y veremos como surge el enfrentamiento, el rechazo y la condena de todo lo que hace el otro, y nunca, en un adversario político por ejemplo, seremos capaces de reconocer que hace también cosas buenas y totalmente aceptables y valorables. Con qué facilidad tratamos de desprestigiar a los demás para quitarle valor a las cosas buenas que hacen.
Fijémonos en ese aire de crispación en que se vive y como no llegamos a reconocer lo bueno o los pasos para lo bueno que hacen los demás. Creo que es algo de rabiosa actualidad, aunque también he de reconocer que otros pueden pensar de manera distinta. Cómo nos enriqueceríamos mutuamente y trabajaríamos entre todos por el bien de la sociedad en la que vivimos si fuésemos capaces de reconocer y aceptar lo bueno que también hacen los otros.
Me ha venido este pensamiento como una aplicación a lo que es nuestra vida diaria  a partir de lo que hemos escuchado en el evangelio. Jesús hace hablar a un mudo y mientras unos se maravillan por las obras que Jesús realiza, otros sin embargo ya están diciendo que aquello que realiza Jesús lo hace con el poder del maligno y aún le piden que realice algún signo del cielo para poder creer en El. Tratan de desprestigiar a Jesús con esas acusaciones porque ni ellos quieren creer en El ni quieren que la gente lo siga; ya veíamos cómo había mucha gente maravillada por las obras de Jesús.
Sepamos aceptar las obras de Dios que maravillosamente se nos manifiestan quizá en las cosas más sencillas que podamos ver a nuestro alrededor. Seamos capaces de descubrir y valorar lo bueno que vemos en los demás que son semillas también del Reino de Dios y que si somos capaces de mirar la vida con ojos de fe podemos descubrir llamadas de Dios a nuestro corazón.
Hoy en la lectura del profeta se nos habla de esa llamada que Dios hacía por medio de sus profetas; pero se cegaban y no eran capaces de oír esa voz del Señor. ‘Pero no escucharon ni prestaron oído, caminaban según sus ideas, según la maldad de su corazón obstinado, me daban la espalda y no la frente’. No nos ceguemos ante las señales que Dios va poniendo a nuestro paso en la vida, que puede ser también esa obra buena que podamos ver realizar a los demás, incluso aquellos que nos parece que no son de los nuestros o que piensan de manera distinta.
Allí donde está el bien y el amor allí está Dios. Y Dios nos habla y nos llama a través de tantas obras de amor que podemos ver hacer a tantas personas de buena voluntad. Que con ello sepamos dar gloria a Dios.


miércoles, 11 de marzo de 2015

Jesús nos la plenitud que nos llevará a la verdadera felicidad, la más auténtica libertad interior y la más profunda sabiduría

Jesús nos la plenitud que nos llevará a la verdadera felicidad, la más auténtica libertad interior y la más profunda sabiduría

Deuteronomio 4,1.5-9; Sal 147; Mateo 5,17-19
La felicidad, la libertad, la sabiduría son ansias que están en el corazón de todo hombre y podríamos decir que son afanes de su vida de cada día. Lo buscamos, algunas veces no sabemos cómo encontrarlo y aunque cuando quiere actuar con madurez buscará los caminos rectos que le conduzcan a la plenitud de esos deseos también es cierto que muchas veces queremos buscar caminos fáciles que nos lleven pronto a conseguirlo aunque muchas veces por no alcanzar esa plenitud que se desea se encuentre el hombre como en un vacío y un sin sentido que no sabe como llenar.
Es lo que va haciendo madurar a la persona, aunque, repito, algunas veces el camino resulto costoso. Es lo que va haciendo encontrar un sentido a su vida, a lo que hace, a lo que le sucede, encontrando así también su lugar en la vida. Andamos en una continua búsqueda porque no siempre nos sentimos seguros. Encontrarlo diríamos que sería encontrar la verdadera sabiduría de la vida.
El hombre creyente que verdaderamente ha ido madurando en su fe, porque la reflexiona y la razona, al tiempo que se abre a la trascendencia y al misterio de Dios desde su fe, madurada y probada, ha sabido encontrar ese sentido para su vida que le da satisfacciones hondas que son camino de una verdadera felicidad, pero que le hace actuar también de forma libre, con una libertad autentica no dejándose atar por nada que le esclavice, aunque como creyente sepa poner su vida en las manos de Dios para dejarse conducir por su Espíritu.
Hoy nos decía el autor sagrado que en la ley del Señor encontramos esa verdadera dicha y felicidad, esa autentica libertad y sabiduría. Los mandamientos del Señor  ‘son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos’. ¿Qué es lo que nos da la ley del Señor? Es la senda por la que hemos de caminar y que se convierte en el sentido de nuestra vida.
La ley del Señor que manifiesta lo que es su voluntad para la vida del hombre queriendo lo mejor para él no son meramente normas y leyes que haya que cumplir, sino un sentido de la vida donde nos centramos en Dios que es nuestro Creador y nuestro único Señor y que lo que quiere siempre es el bien del hombre, de todo hombre y en todo momento.
¿Hay algún mandamiento en la ley del Señor que anule al hombre o lo haga menos feliz? De ninguna manera, sino que si en verdad nos dejáramos conducir por esa senda que el Señor nos traza cuando nos manifiesta su voluntad en verdad todos los hombres seriamos verdaderamente felices que nunca haríamos daño a nadie, ninguno se podría sentir molestado u ofendido por el quehacer de los demás, y siempre lo que estaríamos buscando es el bien, lo mejor para toda persona.
Ya nos damos cuenta, por otra parte, de cuánto daño nos hacemos y cómo nos hacemos sufrir mutuamente cuando precisamente la ley del Señor no es la norma ni el sentido de nuestra vida porque pronto aparecen los orgullos y los egoísmos, las envidias y las ambiciones, todas esas pasiones nos hacen hacernos daño mutuamente.
Jesús nos viene a decir hoy que en El precisamente encontraremos esa plenitud que nos dacha esa verdadera felicidad, esa auténtica libertad interior y paz, y esa profunda sabiduría a nuestra vida.

martes, 10 de marzo de 2015

Instrumentos de paz y signos de misericordia hemos de ser para cuantos nos rodean desde la misericordia que recibimos del Señor

Instrumentos de paz y signos de misericordia hemos de ser para cuantos nos rodean desde la misericordia que recibimos del Señor

Daniel 3,25.34-43; Sal 24; Mateo 18,21-35
‘Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre, no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia’. Hermosa la oración de Azarías. Se sienten abandonados, están lejos de su patria, de su templo, de su pueblo; no tienen ni donde ofrecer sacrificios porque todo ha sido destruido y además ahora están en la cautividad en tierra extranjera; pero aún así siguen confiando en la misericordia de Dios.
‘No apartes de nosotros tu misericordia’; no tienen holocaustos ni sacrificios que ofrecer pero le ofrecen un corazón contrito. Es lo más agradable al Señor. Sienten como la misericordia del Señor se derrama sobre ellos. ‘Que éste sea hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia: porque los que en ti confían no quedan defraudados’. Por eso siguen confiando. Que éste sea hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia: porque los que en ti confían no quedan defraudados’.
Qué hermosa oración que nosotros tendríamos que aprender a hacer. Y el Señor no nos defrauda; nos regala su perdón. Lo hemos escuchado en el evangelio aunque ese perdón del Señor ha de tener muchas consecuencias para nuestra vida; si nos sentimos perdonados de Dios así también nosotros hemos de aprender a perdonar; si se manifiesta la misericordia del Señor sobre nosotros, igualmente hemos de saber tener misericordia para los demás. Instrumentos de paz y signos de misericordia hemos de ser para cuantos nos rodean.
Nos lo enseña Jesús desde la pregunta de Pedro. Había oído hablar a Jesús de que hemos de perdonar; lo habían aprendido incluso con la oración que el Señor les enseñó. ‘Perdona nuestras ofensas como nosotros también perdonamos a los que nos han ofendido’. Pero aquí viene la pregunta de Pedro. ‘Y ¿cuántas veces tengo que perdonar?’ Porque es que perdonamos, pero algunos siguen erre con erre molestándonos y ofendiéndonos, ‘¿hasta siete veces?’ Mira que ya es un buen número. Ya conocemos la respuesta de Jesús.
Y nos propone la parábola para que aprendamos. Aquel que le debía mucho a su amo, pero con quien tuvieron compasión y le perdonaron todo; pero ese mismo luego no tuvo compasión del compañero que le debía una minucia y hasta lo metió en la cárcel. El mensaje de la parábola está bien claro; cuánto recibimos del Señor, cuantas veces nos perdona si acudimos humildes pidiendo perdón, y luego no sabemos perdonar al hermano; cuantas rencillas, cuántos resentimientos, cuantos rencores guardamos en el corazón; a cuántos dejamos de hablar y ya no mantenemos la misma relación con ellos porque un día nos dijeron, nos hicieron, hablaron, nos molestaron. Y luego vamos tan campantes a Misa y rezamos todas las oraciones penitenciales que tenemos en la liturgia y hasta nos atrevemos a ir a comulgar.
No puede ser ese nuestro estilo ni nuestra manera de obrar. Como decíamos antes tenemos que ser siempre instrumentos de paz y signos de misericordia y eso lo haremos cuando de verdad llenamos nuestro corazón de compasión y misericordia para así parecernos más a Dios. ‘Sed compasivos como vuestro Padre del cielo es compasivo’, nos había dicho Jesús en el Sermón del Monte. Y ese tiene que ser también el rostro de la Iglesia, rostro de misericordia que quizá algunas veces nos cuesta ver. Sería triste si ese no fuera el rostro que manifestáramos.

lunes, 9 de marzo de 2015

Cuánto nos cuesta a nosotros también a llegar a ese reconocimiento de la gloria del Señor con toda nuestra vida

Cuánto nos cuesta a nosotros también a llegar a ese reconocimiento de la gloria del Señor con toda nuestra vida

2Reyes 5,1-15ª; Sal 41; Lucas 4,24-30
‘Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de Israel’. Cuánto le costó a Naamán el sirio llega a ese reconocimiento de la gloria y del poder del Señor. Cuánto nos cuesta a nosotros también a llegar a ese reconocimiento de la gloria del Señor no solo con nuestras palabras sino desde lo más hondo del corazón con toda nuestra vida haciendo que El sea el único Dios y Señor de nuestro vivir.
Algunas veces quizá buscamos cosas espectaculares o extraordinarias para encontrarnos con Dios y El sin embargo se manifiesta en lo sencillo y en lo pequeño. Naamán pensaba que el profeta tenía que presentarse espectacularmente ante él para curarle de su lepra, pero Eliseo le pide cosas sencillas y humildes como bañarse en el Jordán. Cuando se humilla y se deja conducir encontrará la salud, encontrará a Dios.
Como les sucedía a las gentes de Nazaret que cuando Jesús fue a la sinagoga aquel sábado y con la fama que le precedía de lo que habían oído que realizaba en otros lugares, después de escucharle pensaban que Jesús también iba allí a realizar grandes cosas. Pero cuando Jesús quiere hacerles comprender que la Buena Noticia de su Salvación es para todos, que no es exclusividad de nadie ni de ningún pueblo, y les pone los ejemplo de la curación de Naamán, el sirio, o de la viuda de Sarepta en el territorio de Sidón, ambos paganos o gentiles como ellos decían, le rechazan, se ponen furiosos contra El y hasta quieren despeñarlo por un barranco.
¿Con qué espíritu tenemos que acudir a Dios? ¿cuál ha de ser el sentido de nuestra fe? ¿solo buscando milagros o cosas extraordinarias? Muchas veces nosotros nos sentimos tentados a esas posturas o actitudes. Con humildad hemos de buscar a Dios; con fe hemos de sentirle en lo más hondo de nuestro corazón o descubrirle en esas cosas pequeñas de cada día.
Que sepamos descubrir y sentir esa paz que El quiere poner en nuestro corazón. Como aquel hombre del evangelio que tantas veces hemos comentado le pidamos a Jesús que nos haga crecer en la fe. Que como el centurión, que incluso era un pagano, sepamos poner toda nuestra fe en Jesús, nuestra fe y nuestra confianza en Dios porque sabemos que El nos escucha, que El está con nosotros aunque por las turbulencias que haya en nuestra vida algunas veces nos cueste verlo y encontrarlo.
Danos, Señor, el don de la fe; que nunca merme ni se debilite, que siempre crezca en nosotros por la fuerza de tu gracia.

domingo, 8 de marzo de 2015

Nuestro culto verdadero a Dios ha de pasar por vivir con Jesús la Pascua en todas sus consecuencias

Nuestro culto verdadero a Dios ha de pasar por vivir con Jesús la Pascua en todas sus consecuencias

Éxodo 20, 1-17; Sal 18; 1Corintios 1, 22-25; Juan 2, 13-25
El templo de Jerusalén era el lugar de culto por excelencia para el pueblo judío. Aunque cada sábado se reunían en las sinagogas, repartidas por todo el territorio, para la escucha de la Ley y los Profetas y la oración de los salmos, el templo de Jerusalén era único y allí era donde se ofrecían los sacrificios y holocaustos al Señor.
Tenían la obligación de subir al templo en la Pascua y allí en Jerusalén la celebraban cada año, pero cada día en el templo se ofrecían los holocaustos y sacrificios, eran presentados los panes de la proposición y era ofrecido el incienso en la mañana y en la tarde en el lugar santo por el sacerdote de turno - recordemos a Zacarías ofreciendo el incienso cuando se le aparece el ángel del Señor - mientras el pueblo oraba fuera en las distintas explanadas de dicho templo.
Todo se había convertido en muy ritual y los sacrificios de animales se ofrecían continuamente; por eso en el mismo templo se había habilitado casi un mercado donde adquirir los distintos animales para los sacrificios y donde se hacían las ofrendas económicas que habían de ser en la moneda propia del templo; de ahí las mesas de los cambistas, los encargados del cambio de moneda.
Como decíamos, todo se había convertido en muy ritual en donde las ofrendas importantes eran aquellos animales sacrificados, pero no siempre la verdadera religiosidad campaba hondamente en el corazón de las gentes. Por eso escucharemos en otro momento que Jesús les echa en cara que el culto que le dan es un culto vacío, que está lejos del corazón del hombre.
Ahora contemplamos a Jesús realizar un gesto verdaderamente profético para que lleguen a captar cual es el verdadero culto que han de dar a Dios que tiene que partir siempre del corazón y de un corazón lleno de fe y de amor. Expulsa a los vendedores con sus animales del templo mientras derrama por el suelo la mesa de los cambistas. Algo bien significativo quiere hacer el Señor. Era lo habitual en los profetas que no solo hablaban con palabras sino también con sus gestos y signos, como muchas veces habremos escuchado en la lectura de los profetas del Antiguo Testamento, como gesto profético era la vida y el bautismo que Juan hacía allá en el desierto junto al Jordán.
No siempre lo entienden y ahora casi lo ven como una revuelta o una rebelión. Preguntarán razones y Jesús no les da más razón que su vida misma, la Pascua que El ha de vivir. Es por donde tenemos que entender este gesto y llevarlo a nuestra vida en esta preparación, en este camino hacia la Pascua que nosotros queremos hacer. ‘Destruid este templo, y en tres días lo levantaré’. No entenderán sus palabras, de las que los discípulos se acordarán después de haberle visto resucitar de entre los muertos. Los judíos se aprovecharán de estas palabras para acusar a Jesús a la hora de querer condenarlo a muerte. Ahí está la unión con la pascua que hemos de descubrir y es de la manera cómo tenemos que aplicarlo a nuestra vida.
¿Qué lo ofrecemos al Señor? ¿cuál es el culto que nosotros le damos? ¿es un culto en espíritu y verdad como Jesús le dirá a la Samaritana, como escucharemos en este mismo evangelio de Juan? Precisamente ese texto de la samaritana es un evangelio que se lee en el ciclo A en este mismo domingo y que hoy también hubiéramos podido escuchar.
Tiene que ser nuestro corazón el que en verdad le ofrezcamos al Señor. Querer vivir la Pascua, como ahora estamos queriendo prepararnos, es querer vivir unidos a la misma ofrenda de Jesús. Es por eso la vida de Jesús es lo que tenemos que vivir, el que había venido a hacer la voluntad del Padre.
Decirle Sí a Dios, con todo nuestro corazón, con toda nuestra vida, en todo momento y circunstancia - hoy recordamos el mandamiento del Señor en la primera lectura; unirnos a la Pascua de Jesús sabiendo lo que tiene que haber de pasión y muerte para poder llegar a la vida de la resurrección, porque nosotros en quien creemos y a quien proclamamos es a Cristo crucificado pero a Cristo que vive resucitado y nos hace resucitar a nosotros. En la cruz de Cristo está nuestra sabiduría y nuestra salvación, como hemos escuchado en la segunda lectura. Es por donde tenemos que pasar, es lo que tenemos que vivir, aunque nos cueste.
¿Cuál es la pascua en concreto que este año, en este momento de la vida hemos de vivir y celebrar? Busquemos lo que es la voluntad de Dios, lo que el Señor quiere de nosotros y lo que nos pide, y seamos capaces de hacerle esa ofrenda de nuestra vida. Con nosotros está su Espíritu para poderlo hacer. Sin El nada somos ni nada podríamos hacer.