Nuestro culto verdadero a Dios ha de pasar por vivir con Jesús la Pascua en todas sus consecuencias
Éxodo 20, 1-17; Sal
18; 1Corintios 1, 22-25; Juan 2, 13-25
El templo de Jerusalén era el lugar de culto por
excelencia para el pueblo judío. Aunque cada sábado se reunían en las
sinagogas, repartidas por todo el territorio, para la escucha de la Ley y los
Profetas y la oración de los salmos, el templo de Jerusalén era único y allí
era donde se ofrecían los sacrificios y holocaustos al Señor.
Tenían la obligación de subir al templo en la Pascua y
allí en Jerusalén la celebraban cada año, pero cada día en el templo se
ofrecían los holocaustos y sacrificios, eran presentados los panes de la
proposición y era ofrecido el incienso en la mañana y en la tarde en el lugar
santo por el sacerdote de turno - recordemos a Zacarías ofreciendo el incienso
cuando se le aparece el ángel del Señor - mientras el pueblo oraba fuera en las
distintas explanadas de dicho templo.
Todo se había convertido en muy ritual y los sacrificios
de animales se ofrecían continuamente; por eso en el mismo templo se había
habilitado casi un mercado donde adquirir los distintos animales para los
sacrificios y donde se hacían las ofrendas económicas que habían de ser en la
moneda propia del templo; de ahí las mesas de los cambistas, los encargados del
cambio de moneda.
Como decíamos, todo se había convertido en muy ritual
en donde las ofrendas importantes eran aquellos animales sacrificados, pero no
siempre la verdadera religiosidad campaba hondamente en el corazón de las
gentes. Por eso escucharemos en otro momento que Jesús les echa en cara que el
culto que le dan es un culto vacío, que está lejos del corazón del hombre.
Ahora contemplamos a Jesús realizar un gesto
verdaderamente profético para que lleguen a captar cual es el verdadero culto
que han de dar a Dios que tiene que partir siempre del corazón y de un corazón
lleno de fe y de amor. Expulsa a los vendedores con sus animales del templo
mientras derrama por el suelo la mesa de los cambistas. Algo bien significativo
quiere hacer el Señor. Era lo habitual en los profetas que no solo hablaban con
palabras sino también con sus gestos y signos, como muchas veces habremos
escuchado en la lectura de los profetas del Antiguo Testamento, como gesto profético
era la vida y el bautismo que Juan hacía allá en el desierto junto al Jordán.
No siempre lo entienden y ahora casi lo ven como una
revuelta o una rebelión. Preguntarán razones y Jesús no les da más razón que su
vida misma, la Pascua que El ha de vivir. Es por donde tenemos que entender
este gesto y llevarlo a nuestra vida en esta preparación, en este camino hacia
la Pascua que nosotros queremos hacer. ‘Destruid
este templo, y en tres días lo levantaré’. No entenderán sus palabras, de
las que los discípulos se acordarán después de haberle visto resucitar de entre
los muertos. Los judíos se aprovecharán de estas palabras para acusar a Jesús a
la hora de querer condenarlo a muerte. Ahí está la unión con la pascua que
hemos de descubrir y es de la manera cómo tenemos que aplicarlo a nuestra vida.
¿Qué lo ofrecemos al Señor? ¿cuál es el culto que
nosotros le damos? ¿es un culto en espíritu y verdad como Jesús le dirá a la
Samaritana, como escucharemos en este mismo evangelio de Juan? Precisamente ese
texto de la samaritana es un evangelio que se lee en el ciclo A en este mismo
domingo y que hoy también hubiéramos podido escuchar.
Tiene que ser nuestro corazón el que en verdad le
ofrezcamos al Señor. Querer vivir la Pascua, como ahora estamos queriendo prepararnos,
es querer vivir unidos a la misma ofrenda de Jesús. Es por eso la vida de Jesús
es lo que tenemos que vivir, el que había venido a hacer la voluntad del Padre.
Decirle Sí a Dios, con todo nuestro corazón, con toda
nuestra vida, en todo momento y circunstancia - hoy recordamos el mandamiento
del Señor en la primera lectura; unirnos a la Pascua de Jesús sabiendo lo que
tiene que haber de pasión y muerte para poder llegar a la vida de la
resurrección, porque nosotros en quien creemos y a quien proclamamos es a
Cristo crucificado pero a Cristo que vive resucitado y nos hace resucitar a
nosotros. En la cruz de Cristo está nuestra sabiduría y nuestra salvación, como
hemos escuchado en la segunda lectura. Es por donde tenemos que pasar, es lo
que tenemos que vivir, aunque nos cueste.
¿Cuál es la pascua en concreto que este año, en este
momento de la vida hemos de vivir y celebrar? Busquemos lo que es la voluntad
de Dios, lo que el Señor quiere de nosotros y lo que nos pide, y seamos capaces
de hacerle esa ofrenda de nuestra vida. Con nosotros está su Espíritu para
poderlo hacer. Sin El nada somos ni nada podríamos hacer.
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