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domingo, 8 de marzo de 2015

Nuestro culto verdadero a Dios ha de pasar por vivir con Jesús la Pascua en todas sus consecuencias

Nuestro culto verdadero a Dios ha de pasar por vivir con Jesús la Pascua en todas sus consecuencias

Éxodo 20, 1-17; Sal 18; 1Corintios 1, 22-25; Juan 2, 13-25
El templo de Jerusalén era el lugar de culto por excelencia para el pueblo judío. Aunque cada sábado se reunían en las sinagogas, repartidas por todo el territorio, para la escucha de la Ley y los Profetas y la oración de los salmos, el templo de Jerusalén era único y allí era donde se ofrecían los sacrificios y holocaustos al Señor.
Tenían la obligación de subir al templo en la Pascua y allí en Jerusalén la celebraban cada año, pero cada día en el templo se ofrecían los holocaustos y sacrificios, eran presentados los panes de la proposición y era ofrecido el incienso en la mañana y en la tarde en el lugar santo por el sacerdote de turno - recordemos a Zacarías ofreciendo el incienso cuando se le aparece el ángel del Señor - mientras el pueblo oraba fuera en las distintas explanadas de dicho templo.
Todo se había convertido en muy ritual y los sacrificios de animales se ofrecían continuamente; por eso en el mismo templo se había habilitado casi un mercado donde adquirir los distintos animales para los sacrificios y donde se hacían las ofrendas económicas que habían de ser en la moneda propia del templo; de ahí las mesas de los cambistas, los encargados del cambio de moneda.
Como decíamos, todo se había convertido en muy ritual en donde las ofrendas importantes eran aquellos animales sacrificados, pero no siempre la verdadera religiosidad campaba hondamente en el corazón de las gentes. Por eso escucharemos en otro momento que Jesús les echa en cara que el culto que le dan es un culto vacío, que está lejos del corazón del hombre.
Ahora contemplamos a Jesús realizar un gesto verdaderamente profético para que lleguen a captar cual es el verdadero culto que han de dar a Dios que tiene que partir siempre del corazón y de un corazón lleno de fe y de amor. Expulsa a los vendedores con sus animales del templo mientras derrama por el suelo la mesa de los cambistas. Algo bien significativo quiere hacer el Señor. Era lo habitual en los profetas que no solo hablaban con palabras sino también con sus gestos y signos, como muchas veces habremos escuchado en la lectura de los profetas del Antiguo Testamento, como gesto profético era la vida y el bautismo que Juan hacía allá en el desierto junto al Jordán.
No siempre lo entienden y ahora casi lo ven como una revuelta o una rebelión. Preguntarán razones y Jesús no les da más razón que su vida misma, la Pascua que El ha de vivir. Es por donde tenemos que entender este gesto y llevarlo a nuestra vida en esta preparación, en este camino hacia la Pascua que nosotros queremos hacer. ‘Destruid este templo, y en tres días lo levantaré’. No entenderán sus palabras, de las que los discípulos se acordarán después de haberle visto resucitar de entre los muertos. Los judíos se aprovecharán de estas palabras para acusar a Jesús a la hora de querer condenarlo a muerte. Ahí está la unión con la pascua que hemos de descubrir y es de la manera cómo tenemos que aplicarlo a nuestra vida.
¿Qué lo ofrecemos al Señor? ¿cuál es el culto que nosotros le damos? ¿es un culto en espíritu y verdad como Jesús le dirá a la Samaritana, como escucharemos en este mismo evangelio de Juan? Precisamente ese texto de la samaritana es un evangelio que se lee en el ciclo A en este mismo domingo y que hoy también hubiéramos podido escuchar.
Tiene que ser nuestro corazón el que en verdad le ofrezcamos al Señor. Querer vivir la Pascua, como ahora estamos queriendo prepararnos, es querer vivir unidos a la misma ofrenda de Jesús. Es por eso la vida de Jesús es lo que tenemos que vivir, el que había venido a hacer la voluntad del Padre.
Decirle Sí a Dios, con todo nuestro corazón, con toda nuestra vida, en todo momento y circunstancia - hoy recordamos el mandamiento del Señor en la primera lectura; unirnos a la Pascua de Jesús sabiendo lo que tiene que haber de pasión y muerte para poder llegar a la vida de la resurrección, porque nosotros en quien creemos y a quien proclamamos es a Cristo crucificado pero a Cristo que vive resucitado y nos hace resucitar a nosotros. En la cruz de Cristo está nuestra sabiduría y nuestra salvación, como hemos escuchado en la segunda lectura. Es por donde tenemos que pasar, es lo que tenemos que vivir, aunque nos cueste.
¿Cuál es la pascua en concreto que este año, en este momento de la vida hemos de vivir y celebrar? Busquemos lo que es la voluntad de Dios, lo que el Señor quiere de nosotros y lo que nos pide, y seamos capaces de hacerle esa ofrenda de nuestra vida. Con nosotros está su Espíritu para poderlo hacer. Sin El nada somos ni nada podríamos hacer.

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