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sábado, 1 de octubre de 2022

Preguntémonos cuál ha de ser nuestra prioridad al hacer el anuncio del evangelio a los hombres y mujeres de nuestro tiempo y si respondemos al estilo de Jesús

 


Preguntémonos cuál ha de ser nuestra prioridad al hacer el anuncio del evangelio a los hombres y mujeres de nuestro tiempo y si respondemos al estilo de Jesús

Job 42,1-3.5-6.12-17; Sal 118; Lucas 10,17, 24

Todos nos sentimos felices y contentos cuando creemos que las cosas nos salen bien, quizá encontramos personas que alaban aquello que nosotros hayamos hecho y no digamos nada si adquiere notoriedad y todo el mundo habla bien. Halaga nuestro ego que nos digan que hacemos cosas buenas, aunque tratamos de disimularlo aflora ese orgullo interior, que también manifestamos externamente si llega el caso, por esas alabanzas que recibimos. Y como solíamos decir por nuestras zonas, cuando no tenemos abuela que nos alabe, nos alabamos nosotros mismos.

Algo así podemos decir que sentían los apóstoles que habían sido enviados con todo poder para hacer el anuncio del Reino, y vienen contándoselo a Jesús. Ha sido un éxito. Hasta los demonios se nos sometían en tu nombre. Y Jesús les dice también ‘estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo’. Pero Jesús quiere hacerles caer en la cuenta de algo mejor. ‘Vuestros nombres están inscritos en el cielo’. Qué más da las alabanzas que aquí podáis recibir, son efímeras, halagan vuestro ego y vuestra vanidad. Tenemos que pensar en algo más profundo.

Y es que Jesús quiere enseñarles, quiere enseñarnos, cuales son los verdaderos caminos que hemos de recorrer para vivir y para anunciar el Reino de Dios. Y Jesús que todo lo convierte en oración comienza a bendecir y alabar a Dios que es quien realmente se nos revela en los corazones – recordemos lo que le decía a Pedro allá en Cesarea de Filipo que lo que ha confesado no fue porque lo supiera por sí mismo sino porque el Padre del cielo se lo había revelado en el corazón -, pero cuando somos sencillos y somos humildes.

‘Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños’. No es cuando vamos con nuestra autosuficiencia cuando vamos a encontrarnos con Dios para que El se nos revele en el corazón; es cuando nos hacemos pequeños, cuando nuestro corazón se vacía de nosotros mismos, cuando podemos llenarnos de Dios. Así se nos revela Jesús, así Jesús nos abre a los misterios de Dios.

serán los pobres a los que Jesús se acerca, como había proclamado en aquella profecía de Isaías en la sinagoga de Nazaret, ‘a los pobres se les anuncia una buena noticia’; serán los que sienten muchas limitaciones en su vida, los enfermos, los ciegos, los paralíticos, los leprosos, los que van a encontrar la verdadera liberación en Jesús; serán los que nadie quiere, los que son discriminados por cualquiera causa, aquellos que son llamados publicanos y pecadores, los primeros que van a participar de la mesa de Jesús para celebrar con alegría de fiesta el encuentro con Jesús, recordemos a Zaqueo, recordemos a Leví el publicano y los banquetes que ofrecieron a Jesús y quienes se sentaron a la mesa; serán aquellas multitudes que tienen hambre de pan y hambre de esperanza los que acudirán de todos lados para escuchar su buena noticia pero para ser alimentados con un alimento nuevo, con un pan nuevo que será la propia carne, la propia vida de Jesús.

¿Quiénes son los que hoy también son los primeros en escuchar la Buena Nueva del evangelio de Jesús? ¿Quiénes han de ser los primeros a los que la Iglesia lleve el anuncio del Evangelio? ¿Estaremos actuando a la manera de Jesús? ¿Sentiremos nosotros la dicha y la alegría que nos anuncia hoy Jesús en el evangelio de que nosotros podemos ver lo que tanto ansiaron ver los profetas y reyes del Antiguo Testamento? ¿Cuál es la verdadera alegría que debemos llevar en el corazón? ¿Qué personas son nuestras prioridades a la hora de evangelizar?

viernes, 30 de septiembre de 2022

Detengámonos en la loca carrera y sepamos leer las señales que Dios va poniendo en nuestro camino, serán las que nos llevarán a la verdadera plenitud de vida

 


Detengámonos en la loca carrera y sepamos leer las señales que Dios va poniendo en nuestro camino, serán las que nos llevarán a la verdadera plenitud de vida

Job 38,1.12-21; 40, 3-5; Sal 138; Lucas 10,13-16

En los caminos encontramos señales que nos indican la dirección, a donde vamos o donde nos encontramos en cada momento, el tráfico en nuestras carreteras se rige también por unas señales que nos indican los peligros, nos hacen tomar precauciones para evitar accidentes, y nos indican como hemos de ir atentos por esa carretera si queremos llegar hasta la meta que nos hayamos propuesto; en la vida también vamos encontrando señales, unas convencionales en nuestros comportamientos o que nos pueden indicar como hemos de encontrarnos con las personas, o también podemos ir encontrando unas señales, más misteriosas podemos decir, que nos abren a otras dimensiones, que son como llamadas que hemos de atender también para poder entender la vida.

Pero cuando hemos venido hablando de todas estas señales convencionales que dirigen nuestra vida, en el fondo estamos pensando en algo más, unos como signos que nos va poniendo Dios en el camino de la vida, aunque no siempre sepamos interpretarle desde este sentido, que también quieren decirnos algo para nuestra vida en una transcendencia y en un nivel, podríamos decir, superior. Y es como creyentes hemos de saber reconocer que Dios nos va hablando, Dios nos va poniendo señales en el camino de la vida con las que podríamos darle una mayor profundidad a la vida o elevarnos a lo espiritual porque de alguna manera van siendo un encuentro con Dios. Sin embargo, no siempre sabemos leer esas señales, esos signos que Dios pone en nuestro camino.

Muchas veces nos suceden cosas de alguna manera inesperadas y que muchas veces nos trastruecan nuestra vida, nos obligan a cambios, nos pueden producir sufrimientos en el corazón, nos producen unos contratiempos que nos cuesta aceptar y nos hacen hacernos muchas preguntas en nuestro interior, cuando no nos llevan también a una cierta rebeldía espiritual. Creo que con serenidad tenemos, sí, que hacernos preguntas, pero no es necesario buscar culpabilidades que eso es algo que sabemos hacer muy fácilmente, sino qué es lo que querrá decirnos Dios con estas cosas, qué nos estará pidiendo y también, por qué no, qué nos estará ofreciendo.

Es difícil muchas veces en esos momentos tener la serenidad suficiente para hacernos esas preguntas y encontrar respuestas, pero tenemos que intentarlo, poner mucha fe en lo que hacemos, para no llenarnos de amarguras innecesarias y ver lo nuevo y lo bueno que Dios pudiera estar ofreciéndonos. Tendremos que pasar en cierto modo por momentos de desierto y de soledad, pero sepamos mantenernos firmes para en esos momentos saber escuchar la voz de Dios en nuestro corazón. Es una forma de escuchar a Dios.

Hoy en el evangelio vemos que Jesús recrimina a Corozaín y Betsaida por la poca respuesta que están dando a la acción de Jesús en aquellos lugares. Si en Tiro y en Sidón – ciudades fenicias y en consecuencia de gentiles – se hubieran hecho los signos y prodigios que se habían hecho en aquellas ciudades, seguro que hubieran dado otra respuesta. Y lo mismo le dice a Cafarnaún que se consideraba muy grande e importante por su prosperidad económica pero que no sabia sin embargo descubrir la señal de Dios que en medio de ellos estaba.

¿Nos habremos parado a pensar en las señales que Dios ha ido poniendo en nuestro camino a lo largo de la vida y que no hemos sabido leer? Si nos detenemos un poquito a pensar creo que tendríamos que reconocer muchas señales del amor que Dios nos tiene, pero que no hemos sabido hacer caso. Estamos a tiempo. Sepamos detenernos. Sepamos abrir los ojos y el corazón, sepamos dejarnos dirigir por las señales de Dios, oigamos en verdad lo que el Señor nos dice en el corazón.

jueves, 29 de septiembre de 2022

Al celebrar a los santos arcángeles que Dios nos alcance ver a esos ángeles que a nuestro lado nos elevan y nos estimulan y nos llenan de nueva espiritualidad

 


Al celebrar a los santos arcángeles que Dios nos alcance ver a esos ángeles que a nuestro lado nos elevan y nos estimulan y nos llenan de nueva espiritualidad

Daniel 7,9-10.13-14; Sal 137; Juan 1,47-51

Algunas veces nos encontramos con personas que nos parecen extraordinarias por sus valores reflejados en posturas o en actuaciones valientes en la vida que aunque parezcan ir a contracorriente de lo que habitualmente vivimos sin embargo nos llaman la atención, pero es que además descubrimos que en esas personas hay como una hondura espiritual que crean en ellas un algo muy especial y con quien ciertamente aunque sus posturas o su actuar sean un interrogante en nuestra vida, sin embargo parece que trasmiten una paz que nos hace sentirnos bien. En algunos sitios y en expresiones muy coloquiales se suele decir que estas personas tienen un ángel. Solemos decir algunas veces que nos encontramos Ángeles en nuestra vida caminando a nuestro lado.

¿Creemos en los ángeles? Quizá cuando nos encontramos personas así, tan espirituales, parece que nos inducen de verdad a creer en los ángeles. Es lo que hoy y el próximo 2 de octubre con la liturgia de la Iglesia celebramos. Hoy de manera especial hacemos memoria de los arcángeles san Miguel, san Gabriel y san Rafael.  Hay una referencia especial a ellos en la Biblia y en especial en el Evangelio para san Miguel y san Gabriel, y san Rafael en el Antiguo Testamento en el Libro de Tobías.

Hoy mismo hemos escuchado en el texto del evangelio que se nos ofrece – el encuentro de Natanael con Jesús a pesar de sus reticencias cuando Felipe le habla de Jesús – que ‘veremos el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre’. Ya en muchos momentos del evangelio aparece la figura de los ángeles; no solo es el ángel Gabriel el que primero anuncia a Zacarías el Nacimiento del Precursor del Mesías sino también a María que de ella va a nacer el Hijo de Dios.

Serán los ángeles los que cantan la gloria de Dios en su nacimiento anunciando a los pastores que en la ciudad de David les ha nacido un salvador. Serán los ángeles que sirven a Jesús después que el ángel tentador lo haya abandonado en el monte de la cuarentena.  En el momento del inicio de la pasión en Getsemaní será el ángel del Señor el que acompañe a Jesús como consuelo. Más tarde serán los ángeles los encargados de anunciar a las mujeres que no busquen entre los muertos al que ha resucitado. Y como anuncia Jesús serán enviados los Ángeles a los cuatro vientos para reunir a los elegidos y acompañarán al Hijo del Hombre en su venida definitiva con gran poder y gloria, como los ángeles de los niños inocentes estarán contemplando en el cielo el rostro de Dios.

Son los ángeles de Dios que también están junto a nosotros en el camino de la vida inspirándonos lo bueno y haciéndonos sentir la presencia de Dios. Eso lo celebraremos con más intensidad el dos de octubre cuando celebremos los santos ángeles custodios. Pero eso no impide que hoy nos unamos a la liturgia celestial para cantar con los ángeles y con los arcángeles y con todos los coros celestiales la gloria del Señor como lo hacemos en nuestra liturgia de cada día en la celebración de la Eucaristía. Del cánticos de los ángeles en el nacimiento de Jesús tomamos prestadas sus palabras – ‘gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que Dios ama’ - para entonar también el cántico de gloria y de alabanza cuando iniciamos la Eucaristía. Y deseamos que por mano de su ángel sea presentada nuestra ofrenda en el cielo para que así sea siempre todo para honor y gloria del Señor.

Pero como decíamos al principio debemos tener ojos de fe, ojos limpios de malicia, para descubrir a esos ángeles que Dios pone a nuestro lado en el camino de la vida en esas personas buenas, que con sus valores y también con la profundidad de sus vidas quieren elevarnos a nosotros a que descubramos metas más altas, caminos más grandiosos. Tenemos que dar gracias a Dios porque pone tantas personas buenas a nuestro lado que nos estimulan y nos impulsan a que vivamos una vida distinta, a que arranquemos de nosotros toda malicia, a que llenemos nuestra existencia de una verdadera espiritualidad.

Ojalá seamos capaces de ver ese cielo abierto con esos Ángeles significados en tantas personas buenas que a nuestro lado elevan nuestro espíritu y nos hacen gozar también de la gloria y la presencia del Señor.

miércoles, 28 de septiembre de 2022

Sígueme, nos está diciendo Jesús, hay un anuncio que hacer, una buena noticia que transmitir, un Reino nuevo que construir, no nos dejemos arrastrar por los apegos y ataduras

 


Sígueme, nos está diciendo Jesús, hay un anuncio que hacer, una buena noticia que transmitir, un Reino nuevo que construir, no nos dejemos arrastrar por los apegos y ataduras

Job 9,1-12.14-16; Sal 87; Lucas 9,57-62

‘Levanten la mano quienes estén dispuestos a echar una mano…’ nos dijeron alguna vez en el colegio, en una reunión, en un momento dado en que estaban pidiendo voluntarios para hacer un determinado trabajo. Siempre había gente dispuesta, que levantaban pronto la mano; pero sabemos también que algunos se lo pensaban entre aquel primer momento de fervor, llamémoslo así, y cuando se iba a realizar la tarea. Ahora parecía más difícil, para hacer esas cosas sería necesario, bueno yo dispongo hasta… (Y se señalaba una hora hasta donde se estaba dispuesto). Al conocer la realidad de lo que había de hacerse, el ver quizás que otros se quedaban mirando y se lo pasaban bien sin tener que ir ahora a hacer algo que llevaría su esfuerzo y su trabajo, o quizá pensábamos que en casa pudieran estar preocupados por nosotros y teníamos que haber avisado… y así no sé cuantas cosas más, parece que se pueden ir diluyendo aquellos entusiasmos generosos del principio cuando levantamos la mano para ofrecernos.

Es cierto que cuando vamos a emprender una tarea es normal que sepamos en qué nos vamos a comprometer, que nos pensemos mucho si nosotros seremos capaces de realizarlo, con qué medios vamos a contar, de donde podemos sacar los recursos que necesitamos. Entra dentro de lo humano, y también de lo que tendría que ser una planificación seria. Pero el evangelio de hoy parece que quiere plantearnos otras cosas.

El episodio nos habla de unos individuos que se ofrecen para seguir a Jesús o que son invitados por El para seguirle. ‘Te seguiré a donde quiera que vayas’, es su disponibilidad. ¿Hasta dónde llegará? Jesús les plantea las exigencias de ese seguimiento. ¿Qué buscaban? ¿Qué buscamos?

¿Vamos a ofrecernos para hacer méritos? ¿Vamos a ofrecernos porque quizás están en buenas disposiciones y junto a personas que tienen algún valor o influencia, con el tiempo podremos salir ganando, tener algún beneficio? ¿Y si no se tuvieran en cuenta luego esos méritos, si no pudiera luego tener algún beneficio de lo que he hecho, estaría dispuesto de la misma manera? ¿Serán esas espontaneidades una forma de hacer carrera? Bueno, son preguntas sin mala intención…

Jesús les recuerda que ‘las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza’. Otra tiene que ser, entonces, la disponibilidad. Les habla por otra parte que cuando emprendemos el camino no podemos ir dejando ataduras detrás; pueden parecer duras las palabras de Jesús de no despedirse de la familia o no enterrar sus muertos, pero nuestra mirada tiene que ser siempre adelante, nuestro camino es un camino de vida y no de muerte, es un camino de nueva libertad que nos hace realmente grandes, aunque nos parezca que somos pequeños, es el camino del servicio generoso y donde únicamente tenemos que detenernos es para levantar al herido y hacerle encontrar nueva vida.

‘Sígueme’, le dice Jesús a aquel indeciso, ‘vete a anunciar el Reino’. No nos caben indecisiones, es un camino de valientes capaces de despojarse no solo de cosas sino hasta de su yo. Tenemos la tentación de seguir mirando para detrás, de lo que pudimos hacer o de la otra manera que podríamos tener de hacer las cosas, pero ahora tenemos que dejarnos coger por la novedad que nos ofrece Jesús, dejando que sea su Espíritu el que nos guíe y fortalezca.

Sígueme, nos está diciendo a nosotros también, hay un anuncio que hacer, una buena noticia que anunciar, un Reino nuevo que construir; es la tarea que tenemos por delante y la invitación que nos está haciendo Jesús. ¿Hasta dónde vamos a llegar?

martes, 27 de septiembre de 2022

Afrontemos el camino de la vida con decisión, fieles a la meta que queremos conseguir y no dejándonos vencer por las dificultades que encontremos

 


Afrontemos el camino de la vida con decisión, fieles a la meta que queremos conseguir y no dejándonos vencer por las dificultades que encontremos

Job 3,1-3.11-17.20-23; Salmo 87; Lucas 9,51-56

La vida está llena de decisiones que vamos dando continuamente que muchas veces tomamos sobre la marcha, según nos van surgiendo las cosas, pero hay ocasiones en que nos vemos obligados a detenernos un poco a pensar y ver las consecuencias de aquellas decisiones que vamos tomando. No son simplemente los cruces de calles o caminos que se van abriendo en la materialidad del recorrido que vamos haciendo, sino que en cierto modo son verdadera encrucijadas de la vida que nos obligan a pensarnos bien la decisión que hemos de tomar.

Muchas veces los que están a nuestro lado no entienden, pero nosotros podemos tener razones hondas que nos motivan a la decisión que hemos de tomar, aunque en ocasiones sea difícil y comprometida; ahí en lo hondo de nosotros mismos tenemos esas razones o esos ‘porqué’ que nos hacen tomar esa decisión. Pero si lo tenemos claro, si hemos considerado bien los ‘pro’ y los ‘contra’, luego tendríamos que se consecuentes con la decisión tomada afrontando lo duro que se nos puede hacer el camino, asumiendo que no siempre es fácil, pero que con nosotros con madurez y firmeza nos decidimos por ese camino.

Hoy nos dice el evangelista que Jesús tomó la decisión de subir a Jerusalén. Es cierto que se acercaba la fiesta de la pascua y para entonces muchos judíos de todas las regiones de Palestina o incluso de la diáspora se acercaban a Jerusalén. Pero Jesús sabe que esta subida va a tener un carácter especial, va a haber para El una verdadera Pascua, que será ya desde entonces para nosotros nuestra pascua. En un momento el evangelista nos dirá que parece que Jesús lleva prisa, porque va por delante, poco menos que tirando del grupo. Sabe cuál es su pascua, donde está su pascua.

A los discípulos más cercanos les irá anunciando qué es lo que le va a suceder en Jerusalén, y aunque los discípulos no entienda, o en alguna ocasión alguno, en este caso Pedro, trate de disuadirlo porque a El eso no le puede pasar, el continúa el camino. No serán solo los discípulos lo que no entiendan el por qué de aquella subida, sino que incluso en el camino va a encontrar dificultades, porque algunos – los samaritanos – no le reciben bien e incluso rechazan que Jesús y sus discípulos se pudieran hospedar en su pueblo. Pero la respuesta de Jesús no es quitarse de en medio de la forma que sea a quien pueda parecer un obstáculo, por eso cuando algunos de los apóstoles muy orgullosos de si mismos quieran que Jesús haga bajar fuego del cielo para castigarlos, Jesús se desentenderá de esos deseos violentos de los discípulos y seguirá con decisión adelante.

Una imagen, estas reacciones de los discípulos, que nos reflejan también lo que nosotros llevamos por dentro. No nos gusta que nos hablen de cruz y de sufrimiento, no terminamos de entender su sentido y su valor, cuántas veces queremos quitarnos de encima del hombro esa cruz; pero tampoco nos gusta que nos rechacen o no nos acepten, de la misma manera que en muchas ocasiones cuando encontramos oposición a nuestro alrededor por algo que queremos o tenemos que hacer, bien que se nos levanta el gallito de nuestro orgullo y de nuestro amor propio y nos ponemos a cacarear, que si pudiéramos los quitaríamos de en medio.

¿Cómo afrontamos nosotros las cruces que se nos presentan en la vida? ¿Cuál es nuestra reacción después de una decisión de vida tomada cuando nos encontramos con dificultades para llevarla a cabo? ¿Seremos los que a la menor dificultad tiramos la toalla y nos vamos a otra cosa? ¿Iremos dejando los caminos a medio recorrer por las dificultades que entrañan o seguiremos con decisión hasta alcanzar la meta final?

lunes, 26 de septiembre de 2022

Aprendamos a dejar a un lado los protagonismos y a dejarnos inundar por la humildad y el espíritu de servicio para con corazón acogedor valorar lo bueno de los demás

 


Aprendamos a dejar a un lado los protagonismos y a dejarnos inundar por la humildad y el espíritu de servicio para con corazón acogedor valorar lo bueno de los demás

Job 1, 6-22; Sal 16; Lucas 9, 46-50

Me van a decir algunos que no, pero hemos de reconocer que queremos ser los más guapos, los más altos, los más inteligentes, en una palabra, que queremos ser los mejores en todo; y no es porque nos estemos esforzando quizás mucho por ser los mejores, pero que venga alguien y ocupe en lugar nuestro aquel lugar con el que soñábamos, que venga alguien y quede por delante nosotros porque en la carrera corrió más, o porque supo ser más sagaz para ponerse por delante y no hubo manera que nosotros le venciéramos; nos sentimos mal, en cierto modo humillados si nos relegaron a un segundo puesto cuando nosotros creíamos que teníamos asegurado el primer puesto.

En esa andaban los discípulos de Jesús, aquellos que andaban más cerca de Jesús en todo momento, aquellos a los que Jesús había elegido para ser sus enviados. Ahora andaban discutiendo por quien valía más, quien era el primero en aquel grupo ya fuera porque se creyeran los más antiguos, los primeros que comenzaron a seguir a Jesús, o porque se consideraban con más derechos o privilegios que los demás para ocupar los primeros puestos cuando Jesús no estuviera. Como nosotros cuando en la vida nos vamos dando empujones porque queremos salir bien en la foto… a ver cuanto más cerca que podamos del personaje que consideramos principal.

¿Esos codazos y esas zancadillas tienen sentido en un grupo de hermanos? ¿Qué sentido y que valor tiene que andemos en esas carreras, con esos empujones cuando formamos parte de una misma humanidad que entre todos tendríamos que preocuparnos de hacer que cada día sea más humanidad? Cuando vemos que Dios nos ha puesto el mundo en nuestras manos para que entre todos los hagamos caminar, no tienen sentido nuestras rivalidades ni nuestras envidias, nuestros orgullos o mal disimulado amor propio cuando tendríamos que aprender a valor lo que realmente cada uno vale y la función que cada uno tiene en ese mundo que es de todos.

Cuánto nos gustan los protagonismos, que aparezcamos nosotros, que parezca que somos los únicos salvadores, que acapararemos todos los méritos, que nos pongan sobre pedestales. Y cuando aparece alguien que nos pueda dar sombra o quitar protagonismo nos recomemos por dentro y surgen los recelos y las envidias, el desprestigiar o el quitar méritos, creyendo que somos los únicos que podemos hacerlo.

Y Jesús nos da la gran lección, a la chita callando, como se suele decir. Solamente cogió un niño y lo puso en medio de ellos y les digo que todos teníamos que comenzar por ser como niños. ¿Nos quiere infantilizar Jesús? Ni mucho menos. Necesitamos de la virtud de la humildad y de la sencillez, el espíritu abierto de un niño que con todos se junta y con todos juega y reaviva sus sueños, en el que no caben personalismos porque aun en él no hemos despertado los orgullos y los sueños de grandiosidades, que se deja querer y a todos ofrece la limpieza de sus ojos.

Pero nos dice aun algo más Jesús, no solo hemos de ser como ellos sino también saber acogerlos a ellos, aunque nos parezcan pequeños y nada nos exijan. ‘El que acoge a este niño en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado. Pues el más pequeño de vosotros es el más importante’. Cuantas veces vamos por la vida apabullando a todo el que nos parece menos, a todo el que nos parece pequeño e insignificante. ¡Qué sabes hacer tú!, le decimos a aquel que nos parece inferior, ¿me vas a dar lecciones a mi?

Y Jesús nos está diciendo que nos dan lecciones los niños, que nos dan lecciones los pequeños, que nos dan lecciones aquellos que menos consideramos y a los que quizá no queremos dejar que hagan algo para que no ocupen nuestro lugar. Por allá vinieron a decirle a Jesús que a uno que no de su grupo pero que también echaba demonios en nombre de Jesús se lo habían querido prohibir. ‘El que no está con nosotros, está a favor nuestro’, les viene a decir a Jesús para que nadie se crea el único protagonista o el único que sabe hacer las cosas bien.

Qué distinto es el estilo de Jesús; qué amplitud de miras tiene su corazón; qué apertura a lo bueno, venga de donde venga, porque siempre será construir el Reino de Dios; en qué caminos nuevos nos está poniendo Jesús. No se trata de carreras para ver quien llega primero, sino para ver quien es el que mejor sirve a los demás.

domingo, 25 de septiembre de 2022

Según el lugar donde estemos podremos ver o no ver, tener una mejor perspectiva para llegar a descubrir de verdad al hermano que sufre a nuestro lado

 


Según el lugar donde estemos podremos ver o no ver, tener una mejor perspectiva para llegar a descubrir de verdad al hermano que sufre a nuestro lado

Amós 6, 1a. 4-7; Sal 145; 1Timoteo 6, 11-16; Lucas 16, 19-31

 Según el lugar donde estemos podremos ver o no ver, tener una mejor perspectiva del paisaje que tenemos delante o del cuadro que nos están presentando, podremos ver el detalle de la realidad o todo se nos puede diluir y desfigurar ocultando a nuestros ojos lo que desde otro lugar se vería con mayor claridad o mejor perspectiva.

Pero no vamos a contemplar paisajes ni obras de arte, se trata de contemplar la realidad de la vida que muchas veces se nos difumina y se nos hace turbia dejando de ver lo que tenemos crudamente delante de nosotros. ¿Cuál sería la mejor perspectiva o el mejor punto de vista?

Estamos ante un capítulo del evangelio que creo que nos podría ayudar. El samaritano vio al herido y se detuvo junto a él mientras el sacerdote y el levita dieron un rodeo para evitar encontrarse de frente con el hombre caído y disculparse de no haberle visto o de no haberle atendido; el padre vio al hijo pródigo que volvía a casa aun estando lejos, mientras el hermano mayor rehuyó entrar en la casa porque no quería encontrarse con el hermano y así crecerse en sus protestas y exigencias; Jesús ve a los discípulos y los llama uno por uno por su nombre, ve a la multitud que se ha congregado a su alrededor y se pone a enseñarles y a curar enfermos, como cuando Dios ve desde el cielo el sufrimiento de su pueblo y decide bajar para enviar quien los libere de la esclavitud. Hay quien ve y hay quien no quiere ver.

Es lo que concretamente vemos en el evangelio que hoy se nos ofrece; allí está el rico enfrascado en sus banquetes y sus fiestas y no es capaz de ver al pobre Lázaro que está en su misma puerta hambriento y cubierto de llagas. ¿Qué es lo que está cambiando la perspectiva y a uno cierra los ojos, mientras otros son capaces de detenerse para llenarse de compasión ante el sufrimiento de los demás?

El que se encierra en sí mismo, no piensa sino en si mismo, rehuye la posibilidad de manchar sus ropajes, tendrá siempre los ojos cerrados para los demás y no será capaz de descubrir lo que tiene en su misma puerta por donde entra y sale todos los días. Cuando nos sentimos instalados o acomodados en nuestras cosas o en nuestras rutinas perdemos la verdadera perspectiva que nos lleva a descubrir a los demás. Son muchas las cosas que nos pueden hacer que nos sintamos instalados y ya no queramos ver otra cosa.

Tantos apegos del corazón que nos quitan la verdadera libertad interior. Serán las riquezas o serán los caprichos de la vida, serán nuestras comodidades o nuestras rutinas, serán tantas baratijas de la vida que nos entretienen y nos roban nuestro tiempo o nuestra voluntad, serán tantas cosas que nos vuelven insensibles y nos impiden llenar de compasión el corazón para poder tener la mejor visión de manera que ya no importan las distancias para descubrir allí donde está aquel que necesita de nosotros.

Algo nos está queriendo decir hoy el evangelio. Cuántas veces en la vida damos rodeos, cuántas veces no queremos acercarnos para no encontrarnos, cuántas veces pensamos que nos valemos por nosotros mismos y no necesitamos de nadie y por eso no terminamos de prestar atención a lo que hay a nuestro alrededor, cuántas veces vamos ensimismados en nuestras preocupaciones o en nuestros intereses porque no queremos llegar tarde a aquellas cosas que habíamos convertido en prioritarias incluso por encima de las personas.

Al final quizás las circunstancias de la vida nos obligan a detenernos y comenzamos a darnos cuenta de lo que podíamos haber hecho y no hicimos, nos damos cuenta que no son las cosas sino las personas lo que nos debería haber importado que tendrían que ser las realmente prioritarias, nos damos cuenta de que por mucho que nos sintamos fuertes con lo que tengamos realmente estamos siempre necesitados de la mano de los demás.

Nos hace falta una nueva visión, una nueva perspectiva, algo que realmente nos despierte y nos haga abrir los ojos. No es necesario que pidamos milagros extraordinarios, que estemos corriendo de un lugar para otro buscando apariciones milagrosas; algunas veces nos parece que ese es el recurso fácil y que pronto daría resultados; pudieran convertirse en luces fugaces de un día o de un momento, pero que no son los que realmente van a mover el corazón.

Aquel hombre desde el abismo, cuando ahora ya había comenzado de alguna manera a pensar en los demás, todavía pensaba que con apariciones milagrosas sus hermanos podrían cambiar de vida para que no cayeran en el abismo en el que él estaba. ‘Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento… que si un muerto va a ellos, se arrepentirán…’ Pero Abrahán le contestará: ‘Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto’.

Ahí tenemos la Palabra de Dios que cada día podemos escuchar y es la que si la plantamos bien en el corazón nos transformará. Será el Evangelio, la buena noticia de Jesús, lo que en verdad transformará nuestros corazones. Es la semilla que hemos de plantar en nuestro corazón dejando que eche raíces en nosotros para que surja una nueva vida.