Sígueme,
nos está diciendo Jesús, hay un anuncio que hacer, una buena noticia que transmitir,
un Reino nuevo que construir, no nos dejemos arrastrar por los apegos y
ataduras
Job 9,1-12.14-16; Sal 87; Lucas 9,57-62
‘Levanten
la mano quienes estén dispuestos a echar una mano…’ nos dijeron alguna vez en
el colegio, en una reunión, en un momento dado en que estaban pidiendo
voluntarios para hacer un determinado trabajo. Siempre había gente dispuesta,
que levantaban pronto la mano; pero sabemos también que algunos se lo pensaban
entre aquel primer momento de fervor, llamémoslo así, y cuando se iba a
realizar la tarea. Ahora parecía más difícil, para hacer esas cosas sería
necesario, bueno yo dispongo hasta… (Y se señalaba una hora hasta donde se
estaba dispuesto). Al conocer la realidad de lo que había de hacerse, el ver
quizás que otros se quedaban mirando y se lo pasaban bien sin tener que ir
ahora a hacer algo que llevaría su esfuerzo y su trabajo, o quizá pensábamos
que en casa pudieran estar preocupados por nosotros y teníamos que haber
avisado… y así no sé cuantas cosas más, parece que se pueden ir diluyendo
aquellos entusiasmos generosos del principio cuando levantamos la mano para
ofrecernos.
Es cierto que
cuando vamos a emprender una tarea es normal que sepamos en qué nos vamos a
comprometer, que nos pensemos mucho si nosotros seremos capaces de realizarlo,
con qué medios vamos a contar, de donde podemos sacar los recursos que
necesitamos. Entra dentro de lo humano, y también de lo que tendría que ser una
planificación seria. Pero el evangelio de hoy parece que quiere plantearnos
otras cosas.
El episodio
nos habla de unos individuos que se ofrecen para seguir a Jesús o que son
invitados por El para seguirle. ‘Te seguiré a donde quiera que vayas’,
es su disponibilidad. ¿Hasta dónde llegará? Jesús les plantea las exigencias de
ese seguimiento. ¿Qué buscaban? ¿Qué buscamos?
¿Vamos a
ofrecernos para hacer méritos? ¿Vamos a ofrecernos porque quizás están en
buenas disposiciones y junto a personas que tienen algún valor o influencia,
con el tiempo podremos salir ganando, tener algún beneficio? ¿Y si no se tuvieran
en cuenta luego esos méritos, si no pudiera luego tener algún beneficio de lo
que he hecho, estaría dispuesto de la misma manera? ¿Serán esas espontaneidades
una forma de hacer carrera? Bueno, son preguntas sin mala intención…
Jesús les recuerda que ‘las zorras
tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no
tiene donde reclinar la cabeza’. Otra tiene que ser, entonces, la disponibilidad.
Les habla por otra parte que cuando emprendemos el camino no podemos ir dejando
ataduras detrás; pueden parecer duras las palabras de Jesús de no despedirse de
la familia o no enterrar sus muertos, pero nuestra mirada tiene que ser siempre
adelante, nuestro camino es un camino de vida y no de muerte, es un camino de
nueva libertad que nos hace realmente grandes, aunque nos parezca que somos
pequeños, es el camino del servicio generoso y donde únicamente tenemos que
detenernos es para levantar al herido y hacerle encontrar nueva vida.
‘Sígueme’, le dice Jesús a aquel indeciso, ‘vete a anunciar
el Reino’. No nos caben indecisiones, es un camino de valientes capaces de
despojarse no solo de cosas sino hasta de su yo. Tenemos la tentación de seguir
mirando para detrás, de lo que pudimos hacer o de la otra manera que podríamos
tener de hacer las cosas, pero ahora tenemos que dejarnos coger por la novedad
que nos ofrece Jesús, dejando que sea su Espíritu el que nos guíe y fortalezca.
Sígueme, nos está diciendo a nosotros
también, hay un anuncio que hacer, una buena noticia que anunciar, un Reino
nuevo que construir; es la tarea que tenemos por delante y la invitación que
nos está haciendo Jesús. ¿Hasta dónde vamos a llegar?
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