Veamos las señales y no nos confundamos sino seamos capaces de descubrir lo
que nos lleva de verdad a encontrar el misterio de Dios en su Encarnación
Isaías
7, 10-14; 8, 10; Sal 39; Hebreos 10, 4-10; Lucas 1, 26-38
Vamos por una carretera o por una autopista buscando un camino,
buscando una dirección; tratamos de encontrar la señal que nos indique el
camino, pero hay muchas señales en la orilla del camino, muchos carteles
grandes y luminosos que nos hacen sus anuncios porque nos quieren llevar a algún
sitio o que realicemos alguna compra como suele suceder con la publicidad; pero
lo llamativo de esos carteles nos distraen, nos impiden quizás que nos fijemos
en las verdaderas señales que nos indiquen el camino que realmente buscamos, y atraídos
por esos signos publicitarios nos pasamos de largo, no nos fijamos en la señal
que para nosotros seria importante porque parece que nos llama menos la
atención y no encontramos realmente el camino que buscamos. Nos perdemos.
Así nos puede suceder en las señales que Dios va poniendo en nuestro
camino de la vida; buscamos quizás cosas muy llamativas y no somos capaces de
encontrar las señales de Dios que se nos manifestaran con mayor sencillez. Lo
vemos tantas veces en el evangelio que la gente le pide a Jesús una y otra vez
señales, signos, cosas extraordinarias, milagros que les llamen la atención y
les hagan creer en El. Es así como se nos manifiesta el misterio de Dios y es
lo que hoy estamos celebrando aunque nos pase un tanto desapercibido.
‘Cuando se cumplió el tiempo, nos dice la carta del apóstol,
envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley…’ Pudo Dios
escoger otros caminos, otras cosas asombrosas, otros lugares quizás mas
significativos, pero fue allá en aquella aldea pequeña y perdida de Galilea – ‘¿De
Nazaret puede salir algo bueno?’ se preguntaría uno que era del pueblo
contrincante Cana de Galilea - que poco podría significar frente a otros
lugares mas importantes en la misma Galilea como podría ser Cafarnaún, o como podría
ser Jerusalén donde estaba el templo, pero Dios envió a su mensajero ‘a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una
virgen desposada con un hombre llamado José… y el nombre de la doncella era
María’.
Así, en un pequeño lugar, en una
humilde casa probablemente adosada a una roca, a una doncella que estaba
desposada, prometida en matrimonio, con un humilde artesano, se realizo el
misterio grande de Dios, su Encarnación. Allí Dios comenzaría a ser ya para
siempre Emmanuel, Dios con nosotros, en aquel hijo que se engendraba en las
entrañas de María, que seria el Hijo del Altísimo, verdadero Dios y verdadero
hombre, el Ungido de Dios (Mesías) anunciado y prometido desde la aurora de los
tiempos, el que venia para ser el Salvador, la Salvación para todos y por eso
llevaría el nombre de Jesús.
Nos sobrecoge la sencillez y la
humildad, ahora tampoco repican las campanas del cielo ni los ángeles harán
coro para cantar la gloria de Dios. En silencio, humildemente el Todopoderoso
se hace pequeño, el Dios de los cielos se fija en la pequeñez y en la humildad
de la que quiere no solo llamarse sino sentirse la esclava del Señor, y se
realizan cosas grandes, cosas maravillosas porque Dios llega a nosotros con su
salvación; Dios ha hecho pequeño, se ha encarnado en el seno de María y como hombre
pero pobre entre los pobres quiere nacer, quiere hacerse presente entre
nosotros, viene a caminar a nuestro lado, a compartir nuestra vida y a
compartir su vida con nosotros.
Veamos las señales y no nos
confundamos. Descubramos lo que nos lleva de verdad a encontrarnos con el
misterio de Dios en su Encarnación. Es el misterio de Dios que hoy celebramos y
todo ese misterio nos sobrecoge, nos hace sentirnos pequeños y a la vez grandes
porque así nos sentimos amados de Dios. Como María nosotros no tenemos otra
cosa que hacer que cantar las maravillas del Señor, darle gracias, abrir
nuestro corazón para sentir a Dios con nosotros, para empaparnos de su amor,
para llenarnos de su gracia que ya para siempre no vivamos otra cosa sino su
misma vida.
Para muchos pasará desapercibido
este día porque se fijaran en otras señales, pero hoy es un día grande y
fijémonos en las señales sencillas que nos llevan a Dios; hoy es un día en que
con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra vida queremos cantar la gloria de
Dios.