Seremos felices de verdad, tendremos vida cuando con sinceridad nos damos, cuando humildemente ofrecemos lo que somos quemando nuestro corazón en el amor
2Corintios 9,6-10; Sal 111; Juan 12,24-26
Todos queremos vivir, amamos el vivir; no nos cabe en la cabeza que
perdamos la vida, es un don muy precioso, y aunque en ocasiones se nos vuelva
dura luchamos por mantenerla y por mejorarla.
Decimos con facilidad que cada uno tiene que vivir su vida y tenemos
la tentación de preocuparnos solo por nosotros mismos queriendo aislarnos de
aquellas cosas que nos pudieran perturbar la vida. Claro que al final cuando
vivimos solo para nosotros mismos y nos aislamos la cosa no parece tan grata,
porque en el fondo de nosotros mismos tendemos hacia los demás, no podemos vivir
sin los otros y terminamos buscando un encuentro, una relación, algo que nos
comunique con los otros.
Nos damos cuenta de que no podemos vivir sin el otro, sin los otros y
nos lleva a buscarlos y comenzaremos a comprender lo que es el amor, lo que es
darnos por el otro. Entraremos en una sintonía distinta aunque no siempre
lleguemos a ejecutarla de verdad porque pesaran muchas cosas negativas en
nosotros. Cuando entramos en la órbita de un amor verdadero ya no nos importa
vaciarnos de nosotros mismos por el bien aquellos a los que amamos; somos
capaces de perder para que gane aquel a quien amamos. Y haciéndolo así parece que nos sentimos más
felices, más llenos de vida.
Podremos entender entonces las palabras de Jesús que nos habla de
perder la vida para ganarla, como nos
enseña hoy en el evangelio. Nos habla del grano de trigo que muere para dar
vida y nos habla de que nosotros perdamos la vida para ganarla. Nos hablará
Jesús en otras ocasiones de negarnos a nosotros mismos, para que no prevalezca
en nosotros nunca el egoísmo, sino que siempre seamos un corazón abierto para
los demás y unos brazos que ofrezcan cariño, amor, amistad a cuantos nos
rodean. Así seremos felices de verdad, tendremos vida cuando con sinceridad nos
damos, cuando humildemente ofrecemos lo que somos que es lo verdaderamente
importante.
Hoy estamos celebrando a quien supo dar la vida; celebramos su
martirio, pero solo es consecuencia de lo que fue su vida. Era diácono, era
servidor, de la Iglesia, de los pobres, de todos los que le rodeaban. Se daba y
nada reservaba para si. Cuando le piden que manifieste cuales son sus riquezas
muestras a los pobres a los que servia con amor. Eso mereció el martirio,
porque eso no era comprendido por quienes solo ansiaban poder y riquezas.
Hoy estamos celebrando a San Lorenzo, mártir, que bien sabemos que se
dejó quemar por su fe y por su amor. Cuando pusieron su cuerpo sobre las
llamas, ya él había quemado, consumido su corazón en el amor, porque se había
dado totalmente por sus pobres desde la fe que tenia en Jesús. Su cuerpo
quemado en las llamas, como decíamos, fue solo la consecuencia de su amor.
Qué ejemplo más hermoso para nuestra vida para que comprendamos lo que
verdaderamente es vivir dando la vida, dando vida.