Nos
queremos meter en el molde de Maria para si mejor parecernos a ella, la llena
de gracia, para así mejor llenarnos de Dios
Lucas,
11,27-28
Hoy quiero tener un recuerdo especial
en esta semilla de cada día para la Virgen María. En nuestra tierra, y en especial
en la isla de La Palma, se la celebra en este día con la Advocación de Nuestra
Señora de las Nieves, allá en su santuario del monte, a donde acuden hoy todos
los moradores de la isla para honrar y venerar a su madre y patrona. En muchas
otras localidades de nuestras islas se celebra también con esa misma advocación
así como son muchas las mujeres canarias que llevan su nombre de Nieves o María
de las Nieves.
El origen de esta hermosa advocación
está en Roma en el Monte Esquilino, que en un cinco de agosto apareció cubierto
de nieve como una señal del cielo para aquellos sueños del Papa de entonces en
los que la Virgen le pedía edificar un templo en su nombre. Uno de los primeros
templos de la cristiandad levantados en honor de María, a Madre de Dios, como
recientemente entonces había sido proclamada por los concilios.
Hoy aquel templo inicial se ha
convertido en la magnifica Basílica de san Maria la Mayor, una de las cuatro
basílicas mayores, o basílicas papales que hay en la ciudad de Roma junto a san
Juan de Letrán, su Catedral, san Pedro del Vaticano y san Pablo extramuros. Es
allí donde acude antes y después de cada viaje pontificio el Papa Francisco
para postrarse ante la imagen de Maria, Salus populi romani, que en aquella
Basílica se venera. Una Basílica, por demás, que lleva el patronazgo del reino
de España desde tiempo inmemorial, de manera que el Jefe del Estado español es
canónigo honorario de la misma.
Pero no nos queremos quedar en datos históricos
en nuestra mirada a Maria en este día de su fiesta, como decíamos, con la
advocación de Virgen de las Nieves. El mismo nombre nos está indicando el
camino de pureza y santidad que hemos de seguir para imitar a María. La llena
de gracia, como la llamó el ángel de la Anunciación; llena de gracia porque
estaba inundada de Dios que la hace resplandecer con las más bellas virtudes.
Concebida sin pecado original la proclamamos como Inmaculada Concepción,
hablándonos de su alma pura, de su corazón sin pecado, de su vida llena de
gracia, del amor de Dios que la envuelve para convertirse en ternura de Dios
para nosotros.
Es la madre solicita y atenta que
siempre está a nuestro lado para señalarnos y ayudarnos a encontrar el camino
que nos lleva a Jesús. Es la madre que ruega por nosotros para que sintamos la
gracia y la fortaleza de Dios para que no caigamos en la tentación del mal, del
desamor, de la dureza del corazón; sintiendo la ternura de la Madre a nuestro
lado nuestros corazones tienen que derretirse de amor, no valen ya las corazas
del egoísmo y de la insensibilidad, no tiene lugar de ninguna manera en nuestra
vida la maldad que nos haría injustos y violentos, sino que todo tiene que ya
ser siempre en nosotros delicadeza, ternura, amor, cercanía con los que están a
nuestro lado.
La Biblia nos habla de cómo
resplandecía del rostro de Moisés cuando bajaba del monte de la presencia de
Dios; miramos a María y cual nieve resplandeciente con el sol la contemplamos a
ella en la que brilla toda gracia porque así está llena de Dios. Cuando decimos
llena de toda gracia no es como si estuviera llena de alguna cosa hermosa,
queremos referirnos a la presencia de Dios en su vida que eso es gracia, porque
siempre el amor de Dios en nosotros es un regalo de Dios, es un don gratuito en
que Dios mismo se nos da.
En María resplandece de una manera
especial; eso de ella tenemos que aprender, copiar en nosotros metiéndonos en
el molde de su vida para así mejor parecernos a ella, para así mejor llenarnos
de Dios. Ella fue el molde de Jesús que en su vientre se engendró como hombre.
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