Jesús llega a nuestra vida para curarla y a través de nosotros quiere llegar con su vida y salvación a nuestro mundo
Lamentaciones 2,2.10-14.18-19;
Sal. 73; Mateo 8, 5-17
‘Voy yo a curarlo’, le dice Jesús. Un centurión que tenia
enfermo un criado a quien apreciaba mucho acude con fe a Jesús rogándole: ‘Señor,
tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho’. Y ya vemos la postura de Jesús. ‘Voy yo a
curarlo’. Más tarde le veremos llegar
a casa de Simón y se encuentran que la suegra de Pedro está enferma y Jesús adelantándose
hacia ella, le tiende la mano y se le pasó la fiebre. Luego serán multitud de
enfermos que con sus dolencias acuden a Jesús e imponiéndoles las manos los
cura.
Jesús que quiere llegar a
nosotros, allí donde está nuestro dolor y sufrimiento, allí donde quizá hemos
perdido las esperanzas, allí donde nos parece que andamos perdidos y postrados
en nuestras angustias o en nuestras esclavitudes, allí donde todo nos parece
oscuro porque nos parece que no sabemos encontrar una luz que nos ilumine. Jesús
viene con su luz, nos llena de vida, nos levanta de nuestras postraciones e invalidases,
hace revivir de nuevo en nosotros la esperanza, nos hace encontrar el camino,
despierta nuestra fe.
Sí, es necesario despertar la fe,
una fe que nos dé total confianza, una fe que ilumine de nuevo la vida, una fe
que nos haga recuperar nuestra dignidad, una fe que nos pone en camino, una fe
que nos abre al amor y al servicio.
El centurión no se siente digno
pero no ha perdido la fe. Es más desde la indignidad que siente que hay en su
vida acude con más fe a Jesús. ‘Señor, no soy quién soy yo para que
entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano’. Sabe que Jesús puede hacerlo y lo hará. No es judío,
es un pagano, sabe su indignidad, conoce bien lo que eran las costumbres de los
judíos y cómo no querían entrar en la casa de los paganos, pero tiene fe en Jesús,
cree en su palabra.
Es cierto que Jesús vendrá
rompiendo moldes y barreras, porque quiere hacer recuperar la dignidad de
todos, y está dispuesto a ir a la casa de aquel pagano. Pero el centurión sabe
que no es necesario porque cree en la palabra de Jesús. Y Jesús alabará su fe,
y hasta la pondrá de modelo para los demás, porque llegará el momento que esas
barreras se rompan y como dice Jesús ‘vendrán de oriente y de occidente,
del norte y del sur y sentarán en la mesa del Reino’.
Vayamos con fe a Jesús; dejemos
que Jesús llegue a nuestra vida. No temamos nuestra indignidad porque Jesús nos
ama y nos salva, y nos cura, y nos llena de nueva vida. Pero aprendamos de
Jesús a llevar vida, a llegar a la vida de los demás, a llevar la luz de Jesús
a los otros, a poner esperanza en sus vidas. En el nombre de Jesús tenemos la
misión de ir a curar a nuestro mundo, allí donde esta el mal tenemos que poner
bien, allí donde brotan los odios y se rompe la paz tenemos que poner amor y
hacer que reine la concordia. El pone esa tarea en nuestras manos.