Cimentemos bien nuestra vida de fe en la escucha de la Palabra de Dios reflejándola luego en el compromiso cristiano de la vida de cada día
2Reyes 24,8-17; Sal 78; Mateo
7,21-29
Yo soy una persona muy religiosa, hemos escuchado decir más de una
vez, porque yo cumplo todas mis promesas, le llevo flores a la Virgen cada vez
que voy a verla, tengo mi casa llena de santitos y le enciendo mis lucecitas y
yo creo mucho. No ponemos en duda la religiosidad de estas personas. Cosas así
escuchamos muchas veces en la buena voluntad y en una expresión religiosa muy
elemental, pero tendríamos que preguntarnos ¿y somos también así solo con esto
buenos cristianos?
No basta decir yo soy muy creyente, para que con ello afirmemos
también que somos buenos cristianos. Creyentes son los musulmanes, y muchas
veces mucho más fieles que nosotros a sus prácticas religiosas, pero no por eso
podemos decir que son cristianos.
Ser cristiano entraña algo más que esa religiosidad natural y
elemental. No digo que no tengamos que rezar a Dios y que podamos hacerle
nuestras ofrendas de amor en las cosas que hacemos o le ofrecemos. Pero ya Jesús
nos está diciendo a quienes queremos seguirle – y por ahí tenemos que comenzar
a ver que lo de ser cristiano entraña un seguimiento de Jesús – que no nos
basta decir ‘Señor, Señor’, sino que tenemos que comenzar por escuchar la
Palabra del Padre y comenzar a ponerla en práctica. ‘No todo el que me dice
"Señor, Señor" entrará en el reino de cielos, sino el que cumple la
voluntad de mi Padre que está en el cielo…’ Vemos que Jesús nos habla del
Reino y nos habla de hacer la voluntad del Padre, lo que entraña querer
escucharla. Y ya vemos lo que a continuación nos dice sobre aquellos que vendrán
diciendo es que yo hacia tantas cosas, es que yo estaba en esto o en lo otro, y
hasta hemos hecho cosas extraordinarias.
Nos pone Jesús a continuación la parábola o alegoría de la casa
edificada o sobre roca o sobre arena. Nos hacen falta unos buenos cimientos
para edificar el edificio de nuestra vida de fe y de nuestra vida cristiana. No
nos podemos quedar en la superficie, no nos podemos quedar en cosas
superficiales, sino que hemos de saberle dar profundidad a nuestra vida. Y para
eso tenemos que escuchar con toda hondura la Palabra de Jesús; pero no solo se
trata de oírla sino que hay que escucharla hondamente, sembrarla en tierra
buena, como nos dirá en otra parábola, darle cimiento firme a nuestra vida
poniendo en práctica esa Palabra que hemos escuchado de Jesús.
En aquellas personas que nos decían, como comentábamos al principio,
que eran muy creyentes, ¿Dónde está la escucha de la Palabra de Dios? ¿Dónde
está el tiempo que dedican a la lectura de la Biblia o a participar en las
celebraciones en las que se nos proclama la Palabra de Dios y se nos comenta
para alimentar nuestra vida creyente y cristiana?
Cómo es posible que una persona que se dice cristiana nos diga que no
necesita leer la Biblia, escuchar la Palabra de Dios, que no es necesario
participar en las celebraciones en las que se nos proclama la Palabra y en las
que alimentamos nuestra fe?
¿En qué obras de amor, en qué compromiso concreto a favor de los demás
vamos realizando nuestra vida como consecuencia de nuestra condición de
creyentes?
¿Seremos edificio cimentado sobre roca para poder enfrentarnos a todos
los embates que pudieran poner en peligro nuestra fe y nuestra vida cristiana?
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