Sepamos
detenernos con Jesús porque siendo nuestro descanso nos regala la fuerza del Espíritu y nos pone en camino para
una vida nueva
Hebreos 13,15-17.20-21; Sal 22; Marcos
6,30-34
Es necesario saberse detener en la carrera de la vida que a veces se nos hace loca. No podemos aguantar un ritmo trepidante porque no solo físicamente sino también anímicamente podemos llegar a un colapso. Una parada para el descanso, una parada para la reflexión. Una parada que aprovechamos para ver caminos recorridos, metas conseguidas, pero también para corregir rumbos si es necesario y sobre todo para retomar fuerzas para continuar el camino.
Algunos pretenden conseguirlo todo de un solo golpe,
pero el esfuerzo de la ascensión de la montaña nos obliga a detenernos para tomar
aire renovado que nos de fuerza para poder llegar a la cima. Ese aire renovado
puede ser esa reflexión que nos hagamos sobre lo que estamos haciendo, pero
también es la necesidad de ese fortalecimiento interior, de ese crecimiento
interior que necesitamos hacer.
Son muchas, pues, las razones que
podemos encontrar para ese detenernos. ¿Unas vacaciones? Algunos las pueden
llamar así, pero algunos nos dicen que esas vacaciones son como un cambio de
actividad que nos hace ver con una nueva perspectiva el camino que estamos
haciendo. Mucho podríamos hablar en este sentido, muchos ejemplos de lo que nos
sucede en la vida podríamos poner.
Me estoy haciendo estas consideraciones
desde lo que hoy contemplamos en el evangelio. Los discípulos que habían sido
enviados por Jesús para ir por delante haciendo el anuncio del Reino regresan
de su tarea y cuentan a Jesús lo que han realizado. Todo en medio de la tarea
de Jesús que sigue porque siguen acudiendo a El en todo momento, de manera que,
como apunta el evangelista, no tenían tiempo ni para comer.
Por eso Jesús busca la manera de llevárselos
a ellos solos a un lugar apartado. Jesús quiere estar a solas con ellos. Lo
veremos en otros momentos del evangelio, como cuando se han ido a casi las
fronteras de Israel con Fenicia y lo que hoy sería el Líbano o cuando en la
subida a Jerusalén en que hay momentos en que se los lleva aparte porque a
ellos quiere irles explicando cuanto va a suceder en Jerusalén aunque a ellos
les cuesta entender.
Y ya nos comentará entonces el evangelista
que serán momentos de mayor intimidad entre Jesús y el grupo de los apóstoles,
pues a ellos de manera especial les explica las cosas, o como aquel momento en
indaga Jesús lo que la gente piensa de El y lo que los propios apóstoles
también piensan de El, llegando a aquella hermosa confesión de fe de Pedro en
una ocasión o al rechazo de Pedro a lo que Jesús les anuncia.
En el momento que hoy nos presenta el
evangelio parece que de alguna manera las intenciones de Jesús se vinieron
abajo. La gente se enteró a donde se dirigía Jesús y cuando llegaron allá se
encontraron con una multitud que les esperaba. Pero será momento también de
hermosa lección de Jesús. Cuando contempló aquella multitud que andaban como
ovejas sin pastor sintió compasión.
Compadecerse es hacer aparecer la
ternura que llevamos en el corazón. Compadecerse que es compartir unas
lágrimas, unos sufrimientos, unos sentimientos, va más allá porque esas
lagrimas hay que secarlas, porque ese sufrimiento hay que mitigarlo, porque es
necesario ponerse en el lugar del otro y con el otro luchar para lograr esa
necesaria liberación.
Es la lección que nos da Jesús. Se puso
a hablarles, a estar con ellos, a curarles de sus males y enfermedades, a
ayudarles a transformar el corazón, a levantarlos para hacerles recuperar su
esperanza y su dignidad. Jesús que se abaja para estar al lado del otro, para
que los corazones lleguen a estar en la misma latitud, en la misma sintonía.
Jesús quiere ponernos de pie, Jesús quiere ponernos en camino, Jesús camina con
nosotros para enseñarnos a ser ese hombre nuevo, Jesús en verdad es nuestro
salvador porque con El nos sentimos liberados y renovados con nueva vida.
Sepamos nosotros detenernos en la vida,
para estar con Jesús, para aprender a sintonizar su corazón, para que en verdad
nos sintamos fortalecidos desde lo más hondo de nosotros mismos, para que
podamos continuar con la fuerza de su Espíritu la tarea. Con Jesús podremos
realizar todo aquello que decíamos antes que necesitamos hacer en el camino de
la vida. Nos lleva con El para que estemos con El. Nos dice que vayamos a El
porque en El encontraremos nuestro descanso, porque El es esa nueva vida para
nosotros.