Testigos de resurrección ante el mundo aunque cueste hacer el anuncio
Hechos, 4, 13-21; Sal. 117; Mc. 16, 9-15
Con este breve relato de Marcos y los textos que
escucharemos aun en el segundo y tercer domingo de Pascua se completan los
relatos de la resurrección del Señor que nos ofrecen los evangelios. El texto
de Marcos que hoy hemos escuchado viene a ser como un resumen que se nos ofrece
al final del evangelio.
Hay un mensaje claro de afirmación de la resurrección
del Señor Jesús que viene a ser como eje central de la fe de la Iglesia. Pero en
los tres episodios que se nos resumen hay como unas connotaciones comunes que
nos ayuda a proclamar nuestra fe, a hacer ese anuncio de Cristo resucitado
aunque no sea siempre fácil dicho anuncio. No lo fue entonces, como no lo sigue
siendo hoy día. Pero es de lo que hemos de dar testimonio valiente y claro.
Nos habla en primer lugar de la aparición de Cristo
resucitado a María Magdalena, como dice el evangelista, ‘de la que había echado siete demonios’, para significar su
conversión al Señor desde su condición de mujer pecadora. Ella había estado
también al pie de la cruz de Jesús con las piadosas mujeres que lo habían
acompañado desde Galilea. En toda la iconografía en torno a la muerte de Jesús en
la cruz siempre aparecerá María Magdalena. Ahora en este relato de Marcos, a
ella se le aparece Cristo resucitado, pero con la misión de irlo a comunicar a
los discípulos, ‘que estaban tristes y
llorando’, nos dice el evangelista. ‘Pero
no la creyeron’.
Luego nos hablará de dos que se iban caminando a una
finca, en clara referencia a lo que nos cuenta Lucas de los llamados discípulos
de Emaús. Ellos que no lo reconocieron en principio porque ‘se apareció en figura de otro’, como nos dice Marcos, cuando le
reconocen ‘al partir el pan y pronunciar
la bendición’ como nos narraba Lucas, ‘ellos
fueron también a anunciárselo a los demás, pero no los creyeron’.
Finalmente se aparecerá ‘a los Once, cuando estaban a la mesa y les echó en cara su
incredulidad y dureza de corazón porque no habían creído a los que lo habían
visto resucitado’. Se repite una y otra vez la reacción negativa de no
creer, precisamente aquellos que estaban llamados a ser los testigos de la
resurrección. Pero Jesús está con ellos y a ellos les confiará esa misión que
no podrán dejar de realizar. ‘Y les dijo:
Id al mundo entero y predicad el evangelio a toda la creación’.
Es la misión del testigo. Quien ha experimentado la
presencia de Cristo resucitado en su vida no lo puede callar. No será fácil el
testimonio. A los propios discípulos les costó creer. Tenían los ojos obnubilados
por el dolor y las dudas, porque todo podría parecer un fracaso de manera que
les costaba ver y reconocer.
Alguien comentando en una reunión el texto de los discípulos
de Emaús me preguntaba cómo era posible que ellos que habían estado con El, que
quizá incluso lo habían contemplado en su pasión, ahora que iba caminando con
ellos no lo veían, no lo reconocían. La mente se nos cierra y se nos cierra el
corazón; los avatares de la vida, los problemas que vamos encontrando que nos
hacen sufrir muchas veces nos endurecen y no somos capaces de ver las cosas más
claras. No llegamos a reconocer al Señor que camina a nuestro lado, que viene a
nuestro encuentro, que nos sale al paso en los caminos de nuestra vida para ser
nuestra luz.
Pidámosle al Señor que nos abra el entendimiento del
corazón para poder apreciarle, para poder descubrirle, para poder sentirle en
nosotros vivo y resucitado y llenándonos de vida y de resurrección. Tenemos que
ser sus testigos y somos enviados al mundo entero para predicar la Buena
noticia a toda la creación, a todas las criaturas. Aunque nos cueste a nosotros
o aunque les cueste entender y aceptar a los demás ese anuncio que les hacemos,
esa Buena Noticia que les comunicamos. Ya nos dirá el Señor que no va a ser
siempre fácil y por eso nos dará la fuerza de su Espíritu para que podamos
vencer el mal y todo peligro que nos acecha.
Como dirá el ultimo versículo del evangelio, aunque hoy
no lo hayamos escuchado, ‘Ellos salieron a predicar por todas partes y el Señor
cooperaba con ellos, confirmando la palabra con las señales que la acompañaban'.
Serán las señales de nuestro amor y del amor de Dios que se nos manifiesta.