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sábado, 18 de febrero de 2023

Aprendamos a descubrir el paso de Dios por nuestra vida, en momentos oscuros o momentos de luz, la mano de Dios nunca nos abandona aunque no lo sepamos descubrir

 


Aprendamos a descubrir el paso de Dios por nuestra vida, en momentos oscuros o momentos de luz, la mano de Dios nunca nos abandona aunque no lo sepamos descubrir

Hebreos 11,1-7; Sal 144; Marcos 9, 2-13

Hay momentos y hay cosas que nos sorprenden y que nos superan, que nos cuesta entender y que se convierten como en un misterio para nosotros. Sorpresas del día a día en nuestra relación con las personas de las que nos esperábamos en un momento dado aquello que nos ofrecen, o aquel aspecto de su vida que nunca habíamos imaginado. Sorpresas en acontecimientos inesperados, en accidentes que nos desconciertan, en cosas a las que nos tenemos que enfrentar y que de alguna manera pueden cambiar nuestra vida.

Son momentos que nos hacen pensar, que nos hacen abrirnos la vida a nuevos horizontes, que son una llamada en nuestro corazón a algo que vemos incluso que nos supera por su grandeza. Son momentos que al mismo tiempo nos hacen mirarnos hondo para encontrar algo que cimiente de verdad nuestra vida. Pero son momentos también en que, a pesar de la sorpresa que nos desconcierta, también hemos de saber dejarnos guiar, no siempre nosotros solos podemos encontrar el camino, la respuesta o la luz.

No digamos nada cuando dejamos que se meta en nuestra vida todo el misterio de Dios.  Con un mínimo de fe y de sentido espiritual podemos elevarnos para entrar en órbitas nuevas para la existencia, para hacernos trascender la vida y no quedarnos en lo inmediato y en lo palpable con nuestras manos, porque nos damos cuenta que podemos ir más allá, que hay algo superior, que hay algo espiritual que nos eleva, sí, pero que al mismo tiempo nos hace encontrarnos con nosotros mismos.

¿Sentirían algo de todo esto que venimos reflexionando aquellos discípulos que subieron con Jesús a aquella montaña alta y se encontraron con la sorpresa del brillo de la divinidad de Dios que se reflejaba en Jesús? El evangelista en cortas frases parece completarnos el relato, pero mucho significado tenía aquello, primero de los resplandores del cuerpo y de las vestiduras de Jesús, pero también de la nube que los envolvió, de aquel susto que recibieron cuando escucharon la voz que venía de lo alto. Quedaron por tierra, viene a decirnos algo así el evangelista. Y después de todo ello, allí estaba Jesús, como siempre lo habían visto, aunque ahora habían vislumbrado otros resplandores, pero que les decía que había que volver a bajar a la llanura de la tierra.

Fue una experiencia grande la que vivieron aquellos discípulos y aunque no podían y no eran capaces de hablar de aquellas cosas, veremos que luego ya muy tarde Pedro lo seguirán recordando en sus cartas apostólicas. Había sido una experiencia grande de Dios que de alguna manera les estaba adelantando lo que vivirían después de la resurrección del Señor. Muchas otras veces también se sentirían desconcertados, como les iba a suceder en la pasión, pero en el fondo estaba aquella experiencia que les sostenía en su fe, y en su búsqueda de la luz definitiva.

¿Habremos tenido nosotros experiencias espirituales de este calibre en nuestra vida? nos puede parecer que cosas así no nos han sucedido, pero tendríamos que mirar a lo hondo de nosotros mismos y tratar de recordar algunas experiencias insólitas de nuestra vida, que siempre nos costó comprender, pero que hemos de saber mirarlas con otra mirada, con una mirada de fe y descubriremos como Dios de alguna manera se ha hecho presente en nuestra vida, aunque no siempre quizás nos diéramos cuenta. Quizás podrán haber sido momentos duros, de oscuridad, de dudas, de miedos, de sentirnos incluso hundidos, pero aquí estamos ahora, y si después de algunas de esas cosas que hayamos tenido en nuestra vida hasta aquí hemos llegado, tratemos de ver la mano de Dios, que de forma misteriosa quizá, se hizo presente en nuestra vida.

Aprendamos a descubrir ese paso de Dios por nosotros, por nuestra vida, en momentos oscuros o en momentos de luz. Sabemos, tenemos la certeza siempre, de que la mano de Dios no nos abandona nunca y ahí está con nosotros cuando menos lo esperamos o incluso cuando no lo supimos ver.

viernes, 17 de febrero de 2023

Frente a un mundo de ganancias, prestigios y vanidades, Jesús nos ofrece un camino de generosidad y de desprendimiento para ganar la vida de verdad

 


Frente a un mundo de ganancias, prestigios y vanidades, Jesús nos ofrece un camino de generosidad y de desprendimiento para ganar la vida de verdad

Génesis 11, 1-9; Sal 32; Marcos 8, 34 – 9, 1

Vivimos en una sociedad en la que parece que lo que prevalece son las ganancias. ¿Qué voy a ganar con esto? Escuchamos muchas veces a alguien cuando se le propone una acción o una actividad con un sentido muy altruista. Ganancias en lo material, ganancias en el prestigio, ganancias en el poder con que me puedo manifestar, ganancias en las influencias que pueda tener desde donde controlar, manipular, dominar… son las tantas las riquezas de ese estilo que muchas veces nos buscamos. De algo tiene que servirme lo que estoy haciendo, pensamos.

Y ¿qué nos dice Jesús a todo esto? Hoy nos habla claramente ¿de qué nos vale ganarnos todo el mundo si al final perdemos el alma? Y se emplea esa expresión del alma, hablando es cierto en un sentido espiritual, hablando en el sentido de la vida, hablándonos de lo que realmente nos hace más personas. Cuando rodeamos la vida de vanidades no es mi persona lo que realmente importa sino esas vanidades de las que nos rodeamos ocultando quizás así el vacío y la superficialidad que llevamos por dentro.

Tenemos el peligro y la tentación de vivir una vida vacía, una vida sin sentido, una vida sin valores profundos quedándonos en la apariencia. Nos cuesta muchas veces, nos cuesta reflexionar y ahondar en el sentido de la vida, nos cuesta descubrir el verdadero lugar que ocupamos en este mundo y como no podemos aislarnos de los demás, despreocuparnos de los problemas de los demás, los problemas de la sociedad y cada uno queremos más bien ir a lo nuestro. Y nacen los egoísmos, y nacen las ambiciones, y nacen las envidias y las desconfianzas, y nace un mundo de guerra que no hace falta que nos tiremos bombas para sutilmente ver como podemos destruir al otro, descalificar, queremos nosotros quizás ocupar su puesto.

Nos preocupan los graves problemas que vive nuestro mundo, nos duelen las guerras, nos sentimos dañados dentro de nosotros mismos con las desigualdades de nuestro mundo que crean barreras y fronteras que no hacen falta que sean las nacionales, porque las tenemos con el que está al lado de casa, enfrente de la calle, o en aquel barrio al que no queremos pisar por la fama que tiene.

Sabemos todo eso, pero poco hacemos, porque eso nos comprometería, y nos obligaría a cambiar muchas actitudes, muchas posturas, muchas de las cosas que hacemos como una rutina más de la vida; sabemos todo eso y de alguna manera lo vamos creando en nuestro entorno cuando seguimos dejando que se nos metan desconfianzas y miedos en el corazón, cuando no sabemos superar esos brotes de insolidaridad que nos van apareciendo dentro de nosotros mismos, cuando no corregimos nuestras palabras ni nuestra manera de hablar y de tratar a los que están a nuestro lado y seguimos dejándonos arrastrar por tantas violencias.

Por eso nos dice Jesús hoy que tenemos que aprender a negarnos a nosotros mismos si en verdad queremos ser sus seguidores; si seguimos pensando solo en nosotros, en nuestras ganancias o en nuestros prestigios, no estamos siguiendo el camino de Jesús. Para seguirle tenemos que despojarnos de muchas cosas, aunque eso nos obligue a hacer un camino sin comodidades. El nos habla de Cruz, porque nos estás hablando de entrega, porque nos está hablando de amor, porque nos está hablando de buscar lo que en verdad es ganar la vida. ¿Qué respuesta le damos?

jueves, 16 de febrero de 2023

No tenemos que preocuparnos tanto de decir cosas bonitas de Jesús, sino de forma congruente dar testimonio de Jesús con las obras de nuestra vida

 




No tenemos que preocuparnos tanto de decir cosas bonitas de Jesús, sino de forma congruente dar testimonio de Jesús con las obras de nuestra vida

Génesis 9,1-13; Sal 101; Marcos 8,27-33

Hay ocasiones en que nos parece tener las cosas claras, pero en la realidad no las tenemos tanto; nos parece que las cosas son de una determinada manera, pero quizás no es esa la realidad, es la interpretación que nos hemos hecho que difiere mucho de lo que realmente son. Llegamos a hacer afirmaciones rotundas sobre cosas que pensamos o que queremos hacer, pero llega un momento determinado que las cosas son distintas, que no es aquello que nosotros habíamos imaginado y que no es realmente lo que nosotros estamos viviendo. Son incongruencias, decimos, o falta de una reflexión para llegar a tener un conocimiento no subjetivo y una maduración que necesitamos también en nuestra propia vida.

Los discípulos llevaban ya un tiempo con Jesús; le acompañaban a todas partes e incluso en los recorridos que Jesús hacia ya por distintos lugares, escuchaban lo que Jesús enseñaba a la gente, pero a él le escuchaban de manera más intima y particular en lo que podríamos llamar conversaciones en casa o cuando iban de camino que a ellos Jesús particularmente les enseñaba.

Poco a poco iban teniendo un conocimiento más profundo de Jesús, que ya no podían ser solo aquellas aclamaciones de fervor de las gentes cuando hacía alguno de los milagros. De ahí vienen esas preguntas que de forma directa Jesús les hace. ¿Qué pensáis de lo que dice la gente? Y vosotros mismos qué es lo que pensáis. Unas preguntas comprometidas. Unas preguntas en las que tienen que dar unas respuestas que vayan ya comprometiendo su vida con la causa de Jesús.

Responder sobre lo que decía la gente podía ser fácil. Era recoger lo que ellos oían que la gente decía, que si un profeta, que si era grande como los grandes profetas antiguos, que si era como Juan Bautista, respuestas surgidas del fervor y entusiasmo ante los milagros de Jesús pero también ante las palabras de Jesús. Más comprometida era la respuesta que les afectaba a ellos, lo que ellos pensaban. Quiero imaginar la escena viendo cómo se contemplan unos a otros a ver quien es el primero que sale a responder, como los niños de la escuela cuando el maestro hace una pregunta difícil.

Pero allí está Pedro con su entusiasmo, con su fe y con su amor por Jesús, con todo el ardor y pasión de su corazón, con esos impulsos del amor. Ya no era responder que era un gran profeta. Pedro estaba convencido de que era el Mesías de Dios que había de venir, que era el Hijo de Dios.

Jesús alaba la respuesta de Pedro. Otros evangelistas ante este hecho se extenderán un poco más y hablarán de la revelación del Padre en el corazón de Pedro para llegar a decir cosa tan importante. Marcos simplemente les dice que no lo cuenten a nadie. ¿Por qué nos podríamos preguntar si era necesario que la gente tuviera conciencia de que llegaba en verdad el Mesías? ¿Sería quizá porque ellos mismos tendrían que asimilar esa afirmación para que no entraran en las confusiones en que podía entrar la gente?

Realmente era algo así, porque Jesús comienza a instruirlos. Y les habla de lo que el Hijo del hombre tiene que padecer, porque va a ser rechazado, porque va a ser entregado en manos de los gentiles, porque lo llevaran a la muerte. Pero Jesús quiere dejarles palabras de esperanza que ellos no terminaran de entender, como no entendían eso de que iba a ser rechazado y entregado en manos de los gentiles. Les habla de resurrección, pero es algo que en la confusión de su mente ellos casi no escuchan.

Y será Pedro, el de la confesión entusiasta de que es el Hijo de Dios y el Mesías, el que trata de convencer a Jesús de que eso no le puede suceder. Escuchaba lo que le convenía, lo que podía ser agradable, pero la realidad que Jesús les estaba presentando no les cabía en su cabeza. Sus palabras de confesión iban por una parte, pero el escuchar a Jesús en todo lo que les quería decir sobre el sentido de su ser Mesías, eso no entraba en la onda de sus vidas. Y ahora es Jesús el que lo rechaza, ‘apartate, ponte detrás de mi para seguirme de verdad, solo estás pensando a la manera de los hombres y te cuesta entender el sentido de Dios’.

¿No nos pasará de alguna manera así a nosotros también? De ahí la incongruencia de nuestras vidas. Recitamos el credo que nos lo sabemos bien de memoria, pero no vivimos lo que significa el credo, porque no llegamos a seguir de verdad el camino de Jesús. Nos preguntan sobre Jesús y quizás somos capaces de decir grandes cosas, pero cuando nos piden que demos razón de esa fe con nuestra vida, ya no sabemos qué decir ni realmente sabemos como expresarlo en el día a día de nuestra vida.

Necesitamos ahondar mucho más en ese conocimiento que tenemos de Jesús, pero no solo por aquello de aprender muchas cosas, sino con el deseo de hacer muchas más cosas en que nos parezcamos a Jesús, en que seamos en verdad testigos de Jesús. El testimonio tiene que ser nuestras obras, tiene que ser nuestra vida. ¿Seremos en verdad congruentes?

miércoles, 15 de febrero de 2023

Es un camino y un proceso como el que iban realizando los discípulos de Jesús y todos los que a El se acercaban, como tenemos que hacer nosotros para llenarnos de su luz

 


Es un camino y un proceso como el que iban realizando los discípulos de Jesús y todos los que a El se acercaban, como tenemos que hacer nosotros para llenarnos de su luz

Génesis 8,6-13.20-22; Sal 115; Marcos 8,22-26

Cuántas maravillas podemos contemplar hoy gracias al avance de la ciencia y de la técnica y estoy pensando en el campo de la medicina y de la sanidad. Qué maravilla la recuperación de la visión, por ejemplo, tras una operación de cataratas. Hace pocos días un amigo me hablaba admirado cómo ha recuperado la visión, con que fuerza ve de nuevo los colores, pero también tantos detalles que en el proceso de pérdida de visión por las cataratas había ido perdiendo. Puedo hablar por mi mismo también en este caso.

Estoy haciendo referencia a esto por el evangelio que hoy nos presenta la liturgia. Un hombre de Betsaida que está ciego lo llevan a Jesús para que lo cure. Hay unas circunstancias que algunas veces nos cuesta entender porque pareciera que el milagro se ha realizado en dos partes. Primero el hombre solo veía un poco o algunas cosas, para luego recuperar totalmente la visión. Olvidamos que cuando estamos escuchando estos relatos de la Palabra de Dios son también como signos de los procesos que se realizan en nuestra vida en nuestro camino de conversión.

Si hablamos de esas maravillas de la recuperación de la luz y la vista como podemos experimentar hoy en nuestro mundo y nos admiramos por ello, no menos tendríamos que admirarnos de cómo el encuentro con Jesús realiza en nuestra vida también muchas maravillas, cuando lo acogemos y cuando lo aceptamos.

Es un camino, es un proceso. Como el que iban realizando los discípulos de Jesús y todos los que a El se acercaban. Comenzaban a creer en Jesús, comenzaba a llegar la luz a sus vidas, que no solo era la recuperación de la luz que nos entra por los ojos. Pedro y los demás apóstoles creían en Jesús, por eso un día habían dado el paso de seguirle, dejando las redes, dejando sus casas y su familia para estar con Jesús. Pero también los costaba ver claro. No siempre entendían las palabras y las enseñanzas de Jesús, no siempre comprendían lo que Jesús hacía. Se llenaban de dudas. Pedro quiso convencer a Jesús de no subir a Jerusalén porque todo lo que anunciaba Jesús no le podía pasar. Muchas veces vemos a los discípulos discutiendo por primeros puestos en el Reino cuando tanto les había enseñado Jesús del espíritu de servicio del que tenían que envolver sus vidas. Les costaba dar pasos. La pasión y la muerte de Jesús fue también para ellos una gran prueba, que se vio superada cuando le contemplaron resucitado, cuando se llenaron del Espíritu de Jesús.

Son nuestros pasos, que son también nuestras dudas, que son las debilidades que nos aparecen, que son las ambiciones que no terminamos de arrancar del corazón, que son nuestras vueltas atrás de tantas veces cuando parecía que tan entusiasmados estábamos, que con las cosas que nos escandalizan y no terminamos de comprender. Pero hemos de ir dando pasos, hemos de querer caminar siguiendo a Jesús, hemos de dejar que llegue Jesús a nuestra vida y toque nuestros ojos, como hizo con aquel ciego de Betsaida, que toque nuestro corazón para que la luz llegue totalmente a nuestra vida.

Y eso lo vivimos hoy, en nuestro mundo con sus problemas, en ese mundo donde tenemos que ser testigos y dar testimonio, ese mundo que muchas veces no nos quiere y está a la contra de lo que nosotros podamos o queremos hacer, pero donde tenemos que estar, donde tenemos que ser luz, donde tenemos que seguir haciendo el anuncio del Reino de Dios.

martes, 14 de febrero de 2023

Cristo cuenta con nosotros, en nuestras manos pone el evangelio, no podemos dejar que se apague esa luz que tanto necesita nuestra historia

 


Cristo cuenta con nosotros, en nuestras manos pone el evangelio, no podemos dejar que se apague esa luz que tanto necesita nuestra historia

Hechos de los apóstoles 13, 46-49; Sal 116; Lucas 10, 1-9

Un día llegó a nosotros un amigo con mucho entusiasmo y nos contó sus proyectos; estaba ilusionado, sabía que aquello podía salir adelante, que resultarían muchas cosas buenas; tenía grandes sueños sobre el resultado. Pero en su entusiasmo de pronto nos dice que quiere contar con nosotros, que quiere contar conmigo, que yo tengo parte en ese proyecto para sacarlo adelante y que soy importante para él y por eso quiere contar conmigo. Tras la primera sorpresa de lo que eran los sueños de los proyectos de nuestro amigo, viene una segunda sorpresa cuando nos dice que quiere contar conmigo y que yo voy a ser parte importante en eso que quiere emprender. ¿Cuál es nuestra reacción? Tenemos que pensarlo pero tal como nos lo presenta en nosotros se ha creado también una ilusión y una esperanza.  ¿Pondremos manos a la obra?

Pues eso es lo que nos estás diciendo Jesús, que quiere contar con nosotros, que quiere contar contigo, conmigo, con tantos que están a nuestro lado y que podemos y tenemos que ser parte importante ese maravilloso proyecto que está anunciando, el Reino de Dios. Es lo que escuchamos hoy en el evangelio que Jesús hace con aquellos discípulos más cercanos a El pero que no quiere que simplemente estén allí y nada más. Los llama, y los llama por su nombre y los envía a comenzar a realizar ese proyecto del Reino de Dios.

Hoy escuchamos este evangelio no simplemente quien aprende o constata aquellas cosas que Jesús hacía con sus discípulos, como si todo fuera un pasado, una parte de una historia recorrida y que no tiene que ver con nosotros. El evangelio sí tiene que ver con nosotros, el anuncio de esa Buena Noticia tiene que ver con nosotros, porque con nosotros Jesús quiere contar, está contando.

Hoy escuchamos este evangelio en un día que puede pasar desapercibido para muchos de nuestra sociedad entretenidos en eso de la fiesta del amor y todas esas cosas que hoy escuchamos y nos bombardean por todos lados en este sociedad consumista, porque muchas  veces más que enaltecer el amor parece que lo que se están mirando son las ganancias de caja de muchos interesados que están detrás de estas campañas.

Hoy es un día importante para los cristianos de Europa porque celebramos a san Cirilo y san Metodio, patronos de Europa. Dos grandes evangelizados en gran parte de Europa en su tiempo, sobre todo en las regiones más orientales de Europa, pero cuya fiesta tiene mucha importancia para los cristianos de Europa porque es una llamada a esa re-evangelización de nuestra tierra que tanto se nos ha descristianizado.

Por eso en la línea del Evangelio que hoy se nos proclama tenemos que decir que Cristo quiere contar con nosotros. En nuestras manos tenemos el evangelio, pero una noticia no es para guardarla en un archivo, sino que una noticia es para comunicarla. Es lo que tenemos que hacer con el Evangelio, es lo que Cristo está poniendo nuestras manos, es la llamada que tenemos que sentir en el corazón.

¿O acaso no nos importa la descristianización de nuestra sociedad? ¿Es que pensamos que el Evangelio no tiene nada que decir al hombre y a la mujer de hoy, de nuestra Europa? Nuestra historia, nuestra cultura, nuestro arte, y hasta ahora nuestra manera de vivir ha estado marcada por la señal del evangelio, por la cristianización que generaciones anteriores a la nuestra a través de los siglos se afanaron en realizar. Siempre la luz tiene peligro de apagarse si la azotan vientos que la ponen en peligro, y es lo que nos puede estar pasando en el mundo de hoy.


No podemos dejar que se apague esa luz del Evangelio. Nos empapamos de esa luz, pero queremos trasmitir esa luz, queremos contagiar de esa luz, queremos que se mantenga encendida esa luz en nuestro mundo de hoy. La necesitamos frente a tantas tinieblas. En nuestras manos está el seguir encendiendo esa luz. Con nosotros Cristo quiere contar.

lunes, 13 de febrero de 2023

En lugar de pedir milagros para creer, la postura cómoda que muchas veces tomamos, vamos a confiar y a poner fe y podremos ver los milagros de Dios

 


En lugar de pedir milagros para creer, la postura cómoda que muchas veces tomamos, vamos a confiar y a poner fe y podremos ver los milagros de Dios

Génesis 4,1-15.25; Sal 49; Marcos 8, 11-13

Hay ocasiones en la vida en que estamos desconfiados de todo y de todos; nada nos convence, no nos agrada lo que nos dicen, siempre estaremos buscando un ‘pero’, algo que queremos ver en los otros para desconfiar. Y cuando entramos por ese camino nada que nos digan nos convencerá, y a lo que hagan siempre le estaremos viendo segundas intenciones que decimos nosotros que ellos ocultan por detrás. No ven, ni quieren ver. Y pretenderán hacérselo complicado a los que quieren confiar. Qué difícil estar con personas desconfiadas, que se vuelven recelosas, que hacen que las relaciones se agrían, que a la larga se aíslan o rompen la relación, porque actitudes así son difíciles de llevar.

Esto sucedía con algunos en torno a Jesús. Había, es cierto, mucha gente que confiaba, se veía entusiasmada con lo que Jesús les enseñaba, con lo que Jesús hacía; muchos decían que no habían visto cosa igual; muchos hablaban de que un profeta de Dios había aparecido en medio de ellos.

Pero no todos pensaban lo mismo de Jesús. Estaban aquellos a los que le parecía que Jesús venía rompiendo con todo y las tradiciones sacrosantas que habían mantenido se iban a perder; por su posición social, por la influencia que ellos tenían en medio del pueblo, porque eran los maestros de la ley, porque se consideraban unos dirigentes de Israel, quizá veían en peligro sus privilegios porque se daban cuenta que Jesús hablaba y actuaba de una distinta o como ellos enseñaban, o a como ellos querían que las cosas funcionaran, quizá en su beneficio. Jesús podía ser un estorbo.

Le hacían frente a Jesús, aunque no sabían cómo podrían convencer a la gente para que no se fuera con Jesús. Y sucedió lo que sucede tantas veces a través de los tiempos; hay que quitarlo de en medio, pero hay que hacerlo de una forma sutil; vamos a desprestigiarlo, a hacerle ver a la gente que no tiene el poder que se arroga (¿?) o que realmente no hay ninguna razón que nos convenza para creer en El. Si la gente ve que no responde a lo que le planteamos, dejarán de creer en El. Por eso su desconfianza, con todas sus consecuencias.

Es lo que hoy escuchamos. ‘Se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo’. No quieren ver ni entender los signos que Jesús iba realizando continuamente con sus milagros, las curaciones de los enfermos. ¿Qué signo del cielo es el que piden? Podríamos pensar que ni ellos mismos saben. En esta ocasión Jesús no responde a sus peticiones. Cuando hay malicia en el interior de la persona, si la persona no se quiere dejar curar, poco podemos hacer.

Jesús realiza signos de manera especial por la fe que tienen las personas. Siempre resaltará la fe, lo hemos escuchado repetidas veces a lo largo del evangelio; la fe de la mujer cananea, la fe de Jairo que pedía la salud de su niña, la fe del centurión, la fe de la mujer que sin decir nada se adelantó a tocar el manto de Jesús. Si no despertamos la fe en el corazón nunca podremos ver las obras de Dios, las señales del amor de Dios que se derrama en nuestras vidas, en nuestros corazones.

Quizá tendríamos que preguntarnos por nuestra fe; en lugar de pedir milagros para creer, porque esa es la postura cómoda que muchas veces tomamos, vamos a confiar, vamos a poner fe y los milagros de Dios se realizarán en nuestra vida. Dios se revela los que se hacen pequeños, a los que son humildes, a los que con capaces de sentir admiración por las obras de Dios. No vayamos por la vida como quien viene ya de vuelta de todo. Dejémonos sorprender por tantas maravillas que Dios va poniendo a nuestro paso. Y que esa sea también la actitud de confianza que tengamos en los demás.

domingo, 12 de febrero de 2023

Camino de superación y de crecimiento interior, de plenitud en el amor es a dónde nos quiere conducir el Evangelio

 


Camino de superación y de crecimiento interior, de plenitud en el amor es a dónde nos quiere conducir el Evangelio

Eclesiástico 15, 15-20; Sal 118; 1Corintios 2, 6-10; Mateo 5, 17-37

¿Queremos ser perfectos? Todos soñamos, todos queremos hacer las cosas bien, de la mejor manera, con la mayor perfección posible; podemos poner ejemplo en nuestras responsabilidades y trabajos, o podemos pensar en aquellas cosas que nos gustan de manera especial, nuestras aficiones, nuestros entretenimientos artísticos o de lo que sea; lo trabajamos una y otra vez, le damos muchas vueltas, lo recomenzamos no sé cuantas veces, queremos que nos quede perfecto. Esas perfecciones son a veces muy subjetivas, porque es lo que me gusta a mí, lo que me parece a mí, pero podemos pensar en algo más allá de todo esto.

Importante es que nos superemos, que vayamos haciéndolo cada vez mejor, que seamos capaces de corregirnos en nuestros errores, o ser capaces de dar siempre un paso más delante de emulación, de superación, de ir subiendo esos peldaños que nos lleven a lo mejor.

Y es que en esos comportamientos nuestros de todos los días, en nuestras relaciones con los demás, siempre hay algo que podemos hacer mejor, en lo que nos podemos superar. Y podríamos decir que se abre ante nosotros un extenso abanico, desde lo más negativo que hemos de evitar, no hacer daño, no matar como dice el mandamiento, a una serie de matices, por así decirlo, que podemos ir añadiendo, dando pasos de superación para ya no contentarnos con no herirle, no dañarle, no ofenderle sino que iremos mejorando nuestro trato, nuestro amor, nuestra delicadeza, la mejora a cada paso de eso que hemos venido haciendo ya de bueno. Es el camino del que nos habla hoy Jesús en el evangelio.

Quienes le escuchaban predicar, hacer el anuncio del nuevo Reino de Dios, quienes le veían como un profeta en cierto modo revolucionario porque era grande el cambio que pedía en los corazones de todos, podían pensar que todo lo dicho hasta entonces quedaba ya obsoleto, no había que pensar en nada de todo aquello, porque todo iba a ser radicalmente nuevo.

Había muchos también insatisfechos con lo que hasta entonces habían ido viviendo, insatisfechos quizás también con toda aquella menudencia de preceptos que los maestros de la ley, en muchos casos con el radicalismo tan severo de los fariseos, habían ido imponiendo. Justo es que pensaran de alguna manera que iban a quedar abolidos la ley y los profetas, que habían sido los pilares de toda la revelación de Dios a su pueblo y lo que había marcado su camino.

Pero Jesús nos dice que no viene a abolir la ley y los profetas. El viene a dar plenitud. Allí estaba lo que había sido revelación de Dios a través de toda su historia de salvación, y lo que era la revelación de Dios era inmutable, porque inmutable es la Palabra de Dios en sí misma. Por eso Jesús nos dice que no viene a abolir, sino a dar plenitud.

Hoy nos habla de unas cosas concretas, que se complementarán en lo que escuchemos el próximo domingo y que forma parte todo de ese llamado sermón de la montaña, tal como nos lo presenta el evangelio de san Mateo. ¿Qué significa ese dar plenitud sino ese camino de superación, de crecimiento interior, de camino de perfección que hemos de ir recorriendo paso a paso? Nos contrapone, por ejemplo, el no matar tal como escuetamente está expuesto en los diez mandamientos, a esa delicadeza de quien trata con verdadero amor a los demás. Ahí tendremos que ir poniendo no solo el evitar palabras o gestos ofensivos hacia los demás, pero tendremos que poner nuestra disponibilidad para el servicio, la delicadeza de nuestro trato, como también nuestra capacidad de comprensión y de perdón.

Cuando hay amor de verdad no le podemos poner puertas a todo eso bueno que nos sale del corazón y que buscará siempre el encuentro, la cercanía, el buen trato, la reconciliación y la búsqueda de la armonía y de la paz. ¿No son esos caminos de plenitud?

En ese mismo sentido nos hablará del adulterio y del divorcio, rupturas del amor que siempre tenemos que saber reconstruir, como nos hablará de la sinceridad de nuestras palabras y de la autenticidad de nuestra vida, que nos hará creíbles sin necesidad de juramentos porque siempre estaremos reflejando la verdad de nuestra vida.

Os invito a que leamos de nuevo este texto del evangelio que se nos propone en este domingo pero con una apertura grande de nuestro corazón para dejarnos conducir por el Espíritu del Señor y descubriremos de verdad ese camino de plenitud del que nos habla hoy Jesús, que terminará diciéndonos en otro momento del evangelio que seamos perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto.