Jesús nos invita a no agobiarnos ni perder la paz
2Cor. 12, 1-10; Sal. 33; Mt. 6, 24-34
Por cuatro veces nos dice Jesús en este corto texto que
no vivamos agobiados. Una buena recomendación que nos viene bien escuchar en la
hora actual que vivimos porque aún seguimos con nuestros agobios. En otros
momentos nos dirá Jesús que no perdamos la calma y para ello nos invita a que
confiemos en El y pongamos toda nuestra fe en Dios.
Al sentirnos agobiados perdemos nuestra paz interior y
podríamos decir que es síntoma de una falta de confianza. Humanamente hablando
incluso nos agobiamos cuando por los problemas que estamos pasando o las
situaciones a las que tengamos que enfrentarnos nos hace que lo veamos todo
negro y nos pareciera que no hay salida para esas situaciones difíciles que
podamos vivir. El agobio diríamos que se opone a una falta de confianza y es
como consecuencia de una pérdida de esperanza. Es como encontrarnos en una
encrucijada donde no vemos el camino recto de salida y todo nos parece oscuro.
Jesús arranca en esta ocasión para hacernos estas
recomendaciones de algo que comienza denunciándonos cuando nos dice que no
podemos estar al servicio de dos amos ‘porque
despreciará a uno y querrá al otro, o al contrario se dedicará al primero y no hará caso del segundo’. Por eso nos
dice a continuación ‘No podéis servir a
Dios y al dinero’. Y ya sabemos cómo cuando nos dejamos cautivar por
el dios dinero nos hacemos egoístas e insolidarios.
Partiendo de ahí nos dice que no estemos agobiados ni
por lo que vamos a comer ni lo que vamos a vestir, ni por lo que nos pueda
suceder en el futuro. Es una invitación a la confianza en Dios y en su divina
Providencia que cuida siempre de nosotros. Nos pone el ejemplo de los pájaros
que ni siembran, ni siegan, ni almacenan y sin embargo el Padre celestial las
alimenta; o las flores o los lirios del campo que ni trabajan ni hilan y nada
hay más bello que el resplandor de sus formas y colores. ¿No valemos nosotros
mucho más que todo eso?
Hemos de saber descubrir el valor de la persona, de
toda persona, de los dones y cualidades de los que Dios le ha dotado y de las
capacidades de su ser para poder llegar a vivir su vida con toda dignidad. Todo
ello una muestra del amor que Dios nos tiene que así nos ha creado. Están nuestras
capacidades creativas y todas las iniciativas que la persona es capaz de tener
en el uso de su inteligencia para desarrollar su vida, pero está también ese
aspecto tan importante de la persona que nos hace ser social, ser siempre en
capacidad de relación con los demás.
Cuando unimos una cosa y otra, nuestras capacidades y
dones naturales, pero también esa capacidad de relación y encuentro con los que
nos rodean, hará que no caminemos nunca solos ni solo pensando en nosotros
mismos y todos seremos capaces de sentir la alegría o el sufrimiento de los
demás como cosa nuestra y de ahí surgirán esos sentimientos de solidaridad que
harán que mutuamente nos ayudemos a caminar buscando la dignidad y el valor de
todos.
No os agobies nos está diciendo el Señor hoy y nos lo
está diciendo de forma concreta en la situación por la que pasa nuestra
sociedad. Sepamos creer los unos en los otros, sepamos unirnos solidariamente
los unos con los otros, sepamos caminar juntos nunca de forma egoísta sino todo
lo contrario y veremos cómo irán surgiendo en nosotros muchas cosas buenas que
pueden remediar el sufrimiento de los demás.
En los momentos duros y difíciles suelen aflorar esos
buenos sentimientos que llevamos en nuestro corazón y que parece que en algunos
momentos hayamos olvidado. Rescatemos esos sentimientos de hermandad y de
solidaridad que Dios ha puesto como semilla en nuestro corazón y tendiéndonos
la mano los unos a los otros podremos ver el camino de la vida con un poco más
de luz. El Dios, Padre bueno que nos ha creado, ha puesto esas buenas semillas
en nuestro corazón y que nosotros hemos de saber fructificar. De esas
encrucijadas oscuras y difíciles por las que pasamos, como está sucediendo hoy
en nuestra sociedad, no seremos capaces de salir si cada uno de forma egoísta
busca su propia salida sin pensar en los demás. Cuando seamos capaces de
unirnos y apoyarnos mutuamente, con los sacrificios que sean necesarios,
podremos salir a flote.
Si escuchamos esta llamada del Señor para despertar
cosas buenas en nuestro corazón y las ponemos en práctica en el actuar de cada
día podremos, a pesar de los agobios en que vivamos, seguir sintiendo paz en el
corazón; es más, realizando todo eso de esta manera nuestra paz será mucho
mayor porque sentiremos la satisfacción de lo bueno que hacemos y que beneficia
a nuestra sociedad. Eso es también trabajar por el Reino de Dios.